México hoy (3 de 3): Las luchas por la vida
¡Que muera la muerte que el capitalismo impone!
¡Que viva la vida que la resistencia crea!
Subcomandante Insurgente Moisés
¡Que viva la vida que la resistencia crea!
Subcomandante Insurgente Moisés
En la primer entrega señalamos
que el capitalismo criminal se caracteriza porque las corporaciones
criminales adquieren una importancia relevante en el funcionamiento
del sistema. En la segunda entrega dijimos que si las corporaciones criminales
son la materialización económico-financiera del capitalismo criminal, en lo
jurídico-político es el Estado criminal el que lo encarna. De
este modo, caracterizamos a un Estado que borra las fronteras entre lo
institucional y lo delictivo, que criminaliza la protesta social y que busca
controlar a la sociedad por medio del miedo y del terror.
Ahora bien, frente al capitalismo criminal y su
Estado criminal, las luchas de los pueblos, comunidades y colectivos que
reivindican la vida han cobrado enorme importancia. Es sobre este tema que
profundizaremos en las siguientes líneas.
En el pasado, grupos conservadores usaron la
expresión «en defensa de la vida» para oponerse a la legalización del aborto o
a las relaciones entre personas del mismo sexo. Un uso «moralino», patriarcal y
heteronormativo se escondía tras este argumento. En este trabajo, no son de
nuestro interés estas «luchas» por preservar el statu quo. Por el
contrario, nos ocupamos de las luchas que reivindican la vida como una forma de
denuncia y oposición a la muerte que impone la reproducción del
capital.
[1]
Comandante David. Un mundo donde todos podamos caber. Palabras de bienvenida
del EZLN al Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el
Neoliberalismo en «EZLN. Crónicas Intergalácticas». Chiapas: Planeta
Tierra, 1996.
Es quizá el Primer Encuentro Intercontinental por
la Humanidad y Contra el Neoliberalismo [1] –convocado por el Ejercito
Zapatista de Liberación Nacional en 1996– el momento en que la defensa de la
vida tomó una connotación subversiva y anticapitalista. En el discurso de
bienvenida, el Comandante David, a nombre del Comité Clandestino Revolucionario
Indígena-Comandancia General del EZLN, señaló que el capitalismo es un «sistema
de muerte y no de vida, porque es de opresión y explotación», y añadió que el
neoliberalismo «es un proyecto de destrucción y muerte para los pobres del
mundo, porque con este proyecto tratarán de acabar de destruir y saquear la
riqueza de los nuestros».
Desde entonces y hasta la fecha, la defensa de la
vida se ha vuelto una bandera de diferentes organizaciones sociales en México,
pero también en otros lugares del planeta. Son de muchos tipos y se organizan
de diversas formas, pero entre sus resistencias hay dos que las definen: 1) los
movimientos socioambientales que luchan contra el despojo territorial y
los mega proyectos, en una defensa a los derechos de la madre tierra; y 2) los movimientos
de víctimas, organizaciones de personas que han enfrentado el asesinato o
la desaparición de algún familiar o ser querido. Una de las características más
emblemáticas de la lucha por la vida es que reivindica la vida de la
humanidad entera y del planeta; a los seres humanos y a su entorno, es
decir, reclama la vida en el sentido más amplio del término, no sólo como
organismos vivientes, sino como culturas vivas (el mundo donde quepan
muchos mundos).
Los movimientos socioambientales son la respuesta
de los pueblos y comunidades al despojo de tierras y territorios que luego
serán concesionados a las corporaciones criminales para explotar minas,
construir complejos habitacionales o turísticos, o comercializar maderas
preciosas, entre otros muchos recursos naturales. Generalmente, los movimientos
socioambientales están conformados por pueblos, tribus o naciones indígenas que
han resistido más de 500 años de explotación y dominación. Entre sus filas
también hay comunidades y pueblos campesinos. En todos los casos la fuerte
tradición comunitaria prioriza el «nosotros» por encima del «yo». Se distinguen
además por tener una cosmovisión en la que el «desarrollo» no depende de la
destrucción de la madre tierra.
Cabe precisar aquí que la categoría socioambiental es
de reciente utilización y devela una preocupación tanto social como académica:
la posibilidad del fin de la vida como consecuencia del cambio climático y el
agotamiento de los recursos naturales. Las resistencias de los pueblos
indígenas y campesinos son mucho más antiguas a esta preocupación y no
responden únicamente a ella; sin embargo, han sido más notorias ante la
visibilidad que ha cobrado esta problemática, al grado de convertirse en el
principal sujeto político de estas luchas por lo menos por todo el continente
americano.
Ahora bien, la guerra que se vive actualmente en
México busca entre otras cosas generar lo que Jorge Beinstein llama
«sociedades-en-disolución»: poblaciones en una suerte de indefensión
absoluta convertidas en no-sociedades para así poder saquear
sus recursos naturales. De esta forma, los movimientos socioambientales se
vuelven sujetos antagónicos clave en la lucha contra el capitalismo y el Estado
criminal. Es por este motivo que mediante las guardias armadas de las
corporaciones criminales, o mediante las fuerzas públicas del Estado
criminal, los movimientos socioambientales se encuentran bajo constante acoso.
Para imponer su cultura individualista y mercantilista, el capitalismo criminal
necesita terminar de roer el tejido social y los pueblos indígenas y campesinos
representan el último reducto comunitario.
Por su parte, los movimientos de víctimas en México
comenzaron a florecer en el contexto de la guerra sucia. Recordamos en esta
etapa al Comité Eureka, y mucho más tarde, aunque reivindicando a víctimas de
la misma época, a Hijos por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el
Silencio – México (HIJOS). En la década de los 90 la organización civil Las
Abejas de Acteal fue víctima de un nuevo crimen de Estado y esto permitió que
la exigencia de memoria, verdad y justicia reapareciera en el ideario político
de los movimientos sociales. Asimismo, por esos años pero en Ciudad
Juárez, Chihuahua, organizaciones de mujeres con hijas desaparecidas o
asesinadas comenzaron a denunciar el fenómeno que rápidamente atrajo las
miradas internacionales. Como resultado de este proceso, surgió en 2001 la
organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa.
Durante la primera década del siglo XXI, el
movimiento de víctimas en México cobró nuevas fuerzas. Bajo el discurso de la
«inseguridad», distintos sectores empresariales, apoyados por medios como
Televisa y TV Azteca, convocaron a una movilización en 2008 para demandar
seguridad al Estado mexicano. Isabel Miranda de Wallace y Alejandro Martí se
convirtieron en los principales voceros de aquel proceso organizativo.
Desde sus orígenes este movimiento tuvo tintes
profundamente elitistas: no sólo estaba encabezado por empresarios «víctimas de
la inseguridad», sino que además demandaba al Estado «mano dura» contra el
crimen organizado. Como era de esperarse, el Estado criminal adoptó
provechosamente este discurso para desplegar a sus fuerzas policiacas y
militares por todo el país y continuar con el proceso de despojo y represión.
De cierta forma el discurso de la «inseguridad» tuvo la función de ocultar el
papel criminal del Estado y reforzar su estrategia militarista y
criminalizadora.
En 2011, el Movimiento por la Paz con Justicia y
Dignidad (MPJD) logró dar un leve giro a este discurso. El problema ya no era
solamente la inseguridad, sino la forma en cómo el Estado intentaba eliminarla.
Bajo la consigna de justicia para las víctimas y un alto a la guerra, el MPJD
logró romper el cerco mediático y contrarrestar el discurso oficialista, al
mismo tiempo que contribuía a una explicación sistémica y regional del
conflicto. Sin embargo, la complejidad del fenómeno, la coyuntura electoral y
los errores políticos propios del Movimiento por la Paz le imposibilitaron
continuar con la maduración de su comprensión y discurso frente al capitalismo
criminal.
Los terribles sucesos del 26 y 27 de septiembre del
2014 en la ciudad de Iguala, Guerrero, contra los estudiantes de la Normal
Rural de Ayotzinapa y la consecuente lucha que han emprendido los familiares y
compañeros de los estudiantes desaparecidos representa un nuevo momento del
movimiento de víctimas. Es en esta fase donde está presente una comprensión más
acabada del capitalismo criminal y del Estado criminal. La expresión «Fue el
Estado» así lo demuestra. Representa un acumulado histórico de saberes y
resistencias. Permite mirar al Estado mexicano actual como el instrumento
jurídico y criminalizador del capitalismo criminal. El adversario ya no es
difuso, se llama capitalismo y utiliza al Estado para reproducirse y ampliarse.
México es hoy el país en donde el capitalismo
criminal y el Estado criminal encuentran su expresión más avanzada. Ese sistema
que merca con la muerte ha impuesto en nuestra nación un régimen de terror y
miedo basado en asesinatos, ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada,
desplazamiento forzado, tortura, censura y mucho más; todo con el objetivo de
continuar con el despojo y la acumulación y reproducción del capital.
Afortunadamente los pueblos, comunidades y organizaciones que luchan por la
vida siguen construyendo desde abajo proyectos emancipadores. Estos pueblos
saben bien que no basta con disputar el Estado, que es necesario construir
relaciones sociales diferentes donde la vida no sea reducida a una mercancía.
Saben bien que luchar contra el capitalismo es hoy más que nunca cuestión de
vida o muerte.
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