10-04-2015
El 1 de junio de 1826, en carta a su amigo José
Rafael Revenga, Simón Bolívar decía: “Deseo que el Congreso del Istmo, sea
perpetuo, y que se conserve aunque sea un simulacro”.
La frase
tiene importancia porque alude a la cita continental que pasó a la historia
como el Congreso Anfictiónico de Panamá, que se celebró ese año por iniciativa
del Libertador.
Dice la
historia que el evento tuvo el propósito de buscar la unión de los Estados
liberados del yugo colonial, en una idea originalmente prevista por Francisco
de Miranda. La cita se celebró en el antiguo convento de San Francisco -hoy
Palacio Bolívar- de la ciudad de Panamá.
Colombia,
México, Perú y las entonces llamadas “grades provincias unidas de Centro
América”, jugaron un papel protagónico para la realización de la Cumbre de
entonces. Algunas delegaciones, como Bolivia y Estados Unidos, arribaron a ella
con retraso; y otras, como Argentina y Chile, no mostraron interés. Hoy, 200
años más tarde, el escenario, es completamente distinto.
No en vano
ha transcurrido el tiempo, se han afianzado las naciones, ha evolucionado a
conciencia de los hombres y se han despejado espacios e ideas. En el 2015, la
gigantesca figura de Hugo Chávez irradia luz, y está presente alumbrando el
camino de los pueblos.
La Cumbre de
las Américas asoma entonces convertida en el principal foro continental, y
reunirá virtualmente a todos.
Los grandes
temas del debate y los adelantos vinculados a la tecnología, la ciencia y la
comunicación, harán posible cumplir los objetivos de la cita en medio de una
expectativa mundial, alentada por millones, que seguirán el hilo de los temas
en cada continente.
Barack Obama
tendrá el privilegio de asistir a esta Cumbre en representación del Gobierno de
los Estados Unidos. No llegará con retraso, ni deberá esperar. Tendrá, sí, que
encarar los resultados de la política del Imperio en una circunstancia en la
que ella pierde credibilidad y apoyo.
Hace apenas
medio siglo que Washington regía la política en esta parte del mundo. Su
voluntad era ley, incluso cuando en el planeta dividía influencias con un
Estado de Nuevo Tipo, la Unión Soviética, que hoy ya no existe.
Ahora,
cuando brilla en el firmamento como el país más poderoso del globo, no podrá
hacer marchar a todos al ritmo de su tambor.
Por un lado,
la descomposición del sistema mundial de dominación capitalista, y por otro, el
ascenso de las fuerzas progresistas en distintas regiones han colocado al
Imperio en una situación desventajosa.
Sólo en lo
que va del nuevo siglo, la Casa Blanca ha enviado soldados al Golfo Pérsico, a
Afganistán, Irak y Libia. Y ha buscado intervenir militarmente también en el
Medio Oriente, Irán, Siria y en el Yemen. Su agresividad no ha tenido límite,
pero sí ha conocido severos fracasos.
Hoy ha
perdido su dominio no sólo en los órganos institucionales de gestión que antes
comandaba, como la Organización de Naciones Unidas, o la OEA; sino sobre todo
ha perdido imagen internacional. Se ha desprestigiado ante los pueblos y por
eso su accionar ha marchado de fracaso en fracaso; de derrota, en derrota.
No se
resigna, sin embargo, ante la realidad así vigente. Se siente con derecho a
decidir el rumbo de pueblos y naciones, como si fuera dueño de destinos.
Su política,
contrasta con la realidad y choca con el desarrollo de los acontecimientos. La
llamada “Doctrina Monroe” –“América para los americanos”- se desdibujó cuando
los pueblos se dieron cuenta que se hablaba de los derechos de los americanos
del norte. El sur corría otra suerte.
Derrotado el
colonialismo español en las tierras de América, nuestros países pasaron fácilmente
a una nueva relación de dependencia. Quedaron sometidos al dominio yanqui por
acción de las viejas castas hispanistas secularmente ligadas a la Corona, que
se dieron maña para liderar las Repúblicas surgidas a inicios del siglo XIX.
Han tenido
que pasar 200 años para que Washington perciba un cambio real en el hemisferio.
Hoy los países de la región marchan a su propio ritmo y en función de su
historia por un nuevo derrotero en el que el “amo del norte” asoma vencido.
Durante un
tiempo largo, Estados Unidos no quiso promover, ni alentar, Cumbre alguna. Se
vio forzado a hacerla a fines del siglo pasado, y en 1994 convocó a la primera,
de las 7 que van, en La Florida.
Empeñado en
asegurar su dominio pretendió que ese evento pusiera en el centro de sus
preocupaciones el llamado “desarrollo económico”; y buscó para ese efecto
diseñar un nuevo esquema que denominó “Acuerdo de Libre Comercio”.
El ALCA,
concebido y orientado a regular las economías de América bajo la égida del
Banco Mundial y el Fondo Monetario y aplicar las recetas Neo Liberales, fracasó
al año siguiente y fue virtualmente dejado de lado hasta hoy.
En el nuevo
siglo, a nadie se la ha ocurrido la peregrina idea de resucitar ese proyecto
obsoleto. El ALCA ha desaparecido por el rechazo de los pueblos, pero también
por la inacción de los Estados Unidos, que no sabe dialogar, ni discutir. Solo
imponer.
En
contrapartida al fenecido ALCA han surgido en el continente diversos mecanismos
de integración. Los más significativos, por cierto, han sido la Unión de
Naciones Sudamericanas -UNASUR- y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños -la CELAC-.
Ambos
instrumentos de unidad continental han rebasado completamente, y descolocado, a
la Organización de Estados Americanos -la OEA- que no tiene contenido, ni
esencia por lo que hoy afronta un acelerado proceso de extinción.
El Imperio,
sin embargo, parece no haber aprendido la lección. Lo que hizo antes contra
Cuba, pretende reeditarlo contra la Venezuela Bolivariana ante el estupor de millones.
Contra Cuba,
en efecto, alentó a los grupos contrarrevolucionarios. Los apoyó, financió, dio
armas e Inteligencia. Impulsó con ellos acciones conspirativas y actos
terroristas. Eso mismo está haciendo ahora contra la administración de Caracas.
Contra Cuba
buscó aplicar sanciones, recurriendo a procedimientos seudo legales y a
disposiciones punitivas. Eso también lo está haciendo hoy contra la Patria de
Bolívar.
Contra Cuba
buscó recurrir a las armas, urdiendo la intervención militar de Girón primero y
el bloqueo en octubre de 1962, cuando la crisis de los Misiles. Hoy opera con
la misma intención contra la Patria de Francisco de Miranda.
Contra Cuba
usó la política del “robo de cerebros” alentando la fuga de profesionales a los
que ofreció el oro y el moro para que huyan de su país y vivan engolosinados
con el “sueño americano”. Hoy hace lo mismo para debilitar la gestión del
Presidente Nicolás Maduro.
Contra Cuba
hizo una campaña de demolición intensa a través de los medios de comunicación a
su servicio. La Sociedad Interamericana de Prensa fue su instrumento preferido.
Ahora, la SIP funciona en la misma dirección y aborda la misma tarea contra la
patria del Mariscal Antonio José de Sucre.
Han pasado
cincuenta años para que el gobierno de los Estados Unidos concluya admitiendo
que esa fue una política errónea y que estuvo, desde un inicio, destinada al
fracaso. Ahora no será necesario esperar tanto tiempo. En la Cumbre de Panamá
se evidenciará de manera nítida y clara la derrota de toda esa concepción
genocida que hoy busca concretar el Imperio.
Gustavo
Espinoza M. es miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera. http://nuestrabandera.lamula.pe
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