24/02/2017
| Michel Husson
François Chesnais acaba de publicar un libro
importante, Finance Capital Today /1. La conclusión de su trabajo
amplía la temática a un cuestionamiento de los límites del capitalismo. Ha sido
parcialmente traducido en francés /2 y ha sido objeto de un texto
complementario publicado en esta misma página web /3. Esta contribución
intenta esencialmente discutir sobre el libro y añade un breve comentario sobre
la cuestión de los “límites”.
El libro de François Chesnais corona varios
decenios de trabajo sobre la mundialización. Como indica el subtítulo, está
principalmente consagrado al análisis de las relaciones entre empresas y
bancos. Está, por tanto, evidentemente centrado en “las finanzas” pero su autor
rechaza de entrada la idea de que la crisis actual sería una crisis del
capitalismo “financiarizado”. No, dice, desde las primeras páginas de su
introducción: se trata de una crisis del capitalismo tout court (en
francés en el texto). Por consiguiente, Chesnais rechaza toda distinción
simplista entre el “buen” capital productivo y el “mal” capital financiero, que
sugiere que bastaría con regular las finanzas para devolver todo su dinamismo
al capitalismo.
El mismo título del libro, Finance Capital Today
evoca evidentemente El Capital Financiero de Rudolf Hilferding que, hace
más de cien años (en 1910) estudiaba ya las relaciones entre bancos y empresas.
El método de Chesnais consiste, en efecto, en confrontar los análisis y debates
teóricos contemporáneos a los de los grandes clásicos, Marx evidentemente, pero
también Hilferding, Lenín o Rosa Luxemburg. Para mejor especificar su objeto,
Chesnais introduce una distinción entre finance capital y financial
capital. El término de capital financiero -finance capital- designa
“el proceso simultáneo y combinado de concentración y de centralización del
capital dinero, del capital industrial y del capital comercial que resultan de
las operaciones de fusiones y adquisiciones a nivel nacional o transnacional”.
El financial capital corresponde a lo que se designa en francés como la
finance, (en español se traduce por las finanzas, el sector financiero, etc.,
ndt) a saber, el conjunto constituido por los bancos y los fondos de inversión
de todo tipo -lo que la contabilidad nacional llama sociedades financieras -un
concepto que hay que ampliar a los segmentos financieros de las grandes
empresas industriales.
Chesnais plantea otro principio de método, el de
tomar “la economía mundial como un punto de partida”. Una postura así es
lógicamente necesaria puesto que se trata de estudiar la mundialización, pero
Chesnais reconoce con honradez que “es más fácil de decir que de hacer”. Su
trabajo logra en cualquier caso no caer en un “USA-centrismo” y movilizar otros
datos que los más fáciles de obtener, que tratan a menudo sobre los Estados
Unidos. En el capítulo 4, propone por ejemplo una muy esclarecedora tipología de
las relaciones entre bancos e industria en las principales potencias
capitalistas (Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia).
¿Qué análisis de la crisis?
La definición de la crisis que propone Chesnais es
clásica: es una “crisis de sobreacumulación y de sobreproducción agravada por
una bajada de la tasa de ganancia”. Esta crisis estaba en gestación desde la
segunda mitad de los años 1990 pero su estallido se ha retrasado “por la
creación masiva de créditos y la plena incorporación de China a la economía
mundial”.
Pero la bajada de la tasa de ganancia no explica
todo, pues existe además un problema de realización: “las condiciones
macroeconómicas que determinan las relaciones de fuerza entre el capital y el
trabajo impiden la realización de la totalidad de la plusvalía producida a
escala mundial. El capital está bloqueado en el punto C´ del proceso de
acumulación completo”.
Chesnais señala en una nota a pie de página que “el
hecho de que exista un ‘problema de realización’ además de una tasa de ganancia
insuficiente es ahora reconocido, un poco a regañadientes, por Michael
Roberts”. Pero Roberts, como buen representante de la ortodoxia marxista, no
está de acuerdo: “de hecho, no estoy seguro de reconocer, siquiera a
regañadientes, que haya un problema de realización tal como plantean Chesnais y
otros” /4. Para Roberts, la insuficiencia de la demanda es una
explicación tautológica, y la ley de la bajada tendencial de la tasa de
ganancia es siempre y en todo lugar la causa “principal o última de la crisis”.
Reprocha a Chesnais asumir la posición ecléctica defendida en particular por
David Harvey, cuando afirma que “no existe teoría causal única de la formación
de la crisis”. Se puede, al contrario, considerar con Chesnais que una
explicación multidimensional de la crisis no implica un planteamiento ecléctico,
sino que permite tomar en cuenta los rasgos específicos de cada gran crisis.
Uno de los aspectos más interesantes del libro es
que Chesnais permanece estrictamente en el marco de la ley del valor: el sector
financiero (la finance), cualquiera que sea la definición que se haga de
él, es una enorme máquina de captar y reciclar la plusvalía pero no crea esa
plusvalía que es producida por la explotación del trabajo. Este principio de
método conduce a Chesnais a desmarcarse útilmente de extrapolaciones apresuradas.
Muestra cómo las firmas multinacionales han puesto
en pie cadenas de valor globales que permiten poner en competencia a los
asalariados del mundo entero, optimizar el desglose de los segmentos
productivos, y absorber mejor la plusvalía. Estas formas contemporáneas de la
mundialización productiva y su combinación con la financiarización están bien
integradas en el análisis de Chesnais. Pero este último rechaza, con razón, las
tesis defendidas en particular por Samir Amin o John Smith, de una renta imperialista
que resultaría de una sobreexplotación. Igualmente, rechaza el análisis de
Costas Lapavitsas para quien los bancos “explotarían” a los trabajadores a
través de los cargos por intereses y harían así bajar el valor de la fuerza de
trabajo.
¿Qué clase capitalista?
El libro de Chesnais contiene exposiciones muy
esclarecedores sobre la estructura de clase de la dominación capitalista.
Presenta “la interpenetración del capital bancario y del capital industrial”
(por retomar una expresión de Bujarin citada favorablemente por Lenin) como un
proceso que conduce a la “formación al nivel de los Estados de un bloque de
poder unificado”. Pero, al contrario que Hilferding, Chesnais subraya que esos
bloques de poder, que han resistido la crisis de 2008-9, no se encuentran “bajo
la hegemonía de los bancos”.
Chesnais discute sobre la formación de una clase
capitalista mundial y muestra los obstáculos para su constitución, que remiten
fundamentalmente a la competencia entre capitales numerosos. Pero subestima
quizás el papel activo de las instituciones internacionales como el FMI, el
Banco Mundial o la OMC en la puesta en pie de un “terreno de juego” óptimo para
el desarrollo de esta competencia. En este sentido, estas instituciones
representan y defienden los intereses comunes de los grupos multinacionales.
En lo que se refiere a Europa, Chesnais tiene razón
en subrayar que “la formación de una élite capitalista verdaderamente europea
por medio de las fusiones intraeuropeas, tal como había previsto Mandel, no se
ha producido”. Pero si es cierto que no hemos asistido a la constitución de un
capitalismo europeo, las instituciones europeas también han puesto en pie, de
forma muy consciente, las condiciones de una “competencia libre y no falseada”.
La cuestión de las finanzas depredadoras
Se ha señalado ya que Chesnais rechaza toda
distinción entre un “buen” capital productivo y un “mal” capital financiero y
que insiste al contrario en su imbricación creciente. Rechaza por tanto,
lógicamente, la concepción de unas finanzas depredadoras que “absorberían” la plusvalía
e impedirían que ésta se invirtiera.
Chesnais introduce sin embargo una distinción entre
el “Capital como propiedad” y el “Capital como función” que corresponde a la
constitución “de los accionistas y de los managers en grupos distintos”. Esta
distinción es utilizada por los post-keynesianos para mostrar que el peso
creciente de los accionistas va a conducir a decisiones que tienen por objetivo
maximizar el beneficio a corto plazo en detrimento del crecimiento a medio
plazo y por tanto de la acumulación del capital. Esta lectura se basa en una
característica fundamental del capitalismo en su fase neoliberal: existe una
separación creciente entre la tasa de ganancia que se restablece y la tasa de
acumulación que se estanca o incluso retrocede.
Pero Chesnais rechaza toda noción de “desviación de
las ganancias” y asume la tesis defendida por Andrew Kliman y Shanon Williams /5,
según la cual la tasa de acumulación ha bajado en sintonía con la tasa de
ganancia. Por consiguiente, según Chesnais, “las inversiones de las empresas no
se han ralentizado por falta de fondos disponibles en los mercados financieros,
o debido al cambio en el reparto de la ganancia entre ganancia retenida y
dividendos, sino porque la tasa de ganancia ha bajado y las inversiones
rentables se han reducido” (p 17).
Sin embargo existen muchos datos empíricos que
muestran que la “tijera” entre ganancia y acumulación se ha abierto desde hace
mucho en Europa y desde el comienzo de los años 2000 en los Estados Unidos,
como ilustra el gráfico 1 /6.
Al volverse la inversión productiva “cada vez menos
atractiva”, las ganancias deben “ir a alguna parte”, es decir, a los mercados
financieros donde los servicios financieros de las empresas intentarán
valorizarlos, en competencia con los demás fondos de inversión. Pero como “el
montante de plusvalía decrece a pesar del aumento de la tasa de explotación (…)
la financiarización se profundiza de forma acumulativa con las innovaciones
financieras y el desarrollo de capital ficticio bajo sus nuevas formas
contemporáneas” (p.18).
Gráfico 1
Inversión y posibilidad de ganancia
En % del PIB
Esta lectura no es totalmente convincente. En
primer lugar, la idea de que la plusvalía global baja, de que existe, como dice
Chesnais en su reciente contribución, una “situación de penuria creciente de
plusvalía o sobrevalor”, es discutible. El gráfico 2 propone una estimación
estadística, ciertamente poco “sofisticada” del volumen de la plusvalía /7.
Muestra que no se puede hablar de la baja tendencial. El impacto de la crisis
se ha borrado ya en los Estados Unidos donde el volumen de plusvalía así medido
vuelve a subir, mientras que toca techo en Europa.
Gráfico 2
Una estimación del volumen de plusvalía
Base 100 en1960
En segundo lugar, esta presentación remite a una
especie de “teoría de la cartera”: no siendo ya “atractiva” la inversión
productiva, el beneficio va a optar por colocarse en los mercados financieros,
como si la explotación del trabajo vivo y la especulación fueran dos formas
alternativas de creación del valor.
¿Qué periodización?
En su libro, Chesnais propone una periodización
según la cual la crisis actual marca el fin de “la más larga fase de
acumulación en la historia del capitalismo, que no se ha interrumpido nunca,
aunque progresivamente se haya ralentizado”. En su último artículo, insiste
sobre este punto hablando de “una fase muy larga, setenta años por tanto sin
paralelo en la historia del capitalismo, de acumulación ininterrumpida”. Las
recesiones generalizadas de 1974-76 y de 1980-82 habrían “provocado un cambio
de ritmo en los países capitalistas avanzados, pero no afectado a la dinámica
de reproducción ampliada a nivel mundial”.
Este planteamiento es discutible y se puede
preferir otro que distingue el capitalismo de la “Edad de oro”, de los “Treinta
gloriosos” y el capitalismo neoliberal. Esto corresponde mejor a la diferencia
creciente de la tasa de crecimiento entre estos dos períodos. A nivel de la
Unión Europea, la tasa de crecimiento era del 5% antes de la recesión
generalizada de 1974-76 y superaba a penas el 2% tras la de 1980-82 (gráfico
3).
Gráfico 3
Tasa de crecimiento del PIB 1960-2015
Fuente: Comisión Europea, base de datos Ameco.
La periodización de Chesnais no permite comprender
que “la Edad de oro” es un paréntesis en la historia del capitalismo que se
cerró a mediados de los años 1980 y ha conducido a la vuelta a la normalidad
histórica. Esta diferencia creciente estuvo marcada por la irrupción de las
políticas neoliberales y por la puesta en pie de un régimen de acumulación
específica.
La periodización propuesta por Chesnais no es
tampoco compatible con la trayectoria del capitalismo mundial: la
mundialización y la financiarización tomaron su auge en los años 1980, como un
medio de responder al agotamiento del capitalismo “fordista”. Lo muestra de
forma espectacular el gráfico 4 /8. De forma general, se puede decir que
el ascenso del “capital ficticio” es una característica propia del capitalismo
neoliberal.
Gráfico 4
Stock de inversiones directas en el extranjero
En % del PIB mundial
La defensa del capital ficticio
Más allá de estos elementos de debate, hay que
subrayar la fuerza de la tesis central del libro que permite comprender por qué
la crisis dura. La financiarización de la economía equivale a una inflación de
derechos de cobro potenciales sobre la plusvalía actual y la que venga, pero
que exceden a la capacidad del sistema de producir tanta plusvalía. La crisis
puede entonces interpretarse como un llamamiento al orden de la ley del valor:
al no poder el capitalismo, sencillamente, distribuir más plusvalía de la que
produce, una parte de ese capital ficticio debía ser desvalorizado. Pero, por
retomar la fórmula de Chesnais, no se ha dejado a la crisis “seguir su curso” (run
its course). Todas las políticas desarrolladas han apuntado, al contrario,
a garantizar el capital ficticio y los derechos de cobro inherentes. Ese es uno
de los elementos esenciales que influyen en el dinamismo del capitalismo y le
mantienen en una fase duradera de débil crecimiento (lasting global slump).
La cuestión de los límites del capitalismo
En la conclusión de su libro, Chesnais plantea la
cuestión de los límites del capitalismo de forma, por decirlo francamente,
relativamente desconectada del corazón de la obra. Esta discusión está más
desarrollada en su reciente contribución publicada en esta web (http://vientosur.info/spip.php?article12231), en la que Chesnais plantea así
la cuestión: se trata de saber “saber si la crisis económica y financiera
mundial de 2007-2008 puede ser vista simplemente como una “crisis muy grande”
de un capitalismo capaz todavía de abrir una nueva fase larga de reproducción
ampliada a escala del “finalmente constituido mercado mundial”, o es, por el
contrario, el punto de partida del momento histórico en que el capitalismo
encontraría límites que ya no podría ampliar”.
A la cuestión de saber si el capitalismo ha
encontrado límites infranqueables, Chesnais sugiere una respuesta positiva
alrededor de la idea que desarrolla desde hace ya varios años según la cual “la
crisis climática va a combinarse con la crisis del capital” /9. Los dos
límites o berreras contra las que el capitalismo debería llegar a chocar son
por tanto la automatización y el medio ambiente.
La automatización es un proceso intrínsecamente
contradictorio como explicaba Marx en un pasaje señalado por Mandel en su
introducción al libro III de El Capital: “Un desarrollo de las fuerzas
productivas que redujera el número absoluto de obreros, es decir, permitiera de
hecho a la nación entera llevar a cabo en un lapso de tiempo menor su
producción total, llevaría a una revolución, porque pondría a la mayoría de la
población fuera del circuito. Aquí también aparece el límite específico de la
producción capitalista (…). Para ella, el desarrollo de la fuerza productiva no
es importante más que en la medida en que aumenta el tiempo de sobretrabajo de
la clase obrera y no en que disminuye el tiempo de trabajo necesario para la
producción material en general; así, se mueve en contradicciones” /10.
En su artículo de 1986 /11, Ernest Mandel evoca
esta “nueva contradicción creciente entre la reducción de la cantidad absoluta
de trabajo humano necesario para la producción misma de una masa creciente de
mercancías y las posibilidades de realización de la plusvalía contenida en esta
masa de mercancías”. Para él, “la solución, es la de una sociedad
dual que dividiría al proletariado actual en dos grupos antagónicos: quienes
continúan participando en el proceso de producción de la plusvalía (…); quienes
son excluidos de ese proceso, y sobreviven por cualquier medio que no sea el de
la venta de su fuerza de trabajo”.
El medio ambiente es evidentemente el segundo
límite. Chesnais ha sido uno de los primeros marxistas en tomar conciencia y en
hacer tomar conciencia del hecho de que la desregulación climática formaba
parte de la crisis del capitalismo y que todo proyecto socialista debería tener
en cuenta esta dimensión. Chesnais señala que “los efectos del cambio climático
son ya desastrosos, entre otros, para los habitantes autóctonos del Ártico, de
Groenlandia y del Himalaya, para los pastores del Este africano, los habitantes
de las pequeñas islas Estado del Pacífico, para las poblaciones rurales del
Delta del Ganges” y subraya que “los primeros amenazados son los
y las que están más alejados y son menos ‘beneficiarios’ de los mecanismos de
despilfarro de la ‘sociedad de consumo’”.
Pero ¿se puede, no obstante, hablar de un límite
absoluto, incluso de una “barrera inmanente”? La “catástrofe silenciosa en
marcha”, por retomar la expresión de Daniel Tanuro /12, ¿conduce a un
hundimiento concomitante del planeta y del capitalismo? Ese sería el “límite
absoluto”, más allá del cual la especie humana se encontraría totalmente “fuera
del circuito”. Pero, a pesar de todo, se puede imaginar un escenario progresivo
hecho de “los conflictos violentos por los recursos de agua, las guerras
civiles prolongadas por la intervención extranjera en los países más pobres,
los enormes movimientos de refugiados provocados por la guerra y el cambio
climático” evocados por Chesnais en su artículo de Inprecor. Se iría hacia una
sociedad que se parecería a la del Talón de Hierro de Jack London o
hacia un mundo tipo Mad Max, por tomar una referencia más reciente. Los
dispositivos más bárbaros se pondrían en pie a medida que progresara el
desastre climático.
Chesnais está de acuerdo con la crítica de la
noción de “antropoceno” que sirve para designar el nuevo período abierto desde
que las actividades humanas tienen un impacto global significativo sobre el
ecosistema terrestre. Adopta sobre este tema los argumentos de Jason Moore que
propone hablar de “capitaloceno”. Pero ¿estamos seguros de que la naturaleza
sabrá hacer la distinción entre lo que tiene que ver con la actividad humana
pura y lo que remite al capitalismo? Plantear la pregunta es ya responderla. Y
la verdad es sin duda ésta: para evitar la catástrofe ecológica, por ejemplo,
intentando cumplir los objetivos fijados por el GIEC, sería preciso una
transformación profunda de los modos de vida a escala mundial que implicaría
romper radicalmente con la “sociedad de consumo”. Es en cualquier caso lo que
muestran los cálculos elaborados de Minqi Li /13 u otros más simplistas /14.
No es seguro finalmente que el análisis prospectivo
de los desastres del capitalismo sea mejor esclarecido mediante la noción de
límites absolutos, “infranqueables”, sobre los que vendrían a chocar la
regresión social y el deterioro medioambiental. Lo que hay que comprender y
explicar es la imbricación creciente de estos procesos en el seno de una
“catástrofe silenciosa en marcha” que no tiene otro límite que las resistencias
sociales (Escrito para A l´Encontre, febrero 2017).
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO
SUR
Notas
1/ François Chesnais, Finance Capital Today.
Corporations and Banks in the Lasting Global Slump, Brill, Leiden, 2016.
2/ François Chesnais, “Le cours actuel du capitalisme
et les perspectives de la société humaine civilisée”, Inprecor n°
631-632, septembre-novembre 2016.
3/ François Chesnais, “Le capitalisme a-t-il
rencontré des limites infranchissables” A l’encontre, 4/02/2017.
4/ Michael Roberts, “Transformation and realisation –
no problem”, November 14, 2016.
5/ Andrew Kliman, Shanon D Williams,. “Why
‘financialisation’ hasn’t depressed US productive investment”, Cambridge
Journal of Economics, 39 (1), 2014.
6/ Patrick Artus, “Vis-à-vis de quoi l’investissement
des entreprises américaines ou de la zone euro est-il aujourd’hui faible?”, Flash
Economie, Natixis, 12 enero 2017.
7/ El volumen de la plusvalía está medido como el
excedente bruto de explotación (gross operating surplus) del conjunto de
la economía DEFLATÉ por el precio del PIB. Los datos provienen de la base de
datos Ameco de la Comisión Europea.
8/ “The retreat of the global company”, The
Economist, January 28th 2017.
9/ François Chesnais, “La crise climatique va se
combiner avec la crise du capital”, Inprecor n°541-542,
septembre-octobre 2008.
10/ Karl Marx, Le Capital, livre III, tome 6,
Editions Sociales, Paris, 1957, pp.275-276.
11/ Ernest Mandel, “Marx, la crise actuelle et
l’avenir du travail humain”, Revue Quatrième Internationale, n° 20, mai
1986.
12/ Daniel Tanuro, “Face à l’urgence écologique”, Inprecor
n° 619-620 septembre-octobre 2015.
13/ Minqi Li, “The 21st Century Crisis: Climate
Catastrophe or Socialis”, Review of Radical Political Economics 43(3),
September 2011.
14/ Michel Husson, “Un abaque climatique”, note
hussonet n° 89, 20 agosto 2015.
Fuente http://vientosur.info/spip.php?article12248#sthash.oVp6PK8x.dpuf
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