ADIÓS, UNIÓN EUROPEA
La
Vanguardia
02-02-2017
Las condiciones de un proceso aparentemente
irreversible de autodestrucción (*)
TIEMPOS DE CAMBIO Y DESORDEN
El mundo se encuentra en una fase de cambio y gran
desorden. El modelo del capitalismo neoliberal y la receta del hegemonismo en
relaciones internacionales no funcionan desde hace tiempo, pero su inercia
sigue siendo fuerte y nos lleva contra las rocas.
Este año hemos tenido tres cambios principales que
marcarán tendencia;
1-La derrota occidental en Siria (que refleja las
tensiones del paso del desorden hegemónico monopolar a las del mundo
multipolar).2-El cambio de orientación en Estados Unidos, con la sugerencia de
cambiar el “América World” por el “América First” de Trump, lo que abre la
puerta a peleas internas en la primera potencia mundial y a toda una serie de
otros “first´s” en el mundo; “China first”, “EU first”, etc.y 3-La desaparición
de todo proyecto común en Europa, fracaso que induce a buscar enemigos (Rusia)
y a incrementar la militarización de la “Europa de la defensa”. (1)
Todo esto es mucho para un solo año y explica con
creces el vértigo que hay en el ambiente.
SIN PRECEDENTES E IRRESOLUBLE
La crisis de la Unión Europea está inserta en ese
desorden más general y ha derivado en lo que da la impresión que es un dilema
irresoluble:
“Si la UE quiere atajar lo que la destruye (es
decir los referéndums crispados y el progreso de la extrema derecha
antiliberal), debería negarse a sí misma. Si por el contrario prefiere no hacer
nada y quedarse como está, entonces parece condenada a continuar alimentando lo
que la destruye”. La cita es de Fréderic Lordon, el autor que mejor ha
retratado la situación en el debate francés. (2)
La Unión Europea ha perdido el grueso de sus
ilusiones y mitos fundadores. La crisis financiera de 2007/2008 ha demostrado
que no es un club democrático de iguales, sino una construcción oligárquica y
antidemocrática. Su diseño de los últimos treinta años bajo ese sello, los
defectos de nacimiento del euro y la nacionalización de las pérdidas bancarias
a costa de las clases medias y bajas, se han derrumbado sobre la promesa de
prosperidad y justicia que estaba en la base del discurso europeísta y su
narrativa narcisista.(3)
El desencanto es patente, especialmente en la
Europa del Sur, antigua receptora de fondos de cohesión, pero también, y
seguramente aún más, en el Este, cuya integración en la UE ha sido un fracaso
en términos económicos y políticos.
En el Sur, la Europa de los fondos de cohesión, la
modernidad y las “infraestructuras” ha dado paso a la Europa del recorte en su
más dura modalidad.
En la Europa del Este después de 27 años de vida
europea (más de la mitad del tiempo pasado bajo el yugo soviético) la evidente
ganancia en oxígeno que la sociedad obtuvo al salir de las dictaduras sociales
ha quedado deslucida por el regreso del ex bloque al estatuto de periferia
subordinada y dependiente que tenía en el periodo de entreguerras: reserva de
mano de obra barata y completa dependencia financiera e industrial. No hay
atisbo de convergencia económica y social niveladora hacia Europa Occidental,
y, a diferencia del Sur, tampoco de fondos de cohesión. (4)
En el Norte hay un hartazgo y una clara animosidad
hacia los manirrotos del Sur: “Venderos vuestras islas”, dice el Bild
alemán, mientras se compra a precio de saldo los aeropuertos griegos más
jugosos obligados a privatizarse.
Todo esto guarda, desde luego, una relación directa
con la incompatibilidad general de la lógica de mercado con la nivelación
social y territorial -el sistema capitalista es intrínsecamente desigual- pero
en el caso del particular sistema UE se parte de una contradicción esencial: la
democracia y la soberanía popular residen en los estados nacionales, pero en la
UE casi todo lo que cuenta queda fuera de ese marco:
-Los bancos centrales son “independientes”, la
moneda común impide ajustes y devaluaciones, los ministerios de economía son
meros ejecutores de directivas decididas en la UE, la OMC, el FMI…
-El derecho europeo tiene mayor rango que el
nacional, pese a carecer de un fundamento democrático: es legal, pero no
legítimo.
-Y la política exterior y de defensa viene
encuadrada por una estrategia (americana) organizada a través de la OTAN que es
no solo exterior a la nación, sino a la propia UE.
¿Qué le queda a la soberanía popular, al sujeto que
vota en unas elecciones nacionales? Muy poco. Y encima, esa desposesión ha sido
santuarizada, blindada en normas y tratados para hacerla irreversible.
El maltrato de Grecia, castigada su sociedad con un
programa de austeridad aún más estricto por haber rechazado el anterior en
referéndum, ha ofrecido el último ejemplo de desprecio de la voluntad popular.
El Brexit ha demostrado la estricta jerarquía y desigualdad en el trato,
porque la voluntad popular expresada por el referéndum británico (mucho más
ajustada que la griega), sí ha sido reconocida, aunque con mal humor.
“No puede haber opción democrática contra los
tratados europeos”, ha dicho Jean-Claude Juncker. (5)
¿Qué clase de club es ese del que no se puede
salir, ni plantear reforma de sus estatutos, sin provocar convulsiones y
amenazas? Manifiestamente no solo un club defectuoso en su diseño, sino también
autoritario. Esta historia del desprecio de los referéndums ya tiene 24 años y
9 consultas a su cuenta. (6)
BALCANIZACIÓN
Es la hora de la balcanización. Por doquier se
asiste a una desintegradora fragmentación. El Brexit (UK first) ha sido
un adelanto del contagioso “America First” de Donald Trump, pero el proceso ya
tenía su propia dinámica interna no solo en las naciones de la UE -e incluso
dentro de sus estados en algunos casos- sino en sus conglomerados y clubs
informales.
Los países del Sur celebran tímidas cumbres en las
que sus timoratos dirigentes, de momento, ponen en común su impotencia. En el
Este, se incrementa la concertación de clubs como el de Visegrado (Hungría,
Polonia, República Checa y Eslovaquia). En el Norte, con centro en Berlín -sin
duda el club más relevante y discreto- se hacen números alrededor de la idea de
una Kerneuropa, la Europa matriz luterana y virtuosa, separada del
lastre. Los números no salen y la conclusión sigue siendo la misma que la
señalada en 2012 por los documentos internos del Ministerio de Finanzas alemán:
de momento no conviene. De todos los “first” europeos, el “Kerneuropa first”
de Alemania y sus compañeros de fe en la “regla de oro” y el principio, “por la
exportación hacia Dios-crecimiento”, es seguramente el más relevante…
Si la tesis del dilema irresoluble es correcta, el
vector de esta balcanización es inequívoco: la desmembración es solo
cuestión de tiempo.
SEGURIDAD: INTEGRAR O EXCLUIR
En materia de seguridad y relaciones
internacionales, la situación es obvia: cuando hay que inventar algo nuevo y
consensuado entre los actores de la multipolaridad para afrontar los retos
del siglo (actuar contra el calentamiento global, paliar la desigualdad y
afrontar el desarme de la cada vez más generalizada capacidad de destrucción
masiva), en Occidente constatamos la persistencia de toda una generación
política (y la red de expertos a su servicio) formada en el viejo hegemonismo y
sin experiencia ni recuerdo ya de la misma esencia de la acción diplomática y
el multilateralismo.
Tras setenta años de holgado dominio, Estados
Unidos está muy mal preparado para ese cambio de actitud exigido por la
realidad del mundo multipolar. Enfrentándose a Rusia en Occidente y a China en
Oriente, ha suscitado el acercamiento entre esos dos países, que no desean un
regreso a la lógica de bloques pero que al mismo tiempo ya se declaran
dispuestos a oponerse militarmente al cerco en sus fronteras más inmediatas
(Ucrania/Mar de China meridional). Se constata la fuerza inercial de toda esa
gente (en la política, los think tanks y los medios de comunicación)
aferrada a la política del castigo militar, de las sanciones, del desprecio al
derecho internacional y a la invocación fraudulenta -por selectiva y tramposa-
de los derechos humanos como argumento de injerencia y guerras. (7)
Varios estados han sido ya disueltos y sustituidos
por agujeros negros, mayormente en operaciones occidentales de cambio de
régimen en Oriente Medio, con el resultado de centenares de miles de muertos. (8)
En Europa esa misma tendencia contribuyó a
exacerbar los dramas de la desmembración yugoslava y la proliferación de
conflictos y tensiones militares en el continente: Croacia, Bosnia, Serbia,
Kosovo, Macedonia, Transnistria, Abjasia, Osetia y Donbas.
En el contexto de grave crisis interna en la UE,
cuando hay una urgente necesidad de encontrar “explicaciones” a todo ello, es
extremadamente peligrosa la búsqueda de enemigos practicada desde Bruselas, con
Rusia en el punto de mira. (9)
Es necesario hacer memoria y recordar la
alternativa integrar/excluir de la historia europea.
Tras las guerras napoleónicas los vencedores
implicaron a la vencida Francia en la toma de decisiones, lo que abrió una
larga etapa de paz y estabilidad continental. El ejemplo contrario es lo que se
hizo con la Alemania posguillermina tras la primera guerra mundial y también
con la Rusia bolchevique tras la Revolución de 1917. En ambos casos, las
políticas de exclusión -y de tremendo intervencionismo militar en la guerra
civil rusa- tuvieron consecuencias nefastas para lo que luego fue el nazismo y
el estalinismo.
Lo que hemos visto hacia Rusia en Europa desde el
fin de la guerra fría es una nueva advertencia sobre los peligros de excluir a
una gran potencia de la toma de decisiones y tratarla a base de imposiciones y
sanciones.
La integración del ex bloque del Este se hizo de
una forma fraudulenta. Desde la agenda oculta del expansionismo de la OTAN,
traicionando los acuerdos tácitos alcanzados con Moscú a cambio de su retirada
imperial, se ofreció a esos países el ingreso en un bloque militar antirruso
como antesala del ingreso en la UE. (10)
Durante treinta años, ese proceso de meterle el
dedo en el ojo al oso ruso ha creado tensiones artificiales que se han ido
acumulando. Cuando esas tensiones han estallado militarmente, la reacción
instintiva del oso, se ha denunciado como muestra de la agresividad de Rusia,
de la maldad de su dirigente (un nacionalista de derechas, popular en su país
por haberlo estabilizado, sin que haya repartido renta petrolera ni revisado la
criminal privatización de los noventa) o de su mítica voluntad de “reconstruir
la URSS”. La denunciada “agresividad” rusa, en realidad un reflejo defensivo
largamente anunciado e ignorado, ha sido una profecía inducida y autocumplida. (11)
Para remediar eso es imprescindible que Europa
ejerza la independencia estratégica y se organice un sistema de seguridad
continental, libre de la lógica de bloques y en el que la seguridad de unos no
se construya a costa de la seguridad de otros. Es decir: precisamente aplicar
la intención que se firmó en noviembre de 1990 con la Carta de París para una
nueva Europa de la OSCE.
Para llegar a algo así es imperativo disolver la
OTAN como bloque militar. Pero, ¿qué político del establishment europeo
actual asumiría hoy esa causa en las inestables condiciones actuales, cuando el
propio mando de la OTAN se dedica a sembrar esa inestabilidad promocionando la
tensión con Rusia para justificar su existencia?
Los dos políticos que en Alemania y en Francia
hablan de ello y claman contra el vector de la guerra -Oskar Lafontaine y
Jean-Luc Mélenchon- tienen una intención de voto de entre el 10% y el 15%… Así
que veo una gran necesidad y una escasa posibilidad.
Pero imaginemos que la UE llega a ser un polo
autónomo y soberano en el mundo con la gran potencia e influencia mundial que
se deduce de sus parámetros fundamentales de población, PNB y potencia cultural
y militar. La pregunta que se impone es, ¿todo eso para hacer qué? ¿Para
contribuir a qué mundo? Continuar haciendo soberanamente lo que se ha
venido haciendo hasta ahora en calidad de “ayudante del sheriff” significa
contribuir de una forma más efectiva y autónoma al desastre, a la perspectiva
de los imperios combatientes. Tener por ejemplo un ejército europeo
integrado para poder hacer la guerra en Siria, en Libia, en Ucrania, etc.
Mi conclusión es que si Europa resultara incapaz de
elaborar un proyecto de acción exterior en sintonía con los retos del siglo,
hay que decirlo con claridad: es mejor que no exista como gran potencia, que sea
un conglomerado lo más débil posible para reducir su capacidad de hacer daño.
EL EJE FRANCO-ALEMÁN NO EXISTE
Durante muchos años una Alemania que veía en Europa
la única posibilidad de recuperar su soberanía y una Francia que temía dejarla
sola, formaron el gran eje básico de interés común de la Unión Europea. En
aquella época fundacional, en ambos países la derecha defendía políticas
económicas y sociales que hoy serían consideradas de “izquierda radical”.
En Francia la inspiración social del gaullismo era
el programa del Consejo Nacional de la Resistencia de marzo de 1944. En
Alemania la Economía social de mercado era la doctrina de la coalición de
cristianos y ex nazis de la CDU con la que se conjuraba a la alternativa de la
otra Alemania, la RDA, con su mezcla de socialismo y dictadura que ponía la
asistencia y nivelación social en el centro de su proyecto.
Esa base histórica del eje ya no corresponde al
mundo de hoy.
Desde que Alemania recuperó su plena soberanía con
la reunificación nacional de 1990 y la anexión de la RDA por la RFA, su visión
de la UE cambió. Europa ya no era la solución al handicap heredado del
desastre nazi, sino el primer espacio sobre el que proyectar su soberanía
dominadora.
Desapareció la generación política de los que vivieron
la guerra; los Brandt, Kohl y Schmidt.
Se inició la rehabilitación del nacionalismo alemán
en unos términos completamente nuevos e impensables en la fase anterior (12)
Y el marco general de este cambio en la relación
franco-germana no es una “economía social de mercado” / Consejo nacional de la
resistencia con el telón de fondo del miedo al “comunismo”, sino la doctrina
neoliberal, es decir: la demolición programada y sostenida de las conquistas
sociales vigentes desde la posguerra.
En ese contexto de subidón nacionalista y
costeando con dos billones de euros la anexión de la RDA, Alemania impuso al
resto del club europeo su estrategia nacional exportadora, desprovista de todo
deseo de subvencionar a socios. Vía dumping salarial, todo lo alemán se
hizo más competitivo frente a (y a costa de) sus socios. El dinero que generó
su excedente comercial se invirtió. En los noventa invertir era,
en gran parte, financiar burbujas inmobiliarias que encontraban el terreno
mejor abonado en países con gran corrupción y pésimo gobierno como España.
Cuando eso explotó poniendo en peligro a los fondos
de pensiones alemanes y a los bancos, los políticos germanos hicieron ver que
ellos no tenían nada que ver con el asunto, que todo era culpa de una serie de
manirrotos “Pigs” meridionales faltos de reformas. Es decir: ofrecieron una explicación
nacional en línea con la ortodoxia neoliberal a un problema sistémico
internacional.
La canciller que gobernó todo eso con torpeza,
Angela Merkel, ha dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la
política alemana después de la Segunda Guerra Mundial: el Estado social, la
integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia
conocida como Ostpolitik. Que a pesar de ello Merkel pase por ser la
gran líder continental resume muy bien la situación en la UE, pero sobre todo
demuestra que nos encontramos ante otra Alemania. (13)
¿Qué pasa con Francia? En 1983 Mitterrand renunció
a la política del programa común de la izquierda con el que había ganado las
elecciones de 1981, un programa nacional de transformación, para abrazar la
línea europeísta neoliberal arriba descrita. A diferencia de Alemania, Francia
no tenía ninguna estrategia económica nacional propia. La moneda común fue
saludada por Mitterrand como mecanismo para evitar sorpresas alemanas pero se
volvió contra Francia. Todo el terreno ganado por la exportación alemana en el
último periodo corresponde, aproximadamente, a lo perdido por los socios
europeos, con Francia en primer lugar.
Los políticos franceses se han convertido en
subalternos de la línea alemana. El periodista Romaric Gordin describe la
situación como, “una especie de Vichy postmoderno”. “En Europa, Francia solo
sirve como el socio colaboracionista de Alemania”, dice. Bajo esa colaboración
la vida social francesa y la convivencia interna se han degradado.
Curiosamente, en Francia no se conoce muy bien
Alemania. Es un país asociado a malas experiencias históricas que nunca ha
interesado demasiado. Pese a que el sistema educativo promociona intensamente
la enseñanza del alemán, significativamente se estudia mucho más el español (a
razón de 4 millones de alumnos contra medio millón). Sobre ese desconocimiento
y desinterés, se ha impuesto, con la ayuda de los medios de comunicación,
cierta leyenda acomplejada de que en Alemania todo va bien, incluso mucho mejor
que en Francia. En ese contexto se ha ido abriendo paso, sordamente, a nivel
popular, no en las élites, la idea de que en el actual matrimonio, Alemania es
el macho y Francia la mujer maltratada. Cobra fuerza la idea de que ya no
estamos ante un matrimonio en crisis, sino ante un caso de violencia de género.
¿Tiene eso solución?
MÁS EUROPA O DECONSTRUCCIÓN ORDENADA
Mi impresión es que Fréderic Lordon tiene razón
cuando habla de una situación cerrada en la que eliminar lo que está
destruyendo al sistema de la Unión Europea pasaría por negar el propio sistema.
La reflexión puede aplicarse a Alemania: no será
capaz de hacer marcha atrás sin que su clase política, sus medios de
comunicación, todo su establishment se nieguen a sí mismos diciendo: “lo
que hemos hecho hasta ahora es un error garrafal”.
¿Es imaginable que Francia sea capaz de convencer a
Alemania de que renuncie a la europeización de su estrategia económica nacional
por ejemplo desmontando el euro y regresando al Sistema Monetario Europeo, SME
(como propone Oskar Lafontaine), la regla de oro de los déficits
presupuestarios o el estatuto del BCE? Me parece que no, así que estamos ante
algo parecido a un proceso irreversible de autodestrucción.
En Francia da la sensación de que cada vez más
gente piensa, a izquierda y a derecha, que la única forma de cambiar Europa es
empezar por cambiar Francia. Es lógico teniendo en cuenta la ausencia de un
“demos” europeo, sujeto de la soberanía, y la fuerza de la tradición social
francesa. Sin esperar una coordinación automática entre países, ese regreso a
los estados nacionales, es decir al marco de la soberanía popular, es lo que a
largo plazo podría redundar en una redefinición del proyecto europeo. El
problema es que, hoy por hoy, ese regreso al estado nacional lo está
capitalizando la extrema derecha. Incluido en Francia.
Me parece que uno de los escenarios que tiene más
futuro en la Europa de hoy (“presente” si se atiende a lo que los tories están
haciendo en el Reino Unido) es el de la “lepenización de Goldman-Sachs”:
una síntesis y entendimiento entre la extrema derecha y el establishment
neoliberal.
Pero, aunque la extrema derecha esté capitalizando
ese regreso al estado nacional, eso no quiere decir que una solución decente a
la crisis europea (es decir social, ecologista e internacionalista y en línea
con los retos del siglo) no pase por ese vector de regreso. Los pasos
atrás, lo que Lordon define como un proceso ordenado de deconstrucción
de la Unión Europea, serán una solución más efectiva para salir del atolladero
que el más Europa y más federalismo autoritario cuyo último recurso es el
vector de guerra que supone la “Europa de la defensa”.
Por doquier se responde a la idea de ese regreso a
los estados nacionales con el anatema: “aislamiento”, “repliegue”,
“nacionalismo excluyente”, “fascismo”, pero las naciones de Europa vivieron en
paz y crearon cosas como Airbus y el programa Erasmus durante muchos años sin
moneda única y sin el corsé de los actuales tratados. Algunos de los países
europeos más prósperos (Islandia, Noruega o Suiza) ni siquiera son miembros de
la UE. Muchos más no participan en el euro, sin que ello los convierta en algo
remotamente parecido a marginados de la globalización. Así que, si se quiere
poner en el centro del proyecto europeo otras cosas diferentes a la libre
circulación de mercancías/ capitales y a los beneficios oligárquicos que lo ha
dominado y arruinado todo en los últimas décadas, cierta desintegración me
parece ineludible.
Para remediar la situación el primer paso es
desacralizar la Unión Europea, bajarla del altar y colocarla al alcance de una
crítica realista.
MUERTOS VIVIENTES, LA SOCIEDAD DE NACIONES
¿Qué puede ocurrir en defecto de esta deconstrucción
ordenada que permita reformular el proyecto Europa a largo plazo?
Continuará lo que tenemos ahora: el derrumbe paulatino de la actual UE.
En ese escenario la UE se convertiría en una
especie de muerto viviente cada vez más irrelevante a todos los efectos. Podría
ser un poco como la Sociedad de Naciones, antecesora de la ONU. ¿Recuerdan?
Aquello también nació de un buen propósito, en 1919, para imponer la paz entre
europeos y acabó siendo un instrumento de los intereses de los imperios coloniales
occidentales.
La Sociedad de Naciones fue completamente
inoperante en la génesis de la Segunda Guerra Mundial, el rearme alemán y la
invasión japonesa de China, y cuando la disolvieron en abril de 1946 sobre el
panorama de una Europa y un Japón en ruinas, nadie la echó a faltar porque
hacía tiempo que había muerto.
(*) Este texto sigue las notas de la conferencia “Crisis
del eje franco-alemán, ¿terminal o reconducible?” pronunciada el 26 de
enero en el Palau Macaya de Barcelona a invitación del Consell Català del
Moviment Europeu.
NOTAS
(1) Ver las previsiones para 2017 del LEAP, raro think
tank europeísta independiente que destaca por su crítico realismo. En:
GEAB, 111. 15/01/2017.
(3) Sobre la narrativa narcisista de la UE y su
legitimación, contrastada con las realidades de la historia europea, ver:
Europa, ¿se hace o deshace?
(4) La evolución de la opinión negativa sobre la UE es
reveladora: 71% en Grecia, 61% en Francia (24 puntos más que en 2007), 41% en
España (34 puntos más que en 2007) y 39% en Italia (23 puntos más que en 2007).
Ver Pew Research Center, junio 2016. Para el fracaso de la integración del ex
bloque del Este: Joachim Becker, Europe´s other periphery. NLR,
mayo/junio 2016. Eldesencanto que reflejan las encuestas del BERD en el Este es
aún más notable: En el grupo de Visegrado, el más exitoso del ex bloque, la
valoración de si la vida ha mejorado o no respecto a 1989 divide por la mitad a
checos, eslovacos y polacos, mientras que un 80% de húngaros opinan que las
cosas han ido a peor. En Rumania algunas encuestas han dado un apoyo de hasta
el 80% al estado de cosas bajo el régimen de Ceaucescu, uno de los peores del
bloque a finales de los ochenta.
(5) En Le Figaro, 29/01/2015.
(6) He aquí la serie completa (porcentajes sobre
participantes):
-1992: el 50,7% de los daneses votan contra el
Tratado de Maastricht. Se les hace volver a votar.
-2001: el53,9% de los irlandeses votan contra el
Tratado de Niza. Se les hace volver a votar.
-2005: el 55% de los franceses y el 61% de los
holandeses rechazan el tratado constitucional europeo. No se les hace volver a
votar (demasiado arriesgado) y se incluye la esencia de lo rechazado en el
Tratado de Lisboa, dos años después.
-2008: el 53,4% de los irlandeses vuelven a votar
contra lo que ahora se llama Tratado de Lisboa.
-2015: Referéndum griego contra la austeridad
(61,3%). Se les impone más.
-2016: El 61,1% de los holandeses rechazan el
acuerdo de asociación de la UE con Ucrania.
-2016: Brexit (51,9%)
-2016: 59,4% de los italianos rechazan la reforma
constitucional.
(7) En Siria hemos vuelto a ver en acción a esa
coalición de halcones militaristas, periodistas, y defensores de derechos
humanos bien intencionados, pidiendo más guerra.
(8) Este es el somero balance:
-Afganistán: 15 años de guerra (por no hablar de
30, si incluimos a los soviéticos), 230.000 muertos / los talibán siguen
fuertes/ catástrofe en seguridad y ausencia de mejoras en las condiciones de
vida. Al Qaeda nace allí.
– Irak: 13 años de guerra/un millón de muertos/
partición del país en tres trozos y condiciones de vida peores que con Sadam.
El Estado Islámico nace allí.
-Libia: 5 años de caos/ 40.000 muertos/ país
partido en tres y condiciones de vida peores que con Gadafi. Ulterior
desestabilitación del África subsahariana.
-Siria: 5 años de guerra/ 350.000 muertos/ probable
partición en dos o tres trozos/ Situación general mucho peor que antes de la
rebelión.
(9) La resolución del Parlamento Europeo del 14 de
octubre de 2016, acusando a medios de comunicación rusos de practicar, en una
escala mucho menor, hacia la UE (con el objetivo de, “socavar la coherencia de
la política exterior de la Unión”), lo mismo que los medios occidentales
realizan con Rusia desde siempre, ilustra el naufragio europeo ante unos medios
rusos, como el canal RT, que han mejorado su influencia en Occidente,
contribuyendo a un pluralismo de propagandas. La resolución coloca la
amenaza de la propaganda rusa junto a la del Estado Islámico y es un ataque muy
significativo al pluralismo informativo.
(10) Para una crónica de los términos de las
negociaciones que pusieron fin a la guerra fría en Europa, ver R.
Poch-de-Feliu, La quiebra optimista del orden europeo, en La Gran
Transición. Rusia 1985-2002. Barcelona Crítica 2003.
(11) El discurso de Putin ante la Conferencia de
Seguridad de Munich del 10 de febrero de 2007, hace diez años, fue la más clara
expresión de la posición de Rusia. Para una lectura interna del machismo
exterior de Putin y los riesgos del “escenario 1905” para su régimen, ver:
Rusia, riesgos y agravios
(12) El secretario general de la CDU, Volker Kauder,
puede, por ejemplo, jactarse ahora, de que, “Europa habla alemán” y ser por
ello ovacionado en un congreso de su partido. Los Brandt, Kohl y Schmidt, nunca
se habrían permitido tal licencia.
(13) Sobre ello véase, Poch-de-Feliu/Ferrero/Negrete: La
Quinta Alemania. Un modelo hacia el fracaso europeo. Icaria, Barcelona
2013.
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