Moral de productores I
Antes,
un pobre podía decir refiriéndose a su propio caso: “¡Arre, borrico, quien
nació para pobre no ha ser rico!”
Sin embargo, ahora de lo que se trata es de la bancarrota de todo
un país. Y esto ya no es un problema personal; es un problema de dignidad
cívica, de dignidad nacional, de dignidad humana. Ante la necesidad ineludible
del cambio social, todo trabajador digno tiene un cuádruple deber: orientarse
en la situación, partir de la realidad, promover la salida, fortalecer el
contingente. Ya no se trata de un problema de interés personal, se trata de un
problema de conciencia nacional.
INTERÉS
Y CONCIENCIA
Ante la crisis general y generalizada que azota el país, ¿se debe luchar por la
defensa e incremento del salario? Por supuesto que sí, pues ninguna
conquista ha sido lograda sin lucha. Pero, en primer lugar, hay que aclarar de
cuál salario se trata; y, en segundo lugar, ahora más que nunca es necesario
elevar el interés de la lucha por la distribución de lo producido a la
conciencia de la lucha por la dirección de la producción.
Antes el obrero trabajaba 12 o más horas. Luchó por establecer “los tres ochos”
y así logró la Jornada de 8 Horas (Ocho horas de trabajo, ocho horas de
capacitación, ocho horas de descanso) Sin embargo en esta jornada sigue
entregando la plusvalía al propietario.
Al luchar contra la carestía de la vida logró el establecimiento del salario
mínimo. Pero, al igual que la determinación del precio de la mercancía en
general por el coste de producción, este salario mínimo no rige para el
individuo sino para la especie. Hay obreros, millones de obreros, que no ganan
lo necesario para poder vivir y procrear; pero el salario de la clase obrera en
conjunto se nivela, dentro de sus oscilaciones, sobre la base de este mínimo.
Dentro del sistema actual es “justo” que el propietario de los medios de
producción haga trabajar lo más que pueda al trabajador pues “para eso le pago”;
y es “justo” que no pague más del salario mínimo pues “eso fue lo pactado en el
acuerdo salarial”. Por eso, desde el punto de vista del trabajador no
puede hablarse de justicia en el horario de trabajo ni en el salario mínimo.
Jornada justa, salario justo, ése es el lenguaje del propietario y sus voceros,
no del trabajador y sus aspiraciones.
No hay que olvidar que el salario mínimo encierra tres componentes, tres tipos
de salario: salario nominal, salario real, salario relativo. Es necesario
conocer estos salarios.
Salario nominal es la
expresión en dinero del precio de la fuerza de trabajo. Cuando la
hiperinflación de varios dígitos el trabajador peruano requería una carretilla
para cargar los millones de soles que recibía de salario. Eran tantos los
millones que la nueva moneda, el Inti, rebajó en tres ceros la suma anterior; y,
aun así, seguían siendo miles y miles los Intis, según se fijaba el salario
mínimo en cada reajuste salarial. Pero la devaluación de la moneda expresa crudamente
la devaluación del salario. La devaluación y el incremento de los precios de
las otras mercancías anulan de inmediato cualquier reajuste salarial porque
“los precios de las mercancías se regulan por su coste de producción”.
Así, la lucha por el incremento salarial en base a primas, bonificaciones,
indexación, etc., fracasa en los hechos porque no toma en cuenta el salario
real ni el salario relativo. Es una lucha de “oposición” en el marco del
sistema vigente y sin señalar una perspectiva propia al trabajador.
La lucha por el “salario justo” repite la canción infantil de los pollitos y la
gallina. Los trabajadores quedan como “los pollitos dicen pío pío pío, cuando
tienen hambre, cuando tienen frío” y el propietario queda como “la gallina
busca el maíz y el trigo, y les da alimento y les da el abrigo”. Es la
mediocre lucha “contra los hambreadores del pueblo”. Si la gallina
consigue el alimento, es buena gallina; y si no lo consigue, es mala gallina.
Pero la gallina sigue siendo gallina porque los pollitos siguen siendo
pollitos. Es bueno recordar que “los grandes nos parecen grandes porque estamos
de rodillas; pongámonos de pie”
Salario real es el
equivalente a la cantidad de mercancías que se puede comprar con el salario
establecido. Al comienzo el salario real debía cubrir el coste de producción
del obrero y su familia. Debía ser salario familiar (el trabajador, su cónyuge
y sus hijos). Pero con el perfeccionamiento de la maquinaria se rebaja el
tiempo de capacitación del obrero, y por eso el proceso industrial sustituye a
obreros diestros por obreros inexpertos, a los varones por mujeres, a los adultos
por jóvenes. Y así, en lugar del trabajador adulto la fábrica puede dar empleo
a una mujer y tres jóvenes. ¿Y acaso el salario del trabajador no tenía que
bastar para sostener al cónyuge y a los tres jóvenes? ¿No tenía que
bastar el salario mínimo para conservar y multiplicar el género humano? Es que
ahora, para pagar el sustento de una familia trabajadora, la industria necesita
consumir cuatro vidas obreras por una que consumía antes. El salario real ha
devenido salario individual. Así, la crisis de la familia tradicional es pues
una crisis económica, y sólo superficialmente es una crisis moral. La familia
se desintegra no por el vicio y las malas costumbres sino por el sistema
imperante. Y más aún, porque este sistema está en el Perú en crisis irreversible.
El Perú no se proletariza, se pauperiza.
Salario relativo es el valor
de la fuerza de trabajo comparado con el plusvalor que produce, el salario del
trabajador comparado con la ganancia del propietario. Tanto el salario como la
ganancia son partes del producto del trabajador; pero el trabajador percibe el
salario mientras que el propietario de apropia de la ganancia. Así, aunque sea
el mismo o incluso aumente el salario real, cuanto más se incrementa la
plusvalía más disminuye el salario relativo. Por tanto, si con el rápido
incremento del capital aumentan los ingresos del obrero, al mismo tiempo se
ahonda el abismo social que separa al obrero del capitalista y crece a la par
el poder del capital sobre el trabajo, la dependencia del trabajo con respecto
al capital. En Estados Unidos el obrero gana varias veces más que en el Perú,
pero el capitalista gana muchas veces más que el capitalista peruano. En esa
relación se nota también la diferencia entre capital transnacional y capital
marginal.
En los países desarrollados el salario real de los trabajadores es 30 o más
veces superior al salario del trabajador peruano. Pero la plusvalía del
propietario es también superior e incluso en mayor proporción. O sea que si
crece el capital pueden aumentar también los salarios, pero aumentarán con
rapidez inconmensurable las ganancias del capitalista. La situación material
del trabajador habrá mejorado, pero a costa de su situación social. El abismo
social que lo separa del capitalista se habrá ahondado.
En el Perú, el abismo social que separa al trabajador del propietario se ha
ahondado inconmensurablemente, pero no por el incremento del capital sino por
la pauperización del país entero. Tanto el salario nominal como el salario real
y el salario relativo caen inconteniblemente. Ya no se trata entonces de la
lucha por el salario mínimo en el marco del sistema vigente, sino de la lucha
por el salario digno en el marco de un nuevo sistema social. Este salario digno
sólo se puede lograr liberando las fuerzas productivas del pueblo peruano.
Ahora para el trabajador, dirigir la producción es la premisa para distribuir
bien lo producido. Esto es trabajo emancipado. Éste es el contenido de
la Moral de Productores. Y esta Moral de Productores no surge
mecánicamente del interés económico; se forma en la lucha de clases, librada
con ánimo heroico, con voluntad apasionada.
Dirigir la producción significa hacer que el trabajo acumulado sirva al trabajo
vivo. Se pone al derecho la relación y el Perú se pone de pie. Al trabajador le
toca preocuparse de lo que ya ni se preocupa el propietario. Pero ¿cómo
distribuir lo producido? Deduciendo primero una parte para reponer los
medios de producción consumidos, una parte suplementaria para ampliar la
producción, una parte para el fondo de reserva o de seguro contra accidentes y
calamidades naturales, una aparte para los gastos generales de administración
no concernientes a la producción, una parte para satisfacer necesidades
colectivas (educación, salud, etc.), una parte para el fondo de sostenimiento
de las personas no capacitadas para el trabajo (jubilación, etc.) Estas
deducciones se expresan en impuestos específicos, fondos de bienestar, fondos
de acumulación y dividendos necesarios.
Sólo así se puede establecer seguidamente el salario digno y su incremento
constante. Pero por inepta caduca y corrupta, en esto ni piensa la clase
dominante. Esto lo tienen que pensar, proyectar y hacer realidad los Trabajadores
con Moral de Productores, moral que distingue y relaciona el trabajo
acumulado y el trabajo actual, la mercancía y la fuerza de trabajo, el salario
y la ganancia, el interés y la conciencia.
Moral de Productores, pues un proletariado sin más ideal que la reducción
de las horas de trabajo y el aumento de los centavos de salario, no será nunca
capaz de una gran empresa histórica. Y así como hay que elevarse sobre un
positivismo ventral y grosero, hay que elevarse también por encima de
sentimientos e intereses negativos, destructores, nihilistas. El espíritu
revolucionario es espíritu constructivo. Y el proletariado, lo mismo que la
burguesía, tiene sus elementos disolventes, corrosivos, que inconscientemente
trabajan por la disolución de su propia clase, como lo señalara el Maestro del
Proletariado Peruano, José Carlos Mariátegui, en enero de 1927 (T. 13-115)
Moral de Productores, es lo que necesita el Perú en estos momentos de dura
prueba. Ésta es la esencia de la reivindicación del Trabajo Emancipado.
Pero aparte de esta Moral de Productores, propia del Socialismo
Internacional y del Socialismo Peruano, hay otra moral que circula en la
vida diaria como moneda corriente. Su género próximo es que ambas son Moral; su
diferencia específica es que una es Moral de Productores, otra es Moral Sexual,
moral de reproductores
La Moral como práctica de la Ética y la Ética como teoría de la Moral, tienen
su sello de clase. Sólo el marxismo trata de la Moral de Productores.
Bien señala JCM que la función ética del socialismo “debe ser buscada, no en
grandilocuentes decálogos, ni en especulaciones filosóficas, que en ningún modo
constituían una necesidad de la teorización marxista, sino en la creación de
una moral de productores por el propio proceso de la lucha anticapitalista”
(16.11.28)
De la Moral Sexual, “moral de reproductores”, con sus grandilocuentes decálogos
es la religión la que trata de sacar provecho con su prédica moralista. Pero el
materialismo histórico trata la relación varón-mujer partiendo de la realidad y
la evolución de la especie humana. Obra cumbre es, precisamente, El Origen
de la Familia,… (1884) Señalando la posición moralista de un
escritor, que declaraba pomposamente que “la promiscuidad supone la supresión
de las inclinaciones individuales” de tal suerte que “su forma por excelencia
es la prostitución”, Engels comentó tajantemente: “Paréceme, más bien que es
imposible formarse la menor idea de las condiciones primitivas mientras se las
mire por la ventana de un lupanar” (p.33). Es el error en que cae más de un
moralista en uso, pretender juzgar gratuitamente la conducta ajena partiendo de
su personal experiencia.
Analizando la evolución de la especie humana, desde la promiscuidad sexual
padres-hijos hasta la monogamia, (Adán, para reproducirse tuvo que procrear con
sus hijas, y sus hijos entre hermanos, lo que pudorosamente ni se comenta),
tras minucioso y pormenorizado análisis Engels comenta que cuando haya surgido
una nueva generación de varones y una nueva generación de mujeres, estas
generaciones “enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían
hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta, y, en consonancia, crearán
una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará
hecho!” (p.82) Hay, pues, diferencia radical entre estos dos tipo de
Moral.
Entonces, anteponer la Moral Sexual a la Moral de Productores deviene
sofisma de distracción en la presente etapa de Preparación de la
Organización.
Ragarro
03.06.10
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