Los introvertidos son entre el 25 y el 50 % de la
población.
Charles Darwin leyó
cuidadosamente la comunicación escrita que había recibido. Un buen amigo suyo
lo invitaba a una fiesta a la cual concurrirían muchas de las personas más
conocidas de la sociedad londinense de la época. Charles descartó la invitación
casi sin pensarlo. Prefería una larga caminata por la soledad del campo o una
conversación profunda con una o apenas dos personas amigas. Era uno de los
principales científicos de la historia y tenía una personalidad introvertida.
Formas de comunicación política
que fracasan con introvertidos
Al igual que Darwin, entre el 25 y el 50 % de las personas
son introvertidas, lo cual constituye un inmenso mercado electoral. Sin embargo
son un público invisible para las campañas políticas, concentradas casi siempre
en los extrovertidos.
Piensa en las asambleas tumultuosas, en las
concentraciones multitudinarias, en los mitines callejeros, en las ruidosas
caravanas de vehículos, en el agitar de las banderas, en los oradores
apasionados, en la música repetitiva y estridente, en los gritos y los
cánticos, en las calles desbordadas de carteles de todos los colores, en los
spots televisivos que muestran eso mismo, en las cuñas radiales que ofrecen eso
mismo, en el bombardeo incesante en Facebook y Twitter…
Alto. Pausa. Stop.
Respira.
¿Cómo reaccionan los introvertidos ante esta
avalancha?
¿Acaso se suman a este aquelarre extrovertido?
No, no lo hacen.
¿Acaso son súbitamente persuadidos?
No, no lo son.
¿Acaso les llega el mensaje?
No, ni siquiera eso.
La reacción de los introvertidos es el repliegue.
Comienzan a bajar la cortina metálica. Y se refugian en un lugar seguro y tan
conocido para ellos: su mundo interior. Su fortaleza. Y allí se quedan, lejos
del mundanal ruido de las campañas electorales.
¿Y entonces qué hacemos?
¿Dejamos de lado a este segmento que podría llegar a incluir a la mitad de los votantes y que nunca será menos que la cuarta parte del total?
¿Renunciamos a comunicarnos con ellos?
Como consultor
político sé que sería un disparate dejarlos de lado. No solo por su peso
cuantitativo, por el número, por la cantidad de personas que significa. Sino
también por su peso cualitativo: suelen ser mucho más influyentes de lo que
parece. Solo que su influencia vuela por fuera del radar, es moderadamente
silenciosa y casi invisible. Las fortalezas que tienen los introvertidos para
observar, para pensar, para profundizar y para encontrar las palabras precisas
a la hora de comunicarse son atributos que los convierten en un target muy
apetecible para una campaña electoral.
Cómo persuadir a los
introvertidos
Entonces, para comunicarnos de modo efectivo con el
público introvertido tenemos que girar en torno a 3 conceptos esenciales que
son:
1. Tiempo
2. Contenidos
3. Escritura
Tiempo, en primer lugar. La persona introvertida
necesita tiempo
para procesar nuestros mensajes.
Tiempo para reflexionar, para incorporar suavemente
eso externo que es el mensaje político dentro de su mundo interior. Tiempo para
asociar ese mensaje que viene de afuera con los contenidos ricos y variados que
hay dentro de su cabeza. También el extrovertido necesita tiempo para procesar,
pero el introvertido necesita más tiempo aún.
En la práctica esto significa que tu comunicación
política no puede esperar hasta la pre-campaña o la campaña electoral. Tiene
que comenzar mucho antes, lo cual obliga a las campañas a pensar en el mediano
y largo plazo. Siempre. Claro que este tiempo solo será productivo si le
brindamos a la persona introvertida algo valioso para reflexionar. Lo cual nos
lleva al segundo concepto esencial para comunicarnos con este target: los
contenidos.
La persona introvertida, entonces, necesita contenidos
políticos para reflexionar. Recuerda que a los introvertidos les gusta
pensar, estar a solas consigo mismos, con sus pensamientos. Y es allí donde las
campañas políticas se tienen que meter.
Como es obvio, lo superficial no cala en la
profundidad interior de estas personas. No cala sino que resbala y se pierde.
Lo que sí cala son los contenidos más elaborados y más adecuados al estilo introvertido. Vale más para este público la fotografía de un candidato introspectivo, reflexivo, calmo…que la fotografía de un candidato enérgico y desbordante de energía. Antes que el eslogan rápido, vale más la descripción detallada de un problema junto con la explicación serena de la solución propuesta.
Si te quieres comunicar bien con un introvertido no
le des contenidos que se auto destruyan en segundos como
aquella grabación de Misión Imposible. Dale contenidos que le den juego,
que le den vida a su mundo interno. En todos los formatos: fotografías, vídeos,
infografías, audios y especialmente en ese formato que para los introvertidos
tiene un valor particularmente relevante. Sí, me refiero a la palabra escrita.
Escritura.
Ese anuncié que era el tercer concepto esencial para la comunicación política con la persona introvertida.
La palabra escrita es especialmente bien recibida
por los introvertidos. No faltará quien diga que vivimos en la era de la
imagen, que todo es imagen, que lo visual predomina, que una imagen vale por
mil palabras, que el texto escrito está en retirada, que internet y las redes
sociales nos alejan de la palabra escrita…
Falso.
Hoy más que nunca tenemos canales de comunicación escrita. Más que nunca. Piensa: mensajes de texto, mensajes en WhatsApp, comentarios en Facebook, tweets, blogs, artículos, versiones online de los periódicos, libros en pdf, libros en Kindle, libros en papel en librerías o en Amazon, carteles en las calles, últimas noticias en texto corriendo debajo de las imágenes en la pantalla del televisor…
Vivimos en un mundo de imágenes, sí. Pero también
es un mundo de textos interconectados. Y si tu campaña política no produce
textos sistemáticamente, pues por lo menos vas a perder el mercado de los
introvertidos.
En suma: tiempo, contenidos y palabra escrita son
las tres herramientas más importantes a la hora de la comunicación política con
introvertidos. Cuando planifiques tu próxima campaña electoral recuerda a esa
silenciosa multitud que, como Charles Darwin, huye del bombardeo comunicacional
y se refugia en la soledad o en la conversación profunda con pocas personas.
Ellos también votan.
Y ellos también influyen sobre los demás.
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