24/10/2017
| Denis Paillard
Con el título Rusia/URSS/Rusia el libro de Éditions
Page Deux y Éditions Syllepse reúne ocho textos de Moshe Lewin* (en
adelante M.L.). Seis de estos textos, redactados a comienzos de los años 90,
fueron publicados en inglés en una recopilación con el mismo título Russia/USSR/Russia
(The New Press, 1995)< 1/.
En el anexo se puede encontrar un texto de síntesis sobre la represión y los
campos de concentración. Como indica el título, no hemos querido centrar esta
recopilación en el año 1917 y la Revolución de Octubre, sino tratar de la
historia de los setenta años en que existió la URSS, desde el acontecimiento
fundador de Octubre 1917 a la implosión del sistema al final de la Perestroika.
Para M.L., historiador, el hecho de focalizar todo en Octubre 1917 y la
revolución victoriosa dirigida por el partido bolchevique suele ser indicio de
un desinterés por los acontecimientos que le siguieron, en beneficio de
discusiones sin fin sobre la naturaleza del régimen surgido de Octubre −esta
ignorancia o este desinterés por la historia de estos setenta años se suele
traducir, tanto en la derecha como también en la izquierda, en el recurso
generalizado al término “totalitarismo” para caracterizar al régimen.
¿Qué es la URSS?
Lo que está en juego en los debates sobre la
naturaleza del régimen soviético es la cuestión del comunismo: ¿fué (o
no) la URSS un país comunista?
Para la burguesía, sus ideólogos y sus
historiadores, la respuesta no tiene ambigüedad: URSS = comunismo = estalinismo
= Gulag. Esta ecuación pretende descalificar de una vez por todas la
idea de una alternativa al capitalismo y, en esta perspectiva, la desaparición
de la URSS significaría también de una vez para siempre el "final del
comunismo" 2/.
Se puede citar en Francia, entre otros muchos, a François Furet, André
Glucksmann y a los autores del Libro negro del comunismo. El impacto del
Libro negro del comunismo fue considerable. Jean Pierre Garnier, en un
artículo de Le Monde Diplomatique (enero 2009), menciona incluso la
organización de un debate con S. Courtois en la Federación anarquista (sic).
Esta ecuación URSS = comunismo se encuentra
también, con una simple inversión de los signos, entre quienes consideran que
el comunismo se realizó en la URSS, aunque por lo general con una reserva
importante: sólo en los tiempos de Stalin. Esta tesis, muy defendida en el
pasado en el movimiento comunista, sigue teniendo defensores hoy día: se puede
citar a Domenico Losurdo y su libro Stalin. Historia y crítica de una
leyenda negra (Éditions Aden, Bruselas, 2011); la obra de dos
miembros del PC americano, Roger Keeran y Thomas Kenny El socialismo
traicionado, Las causas de la caída de la Unión Soviética (publicado en
francés por ediciones Delga); y Ludo Martens [dirigente del PTB belga],
autor del libro Otro Stalin, uno de los pocos autores que reivindica y
justifica totalmente el exterminio por Stalin de la vieja guardia bolchevique,
lo que le lleva a citar como dirigentes bolchevique en 1917 (además de Lenin y,
por supuesto, Stalin) a Molotov, Zhdanov y Malenkov (!).
La cuestión de la naturaleza de la URSS se vuelve
más compleja cuando se cuestiona la relación entre la URSS y el comunismo, y
más en general con el socialismo 3/.
Se pueden distinguir tres grandes posiciones. Para los defensores de la teoría
del capitalismo de Estado 4/,
la opresión de los trabajadores bajo Stalin significa que el régimen no se
podía asociar en ningún caso con el socialismo. La segunda posición,
reflejada recientemente en el libro de Roger Martelli ¿Qué queda del Octubre
ruso? (Éditions du Croquant, 2017) considera, con más o menos
reservas, que la URSS tiene relación con el comunismo. Según Martelli, la URSS
(incluido el período estalinista) simboliza la forma dominante del "comunismo
en el siglo XX". La tercera posición tiene su origen en la obra de
Leon Trotsky La Revolución traicionada 5/.
Al caracterizar a la URSS como un Estado obrero burocráticamente
degenerado, Trotsky define a la sociedad soviética como una sociedad en
transición entre el capitalismo y el socialismo, cuestión que deberá ser
resuelta en un sentido (vuelta al capitalismo tras una contrarrevolución
burguesa) o en el otro (construcción de una sociedad socialista con la eliminación
de la burocracia). El estallido del sistema soviético ha zanjado la cuestión:
Rusia es hoy día un país capitalista sin que por ello se pueda hablar de
“contrarrevolución” 6/.
Se suele recurrir a caracterizaciones en términos
de “socialismo existente” o incluso de “socialismo real” [una fórmula aparecida
inicialmente en la RDA: “real existierender Sozialismus”] para destacar
lo que sería la ambivalencia del sistema (sin definir por ello en qué sentido
hablar de socialismo en el caso de la URSS, a no ser como forma de señalar que
no era capitalista). Como veremos más en detalle, M.L. tiene una posición muy
categórica en esta cuestión de la relación de la URSS con el socialismo:
"¿Era un sistema socialista? En absoluto. El socialismo consiste en que
los medios de producción son propiedad de la sociedad y no de una burocracia.
El socialismo siempre ha sido concebido como una profundización de la
democracia política, y no como su rechazo. ¡Seguir hablando de “socialismo
soviético” es un verdadero despropósito! Es sorprendente que el debate sobre el
fenómeno soviético se haya hecho, y se siga haciendo, en estos términos. Si
delante de un hipopótamo alguien insistiera en que se trata de una jirafa, ¿se
le concedería una cátedra de zoología?" (El Siglo soviético) 7/.
Estas distintas posiciones sobre la naturaleza de
la URSS, por contradictorias que sean, tienen en común el hecho de considerar
como un todo 8/
los setenta años en que ha existido la URSS, donde sólo opera la cuestión de la
naturaleza del sistema político y económico establecido tras la revolución de
Octubre, sin tener en cuenta a la sociedad, su evolución en el plano social,
nacional y cultural, ni las complejas relaciones que se desarrollan entre esta
sociedad y el poder. Esta cuestión conduce a un atolladero cuando se abordan
las razones del estallido de la Unión Soviética en base a sus propias
contradicciones: el sistema se hundió sin que hubiera ni oposición interna
organizada ni agresión procedente del exterior. Para M.L., el hundimiento del
Imperio soviético se explica en lo fundamental por el divorcio entre un poder
burocrático totalmente esclerotizado y la emergencia desde los años 60 de una
sociedad de dominante urbana y educada (sobre este punto, cf. más adelante). El
otro factor que interviene de manera central en los debates sobre la naturaleza
de la URSS es la gran interferencia entre la cuestión de la URSS como tal y la
situación del movimiento obrero a escala internacional: a lo largo de todo el
siglo XX, la existencia de la URSS y la referencia a Moscú fueron decisivas y
sobredeterminaron los debates y las orientaciones del movimiento obrero en los
diferentes países y continentes 9/.
El enfoque desarrollado por M.L. en esta
recopilación y en otros textos (comenzando por El Siglo soviético),
introduce una doble ruptura respecto a estos debates: por una parte, la
historia de la URSS no es lineal, está hecha de continuidades y de
discontinuidades, de fases dinámicas y de momentos de crisis, en los que se
recrea la cuestión del régimen; por otra parte, para M.L., ya lo hemos dicho,
la URSS no era un país socialista.
Continuidades y discontinuidades en la historia de
la URSS
M.L. considera que es crucial distinguir diferentes
períodos y su encadenamiento para comprender lo que fue ese “continente
desaparecido”. Los recordamos brevemente, remitiéndonos para más precisiones a
los textos de M.L.
─ La revolución de Octubre fue una auténtica
revolución dirigida por un partido revolucionario, el partido bolchevique. A su
vez, en cuanto a lo que está en juego en 1917, es importante considerar lo que
escribió Trotsky al comienzo de la primera parte de la Historia de la
Revolución rusa: "La ley del desarrollo desigual y combinado −en el sentido
de una combinación singular de elementos de atraso y de factores totalmente
nuevos− se presenta ante nosotros en su forma más acabada y por ello mismo nos
da la clave del principal enigma de la revolución rusa. Si la cuestión agraria,
heredera de la barbarie de la historia de la antigua Rusia, hubiese sido
resuelta por la burguesía, si hubiese sido resuelta entonces, el proletariado
ruso no habría llegado en ningún caso al poder en 1917. Para que se creara el
Estado soviético, hizo falta la convergencia y la interpenetración de dos
factores de naturaleza histórica totalmente diferente: por un lado, la guerra
campesina, característica de los comienzos de la era burguesa, por otro un
levantamiento proletario, un movimiento que marca el declive de la sociedad
burguesa. En esto consiste el año 1917" 10/.
── La Guerra civil (1918-1922) consagró la victoria
de los bolchevique, pero las enormes destrucciones ocasionadas por esta guerra
y el aislamiento del nuevo Estado en ausencia de revoluciones en el Oeste
significaron un cambio de perspectiva en la construcción del nuevo Estado, con
el período de la Nueva Política Económica (NEP). Como escribe Pierre Rolle,
"La realidad del comunismo de guerra es la guerra" 11/.
Ver en esta recopilación el texto La Guerra civil. Dinámica y consecuencias.
── Para M.L., la NEP fue un período relativamente
tranquilo de reconstrucción, señalado en diferentes textos de la recopilación;
viene marcado por la toma de control del partido y del aparato de Estado por
Stalin, con la derrota de las diferentes oposiciones, la Oposición de izquierda
y la llamada Oposición de derecha de Bujarin.
── El período estalinista va de finales de los años
1920 a la muerte de Stalin en 1953. M.L. insiste en la necesidad de no
convertir al término estalinismo en un término genérico para designar a
la URSS, sino en reservar el término para designar el período en que Stalin
está en el poder. Además, recalca que es necesario distinguir entre el
estalinismo dinámico de los años 30 (colectivización, industrialización a
marchas forzadas, terror y grandes procesos) y un estalinismo en crisis en los
años de postguerra −sobre este segundo período, nos remitimos al capítulo 12
titulado Final de partida, en la segunda parte de El Siglo soviético.
En cuanto al período de guerra, significó el ascenso potencial de la burocracia
de Estado, muy vejada y reprimida por Stalin en los años 30: es la que
aseguraba el funcionamiento del país. En cuanto a Stalin, aunque generalísimo,
nunca corrió el riesgo de ir al frente 12/.
── Los años 1950-1960 hasta la eliminación de
Jruschov en 1964 estuvieron marcados por el XX Congreso del PCUS, con la
denuncia (parcial) del período estalinista, un período de reformas y de
liberalización relativa del régimen. En su libro Political Undercurrents in
Soviet Economic Debates (Pluto Press, 1974), M.L. se refiere a los
debates sobre los problemas económicos (se reflejan en distintos textos de la
recopilación), pero también al nuevo rostro de la sociedad soviética, de
mayoría urbana y educada, y a su relación con un poder cada vez más
desconectado de la realidad: "Para un observador atento, no es difícil
distinguir toda una gama de opiniones diferentes, políticas, religiosas,
nacionalistas, autoritarias, democráticas, liberales y fascistas, por no hablar
de diferentes corrientes éticas y filosóficas. La ideología oficial es desde
luego compartida por algunos, aunque en general sólo ofrece estereotipos
utilizados de manera puramente formal en ocasiones solemnes, en su mayor parte
sin relación alguna con la realidad. Se puede formular la hipótesis de que,
bajo las apariencias de una proclamada homogeneidad política, existe en la
sociedad rusa una realidad política subterránea, formando potencialmente e
incluso desde ya mismo un amplio espectro de opiniones". Y añade: "Es
un hecho que el partido en sus tomas de posición oficiales ha manifestado
sensibilidades políticas poco ortodoxas, y estas opiniones sólidamente
instaladas se pueden ver en el creciente papel del nacionalismo [gran ruso], a
veces bajo una forma virulenta".
── El período de estancamiento (fin de los
años 1960 – 1986) siguió a la depuración de Jruschov (1964) y vio la llegada al
poder de Leonid Brezhnev. Este período estuvo marcado por la voluntad de acabar
con los debates sobre la urgencia de reformas económicas y por mantener a
cualquier precio un monolitismo de fachada 13/.
Refiriéndose al Plenario del Comité Central de diciembre de 1969, M.L. escribe:
"El plenario suprimió importantes aspectos de las reformas económicas, si
no ya su propia alma, y las sustituyó por llamamientos a la disciplina. Había
que reforzar los controles y la implicación del partido, y se presentaron las
políticas de movilización a iniciativa del partido como la única respuesta a
las dificultades y a los disfuncionamientos crecientes de la economía". Y
añade: "La obsesión del partido por querer conservar todas las cartas en
sus manos dificultó el juego". De hecho lo hizo imposible. El sistema
quedó poco a poco bloqueado y acabó por estar totalmente paralizado. Estas
cuestiones se abordan en el texto Informe de autopsia y en la parte III
de El Siglo soviético, capítulos 6 y 7.
── La perestroika y el final de la URSS
(1986-1991). Como ya hemos indicado antes, la URSS se hundió bajo el peso de
sus propias contradicciones, a causa de un divorcio entre un poder burocrático,
obstinado en no reformarse, y una sociedad que se había vuelto urbana y
educada. En El Siglo soviético, M.L. escribe: "El poder ha perdido
esta capacidad [para abordar reformas en todos los planos], lo que le ha
llevado a una serie de paradojas: el partido estaba despolitizado, la
economía burocratizada estaba gestionada y controlada por una burocracia más
atenta a conservar su poder que a hacer avanzar la producción, más preocupada
en preservar confortables rutinas que en desarrollar la creatividad y la
innovación tecnológica (…). En resumen, una verdadera fórmula mágica para que
el sistema deje de funcionar". Y lo formula de manera lapidaria: "Un
sistema económico sin economía, un sistema político sin política" 14/.
Esto es lo que escribe Galina Rakitskaja sobre el
período 1989-1991: "En 1989-91, la movilización de fuerzas sociales en
Rusia (y en general en la URSS) tomó la forma de una revolución antiburocrática
y democrática (…). La derrota en agosto de 1991 de los miembros de la nomenklatura
que habían intentado oponerse al más alto nivel a dichos cambios [se trata del
intento de putsch de las fracciones duras de la burocracia en agosto de
1991. D.P.] debería haber abierto la vía de las transformaciones democráticas,
respondiendo a los intereses de la mayoría de la población. En realidad, los
políticos liberales radicales, tras haber consolidado su poder, emprendieron
reformas dirigidas contra el pueblo, siguiendo el modelo de la terapia de
choque" 15/.
Refiriéndose a la privatización salvaje de la casi totalidad de la economía,
M.L. habla del mayor "atraco del siglo"
── Otro punto en que M.L. insiste en muchas
ocasiones, como lo subraya el título de esta recopilación, es que no se puede
separar el período soviético de la Rusia anterior a 1917 y posterior a 1991.
Aborda la cuestión en dos textos: Rusia / URSS en el movimiento de la
historia. Un intento de interpretación y Rusia entre reformas y
marginalización. Se refiere sobre todo a dos cuestiones. En primer lugar,
la cuestión campesina: en 1917, los campesinos representaban casi el 90 %
de la población. Para dar cuenta de este peso del campesinado, M.L. habla de la
"conexión agraria" e insiste mucho, sobre todo en Rusia/URSS en el
movimiento de la historia. Un intento de interpretación, en que esta
"conexión agraria" ocupa un lugar central hasta final de los años
1930. Nos referirnos también a la cita de Trotsky antes señalada. La otra cuestión
es la permanencia del nacionalismo gran-ruso, que atraviesa toda la historia de
la URSS, ya se trate del debate que enfrentó a Lenin y a Stalin en el momento
de la creación de la URSS, de la celebración por Stalin de la Santa Rusia y los
zares autócratas (el propio Stalin se consideraba un autócrata), y también la
existencia de corrientes nacionalistas rusas muy activas dentro del aparato del
partido-Estado desde los años 1960. Esta cuestión es abordada en detalle en el
texto Nacionalismo de nuestro tiempo. El caso de Rusia 16/.
La URSS y el socialismo
En el texto El Socialismo soviético. Un error de
etiquetación, M.L. desarrolla con amplitud esta idea: a no ser que se confunda
“socialización” con “nacionalización-estatización” de la economía, no se puede
hablar de “socialismo” en la URSS; lo que le lleva a cuestionar la idea de que
“no capitalista” signifique mecánicamente “socialista”.
Antes de 1917, teniendo en cuenta el peso del
campesinado, Rusia era una sociedad precapitalista, con un sector capitalista
en vía de desarrollo rápido, pero muy dominado por el capitalismo europeo. Al
final del texto El Socialismo soviético, haciéndose eco de la cita de
Trotsky sobre la revolución rusa, escribe:
"Si algún día emergiera una economía de
mercado estable en la ex−URSS, podríamos concluir que el papel del período
soviético ha consistido en realizar aquello en lo que el capitalismo ruso
fracasó de partida: hacer nacer una sociedad industrial, urbana y educada,
capaz de integrarse de verdad en el sistema económico actual. Esto marcaría el
cierre de un ciclo y no la apertura de una nueva época en la historia de la
humanidad".
Y un poco antes de este pasaje, haciéndose eco de
los debates sobre la naturaleza de la URSS, escribe:
"Aunque tenemos algunas dificultades en
caracterizar el sistema soviético, no tenemos en cambio ninguna duda sobre lo
que era y lo que no podía ser. Por eso los slogans que han proliferado (aunque
hoy se vuelven más discretos) afirmando que el hundimiento de la Unión
Soviética habría significado “la muerte del socialismo y del marxismo”, no son
más que ideología “pura” y sólo pueden inducir a error. El socialismo, como
ideal que pretende más democracia y una ética social exigente, nunca ha
existido como sistema en ningún sitio. El sistema soviético, un sistema más
bien atrasado, no presentaba ninguna de las características del socialismo. El
régimen que se hacía llamar soviético, y hasta comunista, pertenece a la clase
de formaciones sociales que combinan “subdesarrollo” y “estatismo”, es un caso
particular de poder burocrático".
En este texto (y también en el último capítulo de El
Siglo soviético), M.L. no aborda sólo de un modo negativo la cuestión de la
naturaleza del sistema soviético. En relación directa con la necesidad de
distinguir diferentes períodos en la historia de la URSS, propone dos
caracterizaciones distintas, una para el período estalinista, la segunda para
el período post-estalinista, aunque insiste en que estas caracterizaciones no
reflejan plenamente la singularidad del sistema. Sólo pretenden destacar una
característica esencial. Para el período estalinista, propone hablar de
"despotismo agrario", dado el lugar que ocupa la conexión agraria. Para
el período post-estalinista, defiende la idea de un “absolutismo burocrático”.
El chovinismo gran-ruso y la burocracia
En el debate sobre el lugar de las nacionalidades
en la URSS en formación, el 6 de octubre de 1922, Lenin hizo pasar a Kamenev
una nota donde escribió: "Yo declaro la guerra, no una pequeña guerra,
sino una guerra a vida o muerte al chovinismo gran-ruso". Y calificaba a
Stalin (y a Ordzhonikidze) de "brutos gran-rusos". El chovinismo
gran-ruso denunciado de forma tan violenta por Lenin se convertirá, al cabo de
los años, en una componente esencial de la ideología del poder bajo Stalin;
sobre todo después de la Segunda Guerra mundial, y también durante el período
post-estalinista.
El conflicto entre Lenin y Stalin sobre la cuestión
de las nacionalidades es muy conocido tras el libro de M.L. El Último
combate de Lenin, aparecido en 1967 [editado en castellano en 1970, Lumen].
En El Siglo soviético, en base a nuevos documentos aparecidos después de
la perestroika, M.L. retoma la cuestión (1ª parte, cap. 2, Autonomías
vs. Federación 1922-23). En fin, en el texto Nacionalismo de nuestro
tiempo. El caso ruso, a la vez que vuelve a este período clave de la
formación de la Unión Soviética, amplía la cuestión a toda la historia
soviética. El término derzava, heredado del período zarista 17/
y que designaba a un estado fuerte y poderoso, se va imponiendo como una
referencia positiva para designar al Estado soviético, aunque para Lenin, como
lo recuerda M.L., derzavnik era una expresión absolutamente negativa,
utilizada en su polémica con Stalin "para designar al partidario de un
nacionalismo ruso opresor y brutal". Esta conversión de derzava de
término negativo en término positivo para designar al Estado, revela los
cambios radicales que operan en la ideología de los dueños del Kremlin.
El texto Ego y política. La autocracia
estaliniana analiza ampliamente dos componentes del estalinismo, la política
de terror y la celebración de Rusia como derzava, esto es una Rusia que
siempre ha sabido resistir y vencer a sus enemigos. Una componente central del
terror estaliniano fue la fabricación sistemática y a gran escala de enemigos.
A la pregunta “¿cuál era la lógica de esta fabricación sistemática de
enemigos?”, M.L. responde: "Es la lógica de un hombre con inmensos poderes
que inventaba [subrayado nuestro, D.P.] hordas de enemigos sin fin, tenía tanta
necesidad de ellos que los fabricaba a voluntad para probar que estos enemigos
existían y eran vencidos y castigados por una policía secreta".
Esta fabricación de enemigos de todo género
conocerá una nueva orientación después de la guerra con el resurgimiento del
nacionalismo gran-ruso y su corolario, el antisemitismo. Este giro es
indisociable de la manera como Stalin fue fabricando su propia leyenda, en tres
etapas, en ruptura con la herencia bolchevique. La primera etapa corresponde a
la toma de control por Stalin del partido y del aparato de Estado con la
eliminación sucesiva de las diferentes oposiciones (años 20). La segunda
corresponde al exterminio físico de toda la vieja guardia bolchevique (años
30). La tercera es la afirmación de un poder absoluto, en ruptura total con el
período revolucionario y en continuidad con la autocracia zarista. «Para
Stalin, el hecho de subrayar las afinidades de su régimen con el Imperio y de
reivindicar raíces históricas comunes, sobre todo refiriéndose a la
construcción del Estado por el más crueles de los zares, hizo posible una
redefinición radical de su propio personaje, pero también de la identidad
ideológica y política del sistema y de sus raíces" (…) "En adelante,
la ideología, el sistema de poder, los escenarios, estaban tomados de un pasado
mucho menos dinámico, con símbolos arcaicos y obsoletos": adopción de un
nuevo himno conmemorando la Santa Rusia, establecimiento de tribunales
de honor en las esferas dirigentes del partido y del Estado; en los
ministerios, los altos funcionarios debían llevar uniforme y sus títulos
estaban directamente tomados del cuadro de rangos instituido en su corte
por el zar Pedro el Grande. En los años 40, Andrei Zhdanov lanzó una virulenta
campaña contra el cosmopolitismo y la fascinación de la intelligentsia
por Occidente. Comentario de M.L.: "La ideología zhdanoviana es la de
Stalin. Marca el punto culminante de sus derivas ideológicas. En adelante
estará fascinado por el glorioso pasado zarista. (…) Pero lo más grave
de este bricolaje ideológico es el nacionalismo ruso extremo, de rasgos
protofascistas, del estalinismo en declive" 18/.
Después de la muerte de Stalin, la burocracia se
preocupó en desembarazarse de la parte más negra de la herencia estaliniana:
denuncia del culto a la personalidad, fin del terror, supresión de los
tribunales de honor y del cuadro de rangos para altos funcionarios,
paralización de las campañas oficiales contra el cosmopolitismo y del
llamado proceso de las Batas blancas contra médicos judíos. Pero hizo
plenamente suyo el culto al Estado fuerte. M.L. utiliza el término estatismo,
aunque sería más justo, como veremos, hablar de nacional-estatismo.
"El estatismo se convirtió entonces en una
ideología en toda regla, recurriendo a eslóganes pretendidamente socialistas
(nacionalización) y a temas del autoritarismo tradicional ruso (aunque sin
exhibir las imágenes de los autócratas del pasado zarista). Después de la
muerte de Stalin aparecieron distintas corrientes ideológicas, de forma
insidiosa y subterránea, hasta llegar a manifestarse abiertamente. Los cambios
que conoció la sociedad soviética tras la muerte de Stalin acarrearon la
reemergencia de corrientes subterráneas en la sociedad, lo que tuvo
repercusiones incluso en el seno del propio partido, tanto en la base como a
nivel del aparato, dando nacimiento a un conglomerado de ideologías, tendencias
y corrientes que nada tenían que ver con el monolito marxista-leninista
imperturbablemente proclamado tanto en el Este como en el Oeste" (Ego y
política. La autocracia estaliniana).
La burocracia del Estado y del partido estaba
fragmentada, llena de fracciones, cliques y redes dentro de las distintas
instancias del poder, reagrupándose en juegos de alianzas más o menos duraderas
en base a intereses comunes y posiciones ideológicas más o menos compartidas.
Estas distintas componentes de la burocracia tenían en común la celebración de
la URSS (en realidad, de Rusia) como derzava (“estado fuerte”). Se había
eliminado toda referencia a la revolución de Octubre, en adelante la Segunda
Guerra mundial (“la Gran Guerra patriótica”) simbolizará la grandeza de la
URSS, proclamada como superpotencia. Hubo un reforzamiento de la política de
asimilación de las otras nacionalidades, las instancias superiores del poder
central están compuestas en un 86 % de rusos (y de hermanos eslavos,
biolorrusos y ucranianos) y se desarrolló una forma de antisemitismo de Estado
pretendiendo excluir a los ciudadanos judíos de toda una serie de
instituciones: KGB, Estado Mayor del ejército, Ministerio del Interior y
Ministerio de Asuntos Exteriores y muchas otras.
En su texto sobre el nacionalismo ruso, M.L. señala
el desarrollo de corrientes nacionalistas rusas en el seno mismo del aparato
del partido y del Estado. Durante sus estancias en Rusia en los años 1990,
después de la desaparición de la URSS, le sorprendió la multiplicación de
organizaciones nacionalistas rusas, incluso abiertamente fascistas 19/;
una cosa le pareció evidente: los animadores de estos movimientos no venían de
“ninguna parte”. Pero a comienzos de los años 1990 existían pocas fuentes
fiables, más allá de los trabajos de algunos investigadores occidentales. Diez
años más tarde, en la propia Rusia, existía ya una documentación abundante. En
2003 aparecía en Moscú el libro de Nikolai Mitrohin, “Russkaja Partija.
Dvizenie russkih nacionalistov v SSSR 1953-1985” (“El partido ruso. El
movimiento de los nacionalistas rusos en la URSS 1953-1985”), una obra de
más de 600 páginas, basada en entrevistas y en la lectura de las memorias de
muchos antiguos responsables del poder que no dudaban en hablar “a cara
descubierta” de las ideas y las convicciones que tenían en realidad en el
pasado 20/.
El cuadro es impresionante y es difícil informar en detalle, visto el gran
número de protagonistas, y también la extrema diversidad de organizaciones e
instituciones a que se refiere. Nos limitaremos a algunos puntos.
─ El libro está lleno de anécdotas, extraídas de
memorias y de entrevistas, muy reveladoras del doble lenguaje en marcha, donde
los altos responsables se presentan como verdaderos Dr. Jekyll y Mr. Hyde
ideológicos. Como ejemplo, citamos el relato que hace Ju. Tonkov, un alto
responsable de propaganda del Komsomol en los años 60, de una velada en casa
del pintor I. Glazunov, nacionalista y antisemita de primera hora 21/,
cuyo taller era un lugar de encuentro de los nacionalistas: "Nos sentamos
a la mesa, todos los presentes son miembros del partido, entre ellos Torsuev,
secretario del Comité Central del Komsomol. Y Glazunov declara: “Sueño con el
día en que colgaremos a todos los comunistas”. Y todos se echan a reir"
(p. 348).
─ Hay nacionalistas en todas las instancias
dirigentes del partido, Politburo, CC del PCUS, Komsomol. El caso más revelador
es el del grupo formado por antiguos altos responsables del Komsmol de los años
1940-1950 en torno a A. Shelepin, sucesivamente primer secretario del Komsomol
(1952-1958), presidente de la KGB ante el Consejo de Ministros de la URSS
(1958-1967), secretario del CC del PCUS, miembro del Politburo (1964-1975) 22/.
La mayor parte estuvieron directamente implicados en las campañas antisemitas
de finales de los años 40 y comienzos de los años 50. En los años 50 y 60
desarrollaron campañas, junto a la KGB y prolongando las lanzadas por Zhdanov
en los años 40, contra las ideas liberales (pro-occidentales) en el seno de la intelligentsia
y contra el cosmopolitismo. Shelepin fue el principal artesano de la
destitución de N. Jruschov.
─ Esta actividad del grupo de Shelepin se
desarrolló en el Komsomol con el nombramiento de S. Pavlov en 1962 como primer
secretario del Komsomol. Mitrohin caracteriza así la ideología del grupo de
Pavlov: anti-occidentalismo virulento, admiración por Stalin presentado como el
constructor de un Estado fuerte, celebración de la Gran Guerra patriótica
como momento de movilización intensa del pueblo soviético en defensa de la
patria, necesidad de reforzar la educación militar y la militarización de la
juventud, antisemitismo y glorificación de la Gran Rusia. Además de los
responsables del Komsomol, el grupo de Pavlov asocia a sus actividades a
personalidades famosas, como el escritor Mijail Shólojov, el cosmonauta Yuri
Gagarin e incluso al pintor Ilia Glazunov.
─ En esta época, el Komsomol creó toda una serie de
asociaciones concebidas como espacios que podían servir de tapadera para
desarrollar más libremente estas actividades: la Universidad del joven marxista
(sic), el club Patria, el Club Búlgaro-Soviético de jóvenes creadores.
El Komsomol controlaba toda una serie de publicaciones, del diario Komsomolskaja
Pravda a la revista Molodaja Gvardija (“Joven Guardia”).
La destitución de Pavlov en 1967 (tras la marginación de Shelepin por el clan
Brezhnev) no puso fin a la actividad de los nacionalistas rusos. Su sucesor a
la cabeza del Komsomol, E. Tiajelnikov, defendía las mismas orientaciones
−acabará dirigiendo el Departamento de Propaganda del CC del PCUS (1978-1982).
Los demás consiguieron encontrar otras administraciones e instituciones donde
continuar sus actividades, ya fueran diferentes departamentos del CC del PCUS o
redacciones de las numerosas revistas controladas por los nacionalistas.
Aunque hasta finales de los años 60 las diferentes
corrientes nacionalistas estaban todavía muy marcadas por la herencia
estaliniana y la referencia a Stalin simbolizando la construcción de Rusia como
derzava, en los años 70 y hasta 1985 los nacionalistas se replegaron del
nivel pansoviético a las instituciones de la REFSR (la república de
Rusia) y, a diferencia del grupo de Shelepin y del grupo de Pavlov, renunciaron
a una intervención directa en el plano político. La referencia a Stalin se fue
haciendo cada vez más rara.
Se pueden distinguir dos espacios distintas, aunque
articulados, donde los nacionalistas rusos concentraron sus actividades.
1º Las corrientes nacionalistas controlaban la
redacción de gran número de publicaciones: diarios como Sovetskaja Rossija
(“Rusia Soviética”), semanarios como Ogonek, revistas de
gran tirada como Molodaja Gvardija (“Joven Guardia”),
Nas Sovremennik (“Nuestro contemporáneo”), Oktjabr
(“Octubre”) y también casas editoriales ligadas o no a estas revistas.
Las revistas, en primer lugar Molodaja Gvardija, llevaron una
ofensiva extremadamente violenta contra la revista “liberal” Novyj Mir y
su redactor jefe A. Tvardovski, quien fue destituído en 1970. La importante
sección de la Unión de Escritores de Moscú estaba completamente controlada por
nacionalistas.
2º Otro momento importante fue el movimiento por la
preservación de los monumentos históricos; ante todo edificios religiosos,
iglesias y monasterios. Otro rodeo para celebrar la Rusia anterior a 1917.
Durante el verano de 1965, con la garantía del Consejo de Ministros de la
República de Rusia, se creó la Sociedad Panrusa de conservación de
monumentos históricos y culturales (VOOPiIK). Tres de los miembros del
Comité de organización fueron importantes nacionalistas, entre ellos el pintor
I. Glazunov y el escritor Leonid Leonov. Miembros del grupo de Shelepin y del
grupo de Pavlov fueron también muy activos. Aún controlado por los
nacionalistas rusos, VOOPiIK se transformó rápidamente en una organización de
masas: en 1972 contaba con 7 millones de miembros, en 1985 con 15 millones.
Durante los años de la perestroika y sobre
todo tras el hundimiento de la URSS, esta temática se desarrolló abiertamente.
Y el Partido Comunista de la Federación de Rusia fue un vector importante. Sobre
este tema, nos remitimos a los artículos citados en la nota nº 19.
En cuanto al impacto de estas corrientes
nacionalistas sobre la sociedad, se puede pensar que quedó muy limitado, con
excepción de la asociación VOOPiIK. Como subraya Mitrohin, el terreno de acción
privilegiada de los nacionalistas rusos era ante todo el espacio del poder
(partido y Estado), espacio del que ellos mismos eran parte integrante.
Totalitarismo y URSS: la sociedad invisible
La utilización, generalizada en la derecha pero por
desgracia también en la izquierda, de la noción de totalitarismo para hablar de
la URSS es sobre todo el signo de un desinterés por la realidad del país, su
historia, su sociedad; todo se reduce a una caracterización, a veces
caricaturesca y simplista, del poder 23/;
en la izquierda suele ser una manera de pasar página, o más bien de
despedazarla, sobre una historia de revolución que ha ido mal.
En setiembre de 1991, Ian Kershaw, especialista en
el tema del nazismo, y Moshe Lewin organizaron en la universidad de Filadelfia
una conferencia internacional sobre el tema: “Estalinismo y Nazismo:
Comparativa de Dictaduras”, cuyas actas fueron publicadas en 1997 con el
título Nazismo y Estalinismo (Cambridge University Press). El objetivo
de la conferencia pretendía ser precisamente una respuesta a los (numerosos)
que ponen (con o sin reservas) un signo de igualdad entre nazismo y estalinismo,
extendido por algunos a comunismo.
En la introducción al volumen y en el Postfacio, I.
Kershaw y Moshe Lewin explican que la legitimación de la comparación se basa en
la existencia de algunos rasgos comunes (en ambos casos se trata de “dictaduras”)
que definen lo “comparable”, pero que el trabajo de comparación pretende
identificar las características singulares de los dos sistemas en todos los
terrenos, incluida la política de represión y los campos de concentración. Y
cuestionan con toda pertinencia a la utilización de la noción de totalitarismo.
En Mi visión de la historia (En Los
Senderos del pasado, Syllepse/Page Deux), M.L. escribe a propósito de la
escuela totalitaria dominante entre los historiadores de la URSS en los Estados
Unidos: "La escuela totalitaria no veía en todo este asunto más que una purga
permanente, o dicho de otra forma, no veía ni pasado ni futuro. Sólo una
especie de eterno presente (a menos que algo, con toda probabilidad llegado del
exterior, lo hiciera cambiar), donde el Estado es fundamentalmente un mecanismo
de control y de adoctrinamiento, y donde la sociedad sólo existe como
prolongación del Estado. En esta concepción tan plana no hay ningún lugar para
un mecanismo de cambio, y la figura de Jruschov y la desestalinización, por
limitada que haya podido ser, le dieron un buen golpe. No es difícil ver que la
visión totalitaria era en sí misma un instrumento de la batalla ideológica
desencadenada por la Guerra Fría. Era absolutamente inadecuada, no porque el
estalinismo no haya sido la máquina mortífera que efectivamente lo ha sido,
sino porque el sistema entero se volvía de una complejidad siempre creciente,
lo que no hacía sino reducir la pertinencia de estos conceptos" (p. 89).
En esta cita, M.L. destaca un punto importante,
característico de la visión más extendida de la URSS, mucho más allá de la
escuela histórica totalitaria: "la sociedad sólo existe como prolongación
del Estado". Esta invisibilidad de la sociedad es en su origen el
producto de la capa de plomo que el poder ha hecho pesar sobre la sociedad,
pretendiendo prohibir toda palabra o manifestación no conforme. Pero invisibilidad
no significa que la sociedad fuera pasiva, muda y sin reacciones. Muy al
contrario.
En los diferentes textos reunidos en Los
Senderos del pasado, M.L. habla de su experiencia y de sus encuentros con los
de abajo: los miembros de un koljós cerca de Tambov donde pasó
algunos meses, los obreros de la fundición en los Urales donde estuvo destinado
[cuando llegó, muy joven, a la URSS] o incluso el recuerdo de una velada en un
aislado koljós (a 50 km de la estación más cercana): alrededor del
fuego, los miembros del koljós pasaban la noche cantando canciones de
los campos de concentración y canciones de amor, y recitando astuski,
breves poemas satíricos que ridiculizaban los slogans oficiales.
Desde el comienzo, en todo su trabajo de
historiador, M.L. ha pretendido estudiar la sociedad, hacer visible sus
diferentes componentes. De partida, lo esencial de sus trabajo tuvo que ver con
el campesinado (que, recordemos, en el momento de la Revolución representaba el
90 % de la población). Su tesis, defendida en los años 60, es el primer
estudio en profundidad de la colectivización 24/.
En muchos trabajos posteriores (sobre todo, los que figuran en La Formación
del sistema soviético 25/,
continúa su estudio del mundo campesino, insistiendo en que los campesinos (los
campesinos rusos en este caso) no son simplemente “los que cultivan la tierra”:
el mundo campesino constituye un mundo rico y complejo, no sólo en el plano
social, sino también cultural y religioso. En un texto (no incluído en esta
recopilación) que figura en Russia/USSR/Russia, “The Village ant the
Community: ‘Molecular Energy’ in Rural Societies”, trata de la reactivación
de la organización comunitaria del campesinado ruso durante la NEP. Sobre esta
cuestión de la comuna rusa no es inútil recordar que Marx, al final de
su vida, se había apasionado por la comuna campesina en Rusia y las nuevas
perspectivas que abría 26/.
Paralelamente a sus trabajos sobre el campesinado y
la colectivización, M.L. extendió sus trabajos al conjunto de la sociedad en
los años 1930. En La Formación del sistema soviético, insiste en el
hecho de que durante este período el poder fracasa precisamente en su voluntad
demente de control absoluto de todos los ámbitos de la vida de la sociedad. La
colectivización y la industrialización a marchas forzadas pusieron de hecho
patas arriba a la sociedad, "una sociedad de arenas movedizas" 27/.
Esta situación se trata también en la primera parte de El Siglo soviético
así como en varios textos de esta recopilación.
Sobre la base de estos trabajos y de la inmensa
documentación que reunió, M.L. estaba preparando un gran estudio (en tres
volúmenes) sobre la sociedad soviética de los años 1930. Pero los
acontecimientos ocurridos en la URSS, la destitución de Jruschov, los debates
sobre la reforma económica y su brutal paralización, el frenazo a la liberalización
del sistema, llevaron a M.L. a abandonar los años 1930 y a preguntarse por las
transformaciones de la sociedad soviética después de la muerte de Stalin. Su
trabajo en profundidad sobre los años 1960 se presentó en el libro ya citado Political
Undercurrents in Soviet Economic Debates (1975). Tomando en serio la
opinión del académico Nemchinov ("Un sistema político hasta tal punto
paralizado de arriba abajo sólo puede frenar el desarrollo técnico y social, y
se hundirá pronto o tarde bajo la presión de los verdaderos procesos de la vida
económica"), se pregunta por la capacidad misma del régimen para
sobrevivir.
La sociedad y el poder
Después del hundimiento del sistema, la voluntad
del poder pretendiendo prohibir y reprimir toda protesta, toda palabra no
conforme, se transformó en su contrario. Los archivos del NKVD y de la KGB
(encargados de la represión), y también de otras administraciones e
instituciones, han resultado ser verdaderas minas de información sobre la
realidad de la sociedad, sobre el estado anímico de amplias capas de la
población.
Un primer ejemplo lo proporciona el libro de Sarah
Davies Popular opinion in Stalin’s Russia. Terror, Propaganda and Dissent
(1997, Cambridge University Press). Este libro se basa en la explotación de los
archivos del NKVD de la región de Leningrado en los años 1930, donde figuran
los casos de represión de personas por delitos de opinión o protestas, y
también numerosas peticiones y cartas dirigidas a dirigentes (estas cartas,
muchas veces anónimas, fueron conservadas) 28/.
En la medida en que se trata de casos que han sido objeto de medidas de
represión, se puede pensar que sólo muy parcialmente refleja la situación real.
Leyendo el libro, sorprende la cantidad y la extrema diversidad de las
manifestaciones disidentes y las críticas del poder. El capítulo 8, titulado ‘Nosotros’
y ‘Ellos’. Identidad social y Terror (donde ‘ellos’ designa a los
representantes del poder) es particularmente apasionante.
Un ejemplo entre otros lo aporta la deformación de
un slogan oficial: “Quien no trabaja no come”, se convierte en “Quien
no trabaja [los burócratas del partido, D.P.] no sólo come sino que
también bebe vino, mientras que quien trabaja sólo puede zampar mierda”.
Otro ejemplo de esta crítica social del poder lo ofrece la deformación de las
siglas oficiales o de algunas palabras. M.L. da un ejemplo en el texto sobre
los obreros: O.R.S.: Otdel Raboego
Snabzenija (“Departamento de avituallamiento obrero”) se convierte
en Obspei Ran’se Sebja (“Sírvete primero”),
y también en Ostal’noe Raboim i Sluzasim
(“El resto para los obreros y empleados”). Citemos otro caso de deformación, la
palabra SPORT (‘deporte’) se convertirá en Sovetskoe
Pravitel’stvo Organizovalo Raboij Terror (“el
gobierno soviético ha organizado el terror contra los obreros”). Otra
manifestación de la crítica del poder son también las anécdotas, muy numerosas.
Citemos una, muy política, sacada del Boletín de la Oposición (nº 38-39,
p. 21): "Lenin resucita y descubre que se encuentra en un sólido edificio
vigilado por soldados. −Debo estar en prisión, la contrarrevolución ha
triunfado. Encuentra un teléfono y llama a Trotsky. Le responden que no hay
ningún Trotsky. Lo que le confirma la idea de que la contrarrevolución ha
triunfado. Llama a Rykov al Comisariado del Pueblo, a Zinoviev en el Komintern,
a Bujarin a la redacción de Pravda. Todo ello sin resultado. −Pero
puede que el partido siga existiendo, se dice Lenin. Llama al Secretariado
del Comité Central. −¿Camarada Stalin? −¿Qué pasa? Lenin le
expone la situación. Mientra le escucha, Stalin coge otro teléfono y llama a la
Gepeú: −El Viejo [Stalin se refería de esta manera despectiva a Lenin.
D.P.] chochea, quiera saber demasiado, haced que se calme".
Los obreros: resistencias individuales y colectivas
Un texto de la recopilación está dedicado a la
situación de los obreros (Los obreros en busca de una clase. Entre
‘personalidad’ y ‘clase’), abordando desde distintos ángulos la situación
de los obreros soviéticos, incluida la cuestión de saber si formaban o no una
clase 29/.
No vamos a abordar esta cuestión que, para M.L., expresa "un juego del
escondite histórico". Se puede recordar lo que Trotsky escribió en La
Revolución traicionada, donde citando a Pravda opone la propaganda
oficial a la situación real de los obreros: "[De creer a Pravda] el
obrero no es, en nuestro país un esclavo asalariado, un vendedor de
trabajo-mercancía. Es un trabajador libre (Pravda). En la actualidad
esta fórmula elocuente no es más que inadmisible fanfarronada. El paso de las
fábricas al poder del Estado no ha cambiado mas que la situación jurídica del
obrero; de hecho, vive en la necesidad trabajando cierto número de horas por un
salario dado". Por su parte, en el postfacio a la obra ya mencionada, L.H.
Siegelbaum y R. Suny escriben: "No hay ninguna duda de que una fuerza de
trabajo industrial ha existido y crecido durante las dos primeras décadas y
media del poder soviético. Sus miembros se consideraban ciertamente parte de
una clase obrera, pero habían perdido el espacio político en el que
podían desarrollar la forma como se representarían a sí mismos y definir sus
propios programas". Y M.L. cita en varias ocasiones esta frase con que se
definen los obreros: "No se nos considera seres humanos".
En la considerable masa de trabajos dedicados a la
URSS, la parte dedicada a los obreros es ridículamente débil 30/
−lo que en cierta medida revela la fijación en la caracterización/denuncia del
régimen, pero también una hipótesis, explícita en los trabajos soviéticos
oficiales y más o menos repetida en el Oeste: en su inmensa mayoría, los
obreros se adherían al poder soviético y apoyaban al régimen.
Esto es particularmente cierto en las publicaciones
en francés. La única obra importante es la de Jean Paul Depretto, Los
obreros en URSS 1928-1941 (Publications de la Sorbonne, 1997), un
libro muy rico en informaciones históricas, sociológicas y que da una primera
idea de las diferentes formas de resistencia obrera durante este período. En
cambio, en los países anglosajones, en los años 1990 y sobre todo después, los
trabajos sobre los obreros basados en el acceso ya posible a diferentes
archivos, han comenzado a ofrecer un cuadro impresionante de la situación de
los obreros y de las diferentes formas de resistencia, individuales y
colectivas, desde finales de los años 1920 al período de la perestroika 31/:
huelgas y manifestaciones de masas, motines de hambre, ralentización de la
producción (conocido en Rusia con el nombre de huelga a la italiana),
violencias contra las administraciones y también actos de resistencia
individual.
Vamos a citar brevemente algunos aspectos de
resistencias individuales, así como la huelga de primavera de 1932 en una
fábrica textil de la región de Ivanovo y los acontecimientos de Novotcherkassk
en 1962.
Las resistencias individuales
La importancia de las resistencias individuales es
la consecuencia de la política del poder, transmitida por el aparato de los
sindicatos, de prohibir cualquier forma de acción colectiva, de destruir, como
subrayan L-H. Siegelbaum y R. Suny, toda conciencia de clase, por medio de una
atomización en la que cada obrero se encuentra solo frente al arbitrio del
poder y de la dirección de la empresa. De hecho, los obreros están
profundamente despolitizados y alienados. Pero a pesar de esta situación, desde
los años 30 a la perestroika, aún con todas las medidas represivas y
también los incentivos materiales, el poder, en su obsesión por controlar todo
desde arriba, se ha mostrado incapaz de forzar/persuadir a los obreros a
trabajar eficazmente, esto es, como lo entendía el poder.
En un texto Labour discipline and the decline of
the Soviet system 32/,
D. Filtzer traza un cuadro preciso de este fracaso “en meter en vereda a la
clase obrera”, un fracaso que no ha dejado de jugar un papel en el hundimiento
del sistema. Como conclusión, Filtzer escribe: "La industrialización
estaliniana dio lugar a relaciones laborales específicas en las cuales los
obreros no estaban en posición de hacer frente a las élites del poder y ni
siquiera a los directores de empresas, que constituían una entidad colectiva
movilizada para defender sus objetivos económicos y objetivos políticos más
amplios. Sin embargo, la naturaleza burocrática del sistema y la ausencia de
planificación, bloqueando toda forma de regulación económica sistemática,
hicieron que los obreros pudieran reaccionar negativamente en el mismo lugar de
producción. No se puede hablar propiamente de una resistencia sino más
bien de acciones defensivas e individualizadas por parte de una mano de obra
atomizada y despolitizada. Los obreros se volvieron una de las fuentes del
declive del sistema en el plano económico, lo que Jruschov y Gorbachov
reconocieron cuando defendieron la necesidad de hacer reformas" 33/.
Filtzer destaca tres elementos principales: 1º, la
considerable movilidad de los trabajadores; 2º, el control del tiempo de
trabajo; 3º, una forma de connivencia/complicidad entre los obreros y la
dirección de la empresa frente a las exigencias del Centro 34/.
Retomemos brevemente algunos puntos del análisis más detallado de Filtzer sobre
los puntos 1º y 2º, aunque precisando que los términos utilizados (movilidad de
la mano de obra / control del tiempo de trabajo / connivencia con la dirección
de la empresa frente a los dictados del Centro) son términos administrativos
de connotación negativa, que designan no ya las resistencias, sino los
principales espacios donde se desarrollan esas resistencias. Las sucesivas políticas
puestas en marcha, utilizando alternativamente la zanahoria y el palo, fueron
reacciones del poder frente a los problemas, más que políticas predefinidas por
el Centro para formatear el comportamiento de los obreros.
1º Movilidad
Por movilidad (o rotación) hay que entender el
hecho de que los obreros cambian frecuentemente de trabajo, un fenómeno posible
por la penuria de mano de obra. En los años 1930, la rotación era
extremadamente elevada. A comienzos de los años 1930, como media, un obrero cambiaba
de trabajo cada seis meses, en 1936 cada catorce meses.
La principal causa era la caída brutal del nivel de
vida así como las reducciones del salario, por ello la búsqueda permanente de
un nuevo empleo mejor pagado. El absentismo y el retraso en el trabajo, debidos
también a las enormes dificultades de la vida cotidiana y al estado calamitoso
de los transportes, eran también un fenómeno masivo. En la prensa abundaban las
denuncias de los elementos asociales de todo tipo (trotskystas 35/,
miembros de las antiguas clases poseedoras, y otros saboteadores). El
poder adoptó en distintos momentos una legislación represiva orientada a luchar
contra el absentismo y la rotación. Para los años 1940, Filtzer da la cifra de
un millón de trabajadores sancionados por absentismo y de 200 000 trabajadores
reprimidos por haber cambiado de trabajo sin autorización −en sí mismas, estas
cifras muestran la importancia del fenómeno.
A partir de los años 1950, el poder abandona la
política puramente represiva e intenta tener en cuenta el hecho de que la
movilidad de los trabajadores debe ser interpretada como una reacción frente a
las condiciones de vida y al nivel muy bajo de los salarios. Además, y M.L.
menciona este punto en varias ocasiones, los directores de empresas multiplican
las medidas para retener a los trabajadores 36/,
constituyen reservas de mano de obra, lo que, como contrapartida, contribuye a
alimentar la penuria de mano de obra. En los años 1970, el déficit en mano de
obra se estima en 700 000 trabajadores, un déficit reforzado además por la
explosión de la “economía a la sombra” 37/
y por el elevado número de personas que trabajan “por su cuenta”.
2º Control del tiempo de trabajo
Un rasgo característico es la débil utilización del
tiempo de trabajo, así como una productividad muy baja. En particular, la
política oficial de control se traduce a nivel del proceso productivo en
una parcialización máxima de las tareas (un puesto − una operación), lo que
significa, de hecho, una desorganización por arriba del proceso de
producción: los obreros no tienen ninguna responsabilidad sobre un trabajo
puramente mecánico y repetitivo, ni una comprensión del proceso de producción
en el que participan. Como escribe Filtzer: "Esta sobre-individualización
del trabajo ofrece muchas posibilidades a los obreros para apropiarse de
amplias porciones de su jornada de trabajo. Es imposible separar este
no-respeto de la disciplina laboral de las pérdidas de tiempo debidas al
disfuncionamiento del sistema". En cierta medida, cada cual trabaja para
sí, a su ritmo. Esta falta de coordinación tiene un gran coste económico, sobre
todo por el hecho de la penuria de piezas que, en un momento u otro, bloquea el
proceso. Se calcula en 15% el tiempo de trabajo perdido (o sea, 30/40 días al
año).
Las resistencias colectivas
Como subrayan Filtzer y otros autores, en los años
del primer plan quinquenal las resistencias colectivas fueron más numerosas 38/.
Sobre el período post-estalinista, M.L. considera, apoyándose en un libro
aparecido primero en Rusia y después en inglés (Mass Uprisings in the USSR.
Protest and Rebellion in the Post-Stalin Years, Vladimir A. Koslov, 2002) 39/,
que los levantamientos populares no fueron más de seis, siendo el de
Novotcherkassk en 1962 el más conocido.
Las huelgas en las fábricas textiles en la región
de Ivanovo en la primavera de 1932
El libro de J. Rossman, Worker Resistance under
Stalin: Class and Revolution on the Shop Floor, describe una serie de
huelgas que explotaron en 1932 en las fábricas textiles de la región de
Ivanovo. En la web libcom.org se puede encontrar un capítulo de
este libro dedicado a la huelga de la fábrica textil de Teikovo, en primavera.
Esta largo texto describe las increíblemente duras condiciones de vida y de
trabajo de los obreros (una mayoría eran mujeres) 40/
y el relato día a día de la huelga del 7 al 17 de abril de 1932. El autor
concede un amplio espacio a los debates sobre las formas de organización, a la
personalidad de los líderes del movimiento así como a las reacciones de las
autoridades locales y de Moscú. Por último, cuenta la represión del movimiento
y las concesiones hechas por el poder tras esta huelga y otras que tuvieron
lugar en la misma época en la región de Ivanovo.
El levantamiento de Novotcherkassk en 1962
Este levantamiento se conoce mejor; un primer
relato de los acontecimientos figura en el Archipiélago Gulag de
Solzhenitsyn. Otros relatos han aparecido después. El más interesante se
encuentra en un folleto publicado en Moscú en 1992, con el título Novotcherkassk
1-3 de junio de 1962. La huelga y el tiroteo, resultado de una larga
entrevista de David Mandel con Piotr Sjuda, uno de los participantes en el
movimiento, que fue condenado a 12 años de campo de concentración. Esta
entrevista habla también de la detención en el campo de concentración y la vida
de Piotr Sjuda, obrero disidente, tras su liberación, su visión de la clase
obrera soviética que no idealiza en absoluto, su crítica del régimen (Sjuda era
el hijo de un bolchevique ejecutado por Stalin en los años 30). En 1990, Sjuda,
que participaba activamente en los acontecimientos ligados a la perestroika,
murió en un accidente de coche.
Las razones que estuvieron en el origen del
movimiento fueron el descenso de los salarios y un aumento de los precios de
los alimentos básicos; estas medidas suscitaron un profundo descontento entre
los obreros. La huelga estalló el 1 de junio en la fábrica eléctrica tras un
tormentoso encuentro con el director de la empresa que se burló abiertamente de
los obreros y de sus problemas. Desde el primer día de la huelga, las
autoridades hicieron intervenir sin éxito a soldados con vehículos blindados,
pero los huelguistas obstaculizaron a los vehículos y los soldados se
retiraron. Durante un mitin que tuvo lugar a las puertas de la fábrica, algunos
oradores sugirieron enviar delegaciones a otras fábricas y a otras ciudades,
pero al final del día la ciudad quedó aislada del resto del país. A la mañana
del día siguiente, todo el barrio donde se encuentra la fábrica fue invadido
por soldados y tanques, y comenzaron las detenciones masivas. Una imponente
columna de varios miles de personas se dirigió al centro de la ciudad, a los
gritos de "dejad pasar a la clase obrera", y se reunió en la plaza
principal donde se encuentra la sede regional del partido, que fue tomada al
asalto.
En ese momento se dio orden de abrir fuego contra
los manifestantes, provocando una matanza. Una delegación del Politburo, con
Mikoyan a la cabeza, llegó a Novotcherskassk pero se contentó con sobrevolar a
la muchedumbre en un helicóptero y con una intervención, amenazadora en la
radio. El movimiento terminó el 3 de junio por la mañana. Fue el comienzo de
una represión muy dura: más de un centenar de personas fueron condenadas a
altas penas de campo de concentración, siete manifestantes fueron condenados a
muerte por “bandidismo”.
A modo de conclusión: la historia como reto
En La Revolución traicionada, hablando de la
URSS, Trotsky cita la frase de Spinoza "ni reir ni llorar sino
comprender". En el texto Para una historia de la clase obrera soviética,
Pierre Rolle escribe: "La historia del mundo cuando admita la historia
soviética como uno de sus desarrollos, será seguramente muy distinta de la que
se ha construído excluyendo esta experiencia" 41/.
Al final de El Siglo soviético, M.L. cita
las muy extendidas opiniones que hay actualmente en Rusia, procedentes muchas
veces de antiguos burócratas que pretenden rechazar en bloque el período soviético:
"En paralelo a esta campaña mentirosa y nihilista se asistió a una forma
de búsqueda frenética de otros pasados que puedan ser propuestos a la nación
para que se identifique con ellos (…) Después, cuando el rechazo de todo lo que
era soviético se volvió demasiado fuerte, volcándose en el odio a Lenin, el
leninismo y el bolchevismo, presentados como emanaciones del infierno, se
intentó rehabilitar a los Blancos de la Guerra Civil, el ala derecha más
retrógrada del espectro político del zarismo, que perdió la batalla porque no
tenía nada que ofrecer al país".
Ante esta situación, M.L. insiste en que es
necesario que los rusos se reapropien del pasado soviético: "La historia
es un remedio que debe permitir recubrir una identidad y un futuro". En
cierta manera, esta invitación de M.L. se dirige también a quienes piensan que
el combate por el socialismo tiene todavía sentido hoy.
* Moshe Lewin nació en 1921 en Vilnius,
entonces Polonia. Murió el 14 de agosto de 2010 en París. Moshe Lewin es el historiador
de referencia para lo que tiene que ver con la historia social de la URSS y,
entre otros, de su período estaliniano. Es autor de numerosas obras y
artículos, entre los cuales citaremos:
─La Paysannerie et le pouvoir soviétique :
1928-1930, Ed. Mouton,
París-La Haya, 1966
─El último combate de Lenin. Edición en castellano Lumen
1970)
─The Political Undercurrents of Soviet Economic
Debates : From Bukharin to the Modern Reformers, Princeton University Press 1974
; se hizo una reedición en 1991 con el titulo: Stalinism and the Seeds of
Soviet Reform : The Debates of the 1960’s
─The Making of the Soviet System. Essays in the
Social History of Interwar Russia, Pantheon, Nueva York, 1985
──The Gorbatchev Phenomenon: A Historical
Interpretation, University
of California Press, Berkeley, 1988.
─Stalinism and Nazism : Dictatorships in Comparison, Cambridge University Press,
1997 (en colaboración con Ian Khershaw)
─El Siglo soviético. Edición en castellano Crítica,
2006. Reedición en 2017 con el título: El siglo soviético. ¿Qué sucedió
realmente en la Unión Soviética?
Notas:
1/ La obra en inglés es más importante y presenta
dieciséis textos, entre ellos uno sobre la situación del campesinado durante la
NEP, tres textos sobre el fenómeno burocrático, uno sobre la industrialización
y uno más sobre la planificación, titulado The disappearance of Planning in
the Plan.
2/ De forma un tanto sorprendente, Enzo Traverso en La
Melancolía de izquierda (La Découverte, 2016) hace aparentemente
suya la tesis de que el hundimiento de la URSS significaría el fin del
comunismo.
3/ Sobre los debates relativos a la naturaleza de la
URSS, se puede citar también a Marcel van der Linden, Western Marxism and
the Soviet Union: A Survey of Critical Theories and Debates Since 1917, Haymarket
books (2009); John Eric Marot, The October Revolution in Prospect and
Retrospect. Interventions in Russian and Soviet History, Haymarket books
(2013); y Thomas Twiss Trotsky ant the Problem of Soviet Bureaucracy,
Political Science, University of Pittsburgh (2009).
4/ Se puede citar, entre otros, a Tony Cliff y el SWP
inglés, así como a Raya Dunayevskaya, cf. su libro recientemente aparecido en Éditions
Syllepse, Marxisme et liberté.
5/ La Revolución traicionada no era el título original del
libro, que en ruso se llamaba ¿Qué es la Unión Soviética y a dónde va?,
destacando la inestabilidad del régimen desde el punto de vista de su
caracterización.
6/ La tesis de la contrarrevolución (versión
‘conspiratoria’) es defendida en cambio por los admiradores incondicionales de
Stalin antes mencionados.
7/ Como veremos más adelante, para caracterizar el
régimen soviético M.L. utiliza el concepto de estatismo, introducido por
el sociólogo americano Eric Olin Wright en su texto: "En busca de una
brújula de la emancipación. Hacia una alternativa socialista", publicado
en la web de la revista Contretemps (2011). Olin Wright propone
distinguir tres modos alternativos de organización de las relaciones de poder a
través de los cuales los recursos económicas son asignados, controlados y
utilizados: el capitalismo, el socialismo y el estatismo.
8/ Aunque con una focalización en el período
estalinista donde el régimen se presenta en estado puro. El período
postestalinista, ya se trate de Jruschov o de Brehznev y el llamado período de
‘estancamiento’ (zastoj) han tenido la consecuencia de complicar la
cuestión.
9/ A este nivel, los cuatro tomos del Boletín de la
Oposición de izquierda (en ruso), publicados de 1929 a 1941 (87 números en
total) resultan ejemplares: la denuncia del régimen establecido por Stalin y la
construcción de un movimiento a escala internacional en el resto del mundo son
las dos componentes de un solo y mismo planteamiento.
12/ Un historiador soviético, Mijail Gefter, ha
caracterizado el período de la guerra como "desestalinización
fallida".
13/ M.L. cita la valoración que hizo en 1973 el
académico V. Nemchinov sobre los disfuncionamientos y atascos del sistema: «Un
sistema político hasta tal punto paralizado de arriba abajo sólo puede frenar
el desarrollo técnico y social, y se hundirá pronto o tarde bajo la presión de
los verdaderos procesos de la vida económica»; esta cita figura también en El
Siglo soviético.
14/ Sobre la burocracia, hay que remitirse también a El
Siglo soviético, III, capítulo 6, titulado El Laberinto burocrático,
y más en particular a la parte De un sistema de partido único a un sistema
‘sin partido’.
15/ Extraído de "El Estado y las perspectivas del
movimiento obrero", en: V. Garros (ed.), Russie postsoviétique: la
fatigue de l’histoire, ediciones Complex, 1995. Galina Rakitskaja y
Boris Rakitski han jugado un papel importante en la reconstrucción de un
movimiento sindical de luchas en Rusia.
17/ Así como sus dos derivados samoderzec, que
designa al “maestro absoluto’ (el zar ‘autócrata’) y samoderzavie que
significa ‘autocracia’.
19/ Sobre las corrientes nacionalistas en el período
post-soviético, nos remitimos a tres de nuestros artículos: “Les nationalistes,
les communistes et le phénomène patriotique”, en V. Garros (ed.) Russie
post-soviétique: la fatigue de l’histoire (ediciones Complexe), p.
135-152; “Les héritiers du PCUS: entre stalinisme et national étatisme”, Cahiers
Marxistes, 214, diciembre 1999; y “La Russie de Guennadi Ziuganov”, Critique
Communiste, 146 (1996), p. 14-19.
20/ Las posiciones defendidas por G. Ziuganov,
secretario del Partido Comunista de la Federación de Rusia en muchas
publicaciones son particularmente expresivas. Citemos en particular el folleto Derzava
y el titulado Yo soy ruso de corazón y de sangre.
21/ En tiempos de la URSS, I. Glazunov era un pintor
muy oficial, decorado con el título de ‘artista del pueblo de la URSS’; en
1978, una exposición de sus obras tuvo lugar en Carrusel, la principal sala de
exposiciones de Moscú.
22/ La lista de miembros del grupo y de sus funciones
que aporta Mitrohin es impresionante: un miembro del Politburo (además de
Shelepin), varios miembros del CC del PCUS, responsables de diferentes
departamentos del CC del PCUS, altos responsables de diferentes ministerios, el
redactor jefe de Izvestija, de Komsomolskaja Pravda y de Sovetskaja
Rossija.
23/ Sobre el uso más que abusivo de la noción de
“totalitarismo” aplicado a la URSS y en general a los países del Este, se puede
leer el artículo, muy polémico, pero corrosivo, de Alain Brossat “Misère et
grand-peur de l’idéologie du totalitarisme”, Critique communiste 55
(1986). En este artículo, Brossat hace una distinción esencial entre la teoría
del totalitarismo de Hannah Arendt y la ideología del totalitarismo. Sobre la
cuestión de la "exportación" de la noción de totalitarismo de Hannah
Arendt para tratar a la URSS (Agnès Heller, Claude Lefort, Cornelius
Castoriadis) se puede leer el capítulo 4 Totalitarianism del libro de
Ph. Hansen Hannah Arendt. Politics, History and Citizenship, Polity
Press (1993).
26/ Sobre esta cuestión, cf. Pierre Dardot y Christian
Laval, Marx, Prénom: Karl, Gallimard (2012); Kevin B. Anderson Marx
aux antipodes (capítulo sobre los escritos tardíos), Syllepse & M
editor (2015); y sobre todo el libro de Teodor Shanin Late Marx and the
Russian Road, Marx ant the ‘Peripheries’ of Capitalism, Monthly Review
Press, 1983.
27/ Este análisis de los años 30 ha sido desarrollado
por otros historiadores, en particular R. Suny y Sh. Fitzpatrick.
28/ Ejemplo de carta (anónima) dirigida al Comité del
partido de Leningrado: "Lo mejor sería borrar del mapa a todos los
dirigentes del poder soviético para que dejen de insultar a la clase obrera… Ya
es hora de dejar de burlarse de la clase obrera. También, eso es lo que os
queda por hacer a vosotros los jefes: si no se bajan los precios de los
alimentos, un 40% para el pan, os va a ir mal. Dejad de esclavizar y de
burlaros de la clase obrera".
29/ Esta cuestión es muy discutida en la Introducción a
la obra de donde está sacado el texto de M.L. (Making Workers Soviet: Power,
Class and Identity, 1994).
31/ Citemos en primer lugar los distintos libros,
apasionantes, de Donald Filtzer: Soviet Workers and Stalinist
Industrialization: The Formation of Modern Soviet Production Relations,
1928-1941, Londres, Pluto Press, 1986, 338 p., Soviet Workers and
De-Stalinization: The Consolidation of the Modern System of Soviet Production
Relations, 1953-1964, Cambridge University Press, 1992, 340 p., reed. 2002,
The Khrushchev Era: De-Stalinization and the Limits of Reform in the USSR,
1953-1964, Londres, Macmillan Press, 1993, 104 p., Soviet Workers and
the Collapse of Perestroika: The Soviet Labour Process and Gorbachev’s Reforms,
1985-1991, Cambridge University Press, 1994, 316 p., Soviet Workers and
Late Stalinism: Labour and the Restoration of the Stalinist System After World
War II, Cambridge University Press, 2002, 294 p., reed.. 2007, The
Hazards of Urban Life in Late Stalinist Russia: Health, Hygiene, and Living
Standards, 1943-1953, Cambridge University Press, 2010, 379 p. La otra obra
importante es la de Jeffrey J. Rossman Worker Resistance under Stalin: Class
and Revolution on the Shop Floor, Cambridge, Mass., Harvard University
Press. En el libro ya citado de S. Davies, Popular opinion in Stalin’s
Russia, un capítulo está dedicado a las reacciones de los obreros, y el
capítulo 8 sobre ‘nosotros’ y ‘ellos’ contiene también mucha información.
32/ Este texto está accesible en la página web
libcom.org. En esta web se encuentra también el texto de J. Rossman sobre la
huelga de una fábrica textil en Teikovo en 1932 (cf. más abajo).
33/ En Political Undercurrents in Soviet Economic Debates,
M.L. traza un cuadro detallado de los disfuncionamientos de la economía y de
las consecuencias para los obreros.
34/ El ejemplo más conocido es la resistencia multiforme
de los obreros y de las administraciones de las empresas para neutralizar el
movimiento ‘estajanovista’ en los años 30.
35/ En esta época, la etiqueta trotskysta se
utiliza extensamente para denunciar a todos los enemigos del régimen.
36/ Recordemos que en la URSS toda una serie de
servicios (en particular, la vivienda) eran por lo general un recurso de las
empresas, que podían utilizarlos para hacer presión sobre los obreros.
37/ M.L. dedica a este fenómeno todo un capítulo de El
Siglo soviético (“Distinguir la luz de la sombra”, IIIª parte, cap. 7).
38/ Cf. en particular Depretto (1984) Les ouvriers
en URSS, p. 286-297 y Donald Filtzer (1986), Soviet Workers and Stalinist
Industrialization: The Formation of Modern Soviet Production Relations,
1928-1941
39/ Por desgracia, el autor de este libro se contenta
con recoger sin distancia crítica las informaciones dadas por los archivos
oficiales. Libro publicado en ruso, traducido al inglés por Elaine McClarnand,
Ed. Routledge.
40/ Ocasión para recordar que una manifestación de las
obreras del textil de Petrogrado fue la que marcó el inicio de la revolución de
febrero de 1917.
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