En San
Juan y Miraflores lo que nunca se debe olvidar
Análisis
16/01/2018
Existe una leyenda negra respecto a la defensa de
Lima en la guerra que sostuvo nuestro país contra Chile e Inglaterra por el
Guano y el Salitre, respecto a las jornadas del 13 y 15 de enero de 1881,
cuando prácticamente el ejército profesional había sido liquidado en la Campaña
del Sur a pesar de la épica victoria en Tarapacá; es más, el presidente Mariano
Ignacio Prado había sido depuesto en su alta responsabilidad ante un vergonzoso
viaje con sabor a traición; el insigne monitor Huáscar navegando bajo bandera
chilena bloqueaba y cañoneaba puertos peruanos, y el ejército boliviano se
había retirado al interior en una acción de deslealtad histórica que hasta hoy
tiene lamentables consecuencias.
Prácticamente los defensores de Lima en las
batallas de San Juan, Chorrillos y Miraflores se enfrentarían a un ejército
profesional de más de 25 mil soldados, con apoyo de una poderosa flota, una
excelente caballería y una moderna artillería con cañones Krupp probados en la
guerra franco/prusiana de 1871, contando con miles de auxiliares chinos que
consideraban al capitán de navío experto en saqueos, Patricio Lynch el
“Emperador Rojo”, pues como ex oficial de la marina inglesa conocía el chino
mandarín, y les prometía en su idioma mejores condiciones de vida ante la cruel
explotación de las haciendas de la costa peruana y las oprobiosas condiciones
de los coolíes en las islas guaneras.
En esas condiciones, en noviembre de 1880 había la
certeza que el ensoberbecido ejército chileno desembarcando en Chilca, en las
playas de Curayacu, juntándose con la división de Lynch que avanzaba desde
Pisco, en una marcha de rapiña hacia Lurín convertía en inexorable el asalto a
las líneas de defensa de San Juan de más de 20 kilómetros de extensión
defendida por los restos del ejército profesional y guardias nacionales de
diferentes provincias del país.
Así, a partir de las primeras horas de la madrugada
del 13 de enero, aprovechando la neblina y la extensión de la primera línea de
defensa defendida por lo que quedaba del ejército profesional, que fue la
batalla de San Juan la cual fue prácticamente atravesada en cuestión de
horas, salvo la heroica defensa del Morro Solar que recién fue tomado pasadas
las 18 horas de la tarde, luego de avances y retrocesos donde en algún momento
la victoria pudo favorecer a las fuerzas peruanas. En todo caso el ejército
invasor tuvo un alto costo de muertos y heridos según sus propias fuentes.
Allí, en el Morro Solar que debiera ser un recinto
sagrado con llama votiva las 24 horas, está ahora atravesado de antenas de TV,
radios con invasiones indebidas. En el histórico Morro curiosamente pelearon
tres futuros presidentes conjuntamente con los soldados y oficiales que
combatieron valientemente bajo órdenes del coronel Miguel Iglesias que vio
morir a su hijo mayor, el empresario tarapaqueño Guillermo Billinsghurst y el
joven Augusto B. Leguía que combatía envestido en el grado de sargento.
Con la conquista de los balnearios del sur de la ciudad
de Lima, la llamada capital de los virreyes, la misma que tenía en Chorrillos y
Barranco, los balnearios más modernos de esta parte del Pacífico, con casinos,
baños, y casas de descanso de la llamada plutocracia que se había enriquecido
con la explotación mercantilista del guano. Los llamados nuevos ricos, los
conocidos consignatarios que asaltaron el presupuesto público pagando cifras
ridículas al estado por tonelada de guano para ser revendido al mejor precio al
mercado mundial.
Ello no debiera extrañar en una República
Extractivista donde la riqueza de la Nación se valoriza a precio vil, pues lo
mismo sucede con el gas natural de Camisea que se exporta del lote 56, con el
agua potable de pozos usufructuada por unas cuantas empresas con precios ridículos,
con los recursos mineros como el cobre y el oro, donde el estado percibe
miserables ingresos (regalías) por la explotación de tales recursos naturales
no renovables.
Miraflores: mausoleo de los jóvenes
En ese contexto, con todos sus errores el Dictador
Nicolás de Piérola organizó la defensa de la ciudad capital, prácticamente
convocando al pueblo en armas a través de varios decretos emitidos entre junio
y julio de 1880, que obligaba a toda la población no importando clase, gremio,
casta y rango social a formar el llamado Ejército de Reserva, convocando a los
trabajadores de oficio, a los profesionales, magistrados del poder judicial, a
los estudiantes y profesores de la Universidad de San Marcos, médicos de San
Fernando, abogados, ingenieros, a los banqueros y comerciantes, mineros,
artesanos, y a los miembros de la administración pública.
Así, desde julio de 1880, desde las tres de tarde
hasta las seis, todos los habitantes de Lima entre los 15 y 60 años estaban
obligados a practicar los rudimentos de la vida militar, marchas y
contramarchas, prácticas de tiro, construcción de parapetos, reductos,
trincheras, e incluso defensa absurdas como artillar el cerro San Cristóbal
denominada la Ciudadela Piérola, sin ningún beneficio táctico solo para alimentar
la egolatría del Dictador.
A pesar de todo si algún mérito histórico tiene la
figura de Don Nicolás de Piérola, llamado el Califa por su audacia, arrojo y
decisión, es haber levantado un ejército de la nada, con armamento diverso, uniformado,
pero con una mística que permitía la ilusión de una resistencia efectiva y
hasta la posibilidad de un triunfo ante un engreído ejército, a pesar de las
condiciones adversas.
En todo caso, se debe reconocer que Piérola, al
igual que Ramón Castilla, terminaron en la pobreza a pesar de haber ejercido la
presidencia de la República en la era de la riqueza del guano y salitre, a
diferencia de los presidentes de ahora, participantes activos de la corrupción
haciendo negocios privados a partir del asalto a los recursos del Estado con
las privatizaciones y asociaciones público/privadas como es el caso de
Fujimori, Toledo, García, Humala, y el felón de PPK.
En tal sentido, el Bando de Alistamiento General
julio de (1880) firmado por el coronel Juan Martín Echenique, hijo del ex
presidente Rufino Echenique, más dedicado a la guerrillas de alcoba según
Manuel Gonzáles Prada, que a sus labores de prefecto del departamento de Lima y
Comandante en Jefe del Ejército de Reserva, decía que: “se ha dispuesto el
alistamiento en masa de todos los peruanos varones existentes en esta capital
que no hayan cumplido 60 años ni sean menores de 16 (…..)
Art. 1 Todo ciudadano residente en la capital que
se halle comprendido en las edades ya determinadas, se presentará a inscribirse
en su respectiva división, desde el domingo 11 del presente ( julio) hasta el
sábado 17 inclusive, de las 12 a las 5 horas de la tarde.”
Al respecto el art. 2 contemplaba la formación de
las divisiones según el oficio, profesión y gremio. Por tanto, la Tercera
División del Ejército de la Reserva estaría, “comandada por el señor coronel
don Serapio Orbegoso, y que se formará de los profesores y estudiantes, (que)
concurrirán a los claustros de la universidad”
Se debe tener presente que la Universidad de San
Marcos físicamente funcionaría en el local conocido como la Casona del Parque
Universitario después de 1860, pues antes funcionaba allí el Colegio San
Carlos, un centro de estudios superiores donde también se formaba la elite
intelectual del Perú y América Latina.
De allí que el batallón universitario que se formó
se denominó el batallón Universitario Carolino, compuesto por cuatro compañías
con plazas de 600 soldados, y cuyos oficiales eran civiles con grado militar y
la participación de algunos oficiales profesionales, que se batieron bravamente
en la batalla de Miraflores, con un alto costo de muertos y heridos, donde lo
más selecto de la inteligencia y la juventud limeña ofrendaría su sangre en la
defensa del honor y dignidad nacional.
En general, tal fue el espíritu patriótico que se
formaron 10 divisiones con una brigada de artillería y caballería, de los
cuales se batirían heroicamente los que defendían los primeros cuatro reductos
de los nueve que mandó a construir el Dictador; tales reductos de los cuales
preservamos el Nº 2, trataban de imitar la experiencia de la guerra rusa/turca
que se adoptaba como modelo, con un ejército de escasa preparación, con una
larga extensión por defender, y sin el armamento adecuado.
Estos reductos iban separados en menos de 900
metros y cubría lo que hoy sería parte de los distritos de Miraflores y San
Borja, es bueno tener en cuenta que en ese entonces tales lugares estaban
poblados con fincas, chacras, y algunas casas de descanso sobre todo a extranjeros,
atravesados por acequias, tapiales propios del mundo rural.
Al margen de lo sucedido el jueves 13 en la batalla
de San Juan, según testimonios de Alberto Ulloa que participó activamente,
cuando describe sobre dichas batallas “… Jefes de toda graduación inundaban las
avenidas del ferrocarril, formando una espantosa confusión. No provenían tantos
dispersos de una división desbandada, como habíamos oído decir; era todo un
ejército en fuga…” según A. Ulloa, testimonio “Lo que yo vi”
En cambio el sábado 15 de enero en lo que se conoce
como la batalla de Miraflores donde participa el llamado Ejército de la
Reserva, que era prácticamente el pueblo en armas, el parte del general Pedro
Silva Jefe del Estado Mayor dirigido al Dictador reconoce la participación
valiente y decidida de los trabajadores, comerciantes, estudiantes
universitarios etc. Como se ha señalado anteriormente. Así, escribe:
“Faltaría también a mis deberes
sino consignase en este oficio una palabra de aplauso justamente merecido para
los Batallones Nos. 2,4,6 y 8 del Ejército de Reserva que con la serenidad de
esforzados veteranos sostuvieron los reductos encomendados a su custodia sin
que los desalentase el terrible espectáculo de ver caer uno tras otro a sus
abnegados compañeros de armas.
Compuestos esos cuerpos de
ciudadanos pertenecientes a la parte más selecta de nuestra Sociedad, y no
acostumbrados por lo mismo a las penalidades y azares de la guerra, la gratitud
Nacional se halla aún más obligada para con ellos” (Fuente Guerra con Chile
Partes Oficiales. Editorial Los Pinos 1992, página 55).
En el mismo sentido, el coronel Andrés A. Cáceres
jefe de la segunda división que tuvo una parte activa y directa en el frente de
batalla, en su informe señala que: “El batallón N°. 4 de la Reserva, merece un
elogio especial en debido homenaje, a su bizarría. Él fue compuesto en sus
nueve décimas partes, de las clases más selectas de esta capital; y así
tuvieron en él su representación el foro, la magistratura, el magisterio, la
universidad, el periodismo, la banca, los propietarios, comerciantes o altos
empleados civiles y jefes de taller.
“Fueron jefes 1°.,2°. y 3°. del expresado cuerpo
los doctores Ramón Ribeyro, distinguido abogado, Ministro de Estado y
ex-diputado del Congreso y presidente de una de sus Cámaras; y Juan Corrales
Melgar, Ministro de Estado, ex-senador de la república y antiguo vista de la
Aduana del Callao, ambos ya fallecidos; y don Pablo Sarria, reputado
comerciante de esta plaza, que aún vive.
“El N°. 4 pertenecía a la 1ª. división del 1er.
cuerpo del Ejército de Reserva, que la mandaba el Coronel D. Pedro Correa y
Santiago, propietario, ex-diputado y ex-alcalde municipal de Lima; y la 1ª.
división estuvo a órdenes del Coronel Dionisio Derteano, acaudalado banquero.
Dicho cuerpo del ejército ocupaba el 2°. reducto, a contar de la derecha.”
“En la batalla (de Miraflores) se distinguió por su
ardimiento y entusiasmo la 6ª. compañía que en su mayor parte fue compuesto de
universitarios. Tenían por sargento 1ª. al ilustrado y patriota Saturnino del
Castillo, quien vivía consagrado al magisterio en varios Colegios de Lima, y
había ya publicado algunos textos de enseñanza, que gozaban de reputación,
dándole a él, al circular provecho y renombre a la vez. …” Todos estos datos se
han extraído del libro de Jenaro Herrera, catedrático de San Marcos en una Monografía
publicada en 1929 por encargo del Rector Matías Manzanilla. “La Universidad de
San Marcos y la Guerra del Pacífico” ( páginas 218/219)
San Marcos a la vanguardia
En verdad, la participación de la Universidad de
San Marcos se manifiesta desde el principio de la guerra un 5 de abril de 1879,
incluso antes cuando el expansionismo chileno invade la costa boliviana. Así,
llevados por el entusiasmo juvenil exigen al Rector de ese entonces Dr. Juan
Antonio Ribeyro la conformación del batallón Universitario Carolino con 600
plazas para participar directamente en la Campaña del Sur, cuestión que la
Comandancia General reconoce, agradece pero declina pues por la falta de
preparación militar no era todavía tiempo de utilizar, como sí sucedería en la
Defensa de Lima.
En cambio se adoptó el criterio de sortear entre
todos los estudiantes voluntarios de la Universidad de San Marcos, para elegir
a tres jóvenes que representarían a la universidad en las distintas batallas
del sur, llevando el estandarte de nuestra casa de estudios. Esta bandera
formaba parte del batallón Zepita que estaba bajo órdenes del coronel Andrés.
A. Cáceres y dicho estandarte estuvo presente en San Francisco, Tarapacá, Alto
de la Alianza, Tarapacá, San Juan, Miraflores, Concepción, Marcavalle, Pucará,
y Huamachuco.
En cambio, en la Facultad de San Fernando, donde se
formaban los futuros médicos la demanda de cirujanos, practicantes, auxiliares
fue permanente. Tan es así que todos los buques de guerra desde el Huáscar a la
Unión tenían una dotación de médicos y practicantes de la universidad. Es más,
tal era la demanda que el propio Rector en la Defensa de Lima tuvo que oficiar
que todos los estudiantes de medicina comprendidos entre el tercer año al
séptimo estaban comprometidos en la defensa nacional, sea como practicantes, o
soldados.
Prueba de esta voluntad viril, patriótica de la
Universidad de San Marcos es que con el Rector, decanos de las diversas
facultades, profesores y estudiantes que participaron en la defensa de Lima lo
constituye los cientos de jóvenes que ofrendaron su vida en esas históricas
jornadas. En especial debemos destacar la participación de la facultad de
Ciencias Políticas y Administrativas la madre de la actual facultad de Ciencias
Económicas, donde su decano fundador el profesor francés Pablo Pradier Fodere
se convirtió en un enérgico defensor de la causa peruana en su retorno a
Europa.
En la historia está demostrado que los pueblos que
no rinden homenaje a sus héroes y defensores, y que no conocen su historia han
de cometer los mismos errores. En tal sentido, así como ayer los jóvenes y el
pueblo en armas defendieron el honor nacional ante la agresión chilena, hoy los
jóvenes en especial universitarios defienden las instituciones
democráticas, la legalidad por ello luchan contra la corrupción de nuestros
gobernantes y un perverso indulto presidencial que atenta contra los intereses
de la República.
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