Eldiario.es
25-01-2018
"Fujimori
fue condenado por violación de derechos humanos y corrupción. Fue responsable
de un golpe de Estado, así como del desmantelamiento de nuestra
institucionalidad. Su indulto demuestra el poco aprecio por la dignidad, la
igualdad ante la ley, y el derecho a la memoria”. Este texto es el argumento
principal de una carta que casi 300 escritores peruanos (¿tantos hay?: vaya
lujo) han hecho pública contra el indulto que el presidente de la nación, Pedro
Pablo Kuczynski, ha concedido al dictador Alberto Fujimori, que cumplía condena
de 25 años por cometer crímenes de lesa humanidad y delitos de corrupción
durante su mandato desde el año 1990 al 2000. Entre los firmantes hay varios
nombres conocidos aquí, entre ellos el de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de
Literatura en 2010 y residente en España desde hace muchos años. Dejo clara
aquí una obviedad: la repugnancia que me producen Fujimori y Kuczynski. Pero
también una constatación que me provoca una buena dosis de rabia y mucho
desasosiego.
La rabia y el desasosiego. Eso siento cuando leo la
carta y al pie los nombres de algunos de sus firmantes. Y pienso en el cinismo
de esos firmantes, sobre todo de quienes viven y escriben en España desde hace
ya mucho tiempo, incluso en el franquismo, como es el caso particular de Vargas
Llosa. Leo el párrafo que encabeza este artículo y me pregunto si todo él no es
válido para enjuiciar la dictadura franquista. Sólo hay que cambiar el nombre
de Fujimori por el de Franco y el párrafo vendría como anillo al dedo. La
diferencia fundamental es que aquí Franco no fue condenado como Fujimori. De
ahí la rabia y el desasosiego que me provoca la carta hecha pública por los
intelectuales peruanos denunciando algo que en España pasó y sigue pasando y a
muchos de ellos les importa un pito. O peor aún: lo que defienden en España
algunos de esos firmantes es precisamente el olvido de las tropelías
franquistas contra el derecho a la memoria que sí que defienden en el caso del
Perú y Fujimori.
El cinismo que nos invade. Lo que vale para unos
sitios no vale para otros. Los dictadores no son lo mismo según el cristal con
que se los mire. Fujimori es para Vargas Llosa un monstruo (un monstruo, por
cierto, que le ganó las elecciones en su país en 1990), pero cuando se le habla
de Franco y del franquismo calla o defiende actitudes de equidistancia, que es
una manera de absolver el golpe de Estado fascista equiparándolo a la
legitimidad de la II República en julio de 1936. Las palabras mienten, aunque
esas mentiras se escondan ahora con ese absurdo y engañoso palabro que se llama
posverdad. Defienden los firmantes de la carta peruana la dignidad, la igualdad
ante la ley y el derecho a la memoria. Recuerdo aquí los versos de Keats: “Ante
el largo horizonte de los años que vengan, / no permitas que muera el honor de
mi pueblo”. Esos firmantes pueden aplicarse los versos de Keats cuando hablan
de su país, de Fujimori y de su cruelísima dictadura de diez años. Pero Vargas
Llosa y algunos de sus amigos no aplican esos mismos versos cuando toca hablar
de España, de Franco y de su cruelísima dictadura de cuarenta años.
La memoria es necesaria en Perú, pero en España lo
que es necesario es el olvido. Eso dice Vargas Llosa jugando a una carta en su
país de origen y a otra bien distinta cuando la partida se juega en su país de
adopción entre el franquismo aún demasiado vivo entre nosotros y una memoria
democrática secuestrada impunemente por los herederos de la dictadura que nos
gobiernan y sus políticas ilegales a la hora de cumplir la tan frágil Ley de
Memoria de 2007.
A ver cuándo el Premio Nobel de Literatura se anima
a encabezar una carta con el párrafo que inicia este artículo: sólo tendría que
cambiar el nombre de Fujimori por el de Franco. Pues no sé, pero me va por la
cabeza que va a ser que no. ¿Ustedes qué piensan?
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