05-02-2019
Big Stick o “Gran Garrote” es el nombre puesto por el
presidente Roosevelt a la incipiente política imperialista de EE.UU. para
América Latina: lo había sacado del dicho africano que reza “habla
suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos“. La propia
experiencia de Washington en las últimas décadas y en todo el planeta ha
mostrado cuán erróneo es este concejo.
Mientras los venezolanólogos nos informan
sobre las causas internas de la actual crisis de este país, el interés mostrado
por las potencias mundiales (quienes ignoran la gravísima situación humanitaria
de Sudán, Yemen o Congo) indica que existen razones complementarias. Que Donald
Trump y sus aliados se preocupen por las libertades en Venezuela mientras
tienen magníficas relaciones con el reino del terror saudí revela la estafa de
sus “valores democráticos”. EE.UU. y Europa consideran enemigos a aquellos
estados que resistan a sus pretensiones colonizadoras. Si la
verdad siempre es la primera víctima de todas las guerras, ¿cuál es la de
Venezuela?
Las
“razones” de EE.UU.
1. Recursos naturales: Venezuela posee la reserva de
oro más grande del mundo, además de diamantes, hierro, cobre, aluminio, la
bauxita, coltán, uranio, gas; un patrimonio natural extraordinario y también
mucha agua dulce, aunque la joya de su corona es el petróleo: Venezuela es el
dueño del 24% de las reservas de la OPEP, unos 301.000 millones de barriles,
por encima de Arabia Saudí que posee el 21%. Decía el general nazi Adolf
Galland que el principal motivo de la derrota de su país en la Segunda Guerra
Mundial fue no tener gasolina para sus aviones: la toma de Stalingrado tenía el
objetivo de acceder al petróleo de Azerbaiyán (hoy socio de Israel y la OTAN).
Los aliados ganaron, entre otros motivos, porque tenían petróleo. Hoy, EEUU
busca esta materia desesperadamente: la producción ha ido disminuyéndose hasta
115.000 barriles por día en las reservas de Texas, Oklahoma o Dakota.
Venezuela ya intentó en 1960 salvar su industria
del expolio de las “Siete Hermanas” angloestadounidenses que dominaban el mundo
del Oro Negro, fundando la OPEP. Hoy, produce 1.245.000 barriles al día (en
2000 fueron 3,4 millones) de los que 600.000 son enviados a EE.UU.
2. La presencia de China y Rusia: El destituido secretario de
Estado Rex Tillerson afirmaba en el febrero del 2018 que respaldaría un golpe
militar en Venezuela, mostrando su preocupación por los “excesivos lazos
económicos de la región con China”, país que es el mayor acreedor de
Venezuela, le siguen EE.UU. y Gran Bretaña. Los bancos chinos han prestado más
dinero a los países latinoamericanos que el Banco Mundial. Beijing planea
invertir, por ejemplo, 40.000 millones de dólares en la conexión férrea
bioceánica Atlántico-Pacífico (al que Brasil de Bolsonaro se ha opuesto).
También ha firmado unos 700 acuerdos de cooperación por el valor de 70.000
millones de dólares en materias de petrolera, minera, alta tecnología (para los
satélites Venesat-1), entre otras; le ha otorgado 65.000 millones de dólares en
concepto de préstamos, a cambio de recibir petróleo. La empresa petro-química
estatal china Sinopec planea invertir 14.000 millones de dólares en el gran
yacimiento de la Faja Petrolífera del Orinoco, en cooperación con la rusa
Rosneft, la italiana Eni y la española Repsol.
Rusia también tiene acuerdos de cooperación
militar, cultural (con Rusia Today en castellano al frente) y económica
con Venezuela. Con una inversión de 17.000 milllones de dólares desde 1999, ha
negociado con Caracas un préstamo de 6.000 millones de, para empezar a pagarlo
a partir del 2023, a la vez que ha condonado 2.000 millones de dólares de la
deuda de Venezuela a cambio de fortalecer la presencia de Rosneft en el mercado
del país, aunque, maniobras como la de los bombarderos rusos ‘cisnes blancos’ en
diciembre del 2018 en el mar Caribe con Venezuela no estaba en la línea de los
intereses de los trabajadores venezolanos.
El golpe de Estado contra la presidenta de Brasil
Dilma Rousseff, el encarcelamiento de Lula y la toma del poder por el
ultraderechista Bolsonaro -que no oculta su cruzada contra la izquierda -, sin
duda tiene mucho que ver con que Brasil fuese una de las letras de BRICS, la
alianza geoeconómica de las cinco economías emergentes más importantes del
mundo dirigidas por China y Rusia, en favor de la cooperación Sur-Sur.
Tanto Beijing como Moscú eran conscientes de la
crisis política del país cuando firmaron los acuerdos a largo plazo con
Venezuela: su relación es estratégica. Rosneft, que produce el 8% del petróleo
de este país, en 2017 firmó con Caracas un acuerdo explotación del gas de
Trinidad para 30 años.
3. Fracasos en Oriente Próximo y el
regreso a América: a pesar
de las devastadoras agresiones militares de EEUU y sus aliados, destruir la
vida de cerca de 100 millones de personas en Oriente Próximo, -otra región
empapada de petróleo-, y hundir las economías de los invasores, Washington no
ha podido controlar Irak, Afganistán, Yemen, Libia, Sudan o Siria debido a la
presencia contundente de otros actores como mundiales y regionales en los
mismos escenarios. Recuperar América Latina es la misión de la Doctrina Monroe:
América para EEUU, aplastando las fuerzas de izquierda y progresista que
tomaron el poder en Ecuador, Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Brasil y
Méjico, vía operaciones encubiertas, sanciones económicas y amenazas militares.
Incluso la
“elección” de un Papa latinoamericano para el Vaticano (teniendo en cuenta
que América Latina concentra el 40% de los católicos del mundo) debe ser
interpretada en el mismo sentido del uso de la religión en Oriente Próximo y
Europa del Este por EEUU: Durante la Guerra Fría elevaron
al puesto del Papa al cardenal polaco y el férreo anticomunista Karol
Wojtyła en el Vaticano para respaldar a Lech Wałęsa y su sindicato
derechista-católica en Polonia, y de paso perseguir la Teología Cristiana de
Liberación: el asesinato de decenas de monjas y clérigos mientras la extrema
derecha religiosa lanzaba operaciones como el “Plan Banzer” formaban parte de
aquel plan.
4. Acabar con el proyecto de
integración económica del MERCOSUR.
5. Desmantelar el Petrocaribe, la iniciativa de Venezuela
lanzada en 2005 para suministrar 100.000 barriles de petróleo diarios a los
países de la región en condiciones de pago preferencial. La singularidad de la
política petrolífera de Trump es que además de querer hacerse con las reservas
de otras naciones pretende dominar el mercado de energía.
6. Debilitar el Tratado de Comercio
de los Pueblos, ALBA,
alternativa al tratado de libre comercio de ALCA promovido por EEUU.
7. Evitar más golpes al petrodólar: Venezuela ya comercializa su
petróleo en yuan, rublo, euro y también la rupia de la India. La
desdolarización del comercio mundial debilita la hegemonía financiera de
EEUU.
8. La necesidad de Trump de tener
“su guerra”: todos
los presidentes de EEUU deben tener al menos una, y Donald ha pensado que los
riesgos de invadir Venezuela son menores que a Corea del Norte, Irán o Siria.
Hoy, por primera vez Trump no está solo: El Partido Demócrata, Europa y gran
parte de los regímenes de Sudamérica están con él. Trump no ha entrado en la
historia por “su muro”, ¿lo hará por Venezuela?
9. La presión del lobby proisraelí
en América Latina contra la presencia de Irán. La CIA advertía de la “penetración de Irán en
Latinoamérica” como si hubiese allanado su propiedad privada. La extraña
relación entre la
teocracia islamista de Irán y la república de Venezuela está basada en el
pragmatismo, al menos por parte de Teherán. De hecho, cuando Obama firmó el
acuerdo nuclear con Irán dicha relación se disminuyó en favor de Europa,
Chinas, Rusia ( y Caracas descubrió a Teyyeb Erdogan de Turquía). Con la
reimposición de los castigos a Irán desde en 2018, un sector de la república
Islámica vuelve a mirar al país bolivariano, e incluso anuncia el envío de
barcos de guerra en las aguas del “país hermano” (que tampoco ayuda al pueblo
venezolano). La CIA -y también la Confederación de Asociaciones Israelitas de
Venezuela- acusan a Nicolas Maduro enviar el uranio a Irán, acoger a los
miembros del “grupo terrorista” el Hizbolá libanés y a la “Fuerza Quds” para entrenar
a las guerrillas de la región: de este modo podrán vincular al presidente de
Venezuela con el “terrorismo internacional”, enviándole al Guantánamo, como
sueña Bolton.
Medidas
de EE.UU.
Fabricar líderes “de oposición”: Según Wikileaks, entidades estadounidenses
como National Endowment for Democracy (NED) o USAID (que controla Afganistán),
la CIA, y el Instituto Albert Einstein, reciclaron la organización
anticomunista yugoslavo Otpor, creada en 2003 para desestabilizar
al gobierno de Sloben Milosevic, con el fin de planificar un “Regime
change” en Caracas. Para ello contactaron con el hoy el autoproclamado
presidente de Venezuela Juan Guaidó. La prensa de EEUU ya habla
abiertamente del complot de Trump-Guaidó tejido de forma secreta. La Casa
Blanca ha designado a Elliot Abrams, uno de los patrocinadores del terrorismo
de los Escuadrones de Muerte en Centroamérica, para organizar la “transición
democrática” en Venezuela.
Estrangular la economía venezolana bajando el
precio del petróleo. Eso
hundió la industria petrolera venezolana, que además padece la “enfermedad
holandesa” propia de las economías “rentistas”. La fórmula del “petróleo por
préstamo” ha reducido los ingresos de divisas de Venezuela, que en parte han
sido destinadas en los últimos años en sacar a millones de personas de la
pobreza. China ha financiado parte de los programas sociales de Venezuela para
viviendas sociales, hospitales, escuelas, etc. Al pacto Trump- Suad (conseguido
gracias al asesinato de Khashogie) para bajar el precio del petróleo se
unió Rusia, aumentando su producción, a pesar de la fuerte oposición de Irán,
Irak y Venezuela. Irán
es otra de las víctimas de esta política, aunque, paradójicamente, si hay
sanciones contra el petróleo venezolano, Trump no tendrá otro remedio que
renovar la exclusión de ocho países, entre ellos China e India, de las
sanciones al petróleo iraní. Otro beneficiario del aumento de la demanda del
Oro Negro será Rusia que desde el 2015 por primera vez en la era pos- soviética
consiguió producir 10,74 millones de barriles por día, convirtiéndose en el
primer productor mundial.
Suspender líneas de crédito (de compañías como BlackRoak y
Goldman Such), impedir que Caracas acceda a la renta de su petróleo para
enviárselas a la oposición derechista, privando al gobierno venezolano de unos
11.000 millones de dólares: habrá más hambre y más pobreza: una vez que lleguen
los “salvadores”, los medios dejarán de mostrarnos las calamidades que sufre el
pueblo.
Preparar una invasión militar delegada (proxy): consciente de que la ONU no
autorizará una intervención militar en Venezuela, Trump ha encargado a
Colombia, Brasil y Perú preparar a sus tropas. En noviembre del 2017 dichos
países junto con EEUU y otros 22 estados como observadores realizaron la
maniobra militar “AmazonLog 17” en el suelo de Brasil, mirando a Venezuela. En
Siria Obama delegó
la misión de allanar el camino de sus tropas al Estado Islámico. En mayo
del 2001, EEUU promovió La Operación Balboa, asignado a España la organización
del simulacro militar de una invasión a Venezuela desde Colombia y Panamá. Así
es: El
Estado Profundo ignora a Trump y su intención de que EEUU dejase de ser “la
policía del mundo”.
¿Es posible que los socios europeos de EEUU
prefieran que Trump se entretenga en Venezuela y
se olvide de Irán (¡aunque allí estarán Israel y Arabia Saudí para recordárselo!)
El fallo
del plan Trump – Bolton
La codicia enturbia la mente: tienen diseñados como
1) derrocar a Maduro, 2) declarar Guaidó presidente interino y 4) llevarse los
recursos de Venezuela. ¡Falta el 3): cómo aplastarán la resistencia de millones
de venezolanos!
Tampoco lo consideraron en Irak, donde los
invasores no han sacado todo el provecho que querían de la ocupación: Por un
lado, tiene que cohabitar con Irán, y por otro, ver cómo las compañías chinas y
rusas ganan la oferta por el petróleo iraquí. Los chinos compran casi la mitad
de la producción petrolera iraquí: 1,5 millones de barriles por día. En
Venezuela también se vislumbran años de inestabilidad.
Hace tiempo que la guerra ha dejado de ser “el
último recurso para resolver el conflicto entre los estados” para convertirse en
un suculento negocio. Ahora habría que esperar “incidentes
de bandera falsa” con el fin de “justificar” ante la opinión pública una
intervención agresiva de EE.UU.
Aún estamos a tiempo para
impedir una nueva guerra esta vez contra el pueblo venezolano.
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