sábado, 19 de octubre de 2019

GAO MOBO: “CHINA PUEDE SER TODAVÍA ALTERNATIVA AL CAPITALISMO”



19-10-2019

Originario de Jiangxi, y hoy profesor de estudios chinos en Australia, en la Universidad de Adelaide, Gao Mobo [entrevistado para il manifesto global por el periodista Simone Pieranni] es una de las muchas figuras de la llamada “Nueva Izquierda”, término ambiguo que designa una línea de pensamiento, internamente muy diversa, a través de un enfoque multidisciplinar, que relee la reciente historia china en su contexto, yendo más allá de las categorías occidentales. Por añadidura, algunos autores de esta corriente han dedicado concretamente su labor al tema de la Revolución Cultural y su impulso transformador inicial. Además de su proyección académica, esta "nueva izquierda" china tiene también sus referentes políticos, a los que SP ha ofrecido una aproximación hace unos meses (ver aquí) y que permite una lectura del marco histórico en el que se produce la obra de Gao Mobo. 

Mientras Wang Hui y otros se han centrado en el concepto de modernidad, que ofrece una respuesta a quienes creen que China sólo se volvió “moderna” con la llegada del capitalismo y la reforma de Deng, Gao Mobo se centra en una lectura de la historia china que pretende revelar en términos explícitos el cortocircuito intelectual que se produce en el campo de los “estudios asiáticos”, de origen norteamericano y establecido principalmente en la época de la Guerra Fría (aunque, por supuesto, esto sigue pudiendo afectar hasta a otros países hoy en día, así como al sistema mediático en su conjunto).

El reciente Constructing China, Clashing Views of the People’s Republic (Pluto Press, 288 páginas, 2018) de Gao ofrece un excelente resumen del método Gao Mobo (su libro anterior, también publicado por Pluto Press en 2008, se titulaba The Battle for China’s Past), que se centra en devolver a China su “conocimiento”, que la historiografía occidental, según Gao, le había negado. Al mismo tiempo, Gao Mobo ofrece también extraordinarias intuiciones interpretativas de la China contemporánea.

Empecemos por Hong Kong y lo que está pasando ahora. Su opinión es que tanto Hong Kong como Taiwán están ligados al sentido de identidad y de nación de China. De modo que hoy en día ¿nos hace Hong Kong preguntarnos de nuevo una y otra vez: “¿Qué es China?”?

Sí, creo que Deng Xiaoping tenía la esperanza de que cincuenta años después de la devolución, no hubiera ya “dos sistemas”, porque China se convertiría en algo similar en muchos aspectos, si no idéntico, a Hong Kong. Con la llegada, sin embargo, de Xi Jinping a la presidencia, las cosas han cambiado de modo significativo. Su campaña contra la corrupción amenazaba a los capitalistas de ambos lados. No obstante, colaborar en efecto con los capitalistas de Hong Kong ha supuesto no ocuparse de las clases inferiores, con el resultado de que muchos ciudadanos de la antigua colonia británica se han sentido abandonados. Hay que averiguar si Xi querrá hacer algo al respecto.

En Constructing China, pone usted de relieve el oneroso papel que desempeñan los medios y muchos estudios occidentales en la demonización de la Revolución Cultural. Sin embargo, setenta años después del nacimiento de la RPC, hasta el veredicto del PCC acerca de la misma resulta negativo (y Xi Jinping publicó recientemente un discurso en el que el actual presidente reiteró este veredicto por parte del Partido). ¿Sucede esto porque, como escribe usted, “lo que hizo Deng tras la muerte de Mao demostraba hasta qué punto era cierto el temor de Mao: la vía china al capitalismo comenzaba con el desmantelamiento de los bienes comunales”?

Sí, y mucho más además. Desde luego, la Revolución Cultural fue destructiva en muchos aspectos. Se produjeron muchas víctimas entre funcionarios e intelectuales, y resulta verdaderamente difícil para ellos y para sus familias adoptar actitudes menos personales y mejor informadas históricamente respecto a la Revolución Cultural; esto resulta comprensible. Pero el hecho es que el capitalismo es un sistema global que se traga a todo el mundo, incluyendo a los miembros de del Partido Comunista Chino, hasta a sus principales líderes. Si leemos las opiniones de Zhao Ziyang [Secretario del PCC en 1989, destituido debido a sus posiciones reformistas y al diálogo con los estudiantes], expresadas durante su arresto domiciliario [publicadas en Prisoner of State, Simon & Schuster, 2010], podemos darnos cuenta plenamente de ello. Esta es la razón por la cual el argumento de que el socialismo no tiene posibilidades de tener éxito en ningún país en concreto resulta tan razonable. Por lo que respecta a Xi, su discurso es más complejo que eso, porque todavía tengo la creencia de que la verdadera lógica del PCC tiene como meta mejorar la suerte de su pueblo. Para ser justos, Xi también declaró que no deberíamos utilizar las tres últimas décadas de la República Popular para denigrar sus primeros treinta años.

Hoy en día, siguiendo la argumentación de su último libro, parece que China es capaz de decir “qué está bien” y “qué está mal”, al menos con respecto a su pasado. Pero ¿qué imagen de China está dispuesta a revelar al mundo el Partido Comunista? 

No hay consenso en esta cuestión. La mayoría de estos dirigentes carecen de ideas y de ideales en estos tiempos. Están ahí solamente para hacer carrera. Wang Qishan, Xi Jinping y Li Keqiang pudieran acaso tener algunas ideas sobre cómo responder a esta cuestión. La articulación más explícita es la de Xi de perseguir el común destino de la humanidad (renlei gongtong mingyun), encontrando un terreno común, dejando a un lado las diferencias en favor de la coexistencia y el desarrollo pacífico, origen de la idea de la Nueva Ruta de la Seda. Se supone que esto se ha de mantener (permitiendo las diferencias pertinentes) tanto en un plano internacional como en el plano político interno.

En el caso de China, ¿cuál es la diferencia entre lo que usted llama “conocimiento” y “actitud”?

La producción de conocimiento de la humanidad la dominan en la actualidad Occidente y el capitalismo. La élite intelectual china queda en buena medida subsumida en el seno de este sistema de producción. La actitud hacia China resulta particularmente dura, porque ni la izquierda ni la derecha encuentran interesante a China. La izquierda cree que China es demasiado capitalista, y la derecha cree que es demasiado comunista. Por ende, existen actitudes racistas hacia China. El conocimiento refuerza las actitudes, y las actitudes llevan a cierto tipo de producción de conocimiento. Se alimentan una de otra.

Durante la década de gobierno de Hu Jintao, daba la impresión de que China podía cambiar, quiero decir, no en un sentido democrático, sino en el sentido de una mayor atención a la redistribución y a las distorsiones ocasionadas por el desarrollo. Luego, pareció que todo se paraba. ¿Por qué? 

Se introdujo un cambio muy positivo: la abolición de todos tipo de tasas agrícolas. Era la primera vez que se hacía algo así en toda la historia china de más de 2000 años. Hu quería probablemente hacer más, pero era demasiado débil. No sabemos mucho de las metas políticas que siguieron ocultas tras los muros rojos de Zhongnanhai [el cuartel general del Partido Comunista], pero creo que la razón principal de esto se puede encontrar en los intereses creados que eran reflejo de muchos sectores: intereses de autoprotección, lo que venía a significar que los objetivos políticos terminaban por no salir del complejo de Zhongnanhai en esa época. Sospecho que esta era la razón por la que Xi quería crear muchos pequeños grupos políticos bajo su liderazgo. Creo que esta es su solución para esquivar los diversos obstáculos ministeriales a la puesta en práctica de medidas políticas. Lo que yo llamo “intereses creados” es el mundo de las empresas de propiedad estatal, de los “principitos” (una facción del PCC formada por hijos y parientes de funcionarios del PCC) y de la “élite compradora”.

¿Qué piensa usted del uso que hace Xi Jinping de Mao?

Tiene la convicción de que el PCC podría y debería servir mejor a China y al pueblo chino. Su insistencia en el concepto de chuxin (“la aspiración original”) no es mera retórica, sino un intento real de restaurar el espíritu y la legitimidad del Partido Comunista. 

Debido en parte a la Nueva Ruta de la Seda, se ha reactivado en China el debate acerca del concepto de Tianxia en China. ¿Qué opinión tiene de ello? ¿Cómo puede ayudar este concepto a Chiba para proponer un sistema de gobernanza global?

Puedo entender la intención del debate, pero no creo que sea un concepto útil en este mundo. Creo que el “destino común por medio del desarrollo pacífico” resulta un concepto más aceptable fuera de China. Tianxia implica un centro y una jerarquía. No se trata de un concepto que sea aceptable en el mundo moderno.

The Chinese Model” de Daniel A. Bell acaba de publicarse en Italia. En primer lugar, ¿cuál es su opinión de este libro? ¿No cree usted que el conflicto entre democracia y meritocracia es limitador porque se inserta dentro de una lógica capitalista, sin imaginar otras posibilidades? Para ir más allá, podría un modelo chino ser capaz de diferenciarse de la evolución del capitalismo occidental?

Bell tiene el mérito de mostrar que las elecciones no deberían constituir el único criterio de legitimidad con el que evaluar a un gobierno. Hasta ahora, la de Bell es la única voz dispuesta a combatir el discurso político dominante en Occidente a la que se ha tomado también en serio. Se trata de un logro enorme. Pero tiene sus limitaciones cuando se mira en detalle. Luego, respecto a si hay o no un modelo chino que pueda proporcionar una alternativa, no se trata de una argumentación que haya llevado hasta ahora a una respuesta definitiva, y quizás no pueda haberla en absoluto. Dependerá de dos factores principales: si podrá resolver China sus contradicciones y perplejidades, y el grado en que esté dispuesto Occidente a estrangular a China antes de que China tenga éxito.

Ya desde hace algún tiempo, China ha ido llevando a cabo un extraordinario empeño tecnológico: hablamos del Big Data, de inteligencia artificial, de un sistema de crédito social. Y parece que China marcha por la misma vía que los países occidentales hacia un “Estado de vigilancia”, en un mundo caracterizado por el “capitalismo de vigilancia”. ¿Qué piensa usted de esto? Y ¿qué importancia tiene la historia china en esta hipótesis de control social (pienso, por ejemplo, en la baojia, o en la organización más reciente de los barrios)?

Sí, esto resulta preocupante para personas como nosotros, que somos individualistas y autónomos. Pero podría no resultar tan amenazador—al menos no todavía — para muchos en China. En su opinión, si obedecen las reglas y las leyes, no tendrán problemas, no importa la vigilancia a la que se les someta. Para algunos, esto resulta netamente positivo en términos de seguridad personal. Esta es la actitud que adoptan muchos en China acerca del experimento del llamado crédito social. Resulta difícil en la actualidad poner en práctica reglas y regulaciones en China, hasta aquellas previstas con las mejores intenciones. En la China tradicional, invadir la libertad y privacidad personal en general no suponía un problema social, pues la tradición acentuaba la obligación social, la responsabilidad mutual y las relaciones mutuas. Ahora bien, China ha cambiado demasiado, porque la gente ya no se preocupa del espacio personal. Por consiguiente, creo que esto puede ser un problema en el futuro.

Gao Mobo (1952) es profesor de estudios chinos en la Universidad de Adelaide (Australia), donde dirige el Instituto Confucio, estudió Inglés en la Universidad de Xiamen, en Fujian, y amplió su formación en las universidades británicas de Gales, Westminster y Essex. Especialista en lengua y cultura chinas, ha sido profesor visitante en Oxford y Harvard. En 1990 emigró a Australia, si bien regresa con frecuencia a su país y aldea natales. 

Fuente: il manifesto global, 13 de septiembre de 2019 Traducción: Lucas Antón

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