Escribe:
Milcíades Ruiz
Piñera ha
hecho en Chile lo que Vizcarra hizo con las comunidades ancestrales cusqueñas,
en paro al ser afectadas por el corredor minero de la transnacional china dueña
de Las Bambas: Declarar el estado de emergencia y enviar tropas militares a
reprimir las protestas. Sin embargo, los que se rasgan la vestidura por los
sucesos en Chile, callan ante el abuso contra los nuestros.
Pero son dos
caras del mismo modelo neoliberal que se nos ha impuesto como camisa de fuerza
eliminando toda protección social. En el estado de derecho neoliberal, los
órganos de gobierno están “atados de manos” pues el mercado es el que gobierna
de facto pasando todo a manos privadas. Pero el mercado es controlado por la
oligarquía mundial propietaria de las grandes cadenas monopólicas, sin ninguna
consideración social. La gente puede estar muriéndose, pero el Estado protege a
la inversión privada antes que a la sociedad.
Imitando a
Chile se privatizó el fondo de pensiones en el Perú (AFP), se entregaron al
sector privado las empresas estatales satanizadas, se dio pase libre a las
cadenas comerciales y farmacéuticas, se entregó la educación universitaria a la
voracidad lucrativa haciendo a los dueños millonarios y gobernantes con partidos
políticos propios. Se privatizaron los servicios públicos básicos,
electricidad, teléfonos, se exoneró de impuestos y obligaciones laborales a las
transnacionales de la agro exportación.
Con este
modelo se puso en boga las concesiones de negocios más lucrativas, aeropuertos,
puertos, infraestructura vial, peajes a 30 y más años. Todo está concesionado y
hasta Machupicchu también. Solo falta privatizar el agua y el aire. Este modelo
es el que abrió las puertas a la corrupción en todas las obras públicas,
caminos, irrigaciones, hidroeléctricas, etc. Lobistas y testaferros ocupan los
más altos cargos de la administración estatal.
Pero este copamiento de la vida nacional, en beneficio de la gran
inversión privada angurrienta, causa grave daño por todos lados. Tal es el caso
del encarecimiento de las medicinas que impide salvar vidas. Por eso, este
modelo neoliberal ha hecho de Chile, el país donde
los sistemas educativos son los más caros del mundo, el servicio de agua es
privado, el sistema de pensiones es privado y en crisis como acá, los salarios
son bajos como acá y el acceso a vivienda propia es un imposible para los
pobres, como acá.
El neoliberalismo trae consigo la insoportable
delincuencia de todo nivel. En solo un año, del 2017 al 2018 las denuncias por
robo subieron 151.59%. Y para el 2019, los números siguen en alza: al 31 de
mayo de este año, las denuncias por robo ya eran más de la mitad de lo que se
reportó en todo el 2018. El sicariato es de todos los días. La gente está harta del deterioro económico, social y político. La
indignación social puede estallar en cualquier momento.
El pueblo
puede ser sometido a la fuerza como lo hacían los colonialistas mediante
medidas gubernamentales y la fuerza armada. Pero todo tiene un límite. La rabia
por impotencia al no poder hacer nada frente al poder que criminaliza la
protesta va acumulándose. Pedir justicia, es hacer apología del terrorismo y
reclamar agrupadamente es delito contra el orden público. Los rebeldes siempre
van presos, como lo hemos visto en Las Bambas.
Cuando el
pueblo no se somete y persiste en su rebeldía se aplica el estado de emergencia
y estado de sitio. El gobierno pone las balas y el pueblo los muertos. Por
siglos se viene controlando la ira popular de este modo, desde la colonia hasta
la república, cuya democracia es solo para los dominadores, pero no para los
dominados. Son muchos los casos de rebeldía autóctona al no poder soportar más,
tantas injusticias y son millones, los asesinados por la represión.
Al igual que los embalses de agua que rompen el
dique por excesos, ocasionando estragos a su paso, así también, el estallido
social rompe los muros de contención ocasionando desgracias. Los saqueos,
incendios y violencia irracional son inevitables en estos casos. En el caso
chileno, el reclamo por el alza de pasajes solo ha sido un detonante de una
acumulación explosiva latente.
En nuestro
país, el monto de los sobreprecios en obras, adendas y coimas millonarias de
las autoridades las termina pagando el pueblo con el IGV, peajes, y otras
imposiciones de recaudación. Solo el pueblo paga impuestos de su bolsillo, las
empresas trasladan el impuesto al precio y hasta se les devuelve lo pagado.
Tenemos pues, mucha ira histórica acumulada porque el asunto viene de siglos,
sin ser escuchados.
Pero la indignación acumulada puede despertar al
volcán. Todo está podrido suele decir la gente y con los corruptos en el poder
es una utopía eliminar la corrupción. Esta ira no tiene ideología y por eso su
estallido no tiene control alguno. ¿Alguien puede negar que hay un gran
resentimiento nacional e impotencia, frente a las desigualdades e injusticias?
¿Que se añora el pasado ancestral porque la seudo democracia neoliberal solo es
para una minoría adinerada y no, para la mayoría?
¿Es
necesario que suceda lo de Chile para recién cambiar lo que ocasiona ira
popular? No es cuestión de contentar a la población con regalitos engañosos de
aumento de salario mínimo, ni de reducir horas laborables, como
despreciativamente lo hace Piñera. Pasado los días volverán a lo mismo porque
el neoliberalismo los neutralizará con otros ajustes. Mientras el modelo
neoliberal no sea cambiado, los problemas continuarán.
Muchos
dirán: Si el modelo es el causante de los males, simplemente hay que cambiarlo.
Si pues, pero el problema es que no tenemos el poder para hacerlo. Construir
ese poder es lo que deberíamos hacer para refundar la república en términos
equitativos de justicia social. No se trata solo de cambiar gobernantes del
legislativo y ejecutivo con nuevas elecciones, porque el problema no es de
personas sino sistémico. O no.
Octubre,
2019
Otra información en https://republicaequitativa.wordpress.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario