Redacción: Aldo Amprimo Mariátegui
Autores: Keiko Olaechea y Pedro Fujimori
Con la colaboración de Héctor Bartra y Rosa
Becerril Barriga
Estimados amigos y compañeros:
Casi todos los que comentan y escriben sobre lo que
en el Perú viene ocurriendo es un enfrentamiento entre el ejecutivo y el
legislativo y la llaman “crisis política”; en cierta forma los analistas,
juristas y periodistas especializados, soslayan entendiendo que la crisis se
resolverá con acuerdos y consensos; es decir, se está viviendo una “crisis de
disputas” entre el poder ejecutivo, en especial del presidente Martín Vizcarra
y el congreso de la república, particularmente de la mayoría parlamentaria
fujiaprista, la que últimamente se agranda al plegarse las bancadas que tienen
cierto peso especifico, como contigo Perú, alianza para el progreso del
polémico César Acuña, y acción popular que de seis congresistas, sólo Yoni
Lescano no se sumó a esta nueva mayoría.
En este pasado 30 de septiembre los grupos políticos,
para todos indicaba que eran los días finales de un próximo acontecimiento de
trascendencia, y esto por qué: primero, la guerra estaba
declarada para disputar el poder, entre una nueva mayoría congresal que con
nuevos miembros se sentía con mayor fuerza, y una minoría de bancadas
diferentes, pero unidas bajo principios que respaldaban al ejecutivo e
increíblemente dispuestas a no pasar la factura; segundo, en ese
clima de exaltación se ponía a prueba a la constitución política de 1993, hecha
especialmente para que el Estado, sus gobiernos y el propio país tenga el
objetivo de una república que omite y se opone en continúo a ser completa y que
no se llegue a conformar nación autónoma y soberana; y tercero,
tomando de esto último habrá por construir país, contando con elites
preparadas, dirigencias con liderazgos y la participación activa de ciudadanos
libres.
En el marco descrito de realidades presentes y de
aspiraciones igual de ser realizables, supone que la república peruana tendrá
que cambiar, con reformas político/culturales concernientes a los sistemas de
justicia; de orden político –poderes públicos autonómicos, partidos
organizados, nuevo sistema electoral, incluida la bicameralidad-; presencia de
una población organizada bajo una sociedad civil exceptuada de exclusiones; de
marcada institucionalidad duradera; y de otras reformas mayores en lo
socio/económico como la diversidad productiva respondiendo a un país en proceso
no solo destinado a crecer, sino dejando atrás los prejuicios, para el desarrollo
sustentable.
Por lo expuesto estamos casi igual a cómo nacimos
como república desde 1824, porque ha sido poco lo hecho y lo que más resalta
hoy son las fallas del sistema político, porque todavía no se ha construido la
fase de la democracia política liberal y el buen ejercicio de los gobiernos,
principalmente del poder legislativo. Es así que este último ha estado en
exhibición hasta este 30 de septiembre con una mayoría conservadora que, a
través de su vocería encargada al segundo fujimorismo, éste intento oponerse a
los cambios.
Sin embargo, las reformas en el orden de la
justicia, y después la política tuvieron que ser aceptadas ante la corrupción
existente, las que bajo nuevos artículos constitucionales y otros dispositivos
complementarios se aprobaron; ello produjo crispación en los medios
conservadores, más cuando la mayoría fujimorista y sus aliados, estuvieron
arrinconados y cedieran a las reformas, aunque no todas las propuestas del
ejecutivo fueran aprobadas.
Sin embargo, ante lo ocurrido había que frenar
estas reformas que la mayoría fujiaprista tuvo que aprobar, por estos hechos se
hacía necesario comenzar designando como presidente del congreso a Pedro
Olachea Álvarez Calderón -uno de los más poderosos del Perú- quien enarbolaría
hasta tres objetivos: no más reformas, sujetar al Ejecutivo y contar con una
mayoría amplia.
Esta nueva mayoría preámbulo de ser disuelta,
apostaba sumar 87 votos y más como para elegir a los nuevos miembros del
Tribunal Constitucional, es así que por encima del pedido de confianza
solicitado por el presidente del consejo de ministros Salvador del Solar
relacionado con el proyecto sobre el Tribunal Constitucional, su atención
tenía prioridad inmediata; sin embargo el presidente del congreso de acuerdo
con el pleno, postergó la prioridad del pedido del ejecutivo y la sesión
dio inicio con el proceso de elecciones de los miembros del tribunal
constitucional, lo que motivó protestas de las bancadas minoritarias.
La primera elección se realizó en medio de un ambiente
de agitación y controversias, el abogado Ortiz de Cevallos Olaechea –propuesto
por acción popular- su elección fue impugnada porque se sumaron dos votos
indebidos y el segundo candidato el abogado Sánchez Palacios –propuesto también
por A.P.- no alcanzó los 87 votos para ser elegido. Estos resultados fueron
merecedores de nulidad y de reconsideración.
Con estos actos de la sesión del congreso del 30 de
septiembre, el ejecutivo disolvió el congreso por no recibir el voto confianza;
empero, la lucha continúa por tener el poder político, no termina la crispación
conservadora y los mayores enfrentamientos requieren analizarse en términos
cientistas de la sociología; se hace pertinente que estos enfrentamientos
necesiten de una explicación de carácter mayormente comprensivo, por ser un
fenómeno socio/político, en el entendido que no sólo estamos viviendo una
crisis únicamente política; sino más bien, esta confrontación se asimila a una
crisis estructural, la misma que adquiere trascendencia tanto por el mayor
tiempo que dura la crisis, como de la presencia de variables tanto
político/cultural, como económico/social.
En síntesis, los nuevos elementos de tiempo y de
las variables en juego frente a lo que parecía una confrontación que pudiera
diluirse, se va haciendo más evidente que hay una compleja disputa entre grupos
sociales medianamente organizados, donde se ponen al Estado y sus poderes
públicos como hemos dicho dentro de una crisis administrativo/política, en que
se alegan temas jurídicos constitucionales acompañadas de las formalidades
legalistas y de apreciaciones políticas en que se llega a los extremos de
señalar que el congreso es el primer poder del Estado, o que el ejecutivo es
mucho más importante porque gestiona, administra y aparece hasta resolviendo
los problemas mínimos de los gobiernos locales.
La situación que venimos pasando reviste un
carácter de gran envergadura en que los grupos de poder tomaron para sí tanto a
la república, como al Estado, haciendo gobiernos para realizar sus negocios,
donde el Estado era un negocio sin competidores, más rentable y prometedor como
para que nunca lo puedan abandonar; ellos disponían los candados antipérdidas
por considerarse dueños y señores del Estado; asimismo, estaban
convencidos que ellos son los únicos llamados a gerenciar, administrar y
dirigir el destino de la república.
Esta forma de ser, los convertían en exclusivos
para dirigir y manejar a las colectividades y poblacionales distribuidas en el
amplio territorio, donde solamente estos grupos de poder podían asumir los
gobiernos con sus prerrogativas construidas destinadas a imponer su dominio; es
decir, realizaban a libre albedrío las tareas de gobernar y emplearon a
terceros, como casi siempre contaron con sus fieles generales del
ejército, porque a través de los golpes de Estado, expulsaban a los
gobiernos civiles que entraban en luchas políticas y trataban de imponerse unos
contra otros.
Empero, el Perú a pesar de los casi doscientos años
que dejó de ser una colonia del reino español, los hombres más enterados de los
negocios, el comercio y la propiedad del sistema de hacienda donde laboraban
las cuatro quintas partes de la población del Perú -de las etnías india y
mestiza serrana-, fueron los criollos, quienes reemplazaron a los españoles y
no siendo colonia les tocaba portarse como elite y convertirse en una burguesía
a la manera europea, marcados por ser llamados a gobernar y dirigir el país.
Al comienzo de la república el grupo criollo no
abordó su misión histórica y descansaron por cerca de cincuenta años, para ser
reemplazados por los militares, siendo los generales los que se hacían del
poder del gobierno; así durante los primeros 25 años los militares más
mediocres gobernaron, pero de gobierno no sabían, fue un tiempo de la behetría
militar, y en los otros 25 años aparecieron nuevos generales muy diferentes a
los anteriores, como también se hizo más evidente que los criollos formarían
gobierno al ser nombrados ministros de Estado, los “vestidos de negro”
aparecían como los hombres de alta preparación y harían más duraderos los
períodos de gobiernos y desde el segundo quinquenio de 1840 con el general
Ramón Castilla se impuso el respeto en las sucesiones presidenciales, aún bajo
el mando de los generales.
El Perú hasta ese momento se encontraba pobre y
atrasado, pero tuvo la dicha de tener un gran aliciente, al volverse un
importante exportador del guano de islas, gracias a este producto renació la
república y por décadas pasó por lo que Jorge Basadre denominó la “prosperidad
falaz”.
La historia de la república nos presenta también
otros momentos de dicha prosperidad, cuando tuvo cultivos como el algodón y la
caña en la costa, la explotación y exportación del petróleo, la exportación de
lanas del sur y la inmensa riqueza mineral para ser también exportable. Pero
esto no debe entenderse solo como una diversidad productiva; sin que aparezca
una definida política económica; es decir, el Perú se convirtió en un
exportador de los recursos naturales, este orden de cosas fue y es exclusiva responsabilidad
de quienes como grupo de poder económico y político así lo decidieran.
Está demás comentar que los gobiernos del Estado no
eran respetuosos al o al régimen constitucional, a los derechos humanos y las
libertades públicas. Estos gobiernos casi todos fueron abiertos y asolapados
autoritarios, en que cada vez han sido autocráticos, preferentemente dirigidos
por generales del ejército y algunos civiles tal como ocurrió con los 11 años
de la dictadura leguiísta.
Este comportamiento expresaba que los intentos por
llevar acabo los principios de corte liberal que estuvo presente en las
constituciones de 1823 y 1856 no tuvieran eco en la vida nacional. El primer
gobierno civil presidido por Manuel Pardo -organizó un partido político, el
civilismo-, llegaría tarde para promocionar cambios en favor de la democracia
política, encontrando una república camino a la debacle financiera,
consecuencia del mal manejo de la explotación de guano, tanto de parte del
Estado mal gobernado, como por los consignatarios nacionales, quienes
resultaron los responsables del deficiente manejo económico en el negocio
exclusivo de la exportación del guano, lo que mereció que sea el gobierno de
Balta y de Piérola ministro, de que estos “consignatarios nacionales” serían
excluidos del monopolio de tan importante exportación guanera, se hace
pertinente considerar que éstos no cayeron en quiebra, pues sus ganancias
estuvieron a buen recaudo en bancos extranjeros y efectuaron compras
inmobiliarias, principalmente en Lima.
Este grupo criollo no reinvirtió en actividades de
trasformación económica, las fallas de esta dirigencia pinta la calidad de
estos grupos que al no ser elites ni líderes no decidieron para que el Perú que
se encaminara por una economía de valor agregado que incluye procesos de
industrialización.
El historiador y político José de la Riva Agüero
sin ser un agitador procedente de las capas medias y/o populares, él siendo un
prominente pensador conservador de las cuatro primeras décadas del siglo XX
calificó duramente a estos personajes organizados en sendos grupos de poder.
En sus “Paisajes Peruanos”, José de la Riva Agüero,
en una admirable meditación señalaba las diversas categorías que constituían la
elite peruana: ‘¿Quiénes, en efecto, se aprestaban a gobernar la república
recién nacida? ¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz
de toda idea y de todo esfuerzo! En el vacío que su ineptitud dejó, se
levantaron los caudillos militares. La vana apariencia de las palabras no
oculta a esos jefes el fondo de vulgares apetitos. Decía: ¡cuan endeble y
relajado se mostró el sentimiento patriótico en la mayoría de estos burgueses
criollos! En el alma de tales negociantes enriquecidos ¡qué incomprensión de
las seculares tradiciones peruanas, qué estúpido y suicida desdén por todo lo
coterráneo, qué sórdido y fenicio egoísmo!”.
La historia es la mejor enseñanza para el Perú aún
bajo el dominio de un grupo de poder que poco le interesa hacer patria. Son
estos los que aparecen como dueños del Perú y que hoy enfrenta a la mayoría
ciudadana no sólo de Lima; sino de la que califica peyorativamente a las
provincias, a las que siempre se les da la espalda por ser del Perú profundo
que nos enseñó Jorge Basadre, y antes el amauta José Carlos Mariátegui invocó a
que “peruanicemos al Perú”.
Con estas expresiones que representan el bagaje de
un mensaje doctrinario de libertad y libertario para crear no sólo república
que desde la independencia es incompleta; sino nacionalidad compartida que
surgirá a través de los nativos que viven en un territorio milenario y a las
que se suman otras etnias, todas ellas poseen su propia diversidad cultural y
que en conjunto comparten ideales y sueños de hacer república, organizar Estado
en democracia, de comunes anhelos que son necesarios, a fin de crear nación.
En resumen, la cuestión del enfrentamiento del
ejecutivo con Martín Vizcarra y la mayoría fujimorista con sus antiguos y
nuevos aliados, solo es de tinte político/administrativo, como
interpretan determinados abogados e insisten con vehemencia en el tema
constitucional y de las formalidades legalistas, por tratarse de crisis que
aparecen de vez en cuando.
Esta lectura para la mayoría de los peruanos, es
que no estaríamos pasando solo por una crisis administrativo/constitucional,
sino que se viene percibiendo que vivimos una crisis estructural de larga data,
donde las disputas e intentos de mayores complejidades deben terminar con las
exclusiones no sólo étnico/culturales; sino las socio/económicas, teñidas de
color oscuro de la postergación y de la vivencia del atraso y la pobreza.
En el Perú, a pesar del tiempo republicano no ha
habido representatividad democrática correlativa a los atenuados crecimientos
económicos, sin ninguno intento de valor hacia el desarrollo humano, situación
que respondía a que siempre imperó no solo la improvisación y se careció de
políticas de Estado; sino casi la mayoría de los gobiernos se caracterizaron
por ser autocráticos.
Se debe considerar que estas formas de gobernar,
impiden cualquier propósito democrático, negando el sentido de vida que respeta
los derechos de la persona humana, lo que demuestra que no existía indicios que
en el futuro próximo a se llegue establecer prioritariamente la
democracia política liberal; sin embargo, sus capas medias y populares
lideraron reclamos y dieron batallas para que la democracia política se
alcanzara, lo único conseguido es que se reconociera que en las constituciones
peruanas se enunciara que: “el Perú habrá de ser una republica
democrática”; sin embargo, las exclusiones y discriminaciones se
alineaban con la inmovilidad en el ascenso económico. Se vive sólo en el
quietismo social, bajo un escondido desembalse social.
Asimismo, al carecerse de libertades públicas se
imposibilitó la organización de movimientos políticos, y los pocos intentos
fueron derrotados y su lucha quedó inconclusa como para conseguir ser república
libre y soberana, la misma que se formulara y aprobara; esto fue un imposible,
los grupos de poder no hicieron caso a los dictados y la presencia de quienes
formularon la constitución de 1822/23 que dejó en sus primeros pasos de
elaboración todavía con la presencia del libertador San Martín. Sin negar la
validez del tiempo las fallas han sido muchas, como que hubo y hay partidos
cuyos militantes nunca han reflexionado que les toca reemplazar sus
conductas, porque en su mayoría siguen el ejemplo de sus viejos dirigentes,
esto se da principalmente en los partidos de vieja data.
Las reformas aprobadas para los próximos eventos
electorales deben haber producido descontento en el conservadorismo peruano,
sea en sus niveles empresariales y en las cúpulas de casi todos sus movimientos
políticos, en especial del fujimorismo, del aprismo y otros de apariencia
mayor. Por estas reformas prácticamente caerán las dirigencias que siendo
cúpulas tuvieron empatía con los grupos de poder. Será difícil que los partidos
con bancadas de las mayorías parlamentarias lleguen a ocupar la presidencia y
los cúrules en el congreso próximo y del 2021.
La derecha peruana como se ha dicho en líneas
arriba, nunca llegó a convertirse en una clase dirigente y menos en una
burguesía al estilo europeo, se creen suficientes en acreditar sus atributos de
astucia destinada a imponer sus diversas formas mercantilistas que les
representaría mucho rédito y utilidades, importándoles poco el crecimiento y
menos el desarrollo del Perú.
Estas deficiencias se quisieron subsanar llamando a
las transnacionales para que hagan el trabajo, asumiendo los riesgos y se les
dieron facilidades; pero de los pocos tributos que pagaron, éstas fueron
favorecidas ya que sus ganancias regresan a sus principales en el exterior, no
habiendo reinversión en el Perú. Estudios cuidadosos consideran que las
inversiones iniciales son menores comparadas con las remesas devueltas al
exterior ¿cabría la pena este tipo de inversión externa en esos términos?
¿Ante los hechos que vivimos, pareciera que los
tiempos están cambiando? La respuesta resulta comprensible por el aguante de
los pueblos del Perú de tanta exclusión, corrupción, malos gobernantes, doble
discurso, caudillos mediocres y militantes y/o simpatizantes que no han
reflexionado y siguen con miedo que exhiban a sus dirigencias mafiosas y organizadas
para el crimen.
Debemos entender que los partidos han sido mal
gestionados por dirigencias corruptas y desconocedoras de ideologías y
principios en que además de lo emocional se de paso a la racionabilidad, lo que
no es fácil, pero necesario, porque todos tenemos que expulsar a los falsos
dirigentes y no volver a elegir mandatarios y congresistas de media caña y que
son “tan brutitos” que después se exhiben frente al currículo vitae mentiroso,
aun cuando la manía peruana es dar el voto a quienes todos conocen y que es
secreto a voces de ser propietarios de inconductas dañosas como para asumir
importantes cargos.
Ha sido desafortunado que en casi doscientos años
haya regido el conservadorismo más mediocre y que ha arrastrado mucha
ignorancia, la misma que niega modernidad y la ilustración del buen leer; a
esto se ha sumado aparentemente, para reforzar con los años a la derecha: sus
“acólitos de la juricidad”; nefastos actores del fundamentalismo católico marca
franquista fascista; y la novedad de una parte de los evangélicos ignorantones.
Todas estas influencias añaden y han vuelto a la
derecha en bruto/astuta y achorada que perturba mentes e ideales que con sus
publicaciones (TV, radios, pasquín y mensajes de Internet) y los grupos de
resistencia fascista/fujimorista por ahora distribuyen, perversidad de la
antidemocracia -no creen en la democracia- estos no saben, ni entienden que los
peruanos queremos Patria.
Fernando Arce
Meza
Surco 21 de octubre del 2019-10-21
La del estribo: la izquierda
embrutecida por las “enseñanzas de Maduro y Evo” habrán de caer, o mejor
cayeron y no quieren liberarse de los estilos maoístas y stalinistas,
Felizmente excongresistas Arce Cáceres, Zevallos, Glave e Hildira Huillca y
otros se salvarán por ser decentes y de calidad ilustrada acordes al tiempo que
vivimos; en cambio, con cargo a equivocarme el excongresista Del Águila de A.P.
dijo que su bancada se opuso a iniciar la elección de Ortiz de Zevallos
primo del poderoso don Pedro (excongreso), la bancada tenía cinco votos que
pudieron impedir el desalojo del legislativo, pero ¿porqué no hicieron cuestión
de Estado?. Don Fernando y el caro amigo Valentín Paniagua ya los habrían
desconocido. A.P. no camina derecho y también mucho por la derecha, que dice la
militancia, a lo menos en el 2020 No a cinco y sí a Lescano.
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