lunes, 21 de octubre de 2019

LA CRISIS ES ESTRUCTURAL




Redacción: Aldo Amprimo Mariátegui
Autores: Keiko Olaechea y Pedro Fujimori
Con la colaboración de Héctor Bartra y  Rosa Becerril Barriga

Estimados amigos y compañeros:

Casi todos los que comentan y escriben sobre lo que en el Perú viene ocurriendo es un enfrentamiento entre el ejecutivo y el legislativo y la llaman  “crisis política”; en cierta forma los analistas, juristas y periodistas especializados, soslayan entendiendo que la crisis se resolverá con acuerdos y consensos; es decir, se está viviendo una “crisis de disputas” entre el poder ejecutivo, en especial del presidente Martín Vizcarra y el congreso de la república, particularmente de la mayoría parlamentaria fujiaprista, la que últimamente se agranda al plegarse las bancadas que tienen cierto peso especifico, como contigo Perú, alianza para el progreso del polémico César Acuña, y acción popular que de seis congresistas, sólo Yoni Lescano no se sumó a esta nueva mayoría. 

En este pasado 30 de septiembre los grupos políticos, para todos indicaba que eran los días finales de un próximo acontecimiento de trascendencia, y esto por qué: primero, la guerra estaba declarada para disputar el poder, entre una nueva mayoría congresal que con nuevos miembros se sentía con mayor fuerza, y una minoría de bancadas diferentes, pero unidas bajo principios que respaldaban al ejecutivo e increíblemente dispuestas a no pasar la factura; segundo, en ese clima de exaltación se ponía a prueba a la constitución política de 1993, hecha especialmente para que el Estado, sus gobiernos y el propio país tenga el objetivo de una república que omite y se opone en continúo a ser completa y que no se llegue a conformar nación autónoma y soberana; y tercero, tomando de esto último habrá por construir país, contando con elites preparadas, dirigencias con liderazgos y la participación activa de ciudadanos libres. 

En el marco descrito de realidades presentes y de aspiraciones igual de ser realizables, supone que la república peruana tendrá que cambiar, con reformas político/culturales concernientes a los sistemas de justicia; de orden político –poderes públicos autonómicos, partidos organizados, nuevo sistema electoral, incluida la bicameralidad-; presencia de una población organizada bajo una sociedad civil exceptuada de exclusiones; de marcada institucionalidad duradera; y de otras reformas mayores en lo socio/económico como la diversidad productiva respondiendo a un país en proceso no solo destinado a crecer, sino dejando atrás los prejuicios, para el desarrollo sustentable. 

Por lo expuesto estamos casi igual a cómo nacimos como república desde 1824, porque ha sido poco lo hecho y lo que más resalta hoy son las fallas del sistema político, porque todavía no se ha construido la fase de la democracia política liberal y el buen ejercicio de los gobiernos, principalmente del poder legislativo. Es así que este último ha estado en exhibición hasta este 30 de septiembre con una mayoría conservadora que, a través de su vocería encargada al segundo fujimorismo, éste intento oponerse a los cambios.

Sin embargo, las reformas en el orden de la justicia, y después la política tuvieron que ser aceptadas ante la corrupción existente, las que bajo nuevos artículos constitucionales y otros dispositivos complementarios se aprobaron;  ello produjo crispación en los medios conservadores, más cuando la mayoría fujimorista y sus aliados, estuvieron arrinconados y cedieran a las reformas, aunque no todas las propuestas del ejecutivo fueran aprobadas. 

Sin embargo, ante lo ocurrido había que frenar estas reformas que la mayoría fujiaprista tuvo que aprobar, por estos hechos se hacía necesario comenzar designando como presidente del congreso a Pedro Olachea Álvarez Calderón -uno de los más poderosos del Perú- quien enarbolaría hasta tres objetivos: no más reformas, sujetar al Ejecutivo y contar con una mayoría amplia. 
    
Esta nueva mayoría preámbulo de ser disuelta, apostaba sumar 87 votos y más como para elegir a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, es así que por encima del pedido de confianza solicitado por el presidente del consejo de ministros Salvador del Solar relacionado con el proyecto sobre el Tribunal  Constitucional, su atención tenía prioridad inmediata; sin embargo el presidente del congreso de acuerdo con el pleno, postergó la prioridad del pedido del  ejecutivo y la sesión dio inicio con el proceso de elecciones de los miembros del tribunal constitucional, lo que motivó protestas de las bancadas minoritarias.  

La primera elección se realizó en medio de un ambiente de agitación y controversias, el abogado Ortiz de Cevallos Olaechea –propuesto por acción popular- su elección fue impugnada porque se sumaron dos votos indebidos y el segundo candidato el abogado Sánchez Palacios –propuesto también por A.P.- no alcanzó los 87 votos para ser elegido. Estos resultados fueron merecedores de nulidad y de reconsideración.   

Con estos actos de la sesión del congreso del 30 de septiembre, el ejecutivo disolvió el congreso por no recibir el voto confianza; empero, la lucha continúa por tener el poder político, no termina la crispación conservadora y los mayores enfrentamientos requieren analizarse en términos cientistas de la sociología; se hace pertinente que estos enfrentamientos necesiten de una explicación de carácter mayormente comprensivo, por ser un fenómeno socio/político, en el entendido que no sólo estamos viviendo una crisis únicamente política; sino más bien, esta confrontación se asimila a una crisis estructural, la misma que adquiere trascendencia tanto por el mayor tiempo que dura la crisis, como de la presencia de variables tanto político/cultural, como económico/social. 

En síntesis, los nuevos elementos de tiempo y de las variables en juego frente a lo que parecía una confrontación que pudiera diluirse, se va haciendo más evidente que hay una compleja disputa entre grupos sociales medianamente organizados, donde se ponen al Estado y sus poderes públicos como hemos dicho dentro de una crisis administrativo/política, en que se alegan temas jurídicos constitucionales acompañadas de las formalidades legalistas y de apreciaciones políticas en que se llega a los extremos de señalar que el congreso es el primer poder del Estado, o que el ejecutivo es mucho más importante porque gestiona, administra y aparece hasta resolviendo los problemas mínimos de los gobiernos locales.

La situación que venimos pasando reviste un carácter de gran envergadura en que los grupos de poder tomaron para sí tanto a la república, como al Estado, haciendo gobiernos para realizar sus negocios, donde el Estado era un negocio sin competidores, más rentable y prometedor como para que nunca lo puedan abandonar; ellos disponían los candados antipérdidas por considerarse  dueños y señores del Estado; asimismo, estaban convencidos que ellos son los únicos llamados a gerenciar, administrar y dirigir el destino de la república. 

Esta forma de ser, los convertían en exclusivos para dirigir y manejar a las colectividades y poblacionales distribuidas en el amplio territorio, donde solamente estos grupos de poder podían asumir los gobiernos con sus prerrogativas construidas destinadas a imponer su dominio; es decir,  realizaban a libre albedrío las tareas de gobernar y emplearon a terceros, como  casi siempre contaron con sus fieles generales del ejército, porque a través de los  golpes de Estado, expulsaban a los gobiernos civiles que entraban en luchas políticas y trataban de imponerse unos contra otros.  

Empero, el Perú a pesar de los casi doscientos años que dejó de ser una colonia del reino español, los hombres más enterados de los negocios, el comercio y la propiedad del sistema de hacienda donde laboraban las cuatro quintas partes de la población del Perú -de las etnías india y mestiza serrana-, fueron los criollos, quienes reemplazaron a los españoles y no siendo colonia les tocaba portarse como elite y convertirse en una burguesía a la manera europea, marcados por ser llamados a gobernar y dirigir el país.

Al comienzo de la república el grupo criollo no abordó su misión histórica y descansaron por cerca de cincuenta años, para ser reemplazados por los militares, siendo los generales los que se hacían del poder del gobierno; así durante los primeros 25 años los militares más mediocres gobernaron, pero de gobierno no sabían, fue un tiempo de la behetría militar, y en los otros 25 años aparecieron nuevos generales muy diferentes a los anteriores, como también se hizo más evidente que los criollos formarían gobierno al ser nombrados ministros de Estado, los “vestidos de negro” aparecían como los hombres de alta preparación y harían más duraderos los períodos de gobiernos y desde el segundo quinquenio de 1840 con el general Ramón Castilla se impuso el respeto en las sucesiones presidenciales, aún bajo el mando de los generales.

El Perú hasta ese momento se encontraba pobre y atrasado, pero tuvo la dicha de tener un gran aliciente, al volverse un importante exportador del guano de islas, gracias a este producto renació la república y por décadas pasó por lo que Jorge Basadre denominó la “prosperidad falaz”.

La historia de la república nos presenta también otros momentos de dicha prosperidad, cuando tuvo cultivos como el algodón y la caña en la costa, la explotación y exportación del petróleo, la exportación de lanas del sur y la inmensa riqueza mineral para ser también exportable. Pero esto no debe entenderse solo como una diversidad productiva; sin que aparezca una definida política económica; es decir, el Perú se convirtió en un exportador de los recursos naturales, este orden de cosas fue y es exclusiva responsabilidad de quienes como grupo de poder económico y político así lo decidieran. 

Está demás comentar que los gobiernos del Estado no eran respetuosos al o al régimen constitucional, a los derechos humanos y las libertades públicas. Estos gobiernos casi todos fueron abiertos y asolapados autoritarios, en que cada vez han sido autocráticos, preferentemente dirigidos por generales del ejército y algunos civiles tal como ocurrió con los 11 años de la dictadura leguiísta. 

Este comportamiento expresaba que los intentos por llevar acabo los principios de corte liberal que estuvo presente en las constituciones de 1823 y 1856 no tuvieran eco en la vida nacional. El primer gobierno civil presidido por Manuel Pardo -organizó un partido político, el civilismo-, llegaría tarde para promocionar cambios en favor de la democracia política, encontrando una república camino a la debacle financiera, consecuencia del mal manejo de la explotación de guano, tanto de parte del Estado mal gobernado, como por los consignatarios nacionales, quienes resultaron los responsables del deficiente manejo económico en el negocio exclusivo de la exportación del guano, lo que mereció que sea el gobierno de Balta y de Piérola ministro, de que estos “consignatarios nacionales” serían excluidos del monopolio de tan importante exportación guanera, se hace pertinente considerar que éstos no cayeron en quiebra, pues sus ganancias estuvieron a buen recaudo en bancos extranjeros y efectuaron compras inmobiliarias, principalmente en Lima. 

Este grupo criollo no reinvirtió en actividades de trasformación económica, las fallas de esta dirigencia pinta la calidad de estos grupos que al no ser elites ni líderes no decidieron para que el Perú que se encaminara por una economía de valor agregado que incluye procesos de industrialización. 

El historiador y político José de la Riva Agüero sin ser un agitador procedente de las capas medias y/o populares, él siendo un prominente pensador conservador de las cuatro primeras décadas del siglo XX calificó duramente a estos personajes organizados en sendos grupos de poder.

En sus “Paisajes Peruanos”, José de la Riva Agüero, en una admirable meditación señalaba las diversas categorías que constituían la elite peruana: ‘¿Quiénes, en efecto, se aprestaban a gobernar la república recién nacida? ¡Pobre aristocracia colonial, pobre boba nobleza limeña, incapaz de toda idea y de todo esfuerzo! En el vacío que su ineptitud dejó, se levantaron los caudillos militares. La vana apariencia de las palabras no oculta a esos jefes el fondo de vulgares apetitos. Decía: ¡cuan endeble y relajado se mostró el sentimiento patriótico en la mayoría de estos burgueses criollos! En el alma de tales negociantes enriquecidos ¡qué incomprensión de las seculares tradiciones peruanas, qué estúpido y suicida desdén por todo lo coterráneo, qué sórdido y fenicio egoísmo!”.

La historia es la mejor enseñanza para el Perú aún bajo el dominio de un grupo de poder que poco le interesa hacer patria. Son estos los que aparecen como dueños del Perú y que hoy enfrenta a la mayoría ciudadana no sólo de Lima; sino de la que califica peyorativamente a las provincias, a las que siempre se les da la espalda por ser del Perú profundo que nos enseñó Jorge Basadre, y antes el amauta José Carlos Mariátegui invocó a que “peruanicemos al Perú”.

Con estas expresiones que representan el bagaje de un mensaje doctrinario de libertad y libertario para crear no sólo república que desde la independencia es incompleta; sino nacionalidad compartida que surgirá a través de los nativos que viven en un territorio milenario y a las que se suman otras etnias, todas ellas poseen su propia diversidad cultural y que en conjunto comparten ideales y sueños de hacer república, organizar Estado en democracia, de comunes anhelos que son necesarios, a fin de crear nación.  

En resumen, la cuestión del enfrentamiento del ejecutivo con Martín Vizcarra y la mayoría fujimorista con sus antiguos y nuevos aliados, solo es de tinte político/administrativo, como interpretan determinados abogados e insisten con vehemencia en el tema constitucional y de las formalidades legalistas, por tratarse de crisis que aparecen de vez en cuando. 

Esta lectura para la mayoría de los peruanos, es que no estaríamos pasando solo por una crisis administrativo/constitucional, sino que se viene percibiendo que vivimos una crisis estructural de larga data, donde las disputas e intentos de mayores complejidades deben terminar con las exclusiones no sólo étnico/culturales; sino las socio/económicas, teñidas de color oscuro de la postergación y de la vivencia del atraso y la pobreza.

En el Perú, a pesar del tiempo republicano no ha habido representatividad democrática correlativa a los atenuados crecimientos económicos, sin ninguno intento de valor hacia el desarrollo humano, situación que respondía a que siempre imperó no solo la improvisación y se careció de políticas de Estado; sino casi la mayoría de los gobiernos se caracterizaron por ser autocráticos. 

Se debe considerar que estas formas de gobernar, impiden cualquier propósito democrático, negando el sentido de vida que respeta los derechos de la persona humana, lo que demuestra que no existía indicios que en el futuro próximo a se llegue establecer prioritariamente la democracia política liberal; sin embargo, sus capas medias y populares lideraron reclamos y dieron batallas para que la democracia política se alcanzara, lo único conseguido es que se reconociera que en las constituciones peruanas se enunciara que: “el Perú habrá de ser una republica democrática”; sin embargo, las exclusiones y discriminaciones se alineaban con la inmovilidad en el ascenso económico. Se vive sólo en el quietismo social, bajo un escondido desembalse social.
 
Asimismo, al carecerse de libertades públicas se imposibilitó la organización de movimientos políticos, y los pocos intentos fueron derrotados y su lucha quedó inconclusa como para conseguir ser república libre y soberana, la misma que se formulara y aprobara; esto fue un imposible, los grupos de poder no hicieron caso a los dictados y la presencia de quienes formularon la constitución de 1822/23 que dejó en sus primeros pasos de elaboración todavía con la presencia del libertador San Martín. Sin negar la validez del tiempo las fallas han sido muchas, como que hubo y hay partidos cuyos militantes nunca han reflexionado que les toca reemplazar sus conductas, porque en su mayoría siguen el ejemplo de sus viejos dirigentes, esto se da principalmente en los partidos de vieja data

Las reformas aprobadas para los próximos eventos electorales deben haber producido descontento en el conservadorismo peruano, sea en sus niveles empresariales y en las cúpulas de casi todos sus movimientos políticos, en especial del fujimorismo, del aprismo y otros  de apariencia mayor. Por estas reformas prácticamente caerán las dirigencias que siendo cúpulas tuvieron empatía con los grupos de poder. Será difícil que los partidos con bancadas de las mayorías parlamentarias lleguen a ocupar la presidencia y los cúrules en el congreso próximo y del 2021. 

La derecha peruana como se ha dicho en líneas arriba, nunca llegó a convertirse en una clase dirigente y menos en una burguesía al estilo europeo, se creen suficientes en acreditar sus atributos de astucia destinada a imponer sus diversas formas mercantilistas que les representaría mucho rédito y utilidades, importándoles poco el crecimiento y menos el desarrollo del Perú. 

Estas deficiencias se quisieron subsanar llamando a las transnacionales para que hagan el trabajo, asumiendo los riesgos y se les dieron facilidades; pero de los pocos tributos que pagaron, éstas fueron favorecidas ya que sus ganancias regresan a sus principales en el exterior, no habiendo reinversión en el Perú. Estudios cuidadosos consideran que las inversiones iniciales son menores comparadas con las remesas devueltas al exterior ¿cabría la pena este tipo de  inversión externa en esos términos?

¿Ante los hechos que vivimos, pareciera que los tiempos están cambiando? La respuesta resulta comprensible por el aguante de los pueblos del Perú de tanta exclusión, corrupción, malos gobernantes, doble discurso, caudillos mediocres y militantes y/o simpatizantes que no han reflexionado y siguen con miedo que exhiban a sus dirigencias mafiosas y organizadas para el crimen. 

Debemos entender que los partidos han sido mal gestionados por dirigencias corruptas y desconocedoras de ideologías y principios en que además de lo emocional se de paso a la racionabilidad, lo que no es fácil, pero necesario, porque todos tenemos que expulsar a los falsos dirigentes y no volver a elegir mandatarios y congresistas de media caña y que son “tan brutitos” que después se exhiben frente al currículo vitae mentiroso, aun cuando la manía peruana es dar el voto a quienes todos conocen y que es secreto a voces de ser propietarios de inconductas dañosas como para asumir importantes cargos.

Ha sido desafortunado que en casi doscientos años haya regido el conservadorismo más mediocre y que ha arrastrado mucha ignorancia, la misma que niega modernidad y la ilustración del buen leer; a esto se ha sumado aparentemente, para reforzar con los años a la derecha: sus “acólitos de la juricidad”; nefastos actores del fundamentalismo católico marca franquista fascista; y la novedad de una parte de los evangélicos ignorantones. 

Todas estas influencias añaden y han vuelto a la derecha en bruto/astuta y achorada que perturba mentes e ideales que con sus publicaciones (TV, radios, pasquín y mensajes de Internet) y los grupos de resistencia fascista/fujimorista por ahora distribuyen, perversidad de la antidemocracia -no creen en la democracia- estos no saben, ni entienden que los peruanos queremos Patria. 

Fernando Arce Meza                    Surco 21 de octubre del 2019-10-21

La del estribo: la izquierda embrutecida por las “enseñanzas de Maduro y Evo” habrán de caer, o mejor cayeron y no quieren liberarse de los estilos maoístas y stalinistas, Felizmente excongresistas Arce Cáceres, Zevallos, Glave e Hildira Huillca y otros se salvarán por ser decentes y de calidad ilustrada acordes al tiempo que vivimos; en cambio, con cargo a equivocarme el excongresista Del Águila de A.P.  dijo que su bancada se opuso a iniciar la elección de Ortiz de Zevallos primo del poderoso don Pedro (excongreso), la bancada tenía cinco votos que pudieron impedir el desalojo del legislativo, pero ¿porqué no hicieron cuestión de Estado?. Don Fernando y el caro amigo Valentín Paniagua ya los habrían desconocido. A.P. no camina derecho y también mucho por la derecha, que dice la militancia, a lo menos en el 2020 No a cinco y sí a Lescano.  

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