Varios
candidatos presidenciales argentinos lloraron públicamente durante la campaña
electoral de 2019. ¿Qué efectos provoca ese llanto sobre la ciudadanía? ¿Acaso
el llanto de los políticos tiene consecuencias en materia de votos y de
liderazgo?
El periódico
La Nación de Buenos Aires me consultó en referencia a este hecho relativamente
inusual. Así fue que contribuí, junto con destacados colegas como Mario Riorda
y Daniela Aruj, al reportaje titulado Una campaña en la
que todos lloran: ¿estrategia electoral o emoción real?.
En la nota,
además de nuestros comentarios y de las observaciones del periodista Alan Soria
Guadalupe, aparecen cuatro vídeos que registran las lágrimas recientes del
presidente Mauricio Macri, de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y
de los candidatos Alberto Fernández y Roberto Lavagna.
El tema
remite directamente a dos asuntos esenciales en el mundo político de hoy. Tan
esenciales que cada uno constituye un módulo de aprendizaje en nuestro Curso de
Experto en Psicología Política. Me refiero a la psicología del votante y a
la psicología del liderazgo.
La cuestión
de fondo es si llorar en público supone consecuencias positivas o negativas
para la percepción que tiene el votante acerca del líder político que así se
expresa.
Cuando los políticos lloran…
Las lágrimas
públicas de los candidatos demandan para su comprensión un estudio de cada caso
concreto. O sea evaluar quién llora, en qué contexto lo hace, en qué momento de
la campaña, en qué situación socio-cultural y en relación a qué asunto
concreto. Y también demandan medir las consecuencias en las investigaciones de
opinión pública.
Más allá de
esa necesaria profundización, de todos modos podemos trazar algunos apuntes
generales sobre el llanto de los políticos:
1.
El primer asunto sería determinar si el llanto es
sincero y real o si es fingido. Si es sincero, entonces es el reflejo de una
emoción. Si es fingido, si no tiene una emoción como punto de partida, entonces
es simplemente una táctica para engañar al electorado.´
2.
Cuando el llanto es fingido, la mayoría del público
lo advierte de forma inconsciente. Entonces la gente capta la intención de
engaño, se da cuenta de la falsedad y reacciona con desdén o con rechazo hacia
esa figura política.
3.
Cuando el llanto es real, entonces una parte de los
votantes posiblemente sienta la misma emoción que siente en ese momento el
político. Casi cualquier
estado emocional puede ser la raíz de un llanto auténtico: tristeza,
felicidad, miedo, ira…Esa emoción se hace viral en el sentido de que se
transporta de persona a persona. Entonces el candidato que se emociona y deja
que eso se transparente en sus lágrimas está contagiando
esa emoción a una parte de quienes lo ven o lo escuchan.
4.
A su vez, cuando el llanto es real hay otra parte
de los votantes que posiblemente no se contagien con facilidad. Ellos van a
reaccionar de otro modo, tomando el llanto como una señal que al mostrar una
emoción podría estar mostrando un aspecto importante de la personalidad del
candidato. Esos votantes van a decodificar ese llanto y esa emoción en función
de su propio vínculo con sus emociones. Es así que algunos lo verán como señal
de sensibilidad y humanidad mientras otros lo verán como señal de debilidad.
5.
¿Qué impacto tiene sobre la ciudadanía la
percepción de la vulnerabilidad del candidato? Varios estudios de psicología
política muestran que los dos rasgos
de personalidad que los votantes mejor valoran en los políticos son la energía
y la amabilidad. Las lágrimas pueden reforzar o debilitar cualquiera de
esos dos rasgos, por lo tanto el impacto principal pasaría por la autenticidad
o no de la emoción que sustenta esas lágrimas. Si la emoción es auténtica lo
más probable es que el impacto sea positivo, pero si es fingida entonces lo más
probable es que el impacto sea negativo.
6.
¿Rinde electoralmente? Lo que rinde electoralmente
es una estrategia de campaña bien diseñada, lo que rinde es una buena
investigación previa a la campaña, lo que rinde es una buena lectura de la
realidad, lo que rinde es una comunicación política bien hecha, lo que rinde es
lo sembrado en los años anteriores, lo que rinde es la política pensada a
mediano y largo plazo. La superficialidad, la búsqueda de golpes de efecto
espectaculares y la simulación no solo no rinden sino que son meros castillos
en el aire.
7.
¿La ciudadanía lo toma como algo genuino? La gente
tiene experiencia en detectar emociones verdaderas y en diferenciarlas de
simulacros. De hecho eso lo hace espontánea y naturalmente toda persona por el
solo hecho de vivir en contacto con otras personas. De manera que las personas
sí que se dan cuenta cuando hay simulación y también cuando hay emoción
verdadera. Aunque algunas personas puedan ser muy crédulas, de todos modos la
mayoría sabe diferenciar.
8.
¿Qué sería lo mejor para un candidato presidencial?
Lo mejor sería que su comunicación política estuviera alineada con su
personalidad real. De esta manera siempre podrá ser auténtico y eso será
percibido y valorado por los votantes. Esto tiene un correlato: que su
personalidad real sea la más adecuada para la toma de decisiones trascendentes
y para actuar bajo presión. Esto es que tenga una personalidad estable y un
buen control de emociones e impulsos. Si así es su personalidad, entonces la
autenticidad siempre va a jugar a su favor con independencia de que en alguna
ocasión derrame alguna lágrima o no.
9.
Una pequeña historia real. En cierta ocasión estaba
asesorando a un ex Presidente de un país de América Latina. Horas antes había
fallecido una personalidad política latinoamericana que era su amigo además de
su aliado político. Y este ex Presidente se enfrentaba a una conferencia de
prensa acerca de esa muerte. Le habíamos preparado una breve declaración
escrita pero mientras bajaba las escaleras para encontrarse con los periodistas
lo detuve un momento y le pedí que más allá del papel escrito dijera lo que
sentía en su interior. Fue lo que hizo: leyó la breve declaración y luego dijo
lo que sentía. En medio de eso se quebró un instante y se le cayeron algunas
lágrimas. Y fueron esas palabras conmovidas las que le generaron una corriente
inmediata de respeto, comprensión y apoyo. La moraleja es que nunca se trata de
llorar o no llorar, cual si fuera un dilema digno de Hamlet. Se trata de ser
auténtico, de ser coherente con la personalidad del candidato y con sus
posiciones políticas.
En suma: el
candidato frío como una heladera generalmente no convence. Tampoco lo hace el
candidato emocionalmente inestable que llora sin control. Y menos que menos el
candidato falso que simula una emoción que no siente.
Es simple.
Candidatos hay muchos. Los líderes políticos son menos. Y los estadistas muchos
menos aún. Si se trata de estadistas o de grandes líderes, lo mejor pasa por la
estabilidad emocional y la autenticidad.
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