¿RECONCILIACIÓN
O POLARIZACIÓN?
03-02-2018
Un golpe
teatral, con la APRA y el fujimorismo como sus actores principales. Eso es lo
que sucedió en el escenario político en diciembre, solamente para tratar de
salvar de la cárcel a PPK, Keiko Fujimori y Alan García (involucrados en el
caso Odebrecht). Este salto de malabarista, que contó con la anuencia poco
disimulada de PPK y la asistencia de un bufón llamado Frente Amplio, tuvo
también un segundo objetivo: preparar el terreno para que en un mediano plazo
uno de los Fujimori –eso creen– caiga sentado en el sillón de Palacio de
Gobierno. El indulto ilegal de Fujimori fue, en realidad, solo una cortina de
humo, pues el jefe de la mafia, esté en la cárcel o esté en libertad, ha de ser
enterrado para siempre (por sus crímenes) en el lodo de la Historia.
Hasta diciembre, el escenario era distinto. A pesar
de que aún no había terminado de morir (políticamente), las moscas ya planeaban
sobre el cuerpo agonizante de PPK. Porque PPK es el presidente sin nadie:
carece de una estructura política partidaria nacional, no tiene una bancada
sólida en el Congreso y, para completar su soledad, no cuenta con operadores
políticos que le ayuden a capear los temporales. Por eso, por ser un presidente
débil (de carácter y políticamente), para que termine su gobierno solo le quedaba
escoger un camino entre dos: o aliarse con la calle, o arrimarse al
fujimorismo. Prefirió lo segundo, entregándole la SUNAT, la Defensoría del
Pueblo, la Contraloría y el Banco Central de Reserva. No es que el fujimorismo
y PPK sean enemigos. Pueden ser rivales ocasionales en el reparto de la torta
pero enemigos, no son: respiran por la misma garganta (la Constitución del 93),
comparten el mismo pensamiento sobre los peruanos (que todos somos cojudos) y
carecen de escrúpulos a la hora de robarle al país. La única diferencia entre
los dos es que PPK no mata a sus opositores, como sí lo hacía el
fujimontesinismo.
Desde diciembre para adelante las cosas han
cambiado. Ahora gobiernan la APRA y el fujimorismo, con un presidente
decorativo llamado PPK. El fujimontesinismo tiene en sus manos dos ministerios
fundamentales en el control represivo del país: Interior y Defensa. En Interior
se encuentra Vicente Romero, que aparece en algunas fotos repartiendo material
de campaña junto con Keiko Fujimori. Romero es especialista en orden interno y
análisis de inteligencia. De allí que como su primer trabajo, el día de la
marcha pacífica contra el indulto de Fujimori hizo cortar la luz de la plaza
Dos de Mayo y ordenó echar bombas en la avenida Arequipa. Ahora está matando
campesinos en varios puntos del país. El siguiente paso serán los reglajes
contra toda voz que demande cambios, y no se descarta asesinatos selectivos...
En Defensa se encuentra Jorge Kisic. Según la Comisión Investigadora del Caso
Montesinos, Kisic estuvo involucrado en los malos manejos de la Caja Militar
Policial, y fue sentenciado en su momento a cuatro años de prisión suspendida,
pero solo unos días antes de ser elegido ministro, el 27 de diciembre del 2017,
su sentencia fue anulada. La APRA controla, a su vez, dos ministerios.
El primer trabajo de esta malévola alianza (APRA y
Fujimori) es sacar con juicios de la carrera electoral a líderes regionales y
nacionales, para ir limpiando el camino para las elecciones nacionales. Uno de
esos casos es el de Walter Aduviri, el líder aimara que le bajó el pantalón al
gobierno aprista durante el Aimarazo. Es pues la venganza de la APRA (que
controla jueces y fiscales), un partido moribundo que para sobrevivir tiene que
sacrificar líderes nuevos (“En Perú el presidente tiene un poder, no puede
hacer presidente al que él quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente
quien él no quiere”, dijo alguna vez Alan García) e impedir la inscripción de
partidos nuevos, evitando la renovación política que demanda toda sana
democracia (aprobaron la ley que eleva a más de medio millón la cantidad de
firmas para inscribir un partido). En el caso de Aduviri se trata de
persecución política, y la verdad es que de tanto perseguirlo, en un mediano
plazo le harán Presidente de la República. Porque su condena (siete años de
cárcel) no es por ladrón o asesino, sino por defender los derechos del Pueblo
Aimara.
¿RECONCILIACIÓN O POLARIZACIÓN?
Después de liberar a Fujimori, PPK nos llamó a la
reconciliación. ¿Puede haber reconciliación con el terrorismo y con la
corrupción? ¿Puede haber reconciliación donde nunca hubo una conciliación? De
ninguna manera.
La verdad es que la polarización se viene
ahondando. ¿Y polarización entre quiénes? En cierto momento, los medios de
información masiva (MIM) querían que el país se polarice entre fujimorismo y
antifujimorismo. Después nos dijeron que la polarización era entre los hermanos
Fujimori (Keiko y Kenji), por la herencia política de su padre. (Ante la
posibilidad de que Keiko entre a la cárcel, van a fingir una ruptura entre los
hermanos, para salvar al fujimorismo). Luego inventaron una falacia, la fórmula
fujimorismo versus terrorismo, y nos dijeron que el fujimorismo representaba al
bien y el terrorismo al mal, y nos presentaron a Fujimori (el mayor criminal de
la historia peruana, solo superado por Abimael Guzmán y Francisco Pizarro) como
si se tratara de un santo. A todo opositor de Fujimori empezaron a llamar
“terruco” (incluso a quienes hemos pasado por los cuarteles). Un juego de
palabras y de sicosociales de la mafia para que el apellido “Fujimori” sea el
centro de la discusión nacional, el protagonista del escenario político.
Luego los MIM nos dijeron que la polarización era
entre Jorge del Castillo y Mauricio Mulder, apristas ambos (y conste que, por
lo menos en esto, la APRA no es, como dicen, un manicomio dirigido por uno de
los locos, sino una mafia bien organizada). Es la ya legendaria escopeta de dos
cañones. Es decir, aparentan peleas partidarias internas para repartirse la
torta. O, entendiéndolo de otro modo, con una mano te golpean y con la otra te
acarician.
¿Y cómo respondieron desde la oposición? Diciendo
que la polarización es entre izquierda y derecha. ¿Cómo? Decir que en el Perú
hay una izquierda, significa reconocer que hay una derecha; y llamar derecha a
los parásitos que succionan la sangre de los peruanos, es simplemente un error:
es darles categoría. Las economías apátridas que han secuestrado el país no se
merecen un nombre simpático como “derecha”, sino hay que llamarlas por su
propio nombre: mafias que controlan los poderes económico, político, militar y
mediático para beneficio de unos pocos y para saquear el país. En otros países
hay una izquierda que pelea por los reconocimientos sociales y por el cambio,
mientras que hay una clase empresarial dirigente (conservadora) que, si bien
pelea por sus intereses, busca el bien común. En el Perú eso no sucede. En el
Perú llaman “izquierda” a los cojos de la esquina que se arranchan las muletas
para que no camine ninguno.
La verdadera polarización se resume en esta frase:
o estás con el Perú, o estás contra el Perú. Y, en este marco, la polarización
es entre los muchos y los pocos. A este lado se encuentran los muchos patriotas
honestos de a pie que piden transformaciones profundas, los indignados que
claman democracia y libertad, los peruanos que hacen caminar la gran locomotora
económica. Al otro lado se encuentran los enemigos de la Patria, que son pocos:
los ladrones que se cargaron en peso el país cuando les tocó llegar a Palacio,
los que vendieron el país por pedacitos, los que llevaron (o permitieron que
lleven) a la Patria a la situación de humillación histórica y a la pobreza
total a pesar de que el nuestro es uno de los países más ricos del mundo. Por
tanto, los Fujimori, los Alan, los Toledo, los Humala, los PPK –los
representantes políticos de esa mafia– son enemigos del Perú.
TERRORISMO PARA BRILLAR
Todos los países tuvieron peleas internas o guerras
civiles. Si las guerras son temporales, los odios también lo son, mucho más si
se trata de una pelea entre ciudadanos de un mismo país. ¿Recuerdan la primera
Guerra mundial, cuando alemanes y franceses se buscaban desesperadamente por
aire, mar y tierra para matarse y terminaron enterrándose por millones en los
recovecos de las trincheras? El odio se estableció en los corazones hasta el
límite de lo ridículo y los llevó al extremo de tener cinco mapas distintos en
solo cinco años. Ahora los descendientes de esos soldados enemigos se casan o
toman café en esa sola nación económica en que se ha convertido toda Europa.
El Perú también tuvo sus guerras internas, sobre
todo en los años ochenta y noventa. Pero ya veníamos superando esa etapa negra
de nuestra historia, cuando de pronto aparecen los Fujimori tratando de
convertir el odio temporal en permanente. Debe ser porque la única manera de
que pueda brillar la estrella muerta (Fujimori) es recorriendo a la palabra
“terrorismo”. Como los murciélagos, necesita sangre para seguir vigente, aunque
con ello pueda infectar de rabia a medio país. Porque, en el fondo, el fujimorismo
no tiene propuestas sostenibles y coherentes para el país.
¿A favor de los pobres? Yo no le creo a los Fujimori
cuando hablan de trabajar a favor de los pobres. En 1990, Fujimori le ganó a
Mario Vargas Llosa (“el candidato de los ricos”) con el apoyo de los pobres al
ofrecerles “honradez, trabajo y tecnología”. La propuesta sólo sirvió para
llegar a Palacio. El “candidato de los pobres” cambió de pellejo no bien llegó
al poder: de inofensiva lagartija pasó a voraz y peligroso lagarto. Se rodeó de
los ricos del país y nos llevó a la peor etapa de nuestra historia. Intentó
acabar con la pobreza esterilizando a los pobres para que no tengan más hijos
mientras traía chinos por miles para que ocupen el lugar de los peruanos que no
nacerían nunca. A los pobres les repartía comida contaminada con sicoquímicos
para que no puedan reaccionar ni protestar y les regalaba cuadernitos y
uniformes en vez de darles un trabajo digno.
¿Honradez? La mafia se cargó el país en peso. Los fujimoristas
se volvieron millonarios con el dinero de todos los peruanos. Entregaron casi
todas las empresas estatales a sus allegados. Por poco privatizan nuestras
casas y las calles. Una parte de ese dinero (seis mil millones) se llevaron a
bancos del exterior.
¿Trabajo? Fujimori ofreció trabajo para todos (como ahora)
pero despidió miles de trabajadores y acabó con la estabilidad laboral,
convirtiéndonos en el país de los cachuelos. Fueron creación del fujimorismo
los services que les roban a los trabajadores. A los jóvenes de entonces
nos prometió el futuro (como ahora) y nos robó el presente. Abrió nuestro
mercado a los chinos, a la competencia desleal (dumping), y ahora
nuestros pequeños empresarios de Gamarra (fabricantes de ropa y zapatos) se
encuentran al borde de la quiebra. Desde esos años hasta ahora se fueron del
país casi tres millones de peruanos, principalmente jóvenes, en busca de
ocupación, como consecuencia del modelo económico que enriquece a unos pocos y
empobrece a las mayorías.
¿Tecnología? Somos un país “picapiedras”. En eso nos ha
convertido Fujimori y los siguientes presidentes que aplicaron el mismo modelo
económico y la misma Constitución. Vendemos piedras (minerales) a precio de
gallina flaca y compramos productos fabricados con esas mismas piedras pero
costando miles de dólares. Cero en tecnología. Compramos chatarra, llenando las
calles de carros de segunda mano.
¿Educación? Fujimori firmó con el Fondo Monetario Internacional
(FMI) una carta de intención que posicionó a la educación peruana en el último
lugar en Latinoamérica, sólo encima de unos cuantos países. Según ese
compromiso de sometimiento, el Perú debe destinar a la educación menos del 4%
del Producto Bruto Interno. Los dueños del FMI (Estados Unidos, Francia,
Alemania, Japón, España y otros) nunca permitirán que destinemos más dinero a
la educación. No les conviene. Destinando, por ejemplo, un 15% de nuestro PBI a
ese rubro (como los países europeos), en veinte años nos industrializaríamos y
superaríamos a esos países, quitándoles el mercado mundial (porque tenemos
materias primas).
Y ahora, los que nos robaron a todos los peruanos
(los Fujimori, Martha Chávez, las Chacón, los mismos de antes pero con un nuevo
rostro, Keiko o Kenji), nos hablan de honestidad. Los que llevaron al país a la
dependencia total, nos hablan de cambio. Los que beneficiaron a los
extranjeros, hablan de promover al empresariado peruano (las empresas peruanas
son asfixiadas con impuestos antitécnicos, mientras las multinacionales tienen
privilegios). Los que implantaron una de las dictaduras más implacables de esta
parte del mundo, hablan de democracia.
LA PATRIA EN AGONÍA
Dicen que avanzamos con el modelo económico
diseñado por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. ¿Hacia dónde
avanzamos? Hacia la bancarrota total. La prensa y los políticos no lo dicen,
pero solamente para sobrevivir en el último gobierno, en diecisiete meses, el
Perú se ha endeudado por cuarenta mil millones de dólares y el déficit fiscal
supera los veinticinco mil millones. No se trata de PPK o de los Fujimori, o de
Alan García o de Alejandro Toledo, o de Ollanta Humala (ladrones todos, según
las últimas investigaciones). Se trata de la corrupción y del manejo económico
del país, con el falso membrete de liberalismo. Y se trata de la Constitución. Pero,
sobre todo, se trata de ese algo fundamental con que cuenta todo país que digne
llamarse tal: nos falta un Proyecto Histórico.
¿Y a qué llamamos Proyecto Histórico? Lo
explicaremos de un modo más o menos sencillo: Juan Quispe tiene dos hijos y dos
hectáreas de chacra. Cuando muera Juan Quispe, sus dos hijos se repartirán esa
chacra a una hectárea cada uno. Supongamos que los hijos de Juan Quispe también
tengan dos hijos cada uno. A cada quien le tocará media hectárea de esa chacra.
Cien años después, luego de cuatro generaciones, a los tataranietos de Juan
Quispe solo les tocará cien metros cuadrados de tierra. ¿Cómo se llama eso?
Decadencia familiar de los Quispes. Si Juan Quispe abuelo se hubiese proyectado
para varias generaciones, educaba al primer hijo y dejaba dos hectáreas de
chacra al segundo hijo, así sucesivamente por las generaciones siguientes, de
modo que aseguraba la supervivencia de su descendencia… Para no terminar en la
decadencia total, toda familia planifica y diseña su futuro para muchos años,
tomando en cuenta sus fortalezas personales y los elementos del medio que le
sirvan para ese fin. Igualmente, todo pueblo y toda Nación se proyectan,
mínimo, para doscientos o trescientos años. Hubo a lo largo de la Historia
pueblos burdeles, por voluntad propia o por imposición, así como hay en la
actualidad pueblos fábricas y pueblos metrópolis y pueblos gendarmes, cada uno
desempeñando el papel de líder o de gusano ante los demás. Los pueblos que no
se proyectaron fueron borrados del mapa o engullidos por potencias extranjeras,
tal vez no territorialmente pero sí económicamente. Con el África los europeos
se divirtieron como esos niños que juegan dibujando mapas en el suelo,
haciéndolos pelear tribu contra tribu, inventando –según sus conveniencias–
países de corta o larga duración, hasta que vaciaron los recursos del
continente… En cuanto a Chile, Diego Portales fue el primero en advertir que
Chile nació a la República encerrado entre el Antártico, la cordillera y el
mar, sin posibilidad de expandirse, de modo que para sobrevivir había que
invadir a los vecinos porque en el futuro faltaría comida y territorio para los
nuevos pobladores. Por eso nos arrebataron una porción de territorio con la
ayuda de Inglaterra y por eso ahora, ya en la era de las guerras invisibles, la
oligarquía chilena controla en nuestro país un algo de los poderes político y
económico (principalmente empresas de servicios). En ese escenario, a los
peruanos nos tocó jugar el papel de empleados y ellos el de patrones. ¡En nuestra
propia casa!
Si hablamos de Proyecto Histórico, ¿adónde camina
el Perú? A ninguna parte. ¿Cuál es su proyecto de aquí a doscientos años?
Ganarle a Chile en la enajenación de materias primas, principalmente el cobre.
El objetivo de los gobernantes es que el Perú permanezca, por lo menos, en lo
que llamaban el Tercer Mundo, aunque ya parecemos un país de Cuarto Mundo.
No puede ser nuestro destino vivir de los donativos
que nos dejan los mercaderes mineros llamados transnacionales. Tenemos que
industrializarnos. No puede ser nuestro destino dejar el gobierno en manos de
una banda de forajidos que sirven de bisagra a las transnacionales en la
entrega, el control y el sometimiento del país. Tenemos sacarlos de Palacio. No
puede ser un buen destino que nuestros hijos laven el plato de chinos,
japoneses o gringos en nuestra propia casa. Los que llegan al Perú son
bienvenidos pero deben venir a estas tierras a ser nuestros empleados. No puede
ser nuestro destino regalar millones de toneladas de peces mientras nuestros
niños se mueren de desnutrición. Toda la producción de alimentos debe ir a la
mesa de los peruanos… El pueblo donde un día el Inca se irguió por encima de
todo el continente no se merece, de ninguna manera, el destino de los países
africanos. El destino del Perú, con todo lo que tiene (climas, petróleo,
minerales, etc.), es ser la primera potencia de Latinoamérica.
Después de doscientos años de república, el Perú
(el único país del mundo donde un extranjero puede, con derecho y oficialmente,
dar órdenes a las fuerzas armadas de los peruanos) es todavía un país
provisional: sin norte, sin instituciones sólidas, sin libertades para
expresarse (la protesta es un crimen). Peor aún: desde que el poder cayó en
manos de mercaderes sin escrúpulos, no hemos dejado de caer hacia el abismo.
Con un modelo que enajena los recursos y el territorio de la Nación, que abre
brechas cada vez más grandes entre ricos y pobres, que ha elevado a la
corrupción a la categoría de virtud (que robe pero que haga obras), nuestro
destino más cercano como país pareciera ser la decadencia, la guerra civil o
una transición con participación ciudadana.
Hernán de la Cruz Enciso. Escritor y periodista.
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