Frente a las actuales circunstancias de desastre
sanitario, económico y social histórico, la reconstrucción de la economía
familiar inmediata es hoy la reivindicación más elemental y fundamental de la
sociedad peruana. Este desastre, en nuestro caso, es más intenso, profundo y
expansivo que la Guerra con Chile, tal como se presenta ahora y se avizora por
evolución pandémica expansiva en los próximos meses de este año y los primeros
del próximo. La reconstrucción de la economía familiar, pues, es el derecho
número uno de todos los peruanos en estos momentos. Y es la obligación número
uno del Estado, sobre todo frente a los más vulnerables y empobrecidos. Este
derecho humano y obligación estatal se imponen sobre todas las cosas y
cualquier paradigma económico del siglo XX.
Mientras tanto, nuestros economistas de la economía
formal, tanto como nuestros políticos y politólogos del status quo, siguen
enceguecidos con la “defensa de las Reservas Internacionales Netas”
supuestamente intangibles, así como del récord mínimo del endeudamiento externo
y el déficit fiscal, que sería la receta de una “macroeconomía sólida y
competitiva” para el arribo del capital supranacional a nuestros mercados
mineros y de infraestructura vial. Todo ello con la esperanza de que el goteo
de la riqueza de arriba hacia los de abajo salve del empobrecimiento, según sus
indicadores, a millones de peruanos hundidos en el subempleo y la depresión.
Estos especialistas de la economía matemática y la política de la clase
burocrática del siglo XX consideran que un peruano ya no es pobre cuando gana
más de S/344 soles al mes. Por esta razón, consiguientemente, la pobreza en el
Perú sería mínima.
Aunque, la realidad, apreciados lectores, es que en
el Perú más del 60% de la PEA gana menos de S/1000 soles, y que según estas
condiciones de capacidad adquisitiva de la mayoría de la población no es
posible el desarrollo económico y social del país, sino del 25% de la PEA que
estructura los niveles socioeconómicos (NSE) A y B. En tales condiciones, se
sucede que somos los primeros en el mundo en indicadores macroeconómicos para
ocupar los últimos lugares en desarrollo humano.
Estamos orgullosos de ser el país con menor deuda
externa (27% del PBI) frente, por ejemplo, a Estados Unidos, que tiene una
deuda externa equivalente al 110% de su PBI; o frente a Reino Unido (85%); o
frente a Francia (100%); o frente a Alemania (60%); o frente a Japón (230%); o
frente a Chile (70%). Sin importar claro, que en empobrecimiento y
subdesarrollo humano somos comparados con los países más pobres y atrasados del
mundo. Y, ¿por qué en el Perú tenemos indicadores macroeconómicos insuperables
en América Latina y el mundo? Porque somos el
país que menos ha invertido en desarrollo humano (empleo, salud, educación e infraestructura
para el desarrollo territorial); porque somos el país que más ha empobrecido a
su población.
Todo este empobrecimiento y el caos consiguiente,
sobre todo el creado en los últimos 30 años, ha sido develado por la crisis
pandémica del COVID-19. ¿Qué hacer?
Planteamos diseñar y gestionar inmediatamente una
tricotomía de acciones de respuesta a la crisis general sanitaria, económica y
social que enfrentamos. ¿Por qué?
Porque el reto verdadero, en el historial de los
grandes desastres, es actuar a gran velocidad con toda la economía y la
logística del Estado por sobre todas las cosas; todo lo que debe expresarse
masivamente en inyección de dinero cash, creación de trabajo y sostenimiento de
la oferta de bienes y servicios básicos en y para la base de la pirámide
social.
En primer lugar. Implementar inmediatamente un
shock de gasto fiscal para la creación de demanda sobre la base de la
experiencia internacional (Estados Unidos, Hong Kong, Reino Unido…). Este shock fiscal se traduciría en hacer llegar dinero
en efectivo y de forma no reembolsable al 65% de la PEA en el país (12 millones
de personas aproximadamente), que se encuentran en situación de desempleo
intempestivo y/o de quiebra de sus pequeños negocios o emprendimientos informales;
todo ello a nivel de la totalidad de los distritos del país, a través de
“tarjetas inteligentes” para el consumo de productos y servicios básicos
(comida, medicinas, servicios de agua, luz y teléfono, etc.) durante cuatro
meses (leer artículo sobre “dinero
helicóptero” del MNIP), teniendo en cuenta que:
El dinero que se entregue individualmente y de
forma masiva sería equivalente a lo que cada uno de los peruanos (12 millones)
ha dejado de producir o percibir en promedio durante el ínterin de cuarentena y
post-cuarentena (4 meses aproximadamente), lo que ascendería a un monto per
cápita/mes de 1000 soles en Perú.
Esta actividad estatal sería la condición primera e
ineludible de la reconstrucción reivindicativa de la economía nacional de la
sociedad mayoritaria (65% de la PEA), sin lo cual no es posible la tan
publicitada “reactivación económica”.
Se generaría un endeudamiento externo de 14 mil
millones de dólares aproximadamente (6.6% del PBI). ¿Qué significación tiene el
6.6% del PBI frente a la vida o la muerte de 12 millones de personas? Sin
considerar si quiera que la reactivación de la capacidad adquisitiva de estos
millones de peruanos sería el pistoletazo de salida de la reconstrucción de la
economía nacional desde la base de la pirámide social, que convertiría al Perú
en un ejemplo mundial. El Gobierno tendría el apoyo del 80% de la población peruana,
y del mundo.
Sin esta mega-acción estatal, al nivel del
mega-empobrecimiento del 65% de la población, las cuarentenas que la pandemia obligará
a realizar fracasarán como hasta ahora. ¡No se puede imponer una cuarentena sin
inyectar en la PEA afectada gravemente el equivalente al ingreso individual
promedio perdido o no percibido! ¡Y no se puede iniciar y proseguir la lucha
contra la pandemia sin cuarentena! ¡En tal sentido, el shock fiscal de dinero
helicóptero sería la clave para el éxito de la lucha contra la pandemia del
COVID-19!
En segundo lugar. Preparar un gran plan de
sostenimiento de la oferta de bienes y servicios básicos; igualmente, con
dirección estatal y reorganización de las formas de producción, respetando
escrupulosamente la normativa sanitaria de protección y aislamiento social (alimentos agropecuarios y pesca artesanal, perecibles
y procesados, higiene y desinfección local, medicinas y servicios médicos, confecciones
y calzado de seguridad sanitaria, manufactura de apoyo sanitario, transporte
público ad hoc...). Con los siguientes componentes, entre otros:
Promoción de la producción nacional de medicamentos
genéricos de calidad y resolución de la problemática de infraestructura y la
problemática social de todos los trabajadores de salud.
Producción agropecuaria con impulso del crédito
agropecuario y la participación directa del Estado en sustitución de los
grandes intermediarios y el control de los precios especulativos, privilegiando
la producción para el mercado interno.
Liderazgo y desarrollo organizacional del
minifundio (1.8 millones de agricultores con propiedades menores a cinco
hectáreas) cuyos ingresos familiares son un 40% menores que los de los hogares
no agropecuarios, para la productividad agropecuaria y la ampliación del área
agrícola alimentaria, así como para la contención de la erosión y la
desertificación.
Reorganización total de las cadenas productivas de
tercería MYPE para la producción a escala de confecciones textiles y calzado de
seguridad sanitaria, equipos y aparejos sanitarios, productos de higiene y
desinfección a escala…
Potenciación, abastecimiento y comercialización
sostenibles de la pesca artesanal en Perú.
Reorganización total y modernización del transporte
informal de personas.
Reconstrucción de la economía de servicios
(educación, turismo, restaurantes y recreo, con apoyo tributario y capacitación
moderna para su desarrollo).
Oficinas estatales de reorientación de negocios
MYPE, crédito cooperativo y modernización del emprendimiento en Perú.
Todo ello con la dirección de la PCM y el soporte
logístico y de recursos humanos de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales.
En tercer lugar. Preparar un gran plan de
creación de trabajo masivo al terminar la primera fase de cuarentena y shock
fiscal de dinero helicóptero (4 meses). El tercer componente de la tricotomía de reconstrucción
reivindicativa de la economía popular, cuando pasemos definitivamente a una
verdadera estrategia de mitigación de amenazas del virus pandémico COVID-19 y
haya terminado los primeros cuatro meses de distribución de dinero helicóptero,
sería un shock de creación de trabajo impulsado por el Estado sobre la base de
la autogestión social territorial-distrital.
Estamos planteando que los dos primeros meses de
cuarentena sin inyección de liquidez en la base de la pirámide social ha
servido de muy poco para avanzar en la guerra sanitaria contra el virus.
¡Aprendamos! No podemos implementar cuarentenas con asistencias sociales o
alivio del hambre y la desesperación con un bono familiar de 760 soles.
¿En qué debe consistir el tercer llamado de acción
inmediata por impulso estatal?
Constitución de brigadas sanitarias de desinfección
total, identificación y reporte de enfermos y creación de espacios de
aislamiento.
Constitución
de brigadas de trabajo en infraestructura de redes de agua y desagüe distrital
para todos (pistas, veredas, colegios, arborización con sistema de riego
domiciliario tecnificado).
Creación de comedores populares y restaurantes
populares con delivery para atender a personas infectadas, con enfermedades
múltiples y con discapacidad motora.
Igualmente, todo este gran plan de creación de trabajo
masivo post-cuarentena y post dinero helicóptero tendría que ser diseñado y
gestionado por las municipalidades distritales, la red de líderes barriales y
vecinales autogestionarios, y por el voluntariado local existente (ONG,
Cáritas, Iglesias, etc.); todo ello, igualmente, con el soporte logístico y de
apoyo de la red cívico militar que se extiende hasta los límites distritales.
En tal sentido, la tricotomía de
reconstrucción planteada nos obliga a organizar la participación de las Fuerzas
Armadas y las Fuerzas Policiales en la dirección ejecutiva cívico-militar y su
extensión gestora hasta los niveles distritales.
Las ciencias militares y el papel de las Fuerzas
Armadas no se deben desarrollar ya en los cuarteles haciendo ejercicios de
simulación de guerras inexistentes.
La reestructuración dirigida de la economía
nacional por distribución de la riqueza social, replantea significativamente el
papel de las Fuerzas Armadas frente a la generalización del subempleo, la
depresión, el caos social y la corrupción.
Las guerras del siglo XXI son totalmente distintas
a las guerras de los siglos XIX y XX de Clausewitz. Las primeras están en
relación con la gestión de la prevención de desastres económicos y sociales, el
calentamiento global y el deterioro ambiental, así como con la gestión social
del talento científico técnico… etc.
Finalmente, la tricotomía de la reconstrucción
nos obliga a aprender de la experiencia internacional (recomendaciones para la
guerra contra el nuevo coronavirus).
El no amilanamiento de los líderes frente al
panorama desolador de la destrucción del trabajo y la situación de los más
pobres (parecida situación en toda guerra) para evitar una catástrofe
sanitaria, económica y social mayor.
La tricotomía de reconstrucción debe favorecer a
desempleados, emprendedores y personas vulnerables, sobre todo a mujeres,
teniendo en cuenta que la recuperación de los puestos de trabajo perdidos no es
posible sin el concurso económico y logístico del Estado.
En los organismos de ejecución local de planes
contra la pandemia deben de estar representados todos los actores relacionados
con el empleo y la reconstrucción económica local.
Se formulan y evalúan proyectos de infraestructura
de corto plazo que generan empleo e ingresos inmediatamente.
Todos los trabajadores y emprendedores son
capacitados en modernización y desarrollo de cadenas productivas y de valor
MYPE, que es algo muy importante al pasar de la tricotomía de la reconstrucción
económica a la tricotomía de la reestructuración (próximo artículo: La
tricotomía de la reestructuración económica).
Las remuneraciones de los trabajadores contratados
para la reconstrucción pueden ser en un 50% en especie.
Así como en 1946, por ejemplo en Japón, se pasó a
la reconstrucción económica a base de laissez faire (libertad de empresa y
competencia), hoy, en la post-pandemia, se estaría pasando a la autogestión
social y la autosuficiencia local como la razón de ser del desarrollo humano en
el siglo XXI.
Los partidos
políticos no siguen como antes, sin teorías sociales ni programas de acción de
reestructuración económica-social.
La educación de adultos se reforma por holismo,
interdisciplinariedad y creatividad MYPE.
Así como en Japón de posguerra se eliminó a la
clase terrateniente, hoy se estaría pasando al éxodo urbano y el ecoaldeismo
alternativo.
A las personas en situación de desastre no se les
“atiende”, no se les “ayuda”, no se les “alivia” sus desgracias; se les lidera,
se les repone lo perdido y se les presta todo tipo de apoyo económico y
logístico para que superen el capítulo de la desgracia y se desarrollen por sí
mismos.
En épocas de desastre y posguerra, se impone el
dirigismo estatal para la reconstrucción y la reestructuración económico-social,
creando bancos públicos para el crédito al alcance de todos (así se crearon los
Estados de Bienestar, que eran una combinación de dirigismo estatal, shock
fiscales y liberalismo de mercado).
Próxima publicación: (“Apuntes sobre la segunda
tricotomía de reestructuración de la economía Nacional”).
Fecha: 8 de abril de 2020
Artículo: Apuntes sobre la reconstrucción
reivindicativa de la economía nacional
Autor: Ramón Espinoza Guerrero
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