12/07/2018
La administración Trump no es el
resultado de un fenómeno aislado en Estados Unidos. Donald Trump es el
resultado de un proceso largo de descomposición política, cultural y social.
Trump es un producto de la democracia
fallida existente en Estados Unidos. Mientras la clase dominante trata de
perpetuar la ficción de que Estados Unidos es una verdadera democracia y
que Trump y las mutaciones políticas alrededor de él son en cierta forma una
desviación aberrante que puede ser vencida en la siguiente elección, más
avanzará la llamada “democracia representativa” hacia una verdadera tiranía.
El problema no es Trump. Es un
sistema político, controlado por la capacidad corporativa y las cabezas
dirigentes de los dos partidos políticos principales, que en realidad es uno
solo, pues ambos defienden los intereses de la clase dominante para los que los
intereses generales de la población no tienen mucha importancia.
Las discrepancias que podemos
observar durante la administración Trump es una manifestación de la defensa de
intereses de distintos sectores de la economía que no quieren ser desplazados
por otro y defienden el control que han estado ganando durante años.
Un caso bien definido está en los
sectores que han realizado cuantiosas inversiones en otros países, con el fin
de aprovechar la mano de obra barata de estos, los recursos naturales de los
mismos y las ventajas fiscales que le proporcionan exenciones de impuesto y la
posibilidad de enviar sus utilidades a paraísos fiscales sin tomar en
consideración el nivel de afectación que esto produce en cuanto a la economía y
el desempleo en los propios Estados Unidos.
Revertir esta tendencia como lo
está haciendo Trump, implica la retirada de algunos acuerdos internacionales,
como el del medio ambiente, para poder proporcionar utilidades a las empresas
que controlan las minas de carbón y las que lo transportan, además de disminuir
el desempleo en ese sector, lo que siempre promueve el auge económico en otros.
Incrementar la producción de automóviles en Estados Unidos es otra tarea que
implica el descontento de aquellas empresas que realizaron sus inversiones en
el extranjero, principalmente México, con la idea de sustituir un producto
fabricado en Estados Unidos por otro que fabricado en el exterior le brinda
mayores utilidades a la empresa.
La relación económica alcanzada con
algunos “aliados” y otros que no lo son tanto, implica además el traslado de
tecnología y también el aumento de la competencia comercial en el mercado
mundial por aquellos que recibieron las inversiones y la tecnología
estadounidense, que pueden producir más barato y por lo tanto representan una
fuerte competencia en el mercado mundial, detrás de lo cual están los intereses
económicos de empresas estadounidenses que provocan un aumento del
desempleo en su propio país de origen perro tienen el aliciente del incremento
de sus utilidades. Todo esto está en contra de lo planteado por Trump “America
first”.
La guerra comercial afecta a los países
que se han apoderado de los mercados tradicionales estadounidenses, pero
también afecta a las propias empresas de Estados Unidos que tenían todas sus
esperanzas puestas en las inversiones en terceros países. En el año 2016, la
inversión acumulada total de Estados Unidos en otros países, representó 5, 33
trillones de dólares, según informe de “El Portal Estadístico”. Los
países que han recibido el mayor monto de inversiones del año 2000 al 20l6, son
Australia, Japón, China, Alemania y la región de Asia Pacífico.
¿Cómo modificar todo esto?
No es fácil cambiar el rumbo de lo que
se ha estado construyendo durante años. La filosofía de los grupos que han
estado en el poder en Estados Unidos en los últimos años, ha sido el tratar de
utilizar la “globalización” como instrumento de sus intereses hegemónicos, que
se fundamentan en lograr un acuerdo con las clases dominantes de otros países
para sacar el máximo de beneficio económico posible de sus inversiones de
capital.
El grupo que se encuentra en el poder
en estos momentos en Estados Unidos, representado por Trump, no quiere el
dominio mediante alianzas, quiere tener las riendas en sus propias manos y que
el carruaje se mueva acorde a sus intereses particulares. Tener seguidores, no
socios. Una gran potencia con países que se pliegan a la misma y cuyo futuro lo
deciden los intereses estadounidenses.
El sistema creado durante años debe
cambiar lo antes posible, el colapso se acerca.
- Dr. Néstor García Iturbe es
editor del boletín electrónico El Heraldo (Cuba)
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