I
EL PEOR ACUERDO COMERCIAL,
DENUNCIA MÉDICOS SIN FRONTERAS
Tharanga Yakupitiyage
Miércoles 14 de octubre de 2015
El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica
(TPP, en inglés) “pasará a la historia como el peor acuerdo comercial para
el acceso a los medicamentos en los países en desarrollo”, denunció
Médicos sin Fronteras (MSF) en un comunicado tras la firma del tratado el
lunes 5.
El TPP es el mayor acuerdo comercial de los últimos
años ya que reúne a 12 países, incluido Estados Unidos, que en conjunto
representan 40 por ciento de la economía mundial.
Las negociaciones del tratado, iniciadas en 2008,
concluyeron con su firma en la sureña ciudad estadounidense de Atlanta. El TPP
incluye una serie de medidas económicas, como la reducción de aranceles y
normas para el derecho laboral, la regulación ambiental y las inversiones
internacionales.
“Este acuerdo equipara el campo
de juego para nuestros agricultores, ganaderos y fabricantes mediante la
eliminación de más de 18.000 impuestos que diversos países aplican a nuestros
productos”, declaró
el presidente estadounidense Barack Obama, en un comunicado tras las
negociaciones.
Obama añadió que el TPP tiene los compromisos “más
sólidos” sobre trabajo y medio ambiente que cualquier otro tratado
comercial de la historia.
Aunque el acuerdo aún no ha sido adoptado
formalmente por los órganos legislativos de los países signatarios, ya recibió
críticas por parte de numerosas organizaciones de la sociedad civil, incluida
MSF, cuya principal preocupación surge de las disposiciones del TPP sobre la
protección de los fármacos biológicos sujetos a la propiedad intelectual.
Por fármacos biológicos se entiende toda terapia de
una fuente de origen biológica, como las vacunas, las antitoxinas y los
anticuerpos monoclonales para enfermedades como el cáncer y el virus de
inmunodeficiencia humana/síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/sida)
La organización de investigación Brookings
Institution, con sede en Estados Unidos, señala que los fármacos biológicos son
estructuralmente más complejos que otros medicamentos, lo que hace que su
elaboración sea más difícil y costosa. En promedio, cuestan 22 veces más que
los demás.
Debido a estos costos, las empresas utilizan el
fármaco original para desarrollar “biosimilares”, o sea versiones
genéricas más baratas de los productos biológicos. MSF ha declarado que esta es
la “mejor manera de reducir los precios de los medicamentos y de mejorar el
acceso al tratamiento”.
Por ejemplo, MSF brinda tratamiento con
medicamentos genéricos a unas 300 000 personas con VIH/sida en 21 países. Estos
fármacos redujeron el costo anual de la organización de 10.000 dólares a 140
dólares por cada paciente tratado.
Sin embargo, en Estados Unidos los fabricantes de
fármacos biológicos tienen 12 años de exclusividad sobre la información
necesaria para copiarlos. Durante ese lapso, la Administración de Alimentos y
Fármacos estadounidense no puede aprobar un fármaco biosimilar que utilice los
datos biológicos originales.
Las normas que protegen esos datos varían según los
países. Por ejemplo, Chile, México y Perú no regulan los datos biológicos en
absoluto.
Como parte de las negociaciones del TPP, Estados
Unidos intentó incluir la regla de protección de 12 años, pero al final los
ministros de los distintos países signatarios acordaron un lapso mínimo
obligatorio de cinco a ocho años de protección de los datos.
En consecuencia, los fármacos biosimilares no
podrán ingresar al mercado de aquellos países que anteriormente no tenían
restricciones al respecto. Según MSF, eso elevará los precios de los
medicamentos esenciales, sostenidos por las empresas farmacéuticas, lo que
impedirá que las personas y los proveedores de salud los adquieran a un precio
accesible
MSF prevé que al menos 500 millones de personas no
podrán acceder a los medicamentos una vez que el TPP entre en vigor. “Los
grandes perdedores en el TPP son los pacientes y los proveedores de tratamiento
en los países en desarrollo”, denunció MSF en un comunicado. La
organización instó a los gobiernos y sus legislaturas a considerar las
consecuencias.
“El impacto negativo del TPP en la salud pública
será enorme, se sentirá en los años por venir y no se limitará a los actuales
12 países del TPP, ya que es un modelo peligroso para futuros acuerdos”, advirtió MSF.
9/10/2015
II
TPP,
FRENO PARA CHINA E IMPULSO DEL MODELO PARA EL TTIP
Acordado el tratado de libre comercio del Pacífico
Mikel Zubimendi
Martes 13 de octubre de 2015
El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica,
también conocido como TPP por sus siglas en inglés, es un tratado de libre
comercio multilateral promovido por EE UU, negociado en secreto y que involucra
a otros 11 países ribereños del Pacífico. Sus defensores, con Obama a la
cabeza, lo han presentado como una oportunidad única de crear un mercado
integrado que engloba al 11% de la población mundial y que representa casi el
40% del PIB global.
Tras casi siete años de negociaciones y
prácticamente en el último sprint del gobierno de Obama, los doce países
llegaron a un acuerdo final. Todavía debe ser aprobado por los respectivos
parlamentos, que en muchos casos no podrán enmendar el texto ni votarlo por
partes. Solo será posible un Sí o un No a la totalidad. Y en el caso de EE UU,
lanzada ya la campaña electoral, conseguir en cuatro meses esa aprobación será
la mayor batalla de Obama en su último año de mandato. No puede anticiparse,
además, que lograr el visto bueno parlamentario sea solo una cuestión de procedimiento.
Las informaciones que llegan desde EEUU hablan de una creciente oposición
bipartidista, numerosos republicanos y demócratas –especialmente Bernie
Sanders– ya han anunciado su voto negativo. Aunque es de esperar que las
maniobras de los poderosos lobbies corporativos puedan cambiar el sentido de
ciertos votos y facilitar la aprobación.
Sus apologetas plantean una ecuación simplista: a
más comercio libre y competitivo, más riqueza, más innovación, más crecimiento
y prosperidad. Y aun reconociendo que el comercio, entendido como reparto
equitativo de productos, habilidades y creatividad entre países con cultura y
ecología diferentes es algo bueno y necesario, el problema llega cuando más que
en un intercambio de bienes y conocimientos se convierte en algo que elimina
las salvaguardas sociales o medioambientales en la búsqueda de la maximización
de los beneficios corporativos. Entonces, el llamado “comercio libre”, el
desregulado comercio sin control, se convierte en un sistema de dominación de
los poderosos que promueve intereses específicos de una minoría. La democracia
se mercantiliza, la política pierde margen de maniobra y solo responde a los
accionistas, a los privilegios que demandan los inversores, a las
compensaciones que buscan los mismos que provocaron la crisis.
¿Una puerta entreabierta a China?
Contrapeso a los intentos de China de expandir su
influencia, más independencia de los países asiáticos respecto a una economía
china que crece por debajo de las expectativas, dar forma a la región asiática
mediante un papel más ambicioso y más a largo plazo de EE UU, un escudo contra
China, establecer los estándares del comercio mundial antes de que lo haga
China... son algunos de los argumentos en los que más inciden los partidarios
del TPP. No cabe duda de que este acuerdo tiene por objetivo frenar a una China
que, aunque todavía no puede rivalizar de tú a tú con EEUU en capacidades
estratégicas, sí se ha convertido en el mayor acreedor en aquella región. De
hecho, el Banco de Desarrollo de China proporciona allí más crédito que el
Banco Mundial.
Resulta evidente que el TPP, en tanto que
gigantesco mercado de inversión y consumo integrado, tiene una finalidad
geopolítica clara: retrasar la transferencia del viejo poder hegemónico
estadounidense en Asia al nuevo poder emergente. Se explotan las rivalidades
regionales, especialmente los conflictos de soberanía en el Mar de China,
mientras que de facto se quieren imponer las reglas del juego a las potencias
recién llegadas al casino del comercio global.
El propio secretario de Defensa de EEUU, Ashton
Carter, dijo que “el TPP es para mí como otro portaaviones gigante”.
Esas declaraciones fueron interpretadas como la constatación de que la apuesta
estratégica de Obama por pivotar su política hacia Asia es en realidad un
proyecto predominantemente militar, como una imagen que exacerba la carrera
armamentística de China.
Sin embargo, no hay que obviar que el gigante
asiático tiene acuerdos de comercio bilaterales con la mayoría de los países
firmantes del TPP. En términos competitivos no está tan claro hasta qué punto
aventajará a las firmas de EE UU frente a las de China. Los firmantes asiáticos
no quieren tener que decidir entre Washington y Pekín, no ven al TPP como una
alternativa a China. En definitiva, EE UU y China son ambos importantes y de
alguna manera tendrán que interactuar simultáneamente. Sencillamente, porque
China es un factor económico tan colosal que el TPP no puede, ni siquiera
pretender, borrarlo.
En efecto, China parece haber moderado mucho su hostilidad
hacia un TPP al que no quita ojo y al que no cierra la puerta mientras intenta
cimentar sus lazos comerciales con sus vecinos asiáticos mediante otros medios.
Y paralelamente, acelera el que es una de sus megaproyectos estrellas: la Nueva
Ruta de la Seda, el gigantesco corredor que a través de Asia Central va a
acercarla a Europa.
¿Del Pacífico al Atlántico?
El TTP tiene un hermano gemelo: el TTIP (siglas en
inglés del Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversiones). Ambos comparten la
misma genética y responden a la misma lógica. Son los caballos de Troya de un
afán de conquista global, del apetito insaciable de las corporaciones
trasnacionales por tener un mundo a sus pies, bajo su total dominación. El
comercio, aunque sea presentado sin trabas y aranceles, como palabra ha sido
usurpada, no es solo un vehículo para la penetración en los mercados, para la
absorción de los recursos naturales y para la creación de un control político
sobre los países que lo acogen. Es una construcción gigante del monopolio
capitalista, de la protección y expansión sin frenos de su sistema de negocio.
Lo que parece claro es que el acuerdo del TPP
establece un modelo y unos códigos (de silencio y secretismo) de cara a la
negociación del TTIP. La conocida activista estadounidense Susan George propuso
en su día utilizar la estrategia del vampiro para derrotar estos asaltos de las
corporaciones. Tenía en mente sacar las negociaciones al escrutinio público,
arrojar luz sobre lo que se está tramando para que, como le ocurre al vampiro
con la luz, pierdan su momento y sean rechazados por la gente.
Y es que esa versión del “aprueba el tratado y
luego podrás leer y ver de lo que trata”, clasificar como secreto de seguridad
nacional los contenidos de un tratado que debe ser votado para que se convierta
en ley, es una situación única que lo dice todo. Porque una cosa es que un
científico no pueda publicar o dar a conocer detalles de cómo se hace una bomba
nuclear, pero que los representantes electos no puedan revelar a sus electores
lo que están votando, que puedan ver con condiciones algo (algunos documentos)
para que no puedan decir nada, es una auténtica farsa. Pero eso es lo que hay,
el modelo validado para el TPP y el TTIP.
Desde el Pacífico hasta el Atlántico, el gobierno
de las grandes multinacionales se va haciendo supranacional. Las compañías
podrán demandar a los gobiernos y tendrán a su alcance compensaciones de dinero
público si sus “expectativas de beneficio” no se cumplen “por culpa” de
decisiones soberanas o cambios normativos de los países. Se incrementará la
extorsión legalizada, el ataque corporativo a los fondos públicos.
Aseguradoras, gigantes farmacéuticos, de la alimentación, del transporte, de
las nuevas tecnologías, las grandes corporaciones del petróleo, tendrán
protegidas sus “expectativas legítimas de negocio” y dispondrán de cláusulas
para “un trato justo y equitativo” por parte de los estados.
Empleo, propiedad intelectual, clima, finanzas,
medicamentos, agua, toxinas, alimentos, minería, desarrollo..., no hay temas
que estos acuerdos dejen fuera de su alcance. Qué comemos, cómo vivimos, quién
nos gobierna... su influencia en el día a día de las personas será cada vez más
determinante. Se comprarán gobiernos sin margen de maniobra en temas como el
control del movimiento de capitales, su volumen, la naturaleza y el origen de
los productos financieros.
En otras palabras, cogerán el volante de las
políticas públicas y ya avisan de que no podrá hacerse nada hasta que haya sido
discutido con ellas. Poca broma.
Articular una respuesta ciudadana, sacar a la luz
al “vampiro” es un gran reto. Exigir a los representantes que los rechacen
puede ser útil, pero la revolución es la solución.
2015/10/11
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