RAMOS Zambrano, Augusto:
Ezequiel
Urviola y el Indigenismo puneño,
Tormenta
altiplánica, Rumi maki y La rebelión de Huancané.
Fondo
editorial del congreso de la república
(Lima
2016) pp. 534.-
En
la década del 70 del siglo pasado, el renombrado historiador inglés Eric
Hobsbawm (1917-2012) empezó una conferencia en la Facultad de Letras de la Universidad
de San Marcos con un aforismo inglés: hablar
en el Perú de movimientos campesinos es como llevar carbón a la mina de
carbón (to carry coals to Newcastle). El aserto de Eric de que el Perú es una mina,
refiriéndose a los movimientos campesino, lo ha corroborado Augusto Ramos
Zambrano(1930-2012), un experto cateador en el emporio puneño con su
libro: Ezequiel Urviola y el indigenismo puneño.
Ramos
ha historiado los movimientos indígenas en el primer tercio del siglo pasado y en
todas las provincias de Puno, con la excepción de Carabaya;. También ha investigado las sublevaciones de
Tupac Amaru, Pedro Vilcapaza y Juan Bustamante en el escenario puneño. Ojalá hubieran historiadores en todas las
regiones de nuestro país tal como Augusto Ramos Zambrano.
Con
la obra que ahora presentamos, Augusto Ramos ha develado el secreto y quebrado
el silencio en torno a los movimientos campesinos al escuchar la clarinada de
alerta lanzada en 1928 por José
Carlos Mariátegui, el fundador del partido socialista:
Todas las revueltas, todas las
tempestades del indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicaciones desesperadas del indio
les ha sido dadas siempre una respuesta marcial. El silencio de la puna ha guardado luego el trágico secreto de estas respuestas.
Entre
los investigadores de los movimientos campesinos, Augusto Ramos ha tenido el
raro privilegio de haber convivido en su infancia con los indios, pues, la
hacienda Colque, cercana a Pucará, era propiedad de su familia. Debido a esa experiencia vital, habla el
idioma quechua.
Cultivó
el ensayo, género expresivo que está libre de ataduras académicas. Su
libro trata de la lucha defensiva y desigual de los indios por preservar la
propiedad de la tierra y liberarse del dominio del gamonalismo. Sus investigaciones del gamonalismo se
orientación por la definición formulada
por J.C. Mariátegui:
El término “gamonalismo” no designa
sólo a una categoría social y económica: la de los latifundistas o grandes
propietarios agrarios. Designa todo un
fenómeno. El gamonalismo no está
representado sólo por los gamonales propiamente dichos. Comprende una larga jerarquía de
funcionarios, intermediarios, agentes, parásitos, etc. El indio alfabeto se convierte en un
explotador de su propia raza porque se pone al servicio del gamonalismo. El factor central del fenómeno es la
hegemonía de la gran propiedad semifeudal en la política y el mecanismo del
Estado. (1928)
Esa
definición, de gamonalismo, la encontramos en el libro de Augusto Ramos
operando en la realidad concreta con toda su crudeza. Ahora apreciemos a los
actores del conflicto de intereses económicos y sociales: los indios y los gamonales.
Indios
en el feudo puneño.
El feudo puneño de esa época fue, generalmente, una
unidad de producción ganadera en donde la única persona libre es el gamonal, el propietario del
latifundio. De esta propiedad emana su
Poder. Dentro de la circunscripción del
latifundio las funciones públicas están privatizadas. El Estado ni el Gamonal proporciona la educación escolar a los indígenas. Sin embargo, el latifundista o gamonal
administra “justicia”, encarcela, consagra matrimonios, tiene milicias propias,
etc. El feudo puneño era un Estado
dentro de otro Estado; puesto que el Estado nacional o central era aún débil. Fuera del latifundio los gamonales ocupaban, frecuentemente, puesto de autoridad provincial
o departamental; así como también en la capital de la República.
A cambio de la parcela concedida en tenencia a los
colonos, el gamonal o el administrador
del feudo, percibía una renta en trabajo. Este excedente de trabajo de los
colonos o siervos lo destinaba a su servicio doméstico y a las faenas agropecuarias. Los siervos o colonos estban adscritos a la
tierra. Si se transfiere la propiedad de
la tierra, también se valorizan y transfieren los colonos. Los colonos no tienen libertad de tránsito ni
de comerciar, son monolingües quechuas o aimaras.
El gamonal es
el único que tiene la potestad de esquilmas a sus colonos. Ni siquiera el
Estado los obliga a tributar. Y como
tal, no permite que otro gamonal, el
juez, el sacerdote ni los subprefectos exploten a sus colonos. Tampoco
que fuesen reclutados (“levados”) para el servicio militar ni para las faenas
gratuitas en la construcción de obras públicas.
A pesar de esa “protección” los colonos de la hacienda Pinaya de Arturo
Romaña se rebelaron. Las rebeliones de
colonos no fueron tan frecuentes como las de los indios de comunidad que
estaban “desprotegidos”.
INDIOS DE COMUNIDAD
Los indios de comunidad están expuestos a los abusos de
poder de las autoridades y los linderos de sus propiedades son asediados por
los gamonales para expandir sus haciendas.
Las diversas modalidades de usurpación de tierras por los
hacendados las relata con propiedad Augusto Ramos, quien, además de historiador
es abogado; y describe, con conocimiento de causa, las “leguleyadas” de los
hacendados para apropiarse “legalmente” de las tierras de los indios. Una de las necesidades sentidas de los indios de
comunidad fue la demanda de maestros, pues, estaban interesados en alfabetizarse,
escribir y dominar la aritmética para ingresar en la actividad comercial y sin
ninguna mediación; lo mismo que para redactar sus denuncias.
Los indios de comunidad, sabían por experiencia vivida,
que el Estado no los representaba ni les ofrecía garantías para protegerlos de
las usurpaciones de sus tierras y de la violencia ejercida contra ellos; ni
tenían dinero y eran monolingües quechuas o aimaras, como para sostener un
largo juicio; aunque dieron algunas batallas legales defendidos por abogados
probos y generosos (indigenistas).
Sin embargo, apelaron, en última instancia, a la
violencia, a la rebelión, en el intento de defenderse de la usurpación de sus
tierras o de recuperar las tierras ya usurpadas; también para defenderse de los
atropellos que eran víctimas de las milicias organizadas por los gamonales para
enfrentar a indios contra indios.
EZEQUIEL
URVIOLA Y RIVERO
Urviola originalmente no había sido indio; sino que
transmutó, de misti a runa. Es un suceso insólito. Si hubiera
sido un runa que ha escalado
socialmente hasta devenir en misti no
llamaría tanto la atención. Urviola ha trascendido no solo por el cambio de identidad; sino,
sobre todo, por dirigir el enfrentamiento al poder del gamonalismo imperante y
haber sido coherente hasta consumirse en la lucha.
Urviola se vio forzado a venir a Lima para eludir las
numerosas denuncias judiciales y para preservar su vida. En Lima asesoró a los mensajeros indígenas en
su reclamos ante los poderes del Estado y denunciar a los gamonales en los
periódicos; conoció a Mariátegui y a Haya de la Torre, participó en el congreso
nacional del Comité Pro Derecho indígena Tahuantinsuyo como ponente y traductor,
también participo en la Universidad Popular González Prada como alfabetizador;
sus amigos cercanos fueron los trabajadores de la Baja policía de la
municipalidad que estaba integrada por puneños.
Es el precursor de la alianza obrero campesina. Murió en la pobreza y
tuberculoso en el hospital Dos de Mayo de Lima el 27 de enero de 1925. Su modesto ataúd fue cubierto con la bandera
roja y conducido en hombros de los obreros por las calles de Lima hasta el
cementerio con el clamor de cánticos anarquistas y de la Internacional
comunista. De Urviola dirá Mariátegui:
Recuerdo al imprevisto e impresionante tipo de
agitador que encontré hace cuatro años, en el indio puneño Ezequiel Urviola. Este encuentro fue la más fuerte sorpresa que
me reservó el Perú a mi regreso de Europa.
Urviola representaba la primera chispa de un incendio por venir. Era el indio revolucionario, el indio
socialista. Tuberculoso, jorobado,
sucumbió al cabo de dos años de trabajo infatigable. Hoy no importa ya que Urviola no exista. Basta que haya existido. Como dice Valcárcel hoy la sierra está preñada
de Espartacos.
EL INDIGENISMO PUNEÑO
Augusto Ramos establece una línea demarcadora entre el
indigenismo puneño y el cusqueño. Si
bien ambos fueron artísticos y literarios, demostró que el indigenismo puneño
fue militante, ligado a la acción reivindicativa, más que teorizante; sus
integrantes expusieron su vida y han sido inmortalizados por la pluma de
Augusto Ramos al trazar una semblanza
biográfica de cada uno de ellos.
FUENTES
DOCUMENTALES y ORALES
Ramos como todo acucioso historiador y abogado ha
revisado el archivo de la biblioteca Nacional de Bolivia en Chuquisaca (Sucre),
las tesis de los graduados de la Universidad de San Agustín de Arequipa
referidas al llamado problema del indio.
Ha incursionado en los repositorios de notarías, del Poder judicial, de
la Prefecturas y subprefecturas. Además,
ha acopiado artículos periodísticos y volantes y manifiestos de la época:
realizado numerosas entrevistas, incluso a campesinos y a dirigentes indígenas
que por primera vez sus nombres salen a la luz pública. Por último, ha tenido acceso a los informes
elaborados por los comisionados oficiales enviados desde Lima por los sucesivos
Presidentes de la República para investigar cada masacre efectuada por los
gamonales con el auxilio de la fuerza pública. (Los comisionados
carecían de capacidad ejecutiva y jurisdiccional)
UTILIDAD
DE LA HISTORIA
Como
sentenció Mariátegui: El pasado nos interesa en la medida en que
puede servirnos para explicarnos el presente.
En tal sentido, el libro
de Augusto Ramos es un libro subversivo por la posición asumida y porque se
repiten –ahora- los mecanismos de dominación que se ejercieron en el primer
cuarto del siglo pasado ocasionando conductas reactivas de la población. Un ejemplo de actualidad: cuando reiteradas veces los poderes del Estado
desatienden las solicitudes de garantías y se agotan los medios legales se
justifica una medida subversiva como la
captura de la ciudad de Puno por el Frente
de Defensa de los Recursos Naturales de la Zona Sur (FDRNZS), integrado por
campesinos aimaras, y tras una huelga victoriosa lograron preservar a sus
dioses tutelares de la profanación y a sus aguas de la contaminación por la empresa canadiense Bear Creek Mining Company
sucursal del Perú, conocida como Minera Santa Ana
UNA BREVE EXPLICACIÓN FINAL
Augusto es una rara avis; más aún, en nuestra patria;
porque no cualquiera es investigador.
Investigar, para él, no es una profesión; sino una actitud ante la vida.
Ramos
sabía que la Historia no trata, simplemente, de “recordar lo pasado u olvidado”. Tenía plena conciencia de que toda sociedad
de clases es una sociedad represiva. El
historió desde la perspectiva de los dominados:
los campesinos indígenas. La fuente
que dinamizó a Ramos en sus pesquisas fueron: amor a su pueblo, tenacidad para
vencer obstáculos y su ideología socialista. Ideología que le hizo tomar conciencia que
estaba realizando Historia; porque es la Historia la que le da sentido a la
vida y cohesión al pueblo. Como diría
Mariátegui, Ramos Le puso sangre a sus ideas,
Agradezco a
ustedes por la atención prestada.
La
“respuesta marcial” del Estado a los levantamientos campesinos –como dijera
Mariátegui-, guarda correspondencia con el presente dibujo. Esta ilustración formaba
parte de la exposición de Piero Quijano Pimentel en La Casa Museo-Mariátegui. Dicha exposición fue clausurada –manu militari- por orden del comando
conjunto de las FF.AA.
Antonio Rengifo Balarezo
Lima, Unidad Vecinal N° 3, julio 22 del 2016
(Texto leído en la XXI Feria del libro).
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