Hace miles de años, los pueblos
andinos surgieron y se desarrollaron espontáneamente habitando territorios que
trabajaban en armonía con la naturaleza. La familia fue la base de la
organización social de los ayllus que fueron creciendo como pueblos de la misma
etnia, que se sustentaban en la agricultura para asegurar la alimentación de
todos sin excepción. En cada valle, en cada cuenca los ayllus se desarrollaron
compartiéndolo todo. El proceso de integración social dio origen a las diversas
nacionalidades étnicas con autonomía económica, idiomática, cultural y
política.
El autogobierno prevaleció siempre y los gobernantes eran
designados por su liderazgo natural, reconociendo sus cualidades de sabiduría y
valentía para la defensa de la comunidad étnica. Los valores culturales
provenían del respeto a los mayores, de la voluntad de trabajo, honestidad y
cooperación. La moral se sustentaba en los preceptos: “Ama suwa” (No seas
ladrón), Ama llulla (No seas mentiroso) y Ama qella (No seas ocioso).
Con este sistema, nuestros
ancestros lograron desarrollar muchos productos alimenticios entre granos,
hortalizas, frutales, raíces, tubérculos y otros, como jamás hizo civilización
alguna. Ellos cultivaron la coca como un alimento energético desde los orígenes
de la civilización andina, como también crearon su propia ganadería autóctona,
la más sana del mundo y, crianzas menores de alto valor nutricional.
Pero no lo hicieron por ambición
individualista porque toda la economía giraba en beneficio común, sin
apropiación privada de los medios de producción. Organizados como sociedades
solidarias, nunca padecieron hambruna ni existió la pobreza. Sus proezas en
medicina, arquitectura, ingeniería agrícola, textilería, cerámica, metalurgia y
más, no tienen parangón con otras civilizaciones del mundo. Ningún otro pueblo
aportó tanto al bienestar de la humanidad y alimentación mundial.
El amplio conocimiento de la
naturaleza y sus principios, generó la filosofía de cosmovisión andina que se
tradujo en ciencia astronómica y tecnologías de aplicación en todas las
actividades. Inventaron su propio sistema para medir el tiempo y un calendario
anual completo. Cada fase lunar comprende siete días (semana) y el ciclo
competo de las cuatro fases lunares (Luna nueva, cuarto creciente, luna llena,
cuarto menguante) equivalían al mes. Cuatro ciclos lunares una estación
climática y cuatro estaciones el año completo como cuatro secciones tenía el
Tahuantinsuyo.
Con admirable precisión, ubicaron
los solsticios de Verano e Invierno así como, los equinoccios de Otoño y
Primavera como la ciencia astrofísica lo ha corroborado. El solsticio de
invierno en el hemisferio sur de nuestro planeta ocurre indefectiblemente 21 de
Junio de cada año fecha en que nuestro planeta cambia de inclinación con
respecto al sol determinando la noche más larga del año porque el sol se demora
en aparecer. Es el año nuevo andino que marca el fin del año productivo y el
comienzo de uno nuevo. De allí la fiesta del sol o el Inti Raimi como gratitud
y esperanza.
Todo ese desarrollo autárquico
estaba plasmado en un Estado integrador que fue el Tahuantinsuyo, el cual
mantuvo el sistema de autogobierno, reconociendo la autonomía local de los
ayllus y la autoridad de sus curacas. El intercambio de productos era bajo la
modalidad de trueque y no, por afán de lucro. No había lugar para la corrupción
ni para la apropiación del trabajo ajeno mediante la explotación humana. El
Tahuantinsuyo fue en su tiempo, el Estado más desarrollado de nuestro
continente hasta el siglo XVI y colosalmente, sobre una base totalmente propia,
autosuficiente.
Ese esplendoroso desarrollo
autónomo se cortó a partir del año 1532, con la llegada de invasores del
continente europeo que sometieron al Tahuantinsuyo con el poderío de armas de
fuego. La sociedad incaica estaba todavía en la primera etapa de desarrollo
humano mientras que los invasores estaban en una etapa de desarrollo, en la que
primaba la acumulación de oro y plata como fuentes de poderío de un reino o
monarquía. El rey o emperador era el todopoderoso absoluto de un sistema de
dominación brutal sobre sus súbditos, en colusión con los jefes religiosos que
le atribuían derechos divinos.
La riqueza acumulada, daba a las
monarquías europeas poder militar, comercial, y capacidad para prosperar en
todos los aspectos. Este, era el objetivo de apropiarse de otros territorios para
sustraerles sus riquezas. Los enfrentamientos entre monarquías europeas eran
frecuentes, haciendo prosperar el arte de la guerra que se desarrolló mucho más
con las armas de fuego. Fue con esa ventaja que los conquistadores españoles
pudieron vencer y tomar posesión del Tahuantinsuyo, arrebatándonos nuestra
patria ancestral.
Destruyeron el Estado Incaico y
su autonomía de desarrollo. Desde entonces toda la población autóctona fue
obligada a trabajar para el engrandecimiento de otro país en vez de hacerlo en
beneficio propio. Al perder su sistema de autogobierno nuestro territorio fue
anexado al imperio español con su sistema de gobierno monárquico, de
servidumbre feudal y esclavista. La vida de la sociedad autóctona pasó a
depender de las decisiones de un gobierno lejano situado en otro continente.
Nunca más recuperaría su independencia.
El Tahuantinsuyo era nuestra
patria y fue avasallada. El Estado de Derecho Incaico fue reemplazado por el
Estado de Derecho Monárquico cuya aplicación en las colonias sometidas se
tradujo en virreinatos dependientes del imperio español. De este modo, los
conquistadores e invasores posteriores se atribuyeron el derecho de apropiarse
de las tierras de los ayllus, confiscar todo tesoro en oro y plata e imponer
tributos a la población nativa para el sostenimiento del imperio español.
Pero además, la población
autóctona fue obligada a sufragar los sueldos de las autoridades virreinales o,
“corregidores” mediante el abusivo sistema de “repartimientos” de mercadería no
deseada e inútil entre las familias nativas. Estas estaban obligadas a pagarles
elevados precios bajo penas severas. Los colonialistas establecieron el trabajo
esclavizante de las “mitas” con el que obligaban a toda familia nativa a dar
una cuota humana para el trabajo forzado en las minas y obrajes o talleres de
exterminación humana.
Nuestros ancestros lucharon en
todas partes rebelándose contra los abusos virreinales pero la historia ha
ocultado siempre la heroicidad de los luchadores del incanato. Solo la rebelión
masiva encabezada por Túpac Amaru II, no pudo ser ocultada y su trascendencia
histórica llega hasta nuestros días. Pero las sublevaciones contra el sistema
abusivo de explotación virreinal prosiguieron porque era preferible morir por
la libertad antes que seguir soportando tanta injusticia. Son muchas las
rebeliones ignoradas por la historia escrita a conveniencia de los opresores.
Los invasores colonialistas
trajeron el sistema del dinero como sustento de vida, la propiedad privada de
bienes, la religión, el idioma, la usura y la codicia. Nuestros ancestros
fueron obligados a seguir las costumbres europeas y a vestirse a la usanza
española eliminando toda veneración al sol, a la madre tierra y a los apus
ancestrales. Los ayllus fueron desarraigados de sus terruños y amontonados en
campos de concentración conocidos como “reducciones de indios”.
Por ser los curacas quienes
encabezaban las rebeliones se les despojó de su autoridad natural
reemplazándola por la de alcaldes de vara a la usanza española, designados
entre los adulones de los opresores corregidores.
Contra la voluntad de los
oprimidos se les incorporó a un nuevo orden económico, con otro orden social y
tipo de gobierno. Nunca más la población autóctona pudo recuperar su derecho a
la autodeterminación. Si bien, los beneficios de la integración a un grado
superior de desarrollo económico-social, elevó la base de los conocimientos
andinos que ya teníamos, sin embargo, la crueldad de esa incorporación abrupta
fue detestable por el procedimiento genocida de los invasores y el saqueo de
nuestras riquezas.
Pero el sistema monárquico se
hizo insoportable en Europa teniendo que soportar las sublevaciones populares
sangrientas que erosionaron su poderío haciéndolas entrar en decadencia hacia
los finales del siglo XVIII. La revolución francesa, que propugnaba los
derechos del hombre en contraposición a los abusos de la monarquía fue el
inicio de la tercera etapa histórica de la humanidad con el establecimiento del
capitalismo que enarboló las banderas de la libertad de comercio frente al
monopolio y otros ideales contra la opresión monárquica.
De este modo, en Europa se cambió
el Estado de Derecho monárquico por el Estado de Derecho Capitalista. Desde
entonces la persona vale por su dinero y no por sus títulos de nobleza. El
nuevo sistema de gobierno tomó la forma de república representativa del pueblo.
Esos ideales emancipadores llegaron a las colonias españolas que emprendieron
la lucha armada y alcanzaron la independencia de los virreinatos. Nació así, la
República del Perú como estado independiente sin sujeción al Estado monárquico
español.
Pero era solamente una
independencia territorial mediante la cual el virreinato del Perú se separaba
de España como país autónomo pero sin cambiar el sistema de dominación imperante.
Libertad para los amos pero no para los avasallados. El Estado virreinal solo
cambió de nombre adoptando la forma republicana. La aristocracia virreinal pasó
a gobernar la nueva república después de proclamada la independencia en 1821
copando todos los cargos públicos, políticos y militares.
Para la población autóctona todo
siguió igual porque el Tahuantinsuyo no fue liberado de sus opresores y los
colonialistas siguieron en posesión de la patria ancestral que nos arrebataron.
Posesionado de la maquinaria estatal de dominación, el gobierno aristocrático
republicano mantuvo la contribución indígena y la servidumbre feudal de
explotación. Los descendientes de los invasores europeos mantuvieron el régimen
de vasallaje y esclavitud. Los supuestos patriotas continuaron con sus esclavos
africanos y sus vasallos nativos.
Los colonialistas no devolvieron
el territorio hurtado a la población andina ni devolvieron el gobierno a los
expropiados. Los opresores colonialistas se disfrazaron de patriotas republicanos
para seguir gobernado como hasta ahora usurpando nuestros derechos legítimos.
Esta república no la reconocemos como nuestra porque es espuria y contiene
todos los vicios capitalistas que la hacen insoportable e indignante por el
alto grado de desigualdad social, pobreza, corrupción y entreguismo
antipatriótico.
Todo es falso en esta república
que mantiene en la postración a los peruanos ancestrales y usurpa su
representatividad. Su democracia representativa es falsa e hipócrita pues no
refleja la composición social de nuestra patria. Los gobernantes y sus partidos
políticos suplantan la representación de los sectores sociales, excluyéndolos
del acceso al poder. Ellos se amparan en un sistema electoral fraudulento para
usurpar la representatividad política.
Esta república mantuvo las mal
llamadas “reducciones de indios” cambiándolas de nombre como “comunidades
indígenas” y luego “Comunidades campesinas” a las cuales mantiene hasta hoy en
estado primitivo, en la más indigente situación de abandono. El saqueo de
nuestras riquezas prosigue como en el virreinato y el Perú aún continúa sin
soberanía porque sigue dependiendo de decisiones extranjeras.
Un nuevo tipo de colonialismo
impera en el mundo. Son las grandes corporaciones capitalistas las que invaden
nuestro territorio y nos esclavizan sustrayendo nuestras riquezas con la
complicidad de los políticos tradicionales corruptos y vende patria. Seguimos
siendo colonias dependientes de las potencias económicas que mediante tratados
onerosos, inversiones de sustracción de riquezas e intervenciones políticas y
militares nos imponen su dictadura internacional.
Por nuestra visión cósmica
ancestral sabemos que al igual que la etapa monárquica, también el capitalismo
se acabará, porque todo lo que nace se desarrolla hasta alcanzar su esplendor,
tras lo cual decae y se extingue. La etapa capitalista de la humanidad ha
entrado al ocaso de su vigencia y será reemplazado por un nuevo sistema acorde
con las aspiraciones sociales contrarias a la dominación del dinero, donde los
intereses comunitarios primarán sobre los intereses individualistas, como en
nuestra patria ancestral.
No será para siempre que los
descendientes del colonialismo y la opresión capitalista mantengan secuestrada
a nuestra patria ancestral. Los tiempos buenos volverán. Hemos resistido por
siglos la oprobiosa maldad de los invasores europeos y sus descendientes, pero
no han logrado eliminar nuestra rebeldía ni nuestro propósito de recuperar lo
que fue nuestro. Tampoco han podido eliminar nuestras lenguas nativas ni la
visión cósmica heredada de nuestros antepasados.
La veneración a nuestro pasado
andino, al grandioso Túpac Amaru II y a nuestros héroes ancestrales ocultados
por la historia oficial, sigue firme como la piedra labrada que nos dejaron
nuestros ancestros. En nuestros genes llevamos la aptitud y capacidad para
crear maravillas mundiales como Machu Picchu. Somos de la misma cantera
genética de Túpac Amaru, Túpac Catari, Tomasa Condemaita, Micaela Bastidas y
demás patriotas tahuantinsuyanos.
Conservamos como un sentimiento
nacional nuestro justo derecho de reivindicar lo nuestro y asumir el gobierno
de nuestra heredad. Acabemos con la postergación de los peruanos ancestrales,
sean estos de pura sangre o cholos mestizos. Reconocemos que en el Perú actual
existe una pluralidad étnica y muchos peruanos provienen de etnias de otros
continentes que llegaron como esclavos durante el coloniaje, como jornaleros
cautivos, como inmigrantes de toda forma. Todos somos peruanos con los mismos
derechos y deberes.
Pero lo que reclamamos es
equidad. No es justo es que, las minorías posterguen y discriminen a la
mayoría, como son los peruanos ancestrales. Por justicia nos asiste el derecho
de representación mayoritaria en toda instancia de gobierno. Los peruanos
ancestrales estamos en la ciencia como también en todas las especialidades
profesionales y tecnológicas. Estamos capacitados para dirigir nuestra heredad
y compartir equitativamente con todas las etnias. No necesitamos que
intermediarios políticos nos representen porque lo podemos hacer directamente
por mandato de nuestras asambleas.
Este sistema político determina
una democracia fraudulenta que suplanta la voluntad popular. Esa
seudodemocracia es la que por casi dos siglos mantiene en la postergación a los
peruanos más auténticos. Esto debe terminar. Lucharemos por un sistema político
distinto donde la democracia no sea solo nombre sino, la expresión auténtica
del pueblo gobernando con la participación de todos los sectores sin
discriminación racial, religiosa o de poder económico.
El actual sistema electoral es
antidemocrático. Por ello propugnamos un nuevo sistema sobre la base de la
representación directa de los pueblos mediante nuestras asambleas locales,
distritales, provinciales y nacionales. Queremos gobernar nuestros valles y
cuencas por elección directa sin injerencias afuerinas. Con autonomía de
desarrollo y libre disposición de nuestros recursos naturales. Queremos un
nuevo Estado democrático en que todas las etnias tengan acceso al poder según
la proporción de su masa poblacional en cada ámbito geográfico.
Queremos una nueva república que
se rija por los valores ancestrales de honestidad y de beneficio común. Los
intereses del conjunto deben estar por encima de los intereses particulares.
Pero la única manera de garantizar una democracia verdadera es mediante una
república popular que reemplace a la decadente república del dinero. El actual
Congreso de la República no es representativo de la ciudadanía peruana sino de
la corrupción, narcotráfico y de intereses deshonestos. La Asamblea Nacional de
representantes del pueblo deberá ser la máxima autoridad de nuestra sociedad.
Junio, 16
del 2016
Milcíades Ruiz
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