Publicado
por Francisco Umpiérrez Sánchez
Lunes, 4 de julio de 2016
Afirma Julio Anguita lo
siguiente: “Está ocurriendo algo espantoso: está naciendo lo que yo llamo la
moral del esclavo. José María Pemán escribió una vez: “La criada se siente muy
reconocida y muy contenta cuando ve a su señora lucir las joyas, porque al
verla se cree que es ella la que está llevado las joyas”. Cuando alguien está
defendiendo a quien le explota, a los “mercados” o a la clase política
corrupta, ha llegado al nivel más bajo al que puede llegar un ser humano:
bendecir la porra que le golpea, besar las botas que lo pisan”.
Empecemos con la
afirmación de José María Pemán. Este escritor, comprometido con el
conservadurismo, mira a la criada desde arriba y le niega la conciencia. La
criada no es idiota y en ningún momento cree que es ella quien está llevando
las joyas. Lo que hace es apreciar la belleza de los vestidos, calzados y joyas
que lleva su señora. Y soñará que por algún golpe del destino ella pueda
disfrutar algún día de la riqueza de la que disfruta su señora. Su aspiración
es convertirse en algún día en señora o en tener los suficientes recursos
económicos para dejar de ser criada. Pero hay más: decía Marx que el predominio
absoluto del dinero ha provocado que el sentido del tener obnubile el resto de
los sentidos. Así que se puede disfrutar de la belleza de las joyas sin
poseerlas. Y esto le sucede a las criadas. Hace muy mal el conservador Pemán en
negarle la conciencia a la criada y socavarle su dignidad como persona. De
todos modos y dado los tiempos que corren sería mucho más correcto y digno
hablar de empleadas del hogar que de criadas. Aprovecho para contarles una
pequeña anécdota. El otro día vi en televisión un programa sobre Cuba. En una
de sus plazas más famosas un hombre de pocos recursos decía lo siguiente: esta
plaza se conoce en todas las partes del mundo y una persona que tenga mucho
dinero puede compartir conmigo una cerveza y disfrutaremos juntos de la música
que nunca falta en este lugar. Hablaba este hombre de un espacio común entre
adinerados y personas con pocos recursos. Esta concepción de las relaciones
entre clases diferentes no las dibuja pertenecientes a mundos absolutamente
diferentes y distantes. Y no por ello debemos considerar a este cubano como un
hombre carente de conciencia, sino todo lo contrario: orgulloso de su tierra y
feliz con lo que le ha deparado la vida.
Vayamos ahora con la
conjetura de Anguita. Su afirmación en términos humanísticos no está nada bien:
es injuriosa e irrespetuosa. Le ocurre lo mismo que a Pemán: le niega la
conciencia y la voluntad al trabajador. Hay que evitar ciertas metáforas que
desfiguran la realidad. En España no hay porras que golpean ni hay botas que
pisan en las relaciones entre las clases sociales. Así que nadie bendice las
porras que lo golpean ni besan las botas que lo pisan. No vivimos en una
sociedad esclavista ni los trabajadores tienen la moral de los esclavos.
Anguita peca, como muchos teóricos radicales, de intelectualismo. Desfigura la
realidad y pone a los trabajadores que votan al PP como personas con la moral
de un esclavo. Anguita se sube a un pedestal imaginario donde se cree que está
muy alto y se representa a los trabajadores que votan al PP en los escalones
más bajos del desarrollo civilizatorio. Esta representación imaginaria de
Anguita es, por un lado, falsa, y por otro lado, denigra la condición moral de
los trabajadores.
Veamos ahora el concepto
de explotación según Marx. Es un concepto económico. Anguita lo utiliza con
contenido moral. Y al añadirle un contenido moral al concepto de explotación,
modifica la representación que nos hacemos de la realidad. Marx divide la
jornada laboral en dos partes: trabajo necesario y plustrabajo. Durante el
trabajo necesario el trabajador produce su salario bruto, incluida la cuota
empresarial de la seguridad social, mientras que durante el plustrabajo produce
el plusvalor, que incluye los beneficios, los intereses, la renta del suelo y
los impuestos. Marx llama cuota de plusvalía o cuota de explotación a la relación
entre el plusvalor y el salario. No hay en este concepto ningún contenido que
nos obligue a representarnos la cuota de explotación o explotación del trabajo
con la imagen de un capitalista con el látigo en las manos y al trabajador
arrastrándose a sus pies. Esa realidad no existe en los países de la Unión
Europea en la actualidad.
Sigamos. Todos los que
somos marxistas esperábamos que la Unión Soviética y China demostraran al mundo
que en el sistema socialista los trabajadores vivían mejor que en el sistema
capitalista. Pero la experiencia demostró lo contrario: en la URSS la tasa de
explotación de los trabajadores fue superior a la tasa de explotación de los
trabajadores de Europa Occidental. El desproporcionado desarrollo de la
industria pesada respecto de la industria ligera fue la causa de
que el plustrabajo fuera en la URSS excesivamente grande respecto del trabajo
necesario. Un escaso desarrollo de la industria ligera significa una producción
baja de los medios de consumo. Y a partir de 1978 Deng Xiaoping alertó que un
socialismo pobre jamás atraería a la población trabajadora hacia el socialismo
y el marxismo. Y la experiencia había demostrado que el mercado es un mecanismo
muchísimo mejor para desarrollar las fuerzas productivas que el plan. De ahí
que el PCCH propusiera la idea de un mercado socialista. Anguita no puede
olvidar que es imposible ante las lecciones de la experiencia del socialismo
real que los trabajadores nieguen el capitalismo y afirmen el socialismo. La
falta de conciencia socialista que se da en las naciones de la Unión Europea es
culpa, en parte, de aquella experiencia, y en parte, del debilitamiento y casi
extinción de los partidos comunistas. Y Podemos, al que tanto admira
Anguita, representa no una ideología socialista sino una ideología populista.
Le sucede a Anguita como
a algunos antiguos marxistas que siempre que hablan de los trabajadores, en
parte, solo hablan del sector más pobre, y en parte, desconocen cómo viven su
vida los trabajadores en su integridad. La política es solo una parte de la
vida y no la totalidad de la vida y la conciencia no solo es la conciencia
política. Hay trabajadores que políticamente son de derechas pero socialmente
son de izquierdas, y al revés: hay accionistas y rentistas que políticamente
son de izquierda y socialmente son profundamente de derechas. Conozco a muchos
empleadas y empleados de El Corte Inglés o de grandes supermercados que
tienen un buen coche, una buena casa, visten muy elegante y viajan al
extranjero. Recuerdo el caso de un señora pensionista de La Isleta,
barrio de Las Palmas, que había estado en Nueva York siete veces.
Ninguno de estos trabajadores se sienten esclavos ni tienen la moral de un
esclavo. En suma, es un error político profundo negarles la conciencia, la
voluntad y la libertad de pensamiento a aquellos trabajadores que no depositan
su confianza en los partidos de izquierda. Hay que bajarse del pedestal y no
acercarse a la gente en el papel de oráculo y en los periodos electorales. A la
gente se le debe conocer durante toda la vida. Solo me resta decir que la
lógica dialéctica de la que está preñada El Capital de Karl Marx no
presenta los contrarios en oposición absoluta y en lucha constante, sino
siempre sujetos a transiciones y a matices.
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