23-11-2017
Este
texto fue escrito y publicado como introducción a una compilación de
artículos de Lenin escritos entre enero y diciembre de 1917. El libro fue
publicado bajo el título de “1917” en octubre de este año por la editorial
Monte Ávila Editores Latinoamericana.
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El
centenario de la Revolución Rusa llega cuando las banderas del socialismo
vuelven a levantarse alrededor del mundo. Sin embargo, siguen dominando las
visiones ideológicas que sobre la URSS se impusieron hacia el final del siglo
XX, incluso la izquierda toma distancia frente a las experiencias socialistas
de décadas anteriores y declara su ruptura frente a las teorías «clásicas » .
En los últimos veinte años no pocos autores han disparado desde la izquierda a
la experiencia soviética y lo planteado por Lenin, calificando su teoría de la
revolución, cuando menos como «vieja». A pesar de eso, fuera de las discusiones
académicas, Lenin sigue siendo un revolucionario cuya práctica y pensamiento
moviliza a miles de jóvenes en todo el mundo.
Los artículos, cartas y discursos de Lenin entre
enero y diciembre de 1917 representan una radiografía de una época desde la
mirada de uno de sus principales protagonistas; son también una biografía
intelectual anclada en la militancia y no en la producción teórica abstracta.
El estudio de esos textos representa una
oportunidad para poner en manos de la militancia revolucionaria la obra que
Lenin elaboro al calor de la construcción hegemónica que condujo a la
insurrección de octubre. El líder bolchevique pone en juego las principales
categorías del pensamiento marxista para producir una idea de revolución que no
está determinada y anclada a la teoría, sino que se fundamenta en el análisis
concreto de la situación concreta, donde el pensamiento es contrastado con la
realidad.
Esa idea de revolución está relacionada
directamente con la premisa que Lenin plasmo a finales de marzo de 1917 y cuyo
desarrollo seguiremos en este ensayo. Afirma el dirigente bolchevique que:
En tiempos
revolucionarios, la situación objetiva cambia con la misma rapidez y brusquedad
que el curso de la vida en general. Y nosotros debemos saber adaptar nuestra
táctica y nuestras tareas inmediatas a las características específicas de cada
situación dada.
Con esto en mente nos proponemos transitar las
ideas elaboradas a lo largo de esos meses, permitiéndonos recorrer los
acontecimientos de ese año convencidos de que desentrañar los detalles de ese
proceso histórico nos permite sacar conclusiones fundamentales para la
revolución hoy. En ese sentido, no sólo salen a la luz los hechos sino la
reflexión que sobre ellos hace Lenin, permitiéndonos reconstruir junto a él una
teoría de la revolución y recuperar la vigencia del análisis de la situación
para el establecimiento de una táctica clara que conduzca exitosamente a la
toma del poder.
I
Palabras desde el exilio
En enero de 1917 Lenin se encuentra en Zúrich, ahí
participa activamente en las discusiones de la izquierda. Como en años
anteriores, no todo es agitación política; a la par del activismo y el
seguimiento de los asuntos que se desarrollan en Rusia, estudia tanto los
clásicos como los libros más actuales de la época. Dos textos fundamentales son
producto de esa conjunción entre militancia y reflexión teórica. A la vez,
muestran su claridad en relación con los acontecimientos internacionales y la
reciente historia rusa. Ambas cosas le permitirán comprender claramente la
Revolución de Febrero a pesar de encontrarse fuera, comprensión que dejara
documentada en el último texto que escribe durante ese exilio, sus Cartas
desde lejos.
El primero de los trabajos es Pacifismo burgués
y pacifismo socialista. En él, Lenin desarrolla críticamente las distintas
posiciones de la izquierda europea en torno al conflicto bélico y hace uso de
las categorías elaboradas algunos meses antes en El Imperialismo, fase
superior del capitalismo. Desde esa perspectiva aborda los distintos
errores de las posiciones que apelan a la conclusión de la guerra por la vía de
una paz imperialista. Este pacifismo abstracto es desnudado recurriendo
a la exposición de los objetivos principales de la guerra y cómo siguen
vigentes cuando las naciones imperialistas empiezan a hablar de paz. Los
intelectuales de izquierda de cada país arremeten contra los intereses de las
naciones enemigas, pero ocultan los del imperio propio con un discurso que es
caracterizado como «social chovinista». Con estos mismos argumentos denunciará
luego cada una de las posiciones de los mencheviques y los socialdemócratas rusos.
Frente al pacifismo abstracto es necesario afirmar
que la única paz real consiste en que el proletariado tome las armas que le han
sido entregadas para matarse entre sí y las use contra sus propios gobiernos.
La guerra debe transformarse, bajo las banderas antiimperialistas, en una lucha
armada contra la burguesía de cada país. Esta determinación en el giro de clase
que debe dar la guerra, guiará los debates que se llevarán a cabo en el seno
del Comité Central del partido bolchevique. En esas discusiones algunos
miembros del partido objetarán el llamado a continuar el combate, ahora
dirigido contra las burguesías, argumentando que la mayoría del pueblo ruso
está cansada de la guerra y no asumirá como suya esa idea. A pesar de esa
objeción, aceptada por el líder del partido, su claridad en relación con las
condiciones de la guerra imperialista será determinante a la hora de enfrentar
las posiciones del Gobierno provisional.
Unos años antes se encontraron los más importantes
líderes de la izquierda europea en la Conferencia de Zimmerwald. En aquel
momento Lenin planteó las posiciones que luego recogerá en este articulo.
Aquellas discusiones continuaron a lo largo de 1916, quedando plasmado el
carácter del pensamiento de Lenin, especialmente en relación con las luchas por
la independencia nacional. En esos espacios combatió las posiciones
economicistas que no comprendían el papel de la lucha de clases en los procesos
de liberación nacional. Desde su liderazgo abrió dos frentes que mantendrá
posteriormente, enfrentando por igual las posiciones mecanicistas y las ideas
revisionistas.
Hoy, la izquierda no cuenta con un espacio como el
de Zimmerwald, pero eso no impide que la discusión se lleve a cabo con el mismo
nivel de intensidad que en 1915. Desde la negación, la crítica y las
acusaciones mutuas, la izquierda mundial actual divide sus posiciones respecto
al imperialismo y las guerras que se desarrollan en los países árabes. Ese
conflicto ha expresado las contradicciones, diferencias y antagonismos entre la
militancia critica del sistema, frente a lo cual el análisis de Lenin demuestra
su actualidad, tanto por sus conclusiones como por su método.
Varios días después de escribir ese artículo, Lenin
dicta una conferencia en Zúrich, en la que hace gala de su gran capacidad de
análisis sobre los acontecimientos históricos recientes, digna del ejemplo de
Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Teniendo en mente la
conexión de aquellos sucesos con la lucha actual del proletariado, critica la
ingenuidad del movimiento obrero ruso de 1905, que no entendió los intereses de
clase representados por el zar. Allí expone las condiciones en las que surge la
fuerza revolucionaria, con especial atención al papel de los campesinos en
ella. En esa conferencia evidencia el error de los reformistas, que nunca ven
la revolución venir, sosteniendo continuamente que las condiciones no están
dadas. Esta observación es complementada con la diferenciación entre los
mecanismos de lucha que dan contenido a la revolución, pero que pueden terminar
poniéndola al servicio de los fines democrático-burgueses. Las herramientas de
lucha no solo deben tener una condición de clase en su forma, sino también en
los fines que se persiguen con ellas.
Ese análisis histórico le permite a Lenin encontrar
fuentes de inspiración para la lucha, pero no por eso la teoría es la que
determina la formación revolucionaria; al contrario, sostiene que «la verdadera
educación de las masas no puede ir nunca separada de la lucha política
independiente y sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias masas».
Por eso la mejor escuela para la clase trabajadora es la revolución. El
análisis de la práctica revolucionaria pasada permite comprender las
condiciones de los triunfos y las características de las derrotas. Tanto en la
Revolución de 1905 como en la Comuna de Paris, la derrota se produce por no
haber llevado la guerra hasta el final, preparando un ejército revolucionario
capaz de enfrentar de manera definitiva al ejército que sostenía el régimen. En
el caso ruso faltó confianza, determinación y capacidad para tomar la
conducción definitiva de la revolución para llevarla al poder. Estas ideas
serán muy útiles meses más tarde, cuando haga falta preparar la insurrección
contra el gobierno y luego formar el Ejército Rojo para defender la revolución.
En esta conferencia Lenin retoma la idea de Karl
Kautsky, según la cual la revolución será mas parecida a una guerra civil
prolongada que a una insurrección por sorpresa. Hoy en día muchos quieren ver
en estos acontecimientos, hechos aislados del contexto histórico, rupturas
absolutas respecto al pasado y saltos al vacío frente al futuro. Frente a
ellos, esta concepción de la revolución como una guerra a largo plazo es una
importante reivindicación histórica que nutre la reflexión actual. Mas allá de
lo teórico, la experiencia histórica de 1917 es un ejemplo concreto. La
revolución se va desarrollando mucho antes de octubre, y continuara luego
convertida en un conflicto con distintos niveles de intensidad. La revolución
irá sucediendo antes, durante y después de los sucesos definitivos. Algunos
podrían afirmar que es una concesión al reformismo, pero por el contrario, se
trata de comprender que la revolución no es una predicción teórica sino una
práctica continua que apunta a la transformación del capitalismo, aplicando las
herramientas necesarias desde la lucha de clases, y que no termina ni inicia
con la toma del poder. Solo el análisis detallado, diario y minucioso de la
realidad concreta puede guiar la acción revolucionaria.
Ese es el análisis que lleva a cabo Lenin y que le
permite, a partir de una comprensión detallada del momento geopolítico y la
conciencia histórica del pasado reciente ruso, determinar las situaciones que
condujeron a la Revolución de Febrero. Si bien en la conferencia sobre la
Revolución de 1905 había visualizado la posibilidad de un levantamiento, la
atención a los procesos sociales no convierte al revolucionario en vidente. En
el exilio, mientras prepara su viaje de regreso, escribe cuatro cartas en las
que demuestra lo que ya hemos mencionado, su manejo del contexto histórico y de
la realidad rusa. Desde el comienzo se refiere a lo sucedido como una primera
revolución, seguro de que le seguirán otras y de que es función de los partidos
proletarios de Europa trabajar para ello. Con la certeza de que esta revolución
debe conducir a otras en Rusia y Europa, Lenin expone cómo la guerra
imperialista ha determinado el interés de la burguesía y los terratenientes por
tomar el poder para desplazar a un gobernante que no conduce el conflicto por
el camino necesario.
En los escritos posteriores escritos ese año y que
hemos recogido en nuestra compilación, Lenin afirma que el análisis de la
situación debe iniciarse por la caracterización de las fuerzas en pugna. Ya en
marzo realiza ese ejercicio, exponiendo los sectores de clase que se disputan
el poder: los representantes feudales, que giran alrededor del zar; la
burguesía y los terratenientes, organizados en torno a los octubristas y los
cadetes; los grupos pequeñoburgueses representados por Kerenski; y por último
el Soviet de Diputados Obreros, que aglutina a los sectores explotados y las
masas pobres del país. Detrás de los primeros se encuentran los intereses
imperialistas que atizaron las contradicciones y aceleraron la crisis, con
apoyo de algunos líderes socialistas que se unieron a la burguesía al asumir
posiciones chauvinistas. Rusia es un laboratorio para la paz imperialista y, a
la vez, una síntesis de las viejas contradicciones surgidas en 1905, por eso es
tan significativo que Lenin se haya dedicado a ambos temas antes del
derrocamiento del zar.
Las fuerzas descritas se movilizan en los tiempos
revolucionarios, llegando a formar alianzas circunstanciales. Frente a eso,
Lenin descarga su crítica al etapismo, con la que derriba las opiniones de
quienes consideran imprescindible una revolución burguesa. Mientras Lenin se
mantiene lejos de Rusia, las posiciones conciliadoras de algunos bolcheviques
se expresan en la búsqueda de un acercamiento con el Gobierno provisional, a lo
que le sale al paso rápidamente, desenmascarando los intereses del gobierno y
llamando a apoyar el fortalecimiento de los Soviets. El Gobierno provisional,
por su propia composición de clase, es incapaz de responder a las demandas de
los campesinos, obreros y soldados. Solo el socialismo puede dar respuesta a
las exigencias de paz, pan y libertad, conclusión derivada de la comprensión de
los distintos sectores en disputa por el poder. Ya en marzo se ve la pugna que
se desarrollara en los meses siguientes, frente a la cual el partido debe
prepararse para asumir su papel histórico.
En la tercera carta Lenin plantea que la táctica
solo puede definirse partiendo de la observación de los acontecimientos en
desarrollo, por medio del cual se comprenden las características de la
transición. Ese método permite establecer los elementos básicos XIII del
momento, para concluir que en esa etapa el gobierno no puede ser derribado de
un solo golpe y que tampoco hay condiciones para mantener el poder. Lo que
corresponde de momento es trabajar en la organización del proletariado, no como
un fin en sí mismo sino en función de la toma del poder, a lo cual debe
adecuarse el trabajo de construcción hegemónica.
En esa misma carta hay un tema que es fuente para
nuevos debates sobre la revolución hoy. Lenin presenta los objetivos a seguir
para la conformación de un Estado radicalmente distinto al existente. La
conquista del Estado se logra con la movilización de todo el pueblo en armas,
que debe tomar todos los organismos existentes y establecer aquellos nuevos que
expresen su naturaleza de clase. La supresión de la policía zarista, que
sostiene al Estado, debe venir acompañada con la creación de una milicia
popular compuesta por hombres y mujeres. Esta milicia tendrá un papel
democratizador y a la vez será un muro de contención frente a la
contrarrevolución. Con esta propuesta pretende superar las debilidades
señaladas en las experiencias anteriores. Quienes subestiman el papel de los
ejércitos populares y descartan las insurrecciones a comienzos del siglo XXI,
deberían atender esta reflexión.
II
De la dualidad de poderes al poder único de la
burguesía
Lenin llega a la ciudad de Retrogrado el tres de
abril y al día siguiente presenta sus famosas Tesis. En ellas condensa
el análisis realizado en sus cartas y construye una agenda programática para
los bolcheviques. Este hecho deja constancia del papel fundamental que tiene la
construcción de un plan para la organización y la lucha. Entre las ideas que
plasma en su presentación se encuentran el fortalecimiento de los Soviets, el
rechazo a la conciliación con el Gobierno provisional, el paso de la revolución
burguesa a una revolución proletaria, la toma del poder, la nacionalización de
los bancos, la entrega de la tierra a los campesinos y la construcción del
socialismo. En sus reflexiones reconoce la minoría circunstancial de los
Soviets y la necesidad de fortalecer ese espacio, llamando a conformar un
Estado-Comuna. Las líneas de trabajo presentadas permitirán el acercamiento con
los distintos sectores de la sociedad rusa. Un mes después, en el Mandato a
los Diputados ratificara las líneas y definirá un conjunto de criterios en
relación con la posición que deberán tener los bolcheviques respecto a la
guerra. En ese momento ya han sucedido las discusiones internas a las que
hicimos referencia antes, Lenin modera su llamado a transformar la guerra en un
conflicto de clases contra la burguesía y se referirá a la autodeterminación de
las naciones, apostando a la liberación de las nacionalidades oprimidas.
Durante todo ese año la estrategia es la toma del
poder, pero la táctica irá cambiando según cada situación especifica. Desde
abril hasta junio se apuesta por una revolución pacifica, basada en la
construcción hegemónica por parte de los bolcheviques, a través de la
presentación de su programa en cada sector social y el fortalecimiento de los
Soviets. La eficiencia de esas acciones tácticas depende de la caracterización
del poder existente que es llevada a cabo en varios artículos. Por eso la
atención prestada a la dualidad de poderes entre el Gobierno provisional y los
Soviets. Ese conflicto debe resolverse apostando al crecimiento de la
organización obrera. La participación bolchevique debe crecer dentro de esa
instancia, cambiando la correlación de fuerzas internas y desplazando a los
mencheviques. En la medida en que el Gobierno no puede responder a las
exigencias del pueblo ruso y los intereses de clase chocan entre sí, la
contradicción entre ambos espacios se agudiza. A comienzos de mayo está claro
que debe resolverse a favor de los Soviets, pero hacia el final de mes es
señalada críticamente la burocratización de ese poder gracias a una dirección
débil, aliada de los poderes constituidos.
Si el problema fundamental de la revolución es la
toma del poder, quienes consideran que el apoyo a la burguesía es necesario en
una etapa prerrevolucionaria deben entender que la democratización solo es
posible si todo el poder es entregado de manera pacífica a las mayorías obreras
y campesinas. Todo el que desee democracia tiene que apoyar ese traspaso. Lenin
afirma que las demandas de los bolcheviques en esa etapa, vistas de manera
aislada, no corresponden a una revolución socialista, son demandas que podrían
ser consideradas propias de la revolución burguesa. La revolución socialista
supone la implementación de todas las medidas una vez tomado el poder; ese es
el único etilismo posible, avanzar hacia la superación del capitalismo.
El liderazgo de Lenin permite consolidar la
posición bolchevique en los primeros meses de la revolución burguesa,
incorporando miles de trabajadores a sus filas, creciendo entre el sector
campesino y poniendo de su parte a los soldados. En mayo el partido tiene
80.000 militantes, el doble que un par de meses antes. En ese momento, el
dirigente bolchevique vuelve sobre el tema militar. Los soldados juegan un
papel determinante a lo largo de todo el año, por eso exige una y otra vez la
conformación de las milicias. Esta medida es un paso necesario para la
democratización del ejército. La idea del pueblo en armas es una respuesta al
ejercito profesionalizado que sostiene un Estado al servicio de los intereses
terratenientes y burgueses. La conformación de la milicia popular es una
preocupación manifiesta en Un triste apartamiento de la democracia y
otros documentos, en los que Lenin advierte las acciones que sucederán unos
meses más tarde y destaca la importancia de armar a la clase trabajadora. Hoy
es tarea pendiente la reflexión sobre el papel del ejército y el pueblo en
armas en la revolución que, de ser una guerra civil prolongada, necesitara
siempre de la organización para la defensa y el combate. Los textos presentes
en este libro permiten abordar esa tarea.
La importancia del ejército para los bolcheviques
queda clara en la conferencia La guerra y la revolución, donde Lenin
expone el carácter de clase de la guerra no ya en la soledad de un escritorio,
sino frente a cientos de soldados a los que explica que si la guerra es la
continuación de la política, los intereses políticos de las clases se juegan en
el conflicto bélico. Ese 14 de mayo prevé la guerra civil que vendrá, cuando
afirma que el derrocamiento de una clase gobernante por una revolución
producirá una respuesta violenta externa e interna. Esta advertencia no es
producto de la clarividencia, sino del análisis objetivo de la situación
concreta, pasada y presente. Igual que en la reflexión sobre el pacifismo,
presenta detalladamente la relación entre el capitalismo, el imperialismo y la
guerra. Hacia el final aclara que la toma del poder solo es revolucionaria si
antes se ha construido una mayoría, a la que deben sumarse los soldados.
Cuatro meses después del derrocamiento del zar, el
desarrollo de los acontecimientos ayuda a caracterizar el desplazamiento de
clases que ha sucedido dentro de Rusia. La tarea de acompañar y colaborar
en el esclarecimiento de la conciencia en las masas pasa por analizar dicho
desplazamiento. La monarquía ha sido desalojada por una burguesía terrateniente
incapaz de dar respuesta a las demandas del pueblo, por eso pasan los meses sin
paz, ni pan, ni libertad. Al mismo tiempo, el reformismo se hace cargo de la
dirección del movimiento obrero, retrasando cualquier revolución, mientras la
guerra agudiza las contradicciones.
En ese contexto, junio es un mes definitivo en la
crisis que se prolonga desde abril. El gobierno ha cerrado 331 fábricas,
dejando en la calle a 85.000 trabajadores, muchos de los cuales se suman a la
línea bolchevique, única que exige el cumplimiento de sus demandas. El capital
extranjero interviene en Rusia a través de un préstamo de 325 millones de
dólares, que no serán dirigidos a satisfacer las necesidades del pueblo sino a
la compra de armas y pertrechos militares. La consecuencia de los despidos es
el fortalecimiento de los sindicatos, controlados en su mayoría por los
bolcheviques. La conferencia de los sindicatos de toda Rusia recibe la
participación de 211 delegados, que representan casi a millón y medio de
trabajadores. Estas medidas producen multitudinarias movilizaciones, en las que
participan miles de obreros, que se articulan con los campesinos y soldados
gracias a la activa organización de los bolcheviques. La manifestación del 18
de junio viene a ser expresión del esfuerzo revolucionario del partido
bolchevique, que con una táctica pacifica ha venido agrupando a mas sectores de
la sociedad. La claridad programática da sus frutos y las consignas
bolcheviques tienen la hegemonía en las movilizaciones.
A lo largo de los cuatro meses de la revolución
burguesa, Lenin plantea una táctica pacifica de crecimiento y concentración de
las fuerzas, apostando a la toma progresiva del control en los Soviets para
desplazar a los reformistas. Esta práctica ha sido XVII exitosa gracias a la
observación atenta de la realidad cambiante y al análisis del poder manifestado
por las fuerzas en pugna. Los sucesos posteriores al 18 de junio serán un punto
de quiebre en el desarrollo de la revolución, conduciendo al cambio de la
táctica empleada.
III
Hacia la toma del poder
Entre el 18 de junio y el 6 de julio, Rusia se ve
convulsionada por manifestaciones violentas que conducen a un intento para
tomar el poder en Petrogrado. Lenin analiza las dos crisis, la del 18 de junio
y la del 3 y 4 de julio; ambas guardan una estrecha relación con la crisis de
abril. En esos días, lo que inicia con una movilización de 400.000 personas se
convierte en un alzamiento popular protagonizado por el Regimiento de
Ametralladoras de la capital. En medio de los acontecimientos el partido
bolchevique debate sobre la toma del poder, y a pesar de considerar que no es
el momento adecuado para llevarla a cabo, decide asumir la dirección de la
insurrección, entendiendo que no se debe dejar a la deriva.
Lenin, que ha seguido el desarrollo de las
acciones, considera que no hay condiciones objetivas para tomar el poder y se
lo advierte a quienes convocan las manifestaciones. Sin embargo, la forma como
suceden las cosas empuja al partido a asumir su papel histórico en la
conducción de todo el proceso, aunque no lo ha iniciado y no ha participado en
las movilizaciones del 3 de julio. Ese mismo día, si bien los bolcheviques
expresan su intención de abstenerse y no salir a las calles, cerca de las once
de la noche llaman a que todo el poder sea transferido de manera pacífica a los
Soviets. De acuerdo con las declaraciones del partido y su principal dirigente,
la intención es transformar lo que es una acción violenta en una organización
pacifica para la transferencia del poder a los obreros, soldados y campesinos.
Este cambio de posiciones demuestra cómo el análisis objetivo de la situación
concreta permite tomar decisiones rápidas, acordes al desarrollo de los
acontecimientos y el sentido del momento histórico.
Aun previendo lo que iba a suceder, los
bolcheviques no pueden hacerse a un lado y asumen las consecuencias de las
acciones. La crisis que culmina el 6 de julio es aprovechada por los sectores
más reaccionarios, que llevando a cabo una contrarrevolución disuelven el poder
de los Soviets y conducen al Gobierno provisional a una dictadura militar. Este
balance es presentado por Lenin en La situación política, donde afirma
que la consigna Todo el poder a los Soviets ya no tiene sentido, una vez
que los mencheviques y eseristas han entregado la dirección de la organización
a la contrarrevolución. Ahí, por primera vez asoma la insurrección armada como
única solución posible a la crisis. Esa conclusión no representa un llamado
aventureísta a la acción inmediata sino a la preparación de toda la población,
que inicia con la toma de conciencia respecto a la ausencia de salidas
constitucionales o republicanas. Hay que crear las condiciones para la
insurrección.
Los acontecimientos de 1917 expresaron una disputa
por el poder que Lenin fue sintetizando ante cada suceso, no solo a través de
categorías teóricas sino a partir del análisis de las circunstancias concretas.
Luego del punto de inflexión de julio, sentencia el fin de la etapa pacifica en
el paso del poder a los Soviets, que ya no tiene un sentido real si la dualidad
de poderes ha terminado y el poder absoluto recae sobre los militares
administradores de los intereses de la clase burguesa. La revolución requiere
un análisis continuo de las relaciones de poder para descifrar en quienes recae
el poder del Estado y cuales intereses de clase representa. Si el Estado está
constituido principalmente por el ejército y otros apéndices armados, así como
demás mecanismos de control social directo e indirecto, luego del punto de
inflexión ese pilar del Estado se fortaleció, tomando todo en sus manos con el
apoyo de la burguesía y el silencio cómplice de los partidos pequeñoburgueses.
En su artículo Tres crisis Lenin reflexiona
sobre el carácter de la revolución a la luz de los distintos sucesos, que se
expresa no en un golpe definitivo, sino en distintas manifestaciones que suben
o bajan los niveles del conflicto entre los sectores más radicales, dejando
fuera del juego a los elementos más moderados. La lucha de clases se agudiza en
tiempos revolucionarios, expresándose como « un estallido simultáneo de
revolución y contrarrevolución » . Estas son Las enseñanzas de la revolución,
que vista como un proceso complejo irá arrojando distintos elementos para
comprender la dinámica histórica, quedando en evidencia las relaciones de
clase, los pactos y el conflicto imperialista, llevando a la conclusión de que
no hay salida a través de alianzas con la burguesía.
Después de que el partido bolchevique fuera
proscrito y sus dirigentes perseguidos, Lenin pasa a la clandestinidad y
finalmente al exilio en Finlandia. El seguimiento detallado de la situación
hace que muchas veces escriba documentos en los que reflexiona sobre sucesos
que cuando son publicados ya han cambiado. A finales de julio Kerenski entrega
el gobierno a los militares conservadores, nombrando al general Lavr Kornilov
comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Rusas, quien de inmediato presenta
una serie de reformas, suponiendo un giro radical hacia la derecha. Los
conflictos internos desembocan en la destitución del general el 26 de agosto,
pero el rechazo a su destitución conduce a un alzamiento militar que termina
con el arresto de Kornilov el primero de septiembre.
La participación de los bolcheviques es
determinante para derrotar el golpe de Estado. El Gobierno provisional se ve
obligado a entregar las armas a los obreros, quienes en ese momento siguen en
su mayoría las directrices bolcheviques. Durante esos meses el partido
bolchevique pasa de 80.000 a 240.000 miembros y la orientación fundamental es
enfrentar a Kornilov, rechazando por igual una alianza con Kerenski. Es una
circunstancia especialmente útil para dejar en evidencia las debilidades del
gobierno y exigir la toma de decisiones revolucionarias. Lenin sigue atento el
desarrollo de las acciones durante esos días turbulentos, definiendo, revisando
y replanteando la táctica cada vez que resulta necesario.
En Acerca de los compromisos reflexiona
sobre la coyuntura y la posibilidad de establecer acuerdos con los eseristas y
mencheviques para la constitución de un gobierno de los Soviets en todo el
territorio. Esas negociaciones se deben hacer siempre y cuando se mantengan
fielmente los principios « en la medida en que sea inevitable » . En el
contexto general de la estrategia, inicialmente la táctica pacífica da paso al
llamado insurreccional, que tiene un paréntesis luego de la derrota de
Kornilov. La dinámica se desarrollo tan rápido que cuando el texto es
publicado, la posibilidad pacifica de tomar el poder se había esfumado. Sin embargo,
queda expuesta una vez más la capacidad de análisis de Lenin. El líder
soviético está dispuesto a modificar radicalmente la táctica, de acuerdo con el
desarrollo de los hechos.
A mediados de septiembre son ratificadas las ideas
presentadas en las Cartas desde lejos, dando fe de la coherencia
discursiva de sus principios para la acción revolucionaria. El problema
fundamental de la revolución continúa siendo la toma del poder estatal,
respecto a lo cual no debe haber vacilaciones. La concepción del poder y su
administración se dirige hacia la toma total de los aparatos del Estado por
parte de los Soviets, a quienes debe pasar su administración directa. La
estrategia central de la revolución se ha mantenido en el tiempo, la táctica ha
ido cambiando de acuerdo con el desarrollo de la situación concreta. Esto, que
ya lo tenía claro Lenin antes de 1917, ha sido comprobado prácticamente en los
seis meses de revolución burguesa. Luego, también en septiembre, elaborara un
trabajo programático fundamental para aclarar la situación en los meses previos
a la toma del poder. Las principales medidas revolucionarias, necesarias para
enfrentar La catástrofe, son presentadas extensamente en un texto que
reitera la capacidad analítica de su autor.
Septiembre no solo es un mes de reflexiones, el
proceso social continúa modificando las circunstancias. El Gobierno provisional
declara la Republica, desesperado por calmar el conflicto y parar el
crecimiento de los bolcheviques, que han logrado conquistar la mayoría en el Soviet.
En ese contexto, Lenin escribe a sus compañeros para ratificar la estrategia:
hay que prepararse para la toma del poder, así lo evidencia la conquista de la
mayoría, no solo en los Soviets sino en la Duma, en cuyas elecciones los
bolcheviques pasan del once al cincuenta por ciento de los votos. El partido
bolchevique aumenta sus filas a 400.000 miembros y las organizaciones obreras
agrupan a dos millones de trabajadores, seiscientos mil de los cuales están en
Petrogrado.
En el seno del Comité Central del partido se
desarrolla una álgida discusión, que mueve a Lenin a la ciudad de Razliv, mucho
más cerca de la capital rusa. Algunos miembros de la dirección del partido
apuestan a la participación en el Anteparlamento y apoyan el proceso
constituyente convocado por el gobierno. Una serie de cartas escritas por Lenin
a sus compañeros recoge sus posiciones en aquel debate y muestra la forma como
lleva la discusión con los camaradas, especialmente con Lev Kamenev y Grigori
Zinoviev. La hegemonía lograda y expresada en la obtención de las mayorías es
el resultado del trabajo táctico del partido dirigido a la toma del poder, que
solo es posible por medio de una insurrección armada, no porque sea un capricho
sino porque así lo demuestran las circunstancias. La construcción colectiva de
una política revolucionaria, a través de la definición de una estrategia y las
tácticas acordes para lograrla, produce distintas posiciones en el seno de la
militancia, que deben resolverse apelando a un debate con argumentos basados en
el análisis de las condiciones históricas del momento, no a través de
maniqueísmos teóricos.
IV
Ejerciendo el poder
El liderazgo de Lenin, producto tanto de su
práctica como de su pensamiento, triunfa en el seno del partido y la
organización obrera. En los primeros días del mes de octubre se prepara la
insurrección armada y el 24 de octubre el partido bolchevique moviliza una
fuerza de casi 200.000 soldados. Alexandr Kerenski escapa a mediados de ese
mismo día y en la madrugada del 25, las fuerzas revolucionarias toman el
Palacio de Invierno. El triunfo de la revolución es posible gracias a la
organización de los obreros, campesinos y soldados, a partir de la
consolidación de una estrategia llevada a cabo por medio de las tácticas que se
desarrollaron al calor de la situación concreta entre febrero y octubre de
1917.
Pocas horas después de la toma del gobierno se
instala el II Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda
Rusia. Los primeros días de la revolución transcurren al calor de un intenso
debate que conduce a la toma de importantes decisiones en correspondencia con
el programa y las demandas del pueblo ruso. Los sujetos protagónicos del
proceso que inicia ese día son identificados desde el comienzo, a través de un
llamado a los obreros, campesinos y soldados. Lo primero que se decreta es la
paz, por medio de un llamado a los países beligerantes a negociar, sin
conversaciones secretas. La revolución debe ser transparente. El segundo decreto
corresponde a la tierra, que ha de pasar inmediatamente a manos de los
campesinos, poniéndose fin a la propiedad terrateniente. El trabajo es el
sustento de la vida y no la propiedad. Unos días después será publicado el
decreto sobre el control obrero, tema que junto a la paz y la tierra, demuestra
el cumplimiento sin demoras de los compromisos adquiridos.
La alianza obrero-campesina es prioritaria para
consolidar el poder, a ella Lenin le dedica varios discursos y trabajo
político. Los dos últimos meses del año 1917 son muy agitados, falta consolidar
el triunfo en todo el territorio y se enfrenta la arremetida de la
contrarrevolución. Sin embargo, el gobierno revolucionario no deja de atender
distintos temas, entre ellos el de la libertad de prensa, respecto a la cual es
redactado un decreto atendiendo a la propiedad privada de los medios y los
intereses de clase que expresan. El gobierno discute sobre la nacionalización
de la banca y presenta un primer borrador, lo mismo sucede con el problema de
la vivienda. Es muy significativo que el último documento que recoge nuestra
compilación corresponde al decreto por el que se llama a la conformación de los
Comités locales de abastecimiento. Son tiempos convulsos, de acción,
organización y resoluciones inmediatas.
Durante los once meses desde el derrocamiento del
zar, se fue desarrollando el conflicto en distintos niveles, que serán
identificados por Lenin, casi día a día. En ocho meses el Partido bolchevique
consolida su posición dentro de la sociedad rusa, logra la mayoría y conforma
una hegemonía total. La agudización de las contradicciones se produce a la par
que los intereses de clase chocan irremediablemente. La táctica revolucionaria
que se establece en ese tiempo responde al análisis situacional a través del
cual Lenin pudo identificar los distintos poderes en pugna y la dinámica de
cada fuerza. Esa táctica se caracteriza en una primera etapa por la toma
pacífica del poder, mientras la dualidad podía resolverse a favor de los
Soviets, luego de que la posición bolchevique se consolidara en ellos. Después
de la crisis de julio la táctica pasa a ser la insurrección armada, que no es
automática sino que deben ser creadas las condiciones para ella. Ese viraje no
evito que en determinados momentos se dieran las condiciones para el paso
pacifico del poder a los Soviets, aunque duraran muy poco. La toma del poder
era una estrategia que pasaba por la construcción de una mayoría y para eso fue
clave la claridad programática de los bolcheviques, producto del análisis en buena
medida realizado por Lenin. Claro que son las circunstancias las que terminan
conduciendo la revolución, pero el liderazgo del partido va definiendo la
táctica que responde a dichas circunstancias. Todo este proceso demostró la
certeza tras la intuición que Lenin rescata de Kautsky. La revolución será más
parecida a una guerra civil prolongada que a un asalto por sorpresa. La
revolución no inicia ni culmina con la toma del poder y la experiencia rusa es
testimonio de ello. En 1918 inicia una larga guerra civil, que puso en práctica
la visión de Lenin respecto al ejército popular y otros temas anunciados antes
de tomar el gobierno.
Frente a las afirmaciones de la academia, pero
también de muchos intelectuales de izquierda, la Revolución Bolchevique tiene
muchas lecciones que darnos y el pensamiento de Vladimir Ilich Ulianov tiene
mucho que decir en nuestro tiempo. Lenin es un interlocutor vigente para las
nuevas generaciones, alguien que supo hacer del marxismo un horizonte de
sentido que cobra actualidad a partir del análisis concreto de la situación
concreta. Sus textos de 1917 constituyen una invitación a la reflexión y la
acción, en tiempos en los que el viejo topo sigue avanzando.
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