POLVO HUMANO Y NOCHE TRISTE
23-03-2017
Las
cifras son espeluznantes. En la madrugada de hoy, miércoles 22 de marzo, el Comando
de Emergencia Nacional dio conocer las últimas, referidas a los desastres que
afectan severamente a los peruanos. Ellas, lucen simplemente conmovedoras:
643,216 mil afectados; 101.104 damnificados; 263
personas heridas; 20 desaparecidos; 78 fallecidos; 11,519 viviendas,
colapsaron; 12,440, ya inhabitables; 141,149 presentan severos daños. Se
registraron 2,148 kilómetros de carreteras virtualmente destruidas. La
carretera central bloqueada por deslizamientos de tierra y piedras; la
Panamericana Norte, lo está también por la caída del puente Virú, en las
inmediaciones de la ciudad de Trujillo. Ciudades del norte del país -Piura
Chiclayo, Trujillo- en una verdadera situación de emergencia, golpeadas por
sucesivos huaicos e incesantes lluvias. Huarmey, una localidad situada en la
costa de Ancash, bajo las aguas que alcanzaron hasta un metro y medio de
altura, cubriendo virtualmente toda la extensión urbana.
Y los daños materiales afectan duramente a Tumbes,
Huancayo, Huancavelica, Arequipa, Cusco, Ica, Pasco, Puno, San Martín,
Cajamarca, Moquegua y Huánuco. Lima registra zonas simplemente “tomadas” por
las aguas y poblaciones enteras aisladas y goleadas, en Huachipa, Carapongo,
Cajamarquilla, Chaclacayo. Chosica, Santa Eulalia y otras. Bien puede decirse
que no hay ciudad -grande, ni pequeña- que se haya librado, esta vez, de la
catástrofe. Pero ella se ceba con los más pobres, los olvidados de siempre, los
que habitan en las zonas marginales, en las riberas de los ríos, en los cauces
secos, en las áridas quebradas, en las lóbregas montañas.
La sociedad peruana ha respondido al reto de manera
admirable: De modo general, se puede afirmar que ha brillado la disciplina el
orden, la solidaridad y la organización ciudadana. Unos a otros se han dado la
mano incluso sin conocerse demostrando con acciones que tenemos un pueblo capaz
de elevadas expresiones de heroísmo. Los estamentos del Estado, han cumplido -y
están cumpliendo- su deber. Más allá de las diferencias puntuales -algunas de
las cuales son ciertamente insuperables- hay que reconocer sin mezquindad, que
el Presidente de la República y los ministros trabajan con singular empeño,
iniciativa y voluntad, por encarar y resolver los problemas que agobian al
país; aunque no pueda decirse lo mismo de las autoridades ediles ni los
gobiernos regionales, que registran fallas de diverso orden.
Pero en medio de la crisis -sin embargo- la
legítima impaciencia ciudadana, asoma con fuerza. En algunos lugares, han
ocurrido expresiones de protesta por la lenidad, la desidia o la insensibilidad
de funcionarios renuentes a cumplir con su deber.
Los llamados “desastres naturales” han
servido -claro está- para poner en evidencia el colapso del “modelo”
económico y social que rige la vida peruana en las últimas décadas. Se ha hecho
notable la falta de un Estado fuerte que sea capaz de gobernar; pero, sobre
todo, de disponer de recursos que alivien la dramática situación de los
pobladores. Y también la ausencia de una planificación centralizada que permita
administrar lo que se tenga, y dirigirlo hacia los más necesitados.
Por lo demás, ha asomado evidente el inmenso daño
que la corrupción y el desgobierno, han inferido a los peruanos en las últimas
décadas Las grandes empresas no pagan sus contribuciones al Estado: Telefónica,
por ejemplo, adeuda alrededor de 2 mil millones de soles; Roque Benavides -el
nuevo Presidente de la Confederación de Empresarios, la CONFIEP-; registra
acreencias que bordean los 429 millones de soles. Y si los condenados por
delitos de corrupción, pagaran sus cauciones y las reparaciones civiles que les
fueran impuestas; otro gallo cantaría en nuestras olvidadas poblaciones.
Sobre el tema, pocos hablan; pero si Alberto
Fujimori y sus secuaces devolvieran al Perú lo que les robaron, y honraran las
deudas que contrajeron por disposición judicial; se podría disponer de una suma
aproximada a los 10 mil millones de dólares, para la atención a las regiones
olvidadas y, luego, para la reconstrucción nacional.
Hoy, sin embargo, ellos se solazan con la crisis, y
Keiko Fujimori visita zonas deprimidas diciendo con inusitado desparpajo: “si
fuéramos gobierno, les traeríamos más”. Y al compás del socavón, el
alcalde metropolitano Luis Castañeda ofende a la prensa, descalifica a los
arquitectos e insulta a Jefe del Estado, en un gesto que le ha deparado unánime
condena; simplemente porque él mismo resulta incapaz de explicar por qué se
derrumbó un puente que construyó hace 7 años con ingentes recursos del Estado.
Es claro que hay quienes buscan -como se dice- “sacar
provecho político de la crisis”. Por eso, callan ante las expresiones de
ayuda material que proviene de países hermanos, como la Nicaragua Sandinista,
la Venezuela Bolivariana, el Ecuador Ciudadano, la Bolivia de Evo; la Cuba
eternamente amiga. E incluso denigran al gobierno de Caracas pretendiendo
descalificar sus gestos solidarios, y hasta sabotear inútilmente su presencia.
Arturo Ayala, joven dirigente comunista, anotó recientemente
reflexiones sugerentes abordando dos aspectos de este tema: la débil respuesta
de la Izquierda, y la campaña del Movimiento Misionero Mundial empeñada
en asegurar que los desastres del Perú son “culpa del gobierno” por el
tema de la supuesta “ideología de género”. Dijo así
“El MMM y diversas iglesias han podido responder
a esta crisis mejor que toda la izquierda en conjunto. Llevan cuadrillas de
reconstrucción, ideologizan señalando que todo esto pasa por un "castigo
divino" debido a la "ideología de género", incorporan a la
población angustiada a su iglesia, dan alimentos, entre otros. En la misma
dirección, va el fujimorismo con Keiko, Kenji y sus Congresistas recorriendo
todo el país. Son una fuerza contundente y cohesionada. Eso es fascismo,
conservadurismo, homofobia y oscurantismo. Nuestros esfuerzos, aunque valiosos,
son insuficientes, menos sin una acción unitaria”.
Tiene importancia el tema porque en medio de la
desgracia de nuestro pueblo, está planteada una batalla ideológica que el país
debe ganar. No es “designio divino” lo que sucede como “un sino fatal”, por cierto;
pero el atraso y la ignorancia de alguna gente así puede asumirlo. Y de hecho,
eso ocurre. Lo acredita la opinión de un concejal arequipeño que se alegra,
asegurando que allí el desastre no fue total, gracias a la marcha “exitosa” que
ellos hicieron con esa bandera.
Para enfrentar esa ofensiva, hay que desplegar
tareas solidarias desde las fuerzas sociales existentes y organizadas. Para
ello, la unidad es indispensable, aunque sea seo, una unidad de acción.
El ejemplo del Sindicato de Trabajadores de
Construcción Civil de Lima y Balnearios lo demuestra, y debiera ser imitado por
la CGTP y las otras organizaciones sindicales, no sólo para afirmar una
comprensión racional de fenómenos como estos; sino además para cimentar una
idea es esencial: no es la miseria destruida lo que hay que “reconstruir”; sino
el Perú de su historia y de su cultura, lo hay que afirmar “en esta hora
fría, en que la tierra trasciende a polvo humano y es tan triste “, como lo
aseguraba nuestro Cesar Vallejo.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
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