Emir Sader
ALAI
AMLATINA, 17/03/2017.- La izquierda del siglo XX fue una izquierda del Estado, que se valió del
Estado para organizar proyectos de nación, para hacer que el Estado empujara el
desarrollo económico, garantizara derechos sociales. Tuvo un rol fundamental,
sobre todo si pensamos que antes había un Estado estrictamente de las elites
dominantes, de las oligarquías primario exportadoras, que hacían del Estado un
instrumento estricto de sus intereses.
Cuando se
agotó el ciclo largo expansivo del capitalismo internacional y, con él, el
modelo desarrollista, dos perspectivas se presentaban en el horizonte. Ronald
Reagan enarboló una, la vencedora: el Estado habría dejado de ser solución,
para ser problema. Y la forma de enfrentar ese problema era reducirlo a sus
proporciones mínimas, al Estado mínimo, promoviendo al mercado a un rol de
centralidad. El viejo adagio del liberalismo recobraba nueva fuerza: el mercado
es el mejor redistribuidor de recursos.
Aparentemente
de forma contrapuesta a esa versión, surgió un relato que también pretendía
superar el agotamiento del Estado, pero proponiendo a la “sociedad civil” como
su sucedáneo. Condenaba tanto o incluso más que la versión anterior al Estado.
Toni Negri alcanzó a tildarlo como conservador, como pieza de museo. Holloway
tenía esperanzas de que se podría cambiar el mundo sin el tomar el poder, sin
el Estado.
Los
primeros han realizado su sueño y han llevado el mundo a sus desastres actuales,
resultado de la centralidad de un mercado descontrolado, mercado dominado por
el capital especulativo y por los grandes bancos privados. Los segundos han
quedado relevado a la intrascendencia, prisioneros de la trampa liberal de una
sociedad civil en contra del Estado.
La
versión alternativa era otra. No era el abandono del Estado, sino su
democratización. No era ni el abandono a la esfera mercantil, ni el retorno
pura y simple a la esfera estatal, sino la construcción, a partir del Estado y
de organizaciones sociales, la esfera pública. Una esfera de la ciudadanía, una
esfera de los derechos iguales para todos, la verdadera esfera democrática.
Los
gobiernos que han revertido al modelo neoliberal de la centralidad del mercado
son aquellos que se han valido del Estado para promover los derechos sociales
de todos, para rescatar el rol activo del Estado como inductor del crecimiento
económico y proyector de políticas externas soberanas. Fueron los gobiernos
anti neoliberales de América del Sur.
Pero
incluso estos han recuperado al Estado, sin transformarlo, defendiendo a la
sociedad de las consecuencias negativas de un mercado descontrolado, pero sin
democratizar al Estado, con la centralidad en la esfera pública. Los aparatos
de Estado han resistido, desde adentro, con las alianzas con las fuerzas
conservadoras desde afuera, para frenar un amplio proceso de democratización
política, social, económica y cultural, de que carecen las sociedades
contemporáneas.
Cuando
los gobiernos anti neoliberales se enfrentan a obstáculos, no deben ceder pura
y simplemente al liberalismo tradicional, al mercado, sino, al contrario,
avanzar hacia la trasformación radical de los Estados con la centralidad de la
esfera pública. Porque la contradicción fundamental en la era neoliberal es la
que se da entre la esfera mercantil – el afán de mercantilizar a todo, de
trasformar derechos en mercancías y ciudadanos en consumidores – y la esfera
pública, la esfera de los derechos para todos, la esfera de los ciudadanos.
Se puede
medir cuanto se ha avanzado en la superación del neoliberalismo por la medida
en que se ha avanzado en la extensión de los derechos para todos y en la
restricción de la mercantilización de la sociedad. La medida en que se han
fortalecido la educación pública, la salud pública, por ejemplo, a expensas de
la educación mercantil, de la salud mercantilizada, el fortalecimiento de los
bancos públicos a expensas de los bancos privados.
La esfera
pública no representa tan solamente la democratización de la sociedad actual,
sino apunta hacia una dinámica anticapitalista, en la medida que el eje y el
proyecto central del capitalismo son la mercantilización generalizada de todas
las esferas de la sociedad, a transformar todo en mercancías, que todo tenga
precio, que todo se pueda vender y comprar. La esfera pública, al contrario,
promueve el derecho de todos, la promoción de todos los individuos a
ciudadanos, esto es, a sujetos de derechos.
Para
llegar a tener una izquierda de la esfera pública es indispensable, antes que
todo, además de una crítica radical de todos los efectos negativos de la
centralidad del mercado, desarrollar una profunda conciencia pública,
radicalmente democrática, un espíritu de la centralidad de los bienes públicos,
de las empresas públicas, de los servicios públicos, del Estado como un
instrumento en las manos de toda la sociedad, antes que todo de los
trabajadores y del pueblo. El Estado no es así ni la solución por sí solo, ni
el problema. Es un espacio de disputa entre la esfera mercantil y la esfera
pública. Cabe a la izquierda del siglo XXI ser una izquierda de la esfera
pública, – que es la forma actual de ser anticapitalista- para la construcción
de sociedades profundamente democráticas y de un mundo apropiado por sus
pueblos a partir de esos Estados nacionales democratizados y centrados en la
esfera pública.
- Emir
Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del
Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro
(UERJ).
URL de este artículo: http://www.alainet.org/es/articulo/184197
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