miércoles, 1 de marzo de 2017

LOS INTOCABLES EN PERÚ



01-03-2017

En la película norteamericana de Brian de Palma, basada en una novela publicada en 1957, “Los Intocables” constituían un equipo especial de agentes escogidos por su valor e incorruptibilidad. Fueron organizados por Elliot Nest, y, bajo su iniciativa, resolvieron acabar con la mafia de Al Capone, que operaba en Chicago en los años 20 del siglo pasado. 

Los “ Intocables” en el Perú, a la inversa, son la Mafia: la familia Fujimori y Alan García, que bien podría fungir de hijo putativo de esa banda, dado los inmensos favores que ha tenido a bien prestarles, desde que recurrió precisamente a Alberto Fujimori Fujimori -en ese entonces oscuro docente universitario- para instalarlo en Palacio de Gobierno. Era 1990. 

Años más tarde, quizá recordando ese episodio, el líder aprista diría: “Un Presidente no puede imponer a quien quiera como Jefe de Estado; pero sí puede impedir que lo sea, alguien quien él no quiera”. Y sí, claro, usando como “testaferro político” a AFF, cerró el paso a Vargas Llosa, a quien simplemente detestaba. A partir de allí, se instauró en el país la Mafia que envileció la vida nacional, y que sigue operando impunemente en nuestro tiempo, como una costra adherida a la clase dominante. 

El denominado “Clan Fujimori” es relativamente numeroso. Está integrado por Alberto y sus hermanos Santiago Pedro, y sus hermanas Rosa y Juana; por Víctor Aritomi, esposo de Rosa; pero también por Keiko Fujimori y sus hermanos Hiro, Sachie y Kenyi –hoy congresista- y por el esposo de Keiko, Mar Vito Villanella, un ciudadano yanqui, cuya familia tiene también oscuros antecedentes delictivos en su país. 

Por simple adición, hay que incluir en “el clan” a altos funcionarios del Fujimorismo, como los hoy procesados por lavado de activos, los hermanos Joaquín y Bienvenido Ramírez –que se elevaron de cobradores de “combi” a multimillonarios por arte de birlibirloque- José Chlimper y otros; añadiendo por cierto a Cecilia Chacón, Luz Salgado, Martha Chávez y los congresistas Becerril Lourdes Acorta y Úrsula Letona, para no citar sino a algunos. Todos ellos, uña y mugre de una misma mano. 

Múltiples denuncias recayeron sobre el “Clan” desde un inicio. El manejo de las donaciones japonesas en los años 90, a través de las Fundaciones APENKAI Y AKEN, fue apenas una de las primeras, que nunca pudo ventilarse adecuadamente, Pero se sumaron luego extraños depósitos en el Banco de Tokio y en el Banco de Brasil en la capital nipona; y cuantiosas donaciones hechas a través de la Nipon Fundation, la Fundación Saksakahua, la Matsushita, el Municipio de Kumamotto y otros generosos entes orientales que llenaron bolsas voraces. 

Dinero obtenido por el remate de empresas públicas, cuantiosas partidas usadas ilegalmente y a espaldas del país; y manejo escandaloso de los resortes del Poder; fueron el pan en “ la década dantesca”.

Hay que recordar, por ejemplo, que durante diez años Víctor Aritomi fue “Embajador político” de Fujimori en Tokio, epicentro de todos los desaguisados financieros de la dictadura. Hoy él, su esposa Rosa y su cuñada Juana viven en el país del “sol naciente” sin comparecer ante la justicia peruana, aunque -en teoría- debieran ser capturados y juzgados. En torno al tema, recientemente, el actual Ministro del Interior arguyó la imposibilidad de detenerlos por su condición de “súbditos del Emperador Nipòn”, sin considerar siquiera que, al momento de cometer los delitos que se les imputan, eran ciudadanos peruanos, y actuaban protegidos por representaciones oficiales en nombre del gobierno del Perú 

Más recientemente asomaron “casos” puntuales, sorprendentes: la empresa Limasa, cuyo socio es precisamente Keny, el congresista, en cuyas instalaciones se encontró droga en abundancia. La mina Pierina, de la que es accionista Keiko, y cuya composición empresarial se mantiene oculta. Los ingresos no conocidos de la candidata del Fujimori y su esposo, que viven ostentosamente en un lujoso barrio de Lima. Las denuncias de la DEA, y el extraño financiamiento de las campañas electorales, la última de las cuales fue considerada –por bordear los 40 millones de dólares- como “la derrota más cara en la historia del Perú”, le ponen la tapa a la bombonera.. 

En todos estos casos, la justicia ha hecho lo que suele hacer una mujer sorda, muda y ciega. No oye, no dice, ni ve. Y vive fuera de la realidad y de sus avatares. Y es que -hasta hoy- ningún juez se ha atrevido a ponerle la mano encima a los desaguisados de este signo. Y las pocas veces que alguien ha pretendido hacerlo, ha saltado la mano salvadora de quienes detentan el control del Poder Judicial en sus más diversas instancias: el cogollo alanista. 

Aliados, entonces Keiko y Alan, han sobrevivido a todos los naufragios eludiendo, con felina agilidad, todas las tormentas. De una, u otra manera, se han dado maña para protegerse mutuamente en el entendido -siempre posible- que si cae uno, caen todos. Para ese efecto, el alanismo, desde los años 80 se preocupó por incentivar lo que Haya sembró antes: el proceso de infiltración del poder Judicial para su posterior captura. Y esto, vino ampliado a otras estructuras del Estado: el Ministerio Publico, la Defensoría del Pueblo, el Congreso de la República, el Consejo de la Magistratura, el Tribunal de Garantías, y otros. Y esto, fue posible a partir del primer régimen aprista. 

Y desde entonces, el Fujimorismo y el APRA han jugado, en la materia, “ al alimón”, como se dice en términos taurinos. Casos para confirmarlo hubo muchísimos, pero uno salto más recientemente, el de la señora Príncipe, nombrada Presidente de la Jefatura de los Procuradores del Estado. Ella ingresó de la mano del gobierno aprista, pero “se acomodó” a los distintos vaivenes de la política hasta “ubicarse bien”. Cuando tal cosa sucedió, emprendió “serias denuncias” contra el gobierno de Humala actuando, en ese marco, de manera agresiva y provocadora. Sancionada por ello, ´la “prensa grande” se encargó de construirle un presunto “martirologìo” del que se valió para “filtrarse” en las más altas esferas del Poder en el gobierno de hoy. 

Ahora, desde la cumbre de su ubicación, protege a García con el mismo entusiasmo con que defiende a Keiko. Y asegura que ambos, están libres de sospecha alguna. Sorprendida por la publicación de fotos privadas con el cogollo alanista del APRA, primero las negó, pero finalmente debió admitirlas, atribuyéndolas apenas a “vínculos profesionales”.

Hoy muy pocos dudan: la Príncipe, es aprista. Lo que debemos preguntarnos es ¿por qué cuenta con la protección del gobierno actual y con el apoyo de importantes funcionarios del Estado?. ¿Ingenuidad, o complicidad? 

El peso de los hechos, sin embargo, es mayor que la capacidad de maniobra de estos “intocables” criollos. Desde distintos ángulos han comenzado a brotar quejas y denuncias. Y ellas, ahora llueven copiosamente abriendo flancos que la Mafia difícilmente podrá cerrar. Por eso, actúa a la defensiva. 

García vino presuroso de Madrid para “rendir una manifestación” ante la Fiscalía, y luego se fue tan orondo como había llegado. Y Keiko presiona descaradamente para no ser investigada. Su hermano Kenyi –mientras tanto- pide el “levantamiento de su inmunidad parlamentaria”, sabiendo perfectamente que eso, no habrá de ocurrir. ¿Qué pretenden entonces?. Es simple: eludir investigación alguna y salir de esta crisis formalmente “limpios“ , y prestos a asumir la conducción de un país que vive horas difíciles 

Don Manuel González Prada decía, refiriéndose al Perú de su época: “Donde su pone el dedo, brota pus”. Hoy puede decirse algo parecido del cuerpo de nuestros “intocables” criollos: cuando se les ponga el dedo, brotará la pus. De todos modos, hay que añadir que la Mafia tiene abierto el camino: censurar al Vice Presidente. Martin Vizcarra por el “caso Chincheros”: declarar la vacancia de la Presidencia de la República, a tenor de las denuncias contra PPK; doblegar la resistencia de Mercedes Araoz; ungir como “Jefe de Estado” a la Presidenta del Congreso, Luz Salgado; y convocar elecciones antes de fin de año para que Keiko “gane” sin rivales. El viejo Marx tenía razón: la historia se repite, sólo que la primera vez como tragedia; y la segunda, como comedia.

 
Gustavo Espinoza M., miembro del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera / http://nuestrabandera.lamula.pe


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