“No sólo Astarita, también M. Roberts, A. Shaikh o M. Husson han sido
críticos con las propuestas de la TMM”
13 noviembre, 2019
Nos habíamos
quedado aquí. Quedaba la parte prescriptiva de tu exposición.
La parte
prescriptiva de política económica se deduce directamente de tales principios.
La TMM ofrece una revolución fiscal para enchufar la manguera del gasto público
a la economía real y asegurar -ya que el desempleo es ‘una decisión política’-
el pleno empleo absorbiendo el desempleo involuntario generado por el déficit
de demanda efectiva del sector privado. Wray señala la tecla mágica: “Siempre
pueden suministrarse unas finanzas suficientes para la plena utilización de
todos los recursos disponibles a fin de apoyar el desarrollo de capital de la
economía. Podemos servirnos del golpe de tecla para llegar al pleno empleo”.
Tal planteamiento desemboca en la propuesta política estrella del movimiento:
el trabajo garantizado. Como explica Mitchell: “el pleno empleo y la
estabilidad de precios están en el corazón de la TMM. Un programa de trabajo
garantizado es central para la TMM, es una herramienta clave para tener bajo
control la inflación y el desempleo”. Por tanto, dado el nivel correcto de
gasto público e impuestos, combinado con un programa de trabajo garantizado,
los partidarios de la TMM afirman categóricamente que se puede alcanzar el
pleno empleo con estabilidad de precios. Tal planteamiento representa
obviamente una herejía para la ortodoxia neoliberal que afirma que el gasto
público creador de empleo es peligrosamente inflacionario y la deuda una rémora
para las futuras generaciones que lastra el crecimiento y la actividad
productiva. Pero precisamente por eso suena tan atractivo, ¿no?
Sí, sí, pero
surgen varias dudas. La primera: la existencia de criptomonedas, sin regulación
del Estado en principio, ¿no refuta o “toca” la concepción del dinero de la
TMM?
En esta
ámbito te diría Salvador –sin ser ni mucho menos experto en la materia- que
comparto bastante la posición de la TMM, muy crítica con este utopismo
monetario de ribetes sumamente reaccionarios, con ecos del anarcocapitalismo de
los nostálgicos del patrón oro deseosos de cerrar el banco central y acabar con
el dinero público. Cosas de excéntricos fetichistas del dinero como los
austriacos, cuyo representante más mediático en España es el infausto Juan
Ramón Rallo. Incluso el Fair Coin , la
criptomoneda promovida por Enric Duran –el famoso Robin Bank que estafó casi
medio millón de euros a la banca- despide un fuerte aroma al utopismo de varita
mágica de raíz proudhoniana que tanto indignaba –en mi opinión con razón- a
Marx.
Quizás sería
útil pues clarificar conceptos, que ayuden a encuadrar la relevancia de las
criptomonedas –y su supuesto potencial transformador-, resumiendo las funciones
del dinero moderno para contrastarlas con las que cumplen estas supuestas
revoluciones monetarias.
Adelante con
ello.
Podríamos
dividir a título explicativo las funciones del dinero en dos campos:
circulación y producción. Como medio de circulación el dinero funge como medio
de cambio, de pago, unidad de cuenta y depósito o reserva de valor –el
atesoramiento, la gran obsesión keynesiana-. En la esfera de la producción –el
dinero-capital, descrito por Marx, pero ignorado por la ortodoxia y por los
keynesianos- el dinero se convierte en capital cuando es avanzado con el
objetivo de obtener un beneficio a través de la explotación del trabajo. La
fuente del beneficio es la plusvalía que se origina en el empleo de
trabajadores asalariados que crean más valor nuevo en el proceso de producción
del que obtienen cuando son pagados en forma de salarios. La función del dinero
como medida del plusvalor es uno de los aspectos cruciales de una economía
capitalista y la clave de la conexión entre la fábrica de dinero-deuda de la
banca privada –el dinero endógeno de los poskeynesianos- y el proceso de
acumulación de capital.
La cuestión
clave sería pues: ¿cuáles de estas funciones cumplen las critptomedas? Pues he
de decirte que prácticamente ninguna. Me baso a continuación en un texto
de Eduardo Garzón, quizás el estandarte más popular de la TMM en España, en
mi opinión excelente, que enumera las principales críticas a esta supuesta
liberación del yugo bancario-estatal que encarnan utópicamente las
criptomonedas.
Parte de su
innegable atractivo es que las criptomonedas y su columna vertebral subyacente,
la cadena de bloques, le permiten al hombre promedio realizar transacciones con
su vecino, de forma anónima y segura, sin intermediarios. Es la moneda perfecta
para el libertarismo económico: el sector público no interviene ni en su
creación ni en su regulación, de forma que cualquier persona puede llevar a
cabo sus transacciones sin la necesidad de rendir cuentas a Hacienda o a la
Justicia.
¿Y qué
capacidad tienen los emisores del bitcoin –se pregunta Garzón, centrándose en
la criptomoneda estrella- de lograr que su moneda sea ampliamente utilizada en
la circulación, como medio de cambio, y en los pagos? Muy poca, teniendo en
cuenta que no hay ni siquiera un único emisor, sino que cualquier usuario puede
(tras un proceso complicado y prolongado) crear nuevos bitcoins.
A ello hay
que sumarle otra limitación nada despreciable: sólo se pueden crear 21 millones
de bitcoins. Esto es sencillamente el resultado de un diseño carente de sentido
económico, ya que una economía necesita tanto dinero como actividades se
produzcan en su interior, de tal manera que el límite es un propulsor de la
especulación y del descomunal coste de generación de nuevas unidades.
Sí, sí, la
cifra límite parece absurda, totalmente arbitraria desde un punto de vista
económico… o incluso desde cualquier punto de vista.
Por si fuera
poco con las debilidades y amenazas de carácter estructural, se ha unido
recientemente otra de carácter coyuntural: la generación de una burbuja
especulativa. Hoy día buena parte de la gente compra bitcoins para venderlos a
un precio más caro, haciendo una ganancia rápida por el camino. La espiral
inflacionista es notoria y ya sabemos perfectamente que pasa con las burbujas:
que en algún momento estallan y todo el artificio se va al garete.
Es decir, la
supuesta panacea monetaria no sirve tampoco, debido a su extraordinaria
volatilidad, como unidad de cuenta ni como reserva de valor, dos de las funciones
básicas del dinero fiat respaldado por el banco central.
¿Hay más
críticas?
Las hay.
Esto no es todo: la producción de bitcoins consume una cantidad desorbitada de
energía. Los métodos de creación y funcionamiento de las criptomonedas son
puramente electrónicos y necesitan la utilización de innumerables ordenadores
en todo el mundo, lo que supone un elevadísimo consumo de energía. Un
despilfarro energético en toda regla teniendo en cuenta que los métodos
convencionales de creación de dinero apenas requieren consumo de energía.
Así pues, si
la esencia de la matriz de rentabilidad del capitalismo financiero es la
creación de dinero-deuda por parte de la banca privada como motor de la
actividad económica –el dinero-capital- con el respaldo, en última instancia,
de la emisión de dinero fiat de curso legal por parte de la banca
central, al bitcoin y a la miríada de criptomonedas no les puede esperar un
gran futuro más allá de circuitos minoritarios e inversiones especulativas.
Harina de
otro costal es el formidable impacto que las tecnologías digitales están
teniendo sobre el negocio bancario y la aparición de las llamadas fintechs
–ágiles startups de pagos y préstamos digitales- que operan en ámbitos
subsidiarios del dinero bancario -y no pretendidamente independientes, como las
criptomonedas-. Y, sobre todo, está por ver el impacto de la irrupción de los
gigantes de la tecnología, con su vasta base de clientes, su experiencia en la
recopilación de datos y sus recursos financieros prácticamente ilimitados. Amazon
ha lanzado una cuenta corriente, Google y Apple tienen sistemas de pago que
convierten tu teléfono en una cuenta bancaria, y Facebook ha provocado fuertes
taquicardias en los dueños de la fábrica de dinero con el lanzamiento de una
nueva moneda, la Libra. Pero esa es como digo otra historia que está sólo en
sus albores.
Acaso
podamos hablar de esa historia en un futuro cercano. Cojo el hilo central de
nuevo. Cuando se habla de trabajo garantizado, ¿de qué se está hablando
exactamente?
Como te
decía, se trata de la propuesta estrella de política económica de la TMM. Si te
parece, doy la palabra a sus portavoces en la mencionada Red MMT, que explican
su defensa del pleno empleo garantizado por un Estado benefactor:
La prioridad
es repensar la política económica colocando el pleno empleo digno en el centro
de la agenda política, en coherencia con el mandato expresado en nuestras
constituciones. El desempleo solo puede ser eliminado mediante una política
fiscal adecuadamente expansiva que combine un aumento suficiente del gasto
público y una disminución de los niveles de tributación sobre las clases
populares y el tejido productivo. Dentro de este marco prevemos un Plan de
Empleo de Transición; un programa permanente de empleo público que asegurará a
todos el acceso a un empleo con un salario superior al del umbral de la pobreza
y con condiciones dignas.
¿Sin duda
suena bien, no te parece?
Me parece,
suena muy bien de entrada.
El Estado
–convertido en una suerte de “empleador de última instancia”-, sin subir los
impuestos a los ricos ni aumentar la deuda pública, se encarga de remunerar el
trabajo directamente mediante un pago –tomando como referencia el salario
mínimo- a la cuenta bancaria del participante del programa de TG, de forma que
se eviten intermediarios privados y tentaciones perversas en la gestión del
dinero.
Por lo
tanto, los déficits presupuestarios del estado (y el aumento de la deuda del
sector público) no son –hasta cierto nivel- un problema. Ni que decir tiene que
esto tiene un irresistible atractivo para la izquierda reformista como
refutación de los dogmas neoliberales que fundamentan las políticas de
austeridad. He aquí una justificación teórica del gasto público deficitario
para lograr el pleno empleo sin tener que afectar gravemente al sector
capitalista de la economía. Incluso se llega a amenazarles con llamarles al
orden obligándoles a subir los salarios para no perder a sus empleados. Fíjate
lo que dice la propuesta de trabajo garantizado de IU al respecto: “Los empleadores
del sector privado se ven obligados a ofrecer salarios iguales o superiores a
los ofrecidos en el TG –de lo contrario, sus empleados se irían al TG, que
siempre está disponible–, logrando así acabar de facto con todos los puestos de
trabajo en los que no se garantizan condiciones laborales dignas”. El tipo de
empleos financiados directamente por el Estado serían pues aquellos no
generados por el sector privado, como por ejemplo los que aparecen en esta
lista elaborada por Bill Mitchell: “muchas actividades socialmente útiles,
incluyendo los proyectos de renovación urbana y otros programas ambientales y
de construcción, la asistencia personal a los pensionistas, y otros programas
comunitarios. Por ejemplo, los creadores podrían contribuir a la educación
pública como artistas itinerantes (sic)”.
Resulta
difícil exagerar el idealismo –en el sentido estricto del término que recorre
la tradición filosófica, como opuesto al materialismo- contenido en tales
propuestas que ignoran las relaciones de poder y de producción imperantes bajo
la égida del capital. Idealismo que ignora, sólo como botón de muestra, el
papel del ejército de reserva marxiano en la evolución de la acumulación de
capital y en la depresión del precio de la fuerza de trabajo. Me sumo en este
punto a la crítica
del economista marxista Michael Roberts, que creo pone el dedo en la llaga:
“De esta manera, la TMM actúa como un respaldo del capitalismo: el Estado es el
empleador de último recurso, pero no el principal empleador. Busca compensar
(apañar) los fracasos de la producción capitalista, no reemplazarla”. Tal
concepción está en las antípodas del planteamiento marxiano: en la teoría de
Marx la desocupación es generada de manera endógena por el sistema capitalista.
Es decir, el desempleo es sistémico y no se puede eliminar a discreción por un
Estado benefactor.
En
conclusión, de estar en lo cierto el enfoque de la TMM, se podría solucionar la
desocupación en el capitalismo sin alterar de manera significativa las
estructuras sociales a través de un Estado convertido en el mágico Deus ex
machina que arregla el estropicio provocado por el capitalismo desquiciado.
Para eso, bastaría con superar la “déficit-fobia”, creada artificialmente por
el monetarismo neoliberal y la ortodoxia neoclásica, y enchufar la manguera del
gasto a la creación de empleo. Como ves, peccata minuta.
Has hablado
de las críticas de la ortodoxia neoliberal, pero también hay críticas desde
ámbitos muy alejados. Desde el marxista por ejemplo. Así, Rolando Astarita, “La
TMM y los argumentos monetaristas” https://rolandoastarita.blog/2019/09/19/la-tmm-y-los-argumentos-monetaristas/
T e copio sus palabras finales: “Es necesario entonces delimitar, en
particular, a la teoría marxista de las propuestas de la TMM. En especial
porque la derecha está empeñada en que todo lo “heterodoxo” aparezca más o menos
igual. Enfatizo entonces: Marx o Engels jamás sostuvieron que el valor pudiera
generarse imprimiendo billetes. No hay forma de adjudicarles semejante
tontería”.
Así es
Salvador. Igual que en el caso de Roberts, no puedo por menos de suscribir la
mayor parte de las críticas de Astarita que, dicho sea de paso, tiene uno de
los mejores textos
sobre la teoría keynesiana y poskeynesiana y es un extraordinario conocedor
de las mismas. No sólo Astarita –que les califica con razón de curanderos
sociales y hechiceros monetarios-, también otros economistas marxistas como el
mencionado Michael Roberts, Anwar Shaikh o Michel Husson han sido críticos con
las propuestas reformistas e idealistas de la TMM. No es de extrañar esta
reacción crítica ante las extravagantes afirmaciones vertidas por los apóstoles
de la escuela.
¿Por qué no
es de extrañar?
En mi
opinión, por tres motivos fundamentales: su falta de comprensión –como toda la
escuela keynesiana- de la dinámica de fondo y de la evolución histórica de la
acumulación de capital; su idealismo, sustanciado en su concepción del papel
del Estado y su confianza en las reglas del juego de la democracia formal y, last
but not least, su distorsión del papel del desempleo –el ejército
industrial de reserva marxiano, como mencionábamos antes- en las relaciones de
producción capitalistas y de la relación, sustancialmente simbiótica, entre los
sectores público y privado en la dinámica de la acumulación.
Para no
extenderme y evitar reiteraciones doy dos botones de muestra de lo anterior.
Por ejemplo, esta propuesta de un nuevo socialismo (sic), no basado en la
propiedad de los medios de producción sino en el control de la autoridad
fiscal, que proponen
Esteban Cruz y Parejo Moruno, enmendando sin ningún pudor la plana a la
teoría de la explotación marxiana: “la tesis sobre la explotación aquí
presentada se puede describir, no como una consecuencia de la propiedad privada
de los medios de producción, sino del control del dinero en una economía
monetaria de producción que los capitalistas se arrogan gracias a la
elaboración de unas reglas arbitrarias para restringir la acción del Estado”.
Es decir, arrebatando el control de la fábrica de dinero a los capitalistas
bancarios y asumiendo las riendas del Estado benefactor tenemos ya el ‘nuevo
socialismo’. Miel sobre hojuelas.
Y respecto
al idealismo implícito en la concepción del Estado como instrumento para la
reforma del sistema contra la ‘voluntad de las clases poderosas’, valgan las
siguientes exhortaciones, extraídas del mismo texto, a liberar al Estado de su
‘captura’ por parte de los capitalistas: “La Teoría Monetaria Moderna provee de
unos sólidos argumentos para hacer efectiva la “reforma crucial” que defendían
Kalecki y Kowalik: la imposición contra la voluntad de las clases poderosas de
la estabilización del sistema, abriendo nuevas perspectivas para el futuro
desarrollo de las fuerzas productivas (…) Sin embargo, el uso efectivo de los
mecanismos de los que dispone el Estado para la administración de la economía
se encuentra bajo la captura de los capitalistas. Los aspectos políticos del
pleno empleo, el poder de los intereses creados, son más importantes para los
capitalistas que los rentables efectos producidos por la buena marcha de la
economía”.
Así pues, se
podría incluso ser conciliador e intentar convencer a las ‘clases poderosas’ de
la bondad de sus propuestas para que desistan en su absurda actitud de
resistencia frente a ellas. Su leit motiv de fondo consiste pues en
decir: la austeridad neoliberal genera recesión, desigualdad y deuda crecientes
y es irracional; por lo tanto es una política absurda que nos perjudica a
todos. ¡Y tenemos las teclas mágicas para revertirla! La ‘reforma crucial’ que
propone la TMM consiste pues en arrebatar al Estado de las manos de los
capitalistas que lo tienen capturado para ponerlo al servicio de la
‘estabilización del sistema’ a través del buen uso del monopolio de emisión
monetaria. Recuerdan en esto, desmereciéndolos incluso, a los viejos
socialistas utópicos premarxistas. Y no dan respuestas convincentes a ninguna
de las cuestiones claves sobre las relaciones de poder realmente existentes
bajo la égida de la acumulación de capital.
Como, por
ejemplo…
¿Cómo
modificar sustancialmente el papel de la banca privada y los fondos privados de
inversión, fulcro neurálgico de la actual matriz de rentabilidad del
capitalismo neoliberal, basada en la hipertrofia del préstamo
personal-hipotecario y en la multiplicación del capital ficticio en el casino
global para sostener la maltrecha tasa de ganancia? ¿Cómo podrían coordinarse
armoniosamente los dos focos generadores de actividad económica: el Estado
soberano, cuyo Tesoro estaría integrado con un banco central financiador del
pleno empleo a través del trabajo garantizado, y la banca comercial,
financiadora de la inversión privada y de las descomunales burbujas de activos,
cuyos intereses –interés público redistributivo y voraz beneficio privado en la
esfera especulativa- son objetivamente contrapuestos? Sobre estas “nimias” cuestiones,
la TMM, más allá de loables declaraciones de buenas intenciones de combatir la
especulación y las malas prácticas de los depravados tiburones financieros,
guarda silencio.
El eximio
economista marxista Anwar Shaikh
, que desarrolla una profunda teoría del dinero y la inflación en su texto
‘Capitalismo: competición, conflicto y crisis’, expone las razones que impiden
que “un sabio y benevolente Estado pueda imprimir dinero para alcanzar el pleno
empleo con inflación moderada”, el postulado central de la TMM: “En primer
lugar, la TMM ignora los efectos de la tasa de beneficio en el crecimiento, el
empleo y la inflación. En segundo lugar, omite completamente el conflicto de
clase entre capital y trabajo. En tercer lugar, ignora la teoría marxista del
ejército de reserva de trabajo, que, en el largo plazo, tiende a deprimir los
salarios. Y, por último, omite que el estado, como empleador de último recurso,
sería una amenaza para los negocios si pudiera contrarrestar la disciplina
salarial”.
Y, por
último, me gustaría referirme a los argumentos del economista marxista Xabier
Arrizabalo que, en un reciente debate sobre la TMM
entre Eduardo Garzón y Mario del Rosal, organizado por la asociación Economía
Alternativa, lanzó una serie de críticas al idealismo de las propuestas de la
TMM que creo resumen todo lo anterior:
No podemos
hacer lo que queramos, cambiando las reglas del juego del capitalismo a
discreción porque son expresión de relaciones sociales profundas. La TMM es la
negación de la economía política que explica el conflicto distributivo entre
clases antagónicas. La teoría social no es un pudding (sic), sino que
tiene un núcleo que, en el caso de la economía, es cómo se produce y se
distribuye el valor creado en una sociedad de clases. Resulta absurda la idea
del manejo “libre” del Estado, negando que es expresión de las relaciones de
producción. La TMM obvia la lucha de clases y lo reduce todo al marco
institucional, proponiendo que se trata únicamente de cambiar la gestión.
Tales
ilusiones recuerdan vívidamente a la ‘hipótesis populista’ del primer Podemos,
popularizada por el ínclito Errejón, gran experto ‘laclauiano’, y basada en el
planteamiento idealista de la autonomía de las estructuras sociopolíticas –el
Estado, en lugar destacado-, cuya naturaleza profunda no se define y devienen
sólo un producto “relacional”, resultado de la articulación de diferentes
elementos. Tal política no tiene otro objetivo que hacerse con la maquinaria
del Estado para dar un giro a las políticas del neoliberalismo y usarlo contra
la minoría dirigente –la casta o las élites que lo han capturado- para ponerlo
al servicio del pueblo.
Tan atinadas
críticas desvelan el “idealismo” de la TMM, sustanciado en su incapacidad para
incorporar el conflicto social en sus probetas financieras de laboratorio y, en
mi opinión, justifican la necesidad, enfatizada por Astarita, de delimitar
claramente las abismales diferencias con el marxismo que se reflejan en las
críticas mencionadas. Lo cual obliga a dar respuesta negativa a las preguntas
neurálgicas acerca de la viabilidad y el rigor de tales propuestas: ¿Reflejan
de forma realista el engranaje profundo de la acumulación de capital y su
historia reciente; dicho en otras palabras, permiten comprender la marcha del
capitalismo y su lógica de fondo, profundamente depredadora y degenerativa? Y,
en fin, ¿resulta útil, para avanzar en la imperiosa necesidad de una
transformación social radical del ominoso sistema económico vigente, el diseño
de ficticias propuestas reformistas de ingeniería financiera implementadas por
un Estado benefactor que promuevan el ilusorio avance hacia un idealizado e
irrecuperable capitalismo bonancible y redistributivo con paz social y pleno
empleo?
No creo
equivocarme mucho si conjeturo respuestas negativas a ambas preguntas.
Abusando más
de ti y pensando en nuestros lectores. En 15 líneas, no te otorgo más, ¿cuáles
serían tus principales críticas, incluyendo virtudes si fuera el caso, a la
teoría monetaria moderna?
De acuerdo
Salvador. Un matiz solamente para evitar reiteraciones…
Que a veces
ayudan a asentar conceptos y argumentos.
Como creo
que las principales críticas ya las he expuesto en las respuestas anteriores,
voy a ceñirme, para terminar, a las virtudes y añadiré, si me permites, una
última reflexión crítica final de tipo más general.
De acuerdo.
Sigamos tu esquema.
Así pues te
haría, disculpándome de nuevo por la prolijidad –causada por la intención, no
sé si lograda, de combinar el carácter didáctico con la argumentación crítica-
una enumeración telegráfica de las virtudes de la TMM.
-Una
correcta descripción del funcionamiento de la fábrica de dinero-deuda –sin
coincidir con la teoría estatal cartalista del origen del dinero, en mi
opinión, sumamente unilateral- en una economía monetaria con completa
desmaterialización del dinero desde el Nixon Shock de 1971. Esta teoría del
dinero endógeno –parte esencial del enfoque poskeynesiano- explica el papel
neurálgico de la banca privada en la creación de burbujas de activos a través
de la generación de crédito del puro aire frente a la falaz teoría tradicional
de la ortodoxia neoclásica que describe a los bancos como intermediarios
financieros.
-Y,
relacionado con lo anterior, una crítica demoledora de la austeridad neoliberal
y del monetarismo friedmaniano, desvelando sus fundamentos pseudocientíficos y
su connivencia con la música celestial de la ortodoxia económica.
Poner en el
candelero estos temas creo que ya es motivo suficiente para -lo cortés no quita
lo valiente- reconocer una relevante aportación positiva.
Muy justo
por tu parte.¿Quieres añadir algo más querido Alfredo?
Además de
agradecerte nuevamente la oportunidad de explicar estas cuestiones y
felicitarte por la agudeza de las preguntas, simplemente trataría de resumir,
abusando una vez más de tu paciencia, lo anterior en una reflexión crítica
final.
No abusas.
El problema
principal de propuestas como la TMM –y también de otras reformas paliativas
como la renta básica o el impuesto sobre la riqueza de Piketty- es que no
registran que la degradación de esta sociedad capitalista es estructural,
global, de todos sus ámbitos, y también, en lugar destacado, el estatal. Y, por
tanto, que la fábrica de dinero es la encarnación del poder social al servicio
del interés privado y no una herramienta técnica que, en manos de un estado
democrático y soberano, se puede poner al servicio de las clases populares.
Resulta pues
pueril políticamente y totalmente erróneo pedagógicamente ofrecer soluciones
‘dentro del sistema’ para problemas estructurales del capitalismo como el
desempleo o la pobreza. Lo cierto es que, a pesar de su apariencia de
respetabilidad y pragmatismo, quizás sean más utópicas y desnortadas sus
prescripciones que la defensa de la ‘socialización de la banca y de los medios
de producción’ propugnada por los radicales antisistema. Es por este motivo por
lo que es necesario distanciarse de tales vanas ilusiones y desvelar el falso
espejismo de los reguladores, creyentes en un capitalismo con rostro humano.
Porque estas ilusiones, basadas en hacer retornar el ‘genio malo’ a la botella,
no son solamente estériles, son también, desgraciadamente, mala pedagogía
popular. Y representan por tanto obstáculos para el surgimiento de movimientos
y luchas verdaderamente antagonistas que construyan alternativas radicales
frente a las crecientemente desconyuntadas relaciones sociales en el
capitalismo desquiciado. Se trata, en fin, de los viejos ‘cuentos de la
lechera’ reformistas de los que hablaba Sacristán. Porque, cuando la cosa va
realmente en serio, como decía Joan Robinson, nada sospechosa, por lo demás, de
radicalismo extremista, se acaba cortando por lo sano y no parece que este sea
el caso: “Cualquier gobierno que tenga tanto el poder como la voluntad
de solucionar los principales defectos del sistema capitalista tendría la voluntad
y el poder de abolirlo por completo”.
*
Entregas
anteriores:
1.
Primera parte de esta entrevista: “Hay dos
paradigmas monetarios que determinan la visión del sistema económico y de las
políticas públicas” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261945
.
2.
Segunda parte: “La escuela busca convertirse en un
programa de política económica para la izquierda reformista en oposición
frontal al monetarismo neoliberal” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=262139
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