Dr. Hugo SALINAS
La historia moderna está plagada de gobiernos populistas.
Gobiernos que son elegidos por el pueblo, y para servir al pueblo. Pero, en la
práctica, consciente o inconscientemente, son fieles sirvientes del modelo
socio-económico mal llamado “capitalismo”. Es el caso reciente de Evo Morales
Ayma, en Bolivia, que se ha visto obligado a renunciar a la Presidencia de la
República.
Sabemos bien que nuestros pueblos de América del Sur viven en un
extremo desempleo, en su mayor parte encubierto por un masivo sub-empleo. Los
salarios mínimos de los que trabajan son completamente irrisorios. Esto hace
que la mayoría de la población viva en una extrema pobreza.
En cambio, un reducidísimo número de familias, nacionales y
extranjeras, viven de la explotación de los recursos naturales y de los fondos
del erario nacional. Son ellos, en una Democracia Representativa, quienes
escogen y financian la elección del Presidente de la República, de los
congresistas y “sugieren” la designación de los altos mandos de las fuerzas
armadas.
Romper este círculo vicioso, lleno de corrupción en todos los
niveles de la administración pública, es casi imposible. Sin embargo, de un
tiempo a otro, el pueblo logra elegir a quien cree ser su verdadero
representante. Este fue el caso de Evo Morales Ayma. Hijo del pueblo,
trabajador cocalero, y con ideas de recuperar la identidad del pasado
Tawantinsuyano.
Para ello, dota a su país, Bolivia, de una nueva Constitución que
reconoce la pluralidad de naciones y de economías. Logra que las empresas
multinacionales que explotan los recursos naturales contribuyan con un
porcentaje nunca antes visto en América Latina. Con estos recursos financia las
ayudas financieras a los ancianos, niños, jóvenes e inválidos. Incluso, más que
dobla el salario mínimo de los trabajadores.
Pero, ¿esto es suficiente para que el pueblo boliviano salga de su
extrema miseria, de su extremo desempleo, y de su dependencia total a las
economías y sociedades externas?
El tiempo se encarga de atrapar a Evo Morales. El entusiasmo de
una nueva Constitución, de la plurinacionalidad y de las ayudas financieras populistas
no son suficientes para resolver los problemas de fondo de Bolivia. Evo
Morales, consciente o inconscientemente, ha servido al modelo socio-económico
ya existente, en donde quienes manejan el acto económico son los dueños de los
grandes capitales, ya sean nacionales o extranjeros.
En suma, los bolivianos, como sociedad, no han logrado manejar su
actividad económica y, por consiguiente, no son los dueños de su futuro. Su
esperanza de ser una sociedad solidaria y en igualdad de oportunidades, ha sido
defraudada una vez más.
En Bolivia, el Gran Cambio no ha llegado a las mayorías
nacionales. Es hora de preguntarnos, entonces, ¿en qué consiste el Gran Cambio?
¿Qué es lo que se debe realizar para que las grandes mayorías nacionales
sientan y gocen de una nueva sociedad y economía?
Pero en lugar de plantearse estas preguntas, que son esenciales
para el futuro del pueblo, los grupos y partidos progresistas e izquierdistas
se dedican a apoyar y consolidar en el poder a gobiernos mal llamados
socialistas o tawantinsuyanos. Este grave error no solamente se ha producido en
el apoyo incondicional a Evo. En la América Latina reciente ha sido el caso de
Chávez, Correa y Lula. Y lo sigue siendo de Maduro y Moreno.
¿Cuándo abriremos nuestras mentes para comprender que el gran
problema de nuestros tiempos, tanto en los países del Sur como del Norte, es el
modelo socio-económico imperante, en donde prima la Repartición Individualista
del resultado de la actividad económica? Un modelo que crea un grupo mínimo de
multimillonarios, y una gran masa de desposeídos.
Un modelo que crea una sociedad individualista, egoísta, en donde
el dinero es el objetivo principal en las vidas de las personas y de sus
empresas. Un modelo que crea la corrupción permanente en el seno de la sociedad.
Un modelo que se apoya en el crimen y el asesinato de personas que luchan por
un futuro mejor.
Saint-Nazaire, 12 de
noviembre del 2019
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