Economistas advierten que la próxima crisis será «peor que la Gran Depresión» de 1929
Opinión
21/02/2020
La
posibilidad real de un nuevo crash bursátil estaría pasando desapercibida para
la mayoría de Agencias de Calificación debido a la desconexión con la realidad
(epidemia del coronavirus) que les llevaría a justificar la exuberancia
irracional de los mercados, con lo que se cumpliría la famosa frase del
iconoclasta John Kenneth Galbraith. ”Hay dos clases de economistas: los que no
tenemos ni idea y los que no saben ni eso”. Así, el “efecto mariposa del
coronavirus” trasladado a sistemas complejos como la Bolsa de Valores, tendría
como efecto colateral la imposibilidad de detectar con antelación un futuro
mediato pues los modelos cuánticos que utilizan serían tan sólo simulaciones
basadas en modelos precedentes (Teoría de la Inestabilidad financiera de
Minsky), con lo que la inclusión de tan sólo una variable incorrecta o la
repentina aparición de una variable imprevista (síndrome coronavirus) provoca
que el margen de error de dichos modelos se amplifique en cada unidad de tiempo
simulada hasta exceder incluso el límite estratosférico del cien por cien,
dando lugar a un nuevo estallido o crash bursátil.
Debido al
“efecto Trump”, los inversores de EEUU estaban instalados en la euforia tras
superar el techo ionosférico de los 29.000 puntos en el Dow Jones, (rememorando
el boom bursátil de los años 20, preludio del crack bursátil de 1.929), por lo
que son incapaces de percibir el vértigo de la altura pero la psicosis
existente debido al coronavirus chino y sus efectos colaterales en la economía
mundial (reducción de 1 punto en el PIB mundial) provocará que los grandes
inversores sientan por primera vez el mal de la altura que les llevará a
reducir su exposición al riesgo con el consecuente efecto bajista en las
cotizaciones de las acciones.
Además, la
subida de la inflación en EEUU acelerará la subida de tipos de interés del
dólar haciendo que los inversionistas se distancien de los activos de renta
variable y que los bajistas se alcen con el timón de la nave bursátil mundial,
derivando en una psicosis vendedora que terminará por desencadenar el estallido
de la actual burbuja bursátil. Dicho estallido tendrá como efectos colaterales
la consiguiente inanición financiera de las empresas, la subsiguiente
devaluación de las monedas de incontables países para incrementar sus
exportaciones y como efectos benéficos el obligar a las compañías a redefinir
estrategias, ajustar estructuras, restaurar sus finanzas y restablecer su
crédito ante el mercado (como ocurrió en la crisis bursátil del 2000-2002) y
como daños colaterales, la ruina de millones de pequeños inversores todavía
deslumbrados por las luces de la estratosfera, la inanición financiera de las
empresas y el consecuente efecto dominó en la declaración de quiebras, la
subsiguiente contracción del comercio mundial, posterior finiquito a la globalización
económica y ulterior regreso a los compartimentos estancos en la economía
mundial.
¿Hacia la
tercera ola de la recesión?
En el
escenario europeo, si la Deuda Pública y privada prosigan su vuelo por la
estratosfera, los salarios permanecen congelados o con incrementos inferiores
al IPC, el crédito bancario sigue sin fluir con normalidad a unos tipos de
interés reales a pymes, autónomos y particulares y no se aprovecha la bajada
del precio del petróleo y la dilación en los plazos para reducir el déficit
público de los países para implementar medidas keynesianas de inversión en Obra
Pública y reducir el desempleo, las economías europeas se verán abocadas a un
peligroso cóctel explosivo. Dicho explosivo impedirá a las empresas conseguir
beneficios y a los trabajadores incrementar sus sueldos así como a una subida
de las tasas de interés reales que agravarían los problemas de
sobreendeudamiento público y privado aunado con un desempleo rayando el 11%, lo
que podría generar una década de estancamiento rememorando la Década perdida de
la economía japonesa.
Por otra
parte, tanto la UE como EEUU implementarán la Doctrina del “Fomento del Consumo
de Productos nacionales” en forma de ayudas para evitar la deslocalización de
empresas, subvenciones a la industria agroalimentaria para la Instauración de
la etiqueta BIO a todos sus productos manufacturados, Elevación de los
Parámetros de calidad exigidos a los productos manufacturados del exterior y la
imposición de medidas fitosanitarias adicionales a los productos de países
emergentes, lo que obligará a China e India a realizar costosísimas inversiones
para reducir sus niveles de contaminación y mejorar los parámetros de calidad,
dibujándose un escenario a cinco años en el que se pasaría de las guerras comerciales
al proteccionismo económico, con la subsiguiente contracción del comercio
mundial, posterior finiquito a la globalización económica y ulterior regreso a
los compartimentos estancos en la economía mundial.
Así, los
países emergentes (BRICS, México, Turquía, Corea de Sur y Tigres asiáticos),
sufrirán un severo estancamiento de sus economías, con la entrada en recesión
de países como Brasil y Rusia y raquíticos crecimientos anuales del PIB
(rozando el 4% en el caso de India y China) tras un decenio espectacular con
tasas de crecimiento superiores a los dos dígitos), debido al desplome del
precio del crudo y a la brutal constricción de las exportaciones por la
contracción del consumo mundial, lo que conllevará la devaluación de sus
monedas para incrementar sus exportaciones así como una drástica reducción de
sus Superávit que acelerará la agudización de la fractura social, el incremento
de la inestabilidad social y un severo retroceso de sus incipientes libertades
democráticas.
Mención
especial merece China que estaría inmersa en una crisis económica identitaria
al tener que implementar una amplia batería de reformas estructurales. Así,
entre las fragilidades de su economía se encuentran la todavía limitada
integración financiera internacional, su aislamiento y control del aparato
estatal en el ámbito interno, así como una asignación de recursos económicos
poco eficiente provocada por el paternalismo público y un insuficiente nivel de
desarrollo de las redes de distribución, marketing y venta. Los desafíos están
centrados en vencer la alta dependencia de China respecto de la demanda de las
economías desarrolladas y la incierta capacidad de la demanda privada para
tomar el relevo una vez que se agoten los estímulos públicos.
Respecto a
América Latina y el Caribe, la contracción de la demanda mundial de materias
primas estaría ya provocando el estrangulamiento de sus exportaciones y la
depreciación generalizada de sus monedas debido a la fortaleza del dólar, lo
que se traducirá en aumentos de los costes de producción, pérdida de
competitividad, tasas de inflación desbocadas e incrementos espectaculares de
la Deuda Exterior. Así, según la ex- Directora Gerente del FMI, Lagarde, “la
fortaleza del dólar junto con la debilidad de los precios de los productos crea
riesgos para los balances y financiación de los países deudores en dólares”, de
lo que se deduce que las economías de América Latina y Caribe estarán más
expuestas a una posible apreciación del dólar y la reversión de los flujos de
capital asociados, fenómeno que podría reeditar la “Década perdida de América
Latina” (Década de los 80), agravado por un notable incremento de la
inestabilidad social, el aumento de las tasas de pobreza y un severo retroceso
de las libertades democráticas.
- Germán
Gorraiz Lopez es analista
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