por El
Porteño
Con el apoyo
de dos senadores del PS (Insulza y Quinteros) uno del PPD (Harboe) y tres DC
(Goic, Pizarro y Rincón) el Intendente de la Región Metropolitana -Felipe
Guevara- salvó de ser condenado constitucionalmente por infringir sus deberes.
El acto visto de forma aislada podría resultar irrelevante, es una más de las
impotencias de la oposición burguesa a Piñera, sin embargo es expresivo de algo
más profundo que se urde en las profundidades del régimen: la unidad nacional
para salvar al Gobierno. Como se ha repetido en múltiples oportunidades por
parte de los propios piñeristas: «este año nos salvamos todos o nos hundimos
todos». Es el regreso, aún tímido, del llamado «partido del orden».
Como si se
tratara de un torneo, las tensiones sociales han vuelto a agudizarse y todo
aparece tensionado hacia marzo. En este mes la conmemoración feminista del 8,
el aniversario del Gobierno el 11, el quinto mes del levantamiento el 18 y el
día del Joven Combatiente el 29, marcan por sí solos un escenario
extraordinariamente complejo para el régimen en su conjunto.
Cada
movilización, cada asesinato de las FFEE y cada atentado a los DDHH perpetrado
desde el Gobierno, pone en tela de juicio la continuidad del proceso de
transición. El ambiente político está electrizado y cada chispa hace temblar la
estantería constitucional. La polarización política, consecuencia de la
agudización de los antagonismos sociales, pone cada vez más al conjunto de las
fuerzas del orden burgués (sus partidos, jueces e institutos armados) en un
solo frente, empeñados como están de salvar al régimen capitalista, valiéndose
del ardid de la convocatoria al plebiscito y de la Convención Constitucional,
con las que se busca dar legitimidad democrática al orden establecido. Un
fraude en toda la regla, cambiemos todo para que todo siga igual.
Pero, a
diferencia de lo que ha venido ocurriendo desde 1990, desde el 18 de octubre
todo se ha vuelto incierto. El plan de transición, su plebiscito y su
Convención de mentiras dependen de que Piñera siga en el poder y de que la
impunidad a los violadores de los DDHH sea absoluta. Esa es la moneda de
cambio, la sangre de los caídos. Hasta el día de hoy con más de 5.500 heridos,
31 muertos y más de 300 mutilados oculares, no hay ningún formalizado. Ninguno.
Esta es la realidad. La realidad es que hay más de 2500 presos políticos del
levantamiento, 2500 compañeros de la Primera Línea a quienes se les ha encarcelado
por ejercer su derecho a la protesta social y a levantarse en contra el orden
capitalista de la miseria y la explotación. Esta es la razón, de clase, por la
que desde Piñera a Boric aparecen condenando la violencia «venga de de dónde
venga». Con esa monserga lo que se persigue es criminalizar la protesta y
aislar a los luchadores de su base social.
Por lo
mismo, el bochornoso fracaso de la acusación constitucional en contra del
Intendente Guevara -el asesino del copamiento de la Plaza de la Dignidad-
expresa la impotencia de la vía institucional para resolver los problemas
democráticos que se plantean en el escenario político nacional. El sentido de
esta vía muerta es descomprimir la presión social, desmoralizar a los
luchadores y aislar a la vanguardia de la Primera Línea a la que acusan de
lumpen y violentista, cuando el único lumpen y violentista en este cuadro es el
que ejerce el cargo de Presidente de la República.
En este
escenario de reacción democrática, resulta prioritario fortalecer el apoyo al
movimiento de autodefensa de la Primera Línea, porque constituye la vanguardia
obrera del movimiento y la fuerza determinante en el enfrentamiento al régimen
capitalista chileno. Esta es la razón por la que son masivamente perseguidos,
asesinados y encarcelados, porque son la Primera Línea del proceso
revolucionario abierto en octubre y la garantía de que el levantamiento no
retrocederá en esta fase.
La capacidad
que tenga este genuino movimiento de la vanguardia trabajadora, de
desarrollarse como dirección de los explotados y articularse como auténtica
milicia obrera, dependerá de múltiples factores. Dos son los factores
determinantes: 1.- la fuerza política para articular en su rededor al
movimiento de asambleas y cabildos populares, en una dinámica de clase contra
clase, explotados contra explotadores; y, 2.- el desarrollo en el interior de
este movimiento de una dirección política que enfrente la coyuntura con
vocación de poder, con un sentido de unidad de clase y con una perspectiva
socialista y revolucionaria.
Día a día,
las principales plazas y avenidas del país son coronadas por las
multitudinarias acciones de la Primera Línea. Día a día las asambleas populares
ejercen soberanía desde las bases y se disponen a tomar en sus manos la
resolución de los problemas sociales y nacionales subyacentes a la crisis
abierta en el país. Sin embargo, mientras la lucha se despliega en todo su
esplendor, desde la primera semana de diciembre, todo enero y hasta el día de
hoy la burocracia sindical agrupada en la Mesa de Unidad Social ha guardado
silencio, un silencio cuya único efecto es el de contribuir al recambio del
régimen. Hace un par de días hicieron pública su determinación por sumarse a la
campaña del «Apruebo» a la nueva Constitución en el Plebiscito del 26 de abril.
Su aporte es incorporar en el voto la expresión «AC», Asamblea Constituyente.
Nuevamente, impotencia pura.
Si lo que la
Mesa de Unidad Social quiere, realmente, no para la galería, es una Asamblea
Constituyente, una Asamblea desde las bases para dar respuesta a las
reivindicaciones del movimiento, en lugar de llamar a rayar un voto, deberían
poner al centro la lucha para acabar con Piñera. Porque mientras siga Piñera en
La Moneda no habrá democracia ni constituyente ni respeto a los DDHH. Piñera y
sus asesinos deben ir a la cárcel y la Nueva Constitución -la única posible-
habrá de emerger de las asambleas populares e imponerse en la lucha en contra
del régimen capitalista. Es la calle la que manda, son los trabajadores los que
deben gobernar. Son ellos o nosotros y para vencer habremos de comenzar
desplegando toda nuestra capacidad de movilización.
En efecto,
la campaña plebiscitaria, como corolario, tiene el efecto de dividir el
movimiento. Debemos impedir tal división. Compañero, compañera: no importa si
vas a votar o no, todos sabemos que este proceso es un fraude y lo
verdaderamente importante es fortalecer nuestros organismos y unificar las
luchas. La principal preocupación de todos los que luchamos en contra este
gobierno oligárquico y criminal, es la preparación de un gran Paro Nacional el
próximo 9 de marzo, como aparece en la convocatoria del Día de la Mujer. No
rayar «AC» solamente. Lo trascendente es nuestra capacidad de movilizarnos
unitariamente, de convocar a los más amplios sectores en torno al pliego de
reivindicaciones y por una Asamblea Constituyente desde las bases. Una Asamblea
de trabajadores para acabar con la crisis de raíz, para acabar con el orden
capitalista e imponer la salida socialista revolucionaria de los trabajadores.
En este
momento la unidad, la unidad para movilizarse y vencer, comienza por reconocer
en la Primera Línea, en las asambleas y cabildos populares, en las
organizaciones de trabajadores, de pobladores, los órganos, los únicos órganos
de expresión de la soberanía popular. Que no nos dividan ni los patrones ni los
reformistas. No podemos retroceder en la lucha en contra de Piñera, no podemos
olvidar que es su Gobierno y el régimen capitalista que lo soporta, los
responsables de la crisis que padecemos los trabajadores. No importa si quieres
o no ir a votar el 26 de abril, lo importante es no dejar la calle, es no
entregar ni un centímetro de plaza y avenida en el país. Lo importante es que
nos hemos levantado para hacer la Revolución.
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