Críticas a la Renta Básica Universal desde la izquierda
La Marea
31-01-2017
Las críticas que recibe la Renta Básica Universal
suelen provenir de la derecha ideológica y se suelen centrar en la viabilidad
de su financiación (“no hay suficiente dinero para aplicar la medida”) y en sus
implicaciones éticas y morales (“no es justo que alguien que no trabaje reciba
un ingreso”). Algunos incluso han ido más allá y sin sonrojarse han convocado
francotiradores para controlar el “efecto llamada” que supuestamente provocaría
una RB sobre personas residentes en otros países. Todas estas críticas son bien
conocidas (porque son las que predominan en los medios de comunicación de
masas) y son –además– fácilmente refutables: está suficientemente demostrado
que hay capacidad de sobra para financiar la medida; las personas que no
reciben un salario están en esa situación porque no encuentran un empleo y no
porque no quieran trabajar (amén de que sí suelen realizar muchos trabajos, pero
no remunerados); y el efecto llamada no sólo es fácilmente controlable
administrativamente sino que además no hay evidencia de que se haya producido
en experiencias relativamente similares.
Pero las críticas desde una aproximación de
izquierdas desgraciadamente no son tan conocidas, y –quizás debido a ello, por
haber existido poco debate al respecto– no son tan fácilmente refutables como
las anteriores. En este artículo pretendo resumir las críticas más importantes
que se enarbolan desde este lado del espectro ideológico.
Antes de enumerar las críticas es necesario hacer
dos apuntes para evitar confusiones: 1) la Renta Básica Universal (en adelante
“RB”) es aquella medida consistente en otorgar un ingreso monetario de unos 650
euros a todas las personas independientemente de cualquiera de sus
características, y es diferente de cualquier Renta Mínima (se llame como se
llame) consistente en otorgar un ingreso monetario sólo a aquellas personas que
cumplan determinados requisitos (por ejemplo, tener una renta baja); y 2)
partimos de la premisa de que cualquier defensor de la RB no propone en
absoluto una merma del Estado del Bienestar sino que aboga por una RB como
añadido o complemento a cualquiera de sus prestaciones sociales. Dicho esto las
críticas a las que me refería son las siguientes:
1) La RB se canaliza a través del mercado
capitalista. El
Estado entrega dinero a los beneficiarios para que estos compren los productos
y servicios que quieran en el mercado. Esto es muy diferente de lo que ocurre
con las prestaciones clave del Estado Social: educación y sanidad, que son
ámbitos en los que el Estado ofrece un servicio directamente al beneficiario,
sin que medie prestación monetaria ni la lógica de mercado por ningún lado. Una
RB que pretendiese evitar los efectos perniciosos de la lógica capitalista de
mercado debería ser en especie: el Estado cubriría las necesidades básicas de
la población mediante la entrega directa de productos alimentarios, ropa y
calzado, vivienda, transporte, energía, telecomunicaciones, cultura, etc., o al
menos una combinación de todos o algunos de estos elementos.
De esta forma se consigue lo siguiente: a) que la
RB se utilice para garantizar necesidades básicas y decididas democráticamente
y no para determinados consumos que podrían considerarse social o
ecológicamente indeseables (de lujo, irresponsable, insostenible en términos
medioambientales, en productos en cuya elaboración se cometen injusticias
laborales, etc); y b) evitar que determinados sectores empresariales hagan negocio
a costa de la RB e incluso que abusen elevando precios en virtud de su fuerza
de mercado.
Una RB monetaria implica que la satisfacción de
necesidades se canalice mediante decisiones individuales y asimétricas
filtradas por el único criterio de la rentabilidad económica que impera en el
mercado capitalista, mientras que una RB en especie permite que la satisfacción
de necesidades pueda canalizarse a través de decisiones colectivas y
democráticas en función de criterios políticos, sociales, feministas y
ecológicos. La RB monetaria es consustancial al sistema económico actual y
fortalece su forma de funcionamiento; abandona a sus beneficiarios a las garras
del mercado.
2) La RB otorga libertad y derechos pero no
compromisos. Los
seres humanos somos lo que somos porque vivimos en sociedad y nos
interrelacionamos constantemente con nuestro prójimo y nuestro entorno natural,
lo que nos enriquece en todo momento y lo que debería hacernos sentir en deuda.
Por ello, no sólo deberíamos tener derechos sino que también deberíamos tener
responsabilidades y compromisos frente a nuestros conciudadanos y nuestro medio
ambiente.
Sin embargo, la filosofía que trasciende a la RB
es: “gana libertad y haz lo que quieras”, cuando desde un punto de vista colectivo,
solidario y fraternal debería ser: “gana libertad y contribuye a mejorar tu
mundo”. Por lo tanto, la RB debería evolucionar hacia una suerte de prestación
dirigida a fomentar principios de solidaridad, altruismo y fraternidad, algo
que no se conseguiría únicamente con la prestación monetaria en una sociedad
capitalista dominada por principios de egoísmo e individualismo.
Una RB por sí sola no va a lograr que sus
beneficiarios dediquen esfuerzos en mejorar su entorno social y ecológico,
porque al mismo tiempo están recibiendo poderosas señales desde este sistema
que los empuja precisamente en una dirección opuesta. Por eso, sería deseable
complementar una RB con la adquisición de responsabilidades y compromisos en
relación al cuidado de nuestro prójimo y de nuestra biosfera, con el objetivo
de impregnar valores de responsabilidad democrática, colectiva, social y
ecológica; algo que se podría lograr, por ejemplo, con políticas de Trabajo
Garantizado.
3) La RB puede provocar tensiones inflacionistas. Uno de los objetivos de la RB es
que muchos trabajadores tengan siempre un colchón de seguridad económica que
les brinde la oportunidad de rechazar empleos indignos o reclamar aumentos
salariales. Pero si el empleador no es capaz de incrementar suficientemente la
remuneración, es de esperar que el trabajador abandone el puesto de trabajo en
busca de una mejor alternativa y que el empleo en cuestión desaparezca. Por
otro lado, muchos autónomos que hoy día realizan jornadas maratonianas y que
ganan poco más de lo que supondría la RB también podrían verse tentados a
abandonar su actividad económica con el objetivo de labrarse un futuro
diferente y más halagüeño (¿para qué va a estar, por ejemplo, el dueño de un
pequeño comercio trabajando todo el día y cobrando no mucho más de 650 euros si
tiene la oportunidad de no trabajar y cobrar 650 euros?
La destrucción de muchos de estos empleos
provocaría una disminución de los bienes y servicios ofertados en el mercado,
lo que unido a un incremento de la capacidad adquisitiva de la población
provocaría tensiones inflacionistas: por la ley de la oferta y la demanda, más
dinero —o el mismo— que antes dedicado a comprar menos productos y menos
servicios que antes tiende a provocar que los vendedores de esos bienes y
servicios se vean tentados a aumentar los precios para aprovecharse de esa
nueva situación en la que tienen menos competidores. Esta idea se desarrolla
aquí.
4) La RB puede suponer una subvención a
determinadas empresas. Si un actual trabajador pasa gracias a la RB a ingresar algo más de
dinero y no tiene ningún incentivo en abandonar su puesto de trabajo (porque le
guste, porque le sirva para ascender profesionalmente, etc), el empleador puede
verse tentado a pagarle menos a sabiendas de que la RB complementará sus ingresos
logrando que el ingreso final del trabajador sea igual o incluso superior al
que tenía antes de la RB. En este caso el empleador pagaría menos en salarios
pero el trabajador no se vería afectado porque la RB complementaría sus
ingresos. De esta forma, la RB se habría convertido en una subvención al pago
que debe realizar el empresario en forma de salario. Se pasaría a pagar con
dinero público algo que antes pagaba el empresario. Esta idea se desarrolla
aquí.
5) La RB en la práctica no es incondicional.
Los defensores de la RB proponen financiarla con una reforma fiscal progresiva
de forma que el 20% más rico aproximadamente saldría perdiendo (pagaría la RB
de todo el mundo) y el 80% más pobre saldría ganando. En estas condiciones se
pierde la característica de incondicional, pues no todo el mundo disfrutaría la
RB ni de la misma forma, sino que ello dependería del nivel de renta que se
tuviese (los más ricos no disfrutarían la RB, los más pobres sí, y los situados
en medio la disfrutarían pero en un nivel reducido). Es decir, en la práctica
la RB funcionaría exactamente igual que una Renta Mínima dirigida al 80% de la
población más pobre. Esta idea se desarrolla aquí.
6) El coste administrativo y financiero de una RB
es superior al de una Renta Mínima bien gestionada. A pesar de que los defensores
de la RB hacen hincapié en que la aplicación de la RB sería rápida y sencilla,
precisamente por la pérdida de la incondicionalidad señalada en el punto
anterior –que provocaría que todo el mundo tuviese que declarar la renta que
recibe cada año–, el coste administrativo de una RB no es despreciable ni su
aplicación instantánea. De hecho, cualquier renta mínima gestionada a través de
IRPF (tras la declaración de ingresos, si fuese necesario el Estado aportaría la
cantidad necesaria para alcanzar los 650 euros mensuales) sería más sencilla y
barata en términos administrativos porque los afectados serían muchos menos. Es
más costoso y farragoso detraer recursos del 20% más rico para transferirlo al
80% más pobre que detraer recursos del 5% más rico y transferirlo al 20% más
pobre (que en todo caso es quien de verdad necesita ayuda). Esta idea se
desarrolla aquí
y aquí.
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