Gabriel Brito
Martes 24 de noviembre de 2015
[Al inicio del
año, el sociólogo Ricardo Antunes afirmaba que “el fracaso del PT genera
inestabilidad política”, dentro de un gobierno prácticamente “natimorto”. En
una nueva entrevista con Correio da Cidadania, reafirma tales análisis. A la
vez, describe una “crisis económica, política y social profundas”, lo que a su
entender torna impredecible el cuadro hasta 2018. Incluso, pone en duda la
posibilidad de una “reaparición histórica” de Lula. A continuación publicamos
una versión editada de la entrevista, autorizada por Ricardo Antunes.
(Redacción de Correspondencia de Prensa)]
Correio da
Cidadania: En el inicio del año, afirmabas que estábamos ante un “gobierno
natimorto”, fruto del “fracaso del PT”. ¿Cómo evalúas la crisis política, ética
y económica que ya marcó el quinto año de Dilma Rousseff en la presidencia de
la República?
Ricardo
Antunes: El cuadro actual
confirma mi formulación provocativa. La elección que Dilma ganó señalaba una
victoria electoral difícil y una acentuación todavía más profunda de un
gobierno antipopular, completamente favorable a los grandes y dominantes
intereses, en particular del capital financiero. Y sometido a las imposiciones
exigidas por el FMI y a la reglas del orden; o sea, un gobierno que debía
implementar los más rápido posible un ajuste fiscal, profundamente destructivo
en relación al mundo del trabajo, recortar conquistas, reducir otros derechos
de los asalariados en general y aumentar y garantizar el superávit primario. De
tal modo que, al encontrar respaldo de las intereses dominantes, del mundo
financiero y productivo (aún en un contexto de crisis), creyó que podía iniciar
su segundo mandato.
Desde entonces,
más allá del agravamiento de la crisis económica, vino simultáneamente el
agravamiento exponencial de la crisis política. La Operación
Lava Jato llegó a los núcleos dirigentes del PT y a los vínculos de
sectores dominantes que controlaban las finanzas del partido, inclusive con el
empresariado más destructivo y corruptor, como por ejemplo la “burguesía de las
empresas constructoras”. Tal crisis fue ampliada por el hecho de que el ajuste
fiscal penalizó a los sectores asalariados (que garantizaron la victoria de
Dilma), empobrecidos y dependientes del programa Bolsa Familia. Vale recordar
que Dilma perdió el apoyo de capas de asalariados y Aécio Neves ganó en
el ABC Paulista
mostrando como el derretimiento petista hasta en el cinturón industrial de su
núcleo originario.
Las duras medidas
del ajuste han corroído parte de lo que resta de la base de apoyo de Dilma
entre las y los asalariados. Tanto que con frecuencia vemos manifestaciones de
movimientos como el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) y
MTST (Movimiento de Trabajadores Sin Techo) contra el ajuste fiscal y la
política económica de Dilma, aunque todavía es contra el impeachment [la
imputación judicial]. Sólo en pocos casos es claramente a favor del gobierno.
El 13 de octubre, por una suspensión del STF (Supremo Tribunal Federal), Dilma
consiguió librarse de un proceso judicial, pero recordemos que es una
suspensión, que puede ser levantada más adelante, más allá de otras iniciativas
todavía en curso
Así, respondiendo
a la pregunta, el gobierno Dilma es un gobierno que no gobierna. Cada medida
que toma es una “desmedida” importante, junto a amplios sectores del
empresariado, especialmente el industrial, que en función de lo alto de las
tasas de interés y de la falta de perspectiva para la economía en los próximos
meses, comienza a retirarle el apoyo que, recientemente, era fuerte. Ese
empresariado no se bandea completamente de lado del enjuiciamiento, porque sabe
que abriría una crisis social en el país. Muchos hacen oposición al gobierno
Dilma, pero no aceptan una medida tomada por un parlamento cuyo nivel de
compromiso está visceralmente degradado. Basta decir que el presidente de la
Cámara (de diputados) está envuelto en las corrupciones que vienen impregnando
la política brasileña en las últimas décadas.
Correio da
Cidadania: Así pues, es precipitado reducir la hipótesis del procesamiento
judicial a un mero collar político en el mandato de Dilma, a ser usado por el
mayor tiempo posible.
Ricardo
Antunes: Ciertamente. No es
apenas un collar. Porque si de un lado el empresariado sabe que el
procesamiento tiene un apoyo social, por otro, la parálisis completa de la
economía asusta al empresariado. Lo que también es inaceptable para los
asalariados. ¿Qué es lo que ven los asalariados y asalariadas? Millares de
despidos. Cuando no son despedidos, tienen que negociar con un cuchillo en el
corazón y una espada en la espalda para aceptar una reducción de la jornada con
reducción salarial: la antesala del desempleo.
Por supuesto, el
capital financiero se da cuenta de la tasas de intereses altas y de la vorágine
financiera favorable, pero en la medida en que debe controlar el crédito, casi
sin poder prestar dinero porque el riesgo de impago es enorme, crea toda una
parálisis económica. Y, por supuesto, el movimiento de las clases medias
conservadoras en la calle que actualmente esta, digámoslo así, más retraído,
puede volver. Para completar, 2016 es año electoral.
No habiendo
procesamiento, se intenta una alternativa donde el gobierno reina, aunque no
gobierna. Pero Dilma ni siquiera reina.
Correio da
Cidadania: ¿Cómo encaja la figura de Lula en medio de la crisis política? ¿Qué
se puede esperar de él, o de este “personaje”, o de lo que se llama “lulismo”
de cara a los próximos tiempos?
Ricardo
Antunes: En primer lugar, el
fenómeno del lulismo es muy reciente. Fui de los primeros en abordar sus pistas
en dos libros de artículos: La desertificación neoliberal de Brasil y La
izquierda fuera de lugar. La figura del lulismo es todavía poco conocida
entre nosotros, aunque se pueda tener muchas pistas, como se vienen dando desde
2012 por lo menos.
En pocas palabras,
el lulismo es la figura carismática, y en sus momentos de apogeo fue casi
mesiánica, de un líder que podía llegar a los dos extremos de la clase trabajadora.
En su apogeo, Lula
tuvo un respaldo casi inquebrantable de la clase trabajadora organizada
brasileña, aquella clase trabajadora que tenía algún nivel de organización
sindical, donde Lula era su principal líder. No sin razón. Es preciso decir que
Lula fue, quizás, el mayor líder sindical del siglo XX en Brasil. Pertenece al
pasado, pero fue así. Y en base a esa trayectoria de 1975 a 1989, y luego hasta
2012, es verdad que él se convirtió en un líder nacional.
El lulismo, y en
particular su personaje, también está atado de forma indisoluble a la figura de
Lula -así como el varguismo está atado a Getulio Vargas y el brizolismo a
Leonel Brizola. Pero el lulismo no tiene herederos. Lo que constituye un
límite, entre otros tantos, de Lula. Es tan auto-concentrado y personalizado
que no tiene herederos. El varguismo al menos tuvo a Joao Goulart y al
brizolismo como herederos, entre otros que no eran Vargas. Pero intentaron
remar de forma similar. El Lulismo no tiene heredero alguno.
No obstante, como
ya he dicho, la crisis del mensalão
desató una catástrofe en la cúpula del PT, mostrando la corrupción política y,
como sabemos, con grandes trazos de corrupción privada y enriquecimiento
personal. Fue una crisis profunda. Y la crisis de 2005 tiene muchas similitudes
con la actual. No tengo dudas que Lula estuvo a segundos de su renuncia en
aquel fatídico año. Es pura intuición. No se si se acuerdan de una entrevista
que concedió en Francia, a una joven periodista, estaba completamente perdido.
Después de aquel
período, Lula ganó las elecciones en 2006 y comenzó su segundo gobierno. Hubo
un cambio importante; como escribí entonces: “Lula comenzaba a emigrar de la
clase trabajadora más organizada hacia los sectores más empobrecidos de la
sociedad brasileña, que ejecutan los trabajos más precarizados, hasta el
completo no-trabajo y el desempleo, típicos de las poblaciones pobres de los
rincones brasileños, donde el programa Bolsa Familia tiene incidencia”. Hay
que acordarse de que la Bolsa Familia comenzó en el segundo mandato de Lula. En
el primero el programa fue Hambre Cero y fue un fracaso completo.
La Bolsa vino con
un nuevo diseño, alcanzó a millones de familias y creó un bolsón electoral que,
en el fondo, era una tragedia política. La Bolsa garantizó la superevivencia de
familias paupérrimas, sin la realización de reformas estructurales profundas
que podrían haber eliminado las causas de la pobreza, por ejemplo: la reforma
agraria y la reforma urbana. No hubo nada de eso. Pero con la Bolsa, el PT
tenía garantizada una base excedente para las victorias electorales.
Ese sector social
empobrecido de apoyo al lulismo, produjo, simultáneamente, la pérdida de apoyo
a Lula en los sectores organizados de la clase trabajadora (…) Es difícil
aquilatar cuanto apoyo perdió el lulismo en el sector más pobre, pero pienso
que se fragilizó porque esa población ve al creador como una criatura que
fracasó. Entonces, como Dilma es la creación de Lula, una parte expresiva del
descontento va hacia su gobierno.
La intuición que
tengo es que para que Lula vuelva a ganar una elección, va a tener que sudar
mucho la camiseta. Sudar más, porque el desgaste del PT es poli y
multiclasista. Es lo nuevo. Perdió el apoyo de las clases ricas, dominantes,
propietarias. De forma devastadora perdió apoyo de las clases medias
tradicionales (el mito de que el PT creó una nueva clase media no puede tomarse
en serio). Y pierde apoyo, también exponencial, en los varios estratos
distintos “compuestos y heterogéneos”, para recordar a nuestro querido
Florestan Fernandes, que forman parte de nuestra clase trabajadora. Y Lula lo
sabe.
Sólo un cambio muy
profundo de la situación, con una expansión económica en 2017, podría apagar la
tragedia y permitirle sobrevivir a Lula. Hoy no la tiene. Su suerte es que la
oposición más derechista -porque el PT tiene un amplio abanico de derecha de su
lado-, no tiene un candidato fuerte. Aécio Neves salió fortalecido de las
últimas elección, porque su nombre se hizo más visible a nivel nacional, pero
en el propio PSDB no lo entienden así.
En cuanto a las
organizaciones a la izquierda del PT, no fueron capaces de hacer la confluencia
política de tantos movimientos sociales y sindicales, y tampoco generaron
nuevos liderazgos. En las últimas elecciones, Luciana Genro se calificó como
una joven candidata de izquierda, corajuda y capaz de tratar temas
contemporáneos con calidad. Pero liderazgos como el de Luciana Genro -en la
medida que tiene fuertes vínculos con el PSOL (Partido Socialismo y Libertad) y
la juventud- o Guilherme Boulos do MTST, en San Pablo São Paulo, están lejos de
ser una alternativa. Por tanto, el panorama para 2008 está muy nublado.
La única cosa que
me parece evidente, es que imaginar a Lula vencedor de las elecciones de 2018,
es no tener idea del nivel corrosión que el PT y todos sus dirigentes van
sufriendo, de modo devastador.
Correio da
Cidadania: Ya que hablaste de Boulos y Genro, ¿que piensas de las iniciativas
en respuesta a ese cuadro de retrocesos generalizados, tanto dentro como fuera
del espacio gubernamental, a ejemplo de Agenda Brasil (más pro-gobierno) y de
la conformación del Frente Pueblo Sin Miedo?
Ricardo
Antunes: Son manifestaciones
distintas, embrionarias y en un contexto defensivo. La primera de las citadas
piensa en un Frente de Izquierda con dirección del PT. Lo que es un chiste. Un
Frente de Izquierda con el gobierno que en su cuarto mandato todavía no tomó
ninguna medida de izquierda, ninguna, que mínimamente contrariase los intereses
dominantes, es un chiste.
No se aumentaron
los impuestos de las grandes fortunas, no hubo reforma tributaria progresiva,
algo elemental, en el sentido de hacer al que más tiene y exonerar a la clase
trabajadora; no hubo ningún cambio de la estructura agraria; por el contrario,
el PT fue espectacular para el agro-negocio. La burguesía agraria, devastadora,
fue totalmente favorecida por los gobiernos del PT
Por tanto, un
“Frente Popular” o “Frente de Izquierda” con el PT es una provocación. Sólo si
fuera un Frente de Izquierda para cargar el cadáver político del PT. El PT
tiene que ser responsabilizado por lo que ha hecho. Claro, me refiero al ala
dominante del partido y separo a ciertos núcleos de base, a las personas
serias, a la militancia que creía en un partido diferente, como en los años
1980.
Pero el núcleo
dominante del PT, que en parte está en la cárcel, en parte procesado, no tiene
autoridad alguna para llegar a los movimientos sociales y decirles, por
ejemplo, al PSOL y al PSTU (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado):
“ahora que estamos muriendo, vamos a acordar un Frente de Izquierda”. Lo digo
con tristeza: la más dura de las medidas tomada por los gobiernos del PT a lo
largo de cuatro mandatos fue destruir a la izquierda brasileña. El PT de 2015
tiene poco ver con el PT de 1980. Y la CUT (Central Única de los Trabajadores)
perdió, desde 2002, un conjunto de tendencias militantes que estaban desde su
fundación, en 1983.
Naturalmente, soy
contrario al procesamiento político. Hasta que se demuestre que la presidencia
de la República estuvo involucrada de forma directa en las corrupciones. Ahora
bien, también habría que juzgar los mandatos de FHC (Fernando Henrique Cardoso)
y de todos los gobiernos y alcaldes que hicieron lo mismo. Los hechos de
corrupción son reprobables todos, no solamente los de un gobierno.
Iniciativas como
el “Frente Pueblo Sin Miedo” y varios otros movimientos tienen una dificultad
interna. Por ejemplo, no dicen que a Joaquim Levy (Ministro de Hacienda) lo
puso Dilma. Dicen que Levy no cuenta con el apoyo del PT (…) La cuestión es que
no se puede criticar a Levy y defender Dilma. No concuerdo con eso. Criticar a
Levy nos obliga a decir que el gobierno Dilma e nefasto y antipopular.
Correio da
Cidadania: Estamos delante de la mayor tasa de desempleo de los dos últimos
años. ¿Se puede hacer un balance contundente respecto de las políticas de
ajuste fiscal dictadas por el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, y sus graves
consecuencias sociales en general y para el mundo de trabajo en particular?
Ricardo
Antunes: Existe la apariencia de
algo nefasto porque ese proyecto es esencialmente nefasto. Es el proyecto del
capital financiero, porque empuja al Estado a secar sus actividades públicas y sociales.
Lo que se gasta con la deuda pública e intereses que se remuneran al sistema
financiero es mucho mayor que todo el achique practicado por el ajuste fiscal
de 2015.
Bastaría otra
política, de contención de intereses, antiespeculativa, con otro rumbo, lo que
en este momento, con este gobierno, sería imposible. Pero nadie esperaba en
octubre de 2014 un guiño a la izquierda del PT, después de 12 años sirviendo a
las derechas y a los capitales.
Dilma no podía
hacer nada diferente. Podía continuar haciendo lo mismo, lo que provocaría un
cortocircuito, al tirar el costo del ajuste encima de los asalariados. Lo que
hizo. El ajuste es prácticamente el mismo que las clases dominantes hacen
siempre en tiempo de crisis: que la cuenta la pague la clase que vive-del-trabajo,
que depende del salario para sobrevivir. Y hoy no tiene empleo, ni tiene seguro
de desempleo, vivimos una situación más triste que la anterior.
El mito que
algunos llamaron, apologéticamente, de neo-desarrollismo, cayó. El PT nunca fue
neo-desarrollista. Oscilaba entre el neoliberalismo y el social-liberalismo,
con cara social-liberal y concentración de renta del capital. Era una
redistribución entre las y los asalariados. En la era Lula, los capitales
engordaron y crecieron en Brasil.
Evidentemente, el
resultado es devastador para las clases trabajadoras y el PT va a pagar el
precio en las elecciones del año que viene. Las respuestas de la clase
trabajadora serán duras contra el PT. Y sería triste si no fuéramos capaces de,
al menos, germinar alternativas de izquierda capaces de canalizar el
descontento y no dejarlo ir hacia la derecha del modo tosco y bruto que vemos.
Que al menos
comencemos a reinventar la idea de otro modo de vida, otro modo de producción,
otra organización de la política, que rechace esta institucionalidad. Un modelo
más democrático, más popular, fundado en la soberanía del pueblo, con asambleas
y plebiscitos. En fin, ejerciendo alguna cosa de nuevo tipo.
Correio da
Cidadania: ¿Qué esperas de una continuidad del mandato de Dilma y sus
consecuencias en la vida política nacional, que pasará con la población en
términos de condiciones de vida y trabajo?
Ricardo
Antunes: Varios movimientos.
Deterioro de las condiciones de vida, destrucción de lo que resta de servicios
públicos, con la salud y la educación más precarizadas. ¡El gobierno estadual
del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña) cierra escuelas! O sea, la
cosa pasa por todas las esferas del gobierno. Cuando Levy anunció sus primeras
medidas, la cartera que más sufrió fue la de Educación. Esta tendencia va a
aumentar.
Paralelamente,
vamos a tener un aumento de las revueltas y rebeliones. Evidente. La población
de las periferias adquirió un nuevo nivel de conciencia de sus derechos y de
las tragedias que permebilizan el país.
Imagino una nueva
era de rebeliones. Si serán más o menos moleculares, no sabemos. Tomará tiempo
que esas manifestaciones callejeras, de carácter polisémico, que marcan las
luchas sociales del país, comiencen a encontrar algunos polos de confluencia
que permitan un salto. Una idea que vengo madurando recientemente, una triste
constatación, es que las derechas, en 2015, politizaron las rebeliones de 2013
para su campo, es decir, la contrarrevolución, el odio al comunista, al
socialista. Todos son comunistas, el PT es comunista, ¡hasta los liberales!
Correio da
Cidadania: ¿Se puede concluir que la izquierda paga el precio de no haber
acelerado su reorganización en los últimos tiempos?
Ricardo
Antunes: Las izquierdas de los
movimientos sociales no consiguieron dar un salto hacia un nivel ofensivo a
partir de las manifestaciones de masas y populares. El camino, que nuestras
izquierdas tienen dificultad de encarar, es no quedar focalizadas en las
próximas elecciones. ¡El pensar en las elecciones de 2016, 2018 no hace
avanzar! Precisamos un campo social y político organizado por la base, con
manifestaciones cotidianas, decisiones plebiscitarias, que avance con acciones
colectivas, sean sindicales o sociales. Es necesaria una articulación más
generosa de esa enorme multiplicidad de movimientos sociales y de las
izquierdas, donde aisladamente cada uno de nosotros somos pocos. ¡Pero juntos,
no!
Otro punto es que
trabajamos mucho con la dicotomía movimientos sociales versus partidos. Uno u
otro. No estoy de acuerdo en que sean dicotómicos. Los movimientos son muy
importantes por estar atados a la vida cotidiana. La cuestión de la tierra es
el sentido de la vida para el MST, el asalariado rural, la campesina. Tierra,
alimentación, casa y vida nueva. Los sin techo saben que con la arquitectura
del “planeta favela” los ricos viven encerrados en guetos con seguridad Robocop
y hacen que las periferias sean expulsadas para lugares más periféricos
todavía.
Los partidos de
izquierda al menos reconocen que necesitan adentrarse en el siglo XXI pensando
lo nuevo. Me refiero fundamentalmente al PSOL, PSTU, PCB (Partido Comunista
Brasileño) y pequeños agrupaciones que procuran insertarse en el mundo y en la
vida real y, en general, tener una mirada más de lejos. Pero tienen una gran
dificultad para vincularse a las luchas cotidianas, que son exactamente la
fuerza de los movimientos sociales. La fuerza de unos es el límite de otros y
vice-versa.
Repito, estoy
haciendo una síntesis. No soy de la idea de ¡“los partidos acabaron, viva los
movimientos sociales”! Los movimientos pueden tener mucha vinculación con la
vida concreta, pero es difícil que un movimiento tenga la longevidad del MST.
Este es un movimiento fuerte porque tiene dinámica y vida de base, no sólo
lucha cotidiana. Las mujeres del MST pueden discutir acciones y actitudes, así
como los asentados, pues tienen autonomía en la base que le permite avanzar un
poco. Y creo que lo mismo se puede decir del MTST.
Los movimientos
sociales nacen y desaparecen. Los partidos al menos se han mostrado más
longevos, aunque perdieron la capilaridad con la vida cotidiana, de tal modo
que el salto positivo en el siglo XXI sería una aproximación de esos dos polos
orgánicos del mundo del trabajo. La energía que todavía de las rebeliones de
2013 deben caminar en la dirección de “contra-rebeliones”.
9/11/2015
Difundido por Correspondencia
de prensa - germain5@chasque.net
Traducción:
Ernesto Herrera - Correspondencia de prensa
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