El primer tiroteo daba lugar a las 21.30 y
posteriormente, hasta 7 atentados simultáneos
han llevado el terror a las calles de Paris. Se
contabilizan, de momento, 140 muertos y decenas de heridos. Imagen de diario digital
de canarias
por Thierry
Meyssan
La guerra que se extiende a París resulta
incomprensible para los franceses, que nada saben de todas las actividades
secretas de su gobierno en el mundo árabe, de sus alianzas contra natura
con las dictaduras del Golfo y de su activa participación en el terrorismo
internacional. El Parlamento francés nunca ha abordado esas políticas y
los grandes medios de prensa raramente se atreven a mencionarlas.
Red
Voltaire | Damasco (Siria) | 17 de noviembre de 2015
Hace
5 años que los franceses oyen hablar de guerras lejanas, sin entender de
qué se trata. La prensa los informó ampliamente sobre la implicación
de sus fuerzas armadas en Libia, pero nunca ha hablado de la presencia de
soldados franceses en el Levante. Muchos leen mis artículos sobre ese tema
pero los ven como extraños cuentos orientales. A pesar de mi historia
personal, es de buen tono calificarme de «extremista» o de «conspiracionista»
y resaltar que sitios web de todas las tendencias, incluyendo los
auténticamente extremistas o complotistas, reproducen mis artículos. Pero nadie
encuentra cómo responder a lo que escribo. Como tampoco nadie escucha mis
alertas sobre las alianzas en las que Francia se ha implicado.
Y la verdad
ignorada emerge bruscamente.
En la noche del
viernes 13 de noviembre de 2015, Francia fue atacada por varios comandos
que asesinaron al menos 130 personas en 5 lugares diferentes de
París. Se ha decretado el estado de urgencia por 12 días en todo el
territorio nacional y el Parlamento podría prolongarlo.
No
existe vínculo directo con
el caso de Charlie Hebdo
La prensa francesa
interpreta este acto de guerra vinculándolo al atentado perpetrado en las
oficinas de Charlie Hebdo, a pesar de que los modus operandi
son totalmente diferentes. En enero, el objetivo era matar a personas
bien identificadas mientras que el viernes 13 se vio un ataque coordinado
e indiscriminado contra un gran número de personas.
Hoy se sabe que el
redactor jefe de Charlie Hebdo acababa de recibir una «donación»
de 200 000 euros para que continuara su campaña antimusulmana [1]. También se sabe ahora que los asesinos de Charlie Hebdo
estaban vinculados a los servicios de inteligencia franceses [2] y que el origen del armamento que utilizaron está clasificado
como Secreto Militar [3]. Ya demostré en un trabajo anterior que este atentado no fue
una operación islamista [4]. También demostré que fue objeto de una inmediata recuperación
mediática [5] y que esa recuperación encontró eco en la población hostil a la
República [6] –idea brillantemente desarrollada unos meses después por el
demógrafo Emmanuel Todd [7].
Si volvemos a
concentrarnos en la guerra que acaba de extenderse a París, veremos que es una
novedad en Europa occidental. No es comparable a los atentados perpetrados
en Madrid en 2004. En España nadie disparó sobre la gente,
tampoco hubo kamikazes sino 10 bombas distribuidas en 4 lugares
diferentes [8]. Lo que se vio el viernes en Francia es lo que viven
cada día numerosas poblaciones del «Medio Oriente ampliado» desde 2001.
Y también encontramos hechos comparables fuera de esa región, como los
3 días de ataques diferenciados en Bombay –en 2008 [9].
Aunque los
atacantes de París fuesen realmente musulmanes e incluso a pesar de que
algunos de ellos hayan gritado «¡Allah Akbar!» mientras disparaban
sobre los transeúntes, no existe ningún vínculo entre esos ataques,
el islam y una eventual «guerra de civilizaciones». O sea,
esos comandos tenían órdenes de matar gente al azar, sin preocuparse por
la religión de sus víctimas.
De la misma
manera, es absurdo tomar al pie de la letra el móvil que el Emirato
Islámico invoca contra Francia –aunque no quepa duda de la implicación de
ese grupo en este ataque. Si el Emirato Islámico realmente quisiese «vengarse»,
sería en Moscú donde habría realizado esos ataques.
Francia
es un Estado terrorista,
al menos desde 2011
La lectura de esos
hechos se hace más complicada porque detrás de los grupos no estatales siempre
se esconden Estados que los financian. Durante los años 1970, el
venezolano Ilich Ramírez Sánchez, más conocido como «Carlos»,
se había puesto, por convicción, al servicio de la causa
palestina y de la Revolución, con discreto respaldo de la URSS. En los
años 1980, el ejemplo de Carlos fue invocado por mercenarios que
en realidad trabajaban para quién mejor pagara, como Sabri al-Banna, más
conocido como «Abu Nidal», quien efectuó atentados por cuenta
de Libia y Siria, pero también por encargo de Israel. Hoy en día existe una
nebulosa del terrorismo y de la acción secreta en la que están implicados
numerosos Estados.
Aunque los Estados
siempre niegan su participación en grupos terroristas, el ministro francés de
Exteriores Laurent Fabius declaró en diciembre de 2012, durante la conferencia
de los «Amigos de Siria» en Marrakech, que al-Nusra –la rama de
al-Qaeda en Siria– estaba haciendo «un buen trabajo» [10].
Teniendo en cuenta
su condición de ministro francés, el señor Fabius sabía perfectamente que
su respaldo a una organización que el Consejo de Seguridad clasifica como
terrorista no le valdría acabar ante un tribunal. Pero sí asumía un
grave riesgo para su país, hundiéndolo así en la caldera del terrorismo.
En realidad,
Francia ya estaba implicada del lado de al-Qaeda –al menos desde inicios
de 2011. En aquel momento, el Reino Unido y Francia se habían unido al proyecto
estadounidense de «primavera árabe». El objetivo era derrocar
a todos los regímenes árabes laicos y reemplazarlos por dictaduras de
la Hermandad Musulmana. Londres y París descubrieron esa operación cuando
ya estaba en marcha en Túnez y en Egipto, pero es muy probable que la
participación de ambos gobiernos haya sido solicitada de antemano contra Libia
y Siria [11].
En Libia, los
gobiernos de Francia y del Reino Unido organizaron –con ayuda de las fuerzas
especiales de Italia– las matanzas de Bengazi y, posteriormente –con ayuda
de al-Qaeda– la toma de varios arsenales del ejército libio.
Yo mismo soy testigo de ello ya que, en agosto de
2011, hallándome bajo la protección de Khamis el-Kadhafi, en momentos en
que la OTAN tomaba por asalto la capital libia, el hotel Rixos
–donde nos encontrábamos– fue asediado por la “Brigada de Trípoli”, una
unidad de al-Qaeda bajo el mando de Mahdi al-Harati, cuyos hombres,
al grito de «¡Allah Akbar!», estaban directamente dirigidos por
oficiales franceses en misión. Posteriormente, el propio Mahdi
al-Harati fue, junto con su jefe Abdelhakim Belhadj, fundador del Ejército
Libre Sirio, en realidad un grupo de al-Qaeda que se identifica con
la bandera de la colonización francesa.
En Siria, está
ampliamente demostrada la presencia de oficiales franceses a la
cabeza de los grupos armados en momentos en que perpetraban crímenes
contra la humanidad.
Francia ha estado
jugando, desde entonces, un juego extremadamente complejo y peligroso.
En enero de 2013, un mes después de la declaración pública de Laurent
Fabius en apoyo a al-Qaeda en Siria, Francia emprendía en Mali
una operación contra ese mismo grupo terrorista, provocando así acciones
de represalia contra sus agentes infiltrados en Siria.
De todo eso, los
franceses nunca han oído hablar. Y nunca se les ha hablado de ello porque,
aunque Francia dispone de organizaciones democráticas, la política actual
del gobierno francés en el mundo árabe nunca se ha debatido
públicamente. Lo único que se ha hecho –en violación del
Artículo 35 de la Constitución de la República Francesa– ha sido
entrar en guerra contra Libia y contra Siria después de unas pocas
horas de debates parlamentarios, superficiales y sin voto final.
Los parlamentarios franceses han renunciado a ejercer su mandato, que
consiste en controlar las acciones del Ejecutivo en materia de política
exterior, pensando que se trata de un sector reservado al presidente de la
República, supuestamente sin consecuencias para la vida cotidiana de los
franceses. Hoy todos pueden comprobar, por el contrario, que la paz y
la seguridad –uno de los 4 «Derechos del Hombre y del Ciudadano»
proclamados en 1789 (Artículo 2), dependen directamente de la
política exterior. Lo peor está por llegar.
A inicios de 2014,
cuando los halcones liberales estadounidenses daban los últimos toques a su
plan de transformación del «Emirato Islámico en Irak y el Levante»
(EIIL) en lo que sería Daesh [12], Francia y Turquía se encargaron de hacer llegar
municiones a al-Qaeda para que combatiera el Emirato Islámico –esto está
debidamente comprobado gracias a un documento presentado al Consejo de
Seguridad de la ONU el 14 de julio de 2014 [13].
Sin embargo,
Francia se unió después a la operación secreta de los halcones liberales
de Washington y participó en la coalición internacional contra el Emirato
Islámico, de la que hoy sabemos todos que, contrariamente a lo que
anunciaba su nombre, no bombardeó al Emirato Islámico sino que le
lanzó en paracaídas cargamentos de armas durante todo un año [14]. La situación siguió evolucionando aún después de la firma
del Acuerdo 5+1 con Irán. En el terreno, Estados Unidos se volvió
súbitamente contra el Emirato Islámico y lo empujó hacia Hassaké
(en Siria) [15]. Pero no fue hasta mediados de octubre de 2015 –hace
sólo un mes– que Francia reinició los ataques contra el Emirato Islámico.
Pero no fue para detener las masacres de sus yihadistas sino para
conquistar parte del territorio que estos ocupan en Siria y en Irak e
instalar en ellos un nuevo Estado colonial que sería designado como «Kurdistán»,
a pesar de que los kurdos serán allí extremadamente minoritarios [16].
Con esa
perspectiva, Francia envió su portaviones –que todavía no está en la zona–
para apoyar a los marxista-leninistas kurdos del YPG –pero, ¿qué significa
esta referencia política cuando el proyecto es la creación de un Estado
colonial?– contra el Emirato Islámico… el ex aliado de París.
Ahora estamos
viendo un segundo efecto de boomerang. Pero no de parte de al-Qaeda
en Siria. Ahora el golpe viene del Emirato Islámico en Francia, que
sigue instrucciones de los inconfesables aliados de la propia Francia.
¿Quién dirige el Emirato Islámico?
El Emirato
Islámico, llamado Daesh en el mundo árabe, es una creación artificial. Es
solamente el instrumento de la política de un grupo de Estados y
multinacionales.
Sus principales
recursos son el petróleo, las drogas afganas –los franceses siguen
sin entender las consecuencias que tienen estas últimas en su propio
suelo– y las antigüedades provenientes del Levante. Todo el mundo está
de acuerdo en que el petróleo robado transita libremente a través de
Turquía antes de ser vendido en Europa occidental. A la vista de los volúmenes
de petróleo robado, trasladado y vendido no cabe duda del apoyo que el
Estado turco aporta al Emirato Islámico [17].
Hace 3 semanas, el
vocero del Ejército Árabe Sirio revelaba que 3 aviones –fletados uno por
Turquía, otro por Arabia Saudita y el tercero por los Emiratos Árabes Unidos–
acababan de sacar de Siria grupos de combatientes del Emirato Islámico,
transportándolos a Yemen. En este caso, tampoco hay duda posible sobre los
vínculos de esos 3 países con el Emirato Islámico, en violación de las
resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
Desde la primera
conferencia de Ginebra, en junio de 2012, he venido explicando que en
el seno del aparato estatal de Estados Unidos existía una facción que
estaba haciendo su propia política, en contra de la política de la
Casa Blanca. Al principio, quien encabezaba esa facción era el general
David Petraeus, el entonces director de la CIA y cofundador del Emirato Islámico
en 2007 («The Surge») [18], hasta que fue arrestado, al día siguiente de la
reelección de Barack Obama. Vino después el turno de la secretaria de
Estado Hillary Clinton, a quien un «accidente» le impidió
mantenerse en el cargo durante la llamada «transición presidencial».
Esa facción prosiguió entonces la lucha a través del embajador
Jeffrey Feltman, secretario general adjunto de Naciones Unidas, desde sus
oficinas en la sede de la ONU, y del general John Allen, a la cabeza de la
coalición que supuestamente luchaba contra el Emirato Islámico.
Ese grupo, que
forma parte del «Estado profundo» estadounidense, que sigue oponiéndose
al Acuerdo 5+1 firmado con Irán y lucha contra la República Árabe Siria, sigue
teniendo gente dentro de la administración Obama. Lo más importante es que
puede contar con la ayuda de grandes transnacionales, que disponen de
presupuestos más importantes que los de los Estados, lo cual les permite
financiar sus operaciones secretas. En ese caso se hallan,
por ejemplo, el gigante petrolero Exxon-Mobil (el verdadero dueño de
Qatar), el fondo de inversiones KKR y el ejército privado Academi (antes conocido
como Blackwater).
Actuando por
cuenta de esos Estados y de esas transnacionales, Francia se ha convertido en
un país mercenario.
El chantaje a Francia
El 11 de noviembre
de 2015, el primer ministro de Francia, Manuel Valls, aseguraba que Francia tenía
un compromiso en contra del terrorismo [19].
El 12 de
noviembre, el Observatorio Nacional sobre la Delincuencia y las Respuestas
Penales –vinculado al ministerio francés del Interior– publicaba un informe
que señala que el terrorismo se ha convertido en la segunda preocupación
de los franceses, inmediatamente después del desempleo [20].
En la mañana del
viernes 13 de noviembre, el ministro francés del Interior, Bernard Cazeneuve,
presentaba en la localidad parisina de Nanterre un plan de 20 medidas para
luchar contra el tráfico de armas [21].
Es evidente que el
gobierno esperaba lo peor, lo cual quiere decir que estaba negociando
con quienes realizaron los ataques. Francia aceptó un compromiso que
no cumplió y ahora es víctima de un chantaje de parte de los amos a
quienes acaba de traicionar.
En la mañana del
mismo viernes 13 de noviembre, día de los atentados, los servicios de urgencia
de los hospitales habían realizado un ejercicio que simulaba varios
atentados [22]. Esta coincidencia ya se había visto durante los
atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y en Washington,
al igual en los del 11 de marzo de 2004 en Madrid, en los atentados
del 7 de julio de 2005 en Londres.
Conclusión provisional
Los sucesivos
gobiernos franceses han establecido alianzas con Estados cuyos valores son
contrarios a los valores de la República Francesa. Los gobiernos franceses
sucesivos han ido comprometiéndose progresivamente a librar guerras
secretas por cuenta de esos Estados, antes de renunciar a esos
compromisos. El presidente Hollande; su jefe de estado mayor
particular, el general Benoit Puga; su ministro de Exteriores Laurent Fabius y
su predecesor Alain Juppé, ministro bajo el mandato del ex presidente
Sarkozy, son actualmente objeto de un chantaje del que sólo podrán
liberarse revelando en qué implicaron indebidamente al país, aunque eso
los ponga en peligro de tener que comparecer ante la Alta Corte de
Justicia.
El 28 de
septiembre, desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU, dirigiéndose a
Estados Unidos y a Francia, el presidente Putin exclamaba:
«Me gustaría
preguntar a los responsables de esta situación:
“¿Están ustedes al menos conscientes de lo que ustedes mismos han hecho?”
Pero mucho me temo que esta pregunta quede sin respuesta, porque estos personajes no han renunciado a su política, basada en una exagerada confianza en sí mismos y en la convicción de su propia excepcionalidad y de su propia impunidad.» [23].
Y no lo han
escuchado. No lo han escuchado los estadounidenses, ni tampoco los franceses.
Ahora es demasiado tarde.
Elementos
fundamentales:
El gobierno francés ha ido alejándose progresivamente de la legalidad internacional. Está perpetrando asesinatos políticos y dirigiendo acciones terroristas al menos desde 2011.
El gobierno francés ha establecido alianzas contra natura con las dictaduras petroleras del Golfo Pérsico. Está trabajando con un grupo de personalidades estadounidenses y de compañías transnacionales para sabotear la política de apaciguamiento que tratan de aplicar los presidentes Obama y Putin.
El gobierno francés ha entrado en conflicto con esos aliados poco recomendables. Uno de ellos orquestó los atentados perpetrados en París.
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