Lukács
afirma en su gran obra Historia y conciencia de clase, que no estamos
condenados a la existencia brutal y cruel que constituye nuestra realidad bajo
el sistema capitalista. Esta afirmación esperanzadora se basa en comprender la
dialéctica y el método marxista como herramientas descubridoras del cambio y a
la vez constructoras de una nueva realidad que tampoco será pétrea, pero que sí
será mucho mejor. Es momento de tomar las herramientas.
Miguel Ramos
Actualmente Colombia atraviesa un
momento de su historia en el que se consolida el extractivismo como política de
Estado. Pero ¿qué es el extractivismo? ¿Cómo se inserta en un todo como es el
sistema capitalista? ¿Cuál método de análisis permite su mayor comprensión?
Para comenzar se tiene una
conceptualización bastante completa del extractivismo donde se afirma que es
“el conjunto de actividades económicas –con sus correspondientes derivaciones
militares, sociales, políticas, ideológicas y culturales– que posibilitan el
flujo de materia, energía, biodiversidad y fuerza de trabajo desde un
territorio determinado (en este caso Colombia) hacia los centros dominantes en
el capitalismo mundial, donde se consumen a gran escala para garantizar la
reproducción del capital”1.
A pesar de la terminología
moderna –biodiversidad-, lo que se conceptualiza como extractivismo no es un
fenómeno novedoso en la historia. Desde la llegada de Colón a costas americanas
inició la universalización del proceso histórico, conocida como globalización.
También se inició una división internacional del trabajo que por primera vez
era global y que dispuso que América Latina fuera exclusivamente una fuente de
recursos naturales en el escenario económico global. Durante la Colonia fue la
plata del Potosí, la caña de las Antillas y el oro de todo el continente; con
la primera independencia y el amanecer republicano se le sumó el guano, la
quina, el salitre y el caucho; en el Siglo XX llegaron por el carbón, el
petróleo y el cobre; y actualmente se sumó la extracción de nuestro material
genético, biodiversidad, agua, tierras y biomasa.
Así las cosas, cabe preguntarse
por qué tanto ruido alrededor del extractivismo si al fin y al cabo no es nada
nuevo. La respuesta a esa pregunta se divide en dos apartes principales:
i) El escape fallido: durante la
mayor parte del siglo XX, América Latina trató de ganarse otro puesto en la
mentada división internacional del trabajo, esto se dio en el marco del llamado
modelo cepalino y sus principios keynesianos, los mismos que salvaron a la
economía capitalista del “crack” de 1928. La idea de esa temprana Cepal era configurar
un escenario económico latinoamericano industrializado, donde primara el valor
agregado, se sustituyeran las importaciones y se fortalecieran los mercados
internos, de manera tal que se superara el estadio económico en que la región
se limitaba a ser una fuente de recursos naturales. Sin embargo, las
ineluctables crisis del capitalismo y el desvanecimiento del bloque soviético
como una alternativa viable para los pueblos, dio paso a la hegemonía de nuevas
ideas y principios que se identificaron como “neoliberales” en el plano
político y “neoclásicos” en el económico. Este nuevo momento geopolítico
finiquitó cualquier interés por tecnificar los sistemas productivos en América
Latina. Según el fundamentalismo de mercado y su concepción sofista de las ventajas
comparativas, esos países solo sirven para ser colonias mineras. Esto significó
el retorno del extractivismo a la región, con nuevos bríos y un marco político,
teórico e ideológico que le justifica y retroalimenta.
ii) La crisis civilizatoria: con el
término “crisis” se pretende denotar un cuestionamiento generalizado, pero no
siempre explícito, a un conjunto notablemente grande y significativo de
actividades, creencias, instituciones, valores, teorías, usos y conductas que
en buena medida tipifican, delimitan y norman concepciones de ser y vivir. Pero
esta crisis es particular y novedosa, por eso se le adjetiva como
“civilizatoria”. La consciencia sobre su existencia tomó forma con la crisis
financiera de 2008, la misma que rápidamente se convirtió en una de carácter
económico. Simultáneamente estallan o se recrudecen otras crisis como la
energética, por el agotamiento de las reservas de combustibles fósiles; la
alimentaria por la destrucción de la producción campesina, el aumento global de
los precios de los alimentos y la destinación de las mejores tierras para
cultivo de agrocombustibles; la crisis humanitaria por el recrudecimiento de
las víctimas civiles en los distintos conflictos armados del mundo y la crisis
sanitaria por las precarias condiciones de salubridad presentes en extensas
porciones de la población mundial, los precios prohibitivos de los fármacos y
el surgimiento cíclico de pandemias. Es así como actualmente se tiene una
conjunción de distintas crisis globales. Pero la que definitivamente pone en
riesgo a la civilización misma es la de carácter ambiental.
En virtud de esa crisis, hoy en
día el planeta Tierra está en proceso de cambio climático y se corre el riesgo
de que deje de ser habitable para el ser humano, lo paradójico es que es el
mismo ser humano quien provoca y alimenta la crisis con la contaminación y la
destrucción ambiental. Esto ha sido comprobado científicamente hasta la
saciedad, por ejemplo en la reunión del Grupo Intergubernamental sobre Cambio
Climático de la ONU en Estocolmo durante el 2013. En cuanto a Colombia, ya
aparece entre los países afectados por esa crisis ambiental2. El
tema ha sido objeto de diversos estudios técnicos y científicos que versan
sobre los impactos del extractivismo en el país. Se destaca el reporte emitido
por la Contraloría General de la República en el año 2013, donde se concluye
que el extractivismo ha redundado en contaminación, pobreza y corrupción.
Se ha considerado pertinente
exponer dos aspectos historiográficos del extractivismo que cubren un lapso que
va desde principios del siglo XX hasta la actualidad: el denominado escape
fallido y la crisis civilizatoria. Esa información es útil para comprender y
conceptualizar qué es el extractivismo y para poder actuar frente a su
existencia. Esta comprensión y conceptualización requieren de un análisis
dialéctico, en el sentido que el mismo tiene desde la tradición marxista donde
el problema central del método dialéctico es la transformación de la realidad,
en palabras exactas de Georg Lukács3. Ese tipo de análisis es el que
revela a la realidad como una totalidad cambiante y ubica en ella al objeto de
estudio. Se califica como cambiante porque es histórica, lo que implica un
ininterrumpido proceso de transformación y torna necesario un repaso de su
evolución. Cuando este repaso se hace desde la dialéctica, los hechos ya no se
presentan como elementos inconexos en una realidad caótica. Por el contrario,
los hechos se comprenden como partes de “la concreta unidad del todo”4.
Lukács afirma en su gran obra Historia
y conciencia de clase, que no estamos condenados a la existencia brutal y
cruel que constituye nuestra realidad bajo el sistema capitalista. Esta
afirmación esperanzadora se basa en comprender la dialéctica y el método
marxista como herramientas descubridoras del cambio y a la vez constructoras de
una nueva realidad que tampoco será pétrea, pero que sí será mucho mejor. Es
momento de tomar las herramientas.
1VEGA CANTOR, Renán. Extractivismo,
enclaves y destrucción ambiental. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188553
2CONTRALORÍA GENERAL DE LA
REPÚBLICA. Minería en Colombia Fundamentos para superar el modelo extractivista.
Mayo de 2013. Pág. 119. Ver: http://www.contraloriagen.gov.co/documents/10136/182119332/Libro_mineria_sep3_2013.pdf/65bf77a0-8b0b-430a-9726-dad0e72639c6
3LUKÁCS, Georg. Historia y conciencia de clase.
Grijalbo. Barcelona. 1975. Pág. 4
4Ibídem.
Pág.7
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