Jean Batou
Martes 1ro de septiembre de 2015
En estas fechas se celebra el centenario de la
Conferencia de Zimmewarld que, entre el 5 y el 8 de septiembre, reunió a un
puñado de socialistas opuestos al primer conflicto mundial, cuando la mayoría
de las direcciones y electos socialdemócratas votaban los créditos de guerra e,
incluso, algunos de sus líderes participaban en gobiernos beligerantes. En
aquellos momentos Lenin, en minoría, consideró que los socialistas debían
luchar por la derrota de su propia burguesía y la creación de una nueva
internacional. Su trayectoria intelectual y militante, demasiadas veces
descrita de forma superficial, merece ser revisada a la luz de su infatigable
actividad revolucionaria en Suiza, desde septiembre de 1914 a marzo de 1917, en
la que sin duda alguna Zimmerwald constituye un elemento fundamental.
La primera guerra mundial había estallado hacía un
mes cuando Lenin llegó a Suiza tras haber sido encarcelado por un breve período
en Austria-Hungría bajo la sospecha de ser un "espía ruso". Se
instaló en un pequeño apartamento en la, según su propia expresión,
"durmiente" Berna, donde se juntó con un grupo de bolcheviques
exilados que compartió sus tesis sobre Las tareas de la social-democracia
revolucionaria en la guerra europea. En ellas denuncia el voto de los
créditos de guerra por parte de los jefes del socialismo alemán y la
incorporación de sus homólogos franceses y belgas a ministerios burgueses. Sin
capacidad para impedir la guerra imperialista, pero rechazando aprobarla, al menos
habrían podido estar en posición de animar a las revueltas populares a luchar
contra el poder de su propia burguesía, para derrocarla.
La derrota prepara la revolución
Ese texto anunció ya las principales orientaciones
de Lenin durante la guerra: propaganda, en el ejército y en el campo de
batalla, a favor de la revolución socialista y de "dirigir las armas…
contra los gobiernos y los partidos reaccionarios y burgueses de todos los
países"; llamamiento a la "conciencia revolucionaria de las
masas" contra "los cabecillas de la Internacional que han
traicionado el socialismo"; lucha contra "el chovinismo ruso,
paneslavo" de la autocracia zarista y a favor de la "liberación
de los pueblos oprimidos", entre ellos, el polaco, pero también el
ucraniano. En Suiza, el socialista Robert Grimm se negó a imprimir aunque sólo
fueran extractos de este texto incendiario en el periódico de su Partido.
Llegadas a Rusia clandestinamente, estas tesis
fueron debatidas por una dirección bolchevique diezmada por la represión. En la
Internacional, Lenin presentó sus planteamiento en la conferencia socialista
suizo-italiana del 27 de septiembre de 1914, que se celebró en Lugano. Al día
siguiente, explicó su idea fundamental: "En una guerra revolucionaria,
la clase revolucionaria no puede desear mas que la derrota de su propio
gobierno; no puede dejar de ver la relación entre el fracaso militar de éste y
lo beneficioso que resulta esta fracaso para derrocarlo"; añadiendo
que esta revolución es indispensable "para evitar la triste eventualidad
que amenaza al género humano (…) de conocer una segunda guerra imperialista si
la revolución no emerge de la guerra actual"/1. Para él, la
guerra ponía al orden del día la revolución socialista para la que había que
prepararse de forma activa. El 1 de noviembre declaró muerta la II
Internacional y llamó a la creación de la III Internacional.
Para Lenin la guerra imperialista anunciaba un
período histórico en el que los revolucionarios pueden, muy rápidamente, ganar
una audiencia inmensa, a condición de defender objetivos que respondan a los
intereses de las masas trabajadoras, partiendo de su nivel de consciencia y
permitiéndoles hacer la experiencia de la necesidad de romper con el
capitalismo y el orden político burgués. De ahí su rechazo a la "palabrería
revolucionaria" y su búsqueda permanente de mediaciones –en términos
de consignas, de reivindicaciones transitorias, de propuestas de unidad de
acción– entre la conciencia de las y los explotados y oprimidos y el programa
de la revolución socialista/2.
Berna, cuna de la Internacional comunista
En la primavera de 1915, Berna acoge, una detrás de
otra, la Conferencia socialista internacional de mujeres (26-28 de marzo) y la
Conferencia internacional de la juventud socialista (4-6 de abril) en las que
las posiciones de Lenin son defendidas por la bolchevique Inés Armand, sin
conseguir obtener la mayoría. Inmediatamente después, a partir de mayo de 1915,
a iniciativa del Partido socialista italiano, el suizo Robert Grimm prepara el
encuentro de Zimmerwald que acogerá a los socialdemócratas opuestos a la guerra
y de cara a la cual Lenin edita un folleto titulado La bancarrota de la II
Internacional. En el mismo defiende, especialmente, la idea de que las
direcciones sindicales y políticas del movimiento obrero de Europa occidental
están corrompidas por una aristocracia obrera privilegiada que ha
renunciado al socialismo porque se acomoda a las migajas que caen del festín de
la burguesía imperialista.
Fue así como el 5 de septiembre de 1915, 38
delegados y delegadas provenientes de once países, entre ellos 10 alemanes, 8
rusos, 5 italianos, 4 suizos, 3 polacos, 2 franceses, 2 escandinavos, 1 letón,
1 rumano 1 búlgaro y una holandesa, en carrozas tiradas por caballos, se
dirigieron al pequeño pueblo bernés de Zimmerwald, donde se instalaron en la
Villa Beau-Séjour, bajo la cobertura de un encuentro de ornitólogos. Lenin y
sus partidarios, entre ellos el suizo Fritz Platten, que caerá víctima del
terror estalinista, defendieron objetivos concretos: rechazo a los créditos de
guerra, dimisión de los socialistas de los ministerios burgueses, denuncia del
carácter capitalista de la guerra y del socialismo patriótico, apoyo a las
movilizaciones populares contra los efectos de la guerra y a las huelgas
económicas –que sería necesario transformar en huelgas políticas–, y propaganda
internacionalista en las trincheras.
En el borrador del texto, Lenin incluso llama a las
y los proletarios a luchar a favor de la creación de una nueva Internacional
contra la guerra y el capitalismo. Pero su posición fue puesta en minoría,
sobre todo por los alemanes, los italianos y los franceses. En esas
circunstancias fue Trotsky, más conciliador, quien se encargó de redactar un
manifiesto de síntesis que finalmente fue adoptado por unanimidad y en el que
se denuncia al imperialismo como una máquina de guerra, pero también a los
líderes socialdemócratas comprometidos en la Unión sagrada. Se hace hincapié en
la lucha a favor de "la paz sin anexiones ni indemnizaciones",
aunque resulta ambiguo en lo que respecta a la línea de trabajo a seguir y no
llama a la creación de una nueva internacional. No obstante, la izquierda de
Zimmerwald lo apoyó como un primer paso, aunque criticando públicamente sus
límites.
"Nos comprometemos y después vemos…"
Al inicio de la guerra, el movimiento obrero ruso,
que conoció una progresión espectacular de 1912 a 1914 se encontró brutalmente
aislado, atomizado y expuesto a la represión. En el exilio, Lenin, cuyos
contactos con los círculos bolcheviques del Imperio son difíciles, atraviesa
fases de duda y amargura. Sin embargo, en el curso de esos años, despliega una
actividad teórica sin precedentes: vuelta a los fundamentos filosóficos del
marxismo a partir, fundamentalmente, de la Ciencia de la lógica de
Hegel, que él anota y comenta; investigación profunda sobre el imperialismo,
que lo ve como un nuevo estadio del capitalismo y reflexiones sobre la cuestión
nacional y el derecho de los pueblos a la libre autodeterminación, que defiende
contra Rosa Luxemburgo y Bujarin.
Estos tres elementos clave marcan una verdadera
inflexión en su trayectoria intelectual, que se hace más flexible y viva,
"polyscópica", para retomar su propio calificativo/3. ¿Cómo
articula él el pensamiento y la acción? Poniendo el acento sobre las fuerzas
motrices y los instrumentos políticos de la revolución: clases explotadas,
pueblos oprimidos, alianzas, partidos revolucionarios, programas, estrategias,
tácticas, consignas, etc.
En uno de sus últimos escritos, cita a Napoleón:
"On s’engage et puis on voit…" ("Nos comprometemos, y
después vemos…") (en francés en el texto)/4. Ahora bien, este
aparente pragmatismo expresa su comprensión de la relación dialéctica entre,
por una parte, la teoría, el análisis de una formación social, la definición de
un proyecto estratégico y, de otra, la capacidad para intervenir en la política
con la mayor flexibilidad táctica. El 28 de abril de 1918, resumió de ese modo
esta perspectiva: "No basta con ser revolucionario y partidario del
socialismo o comunista en general. Es necesario saber encontrar, en cada
momento el eslabón particular al cual hay que aferrarse con todas las fuerzas
para sujetar toda la cadena y preparar sólidamente el paso al eslabón
siguiente. El orden de los eslabones, su forma de engarce, la diferencia entre
unos y otros no son ni tan simples ni tan burdos en la cadena histórica de los
acontecimientos como en una cadena corriente forjada por el herrero"/5.
"Una perspectiva concreta dirigida hacia la
acción transformadora”/6
La referencia a sus estudios filosóficos de Berna
en el otoño de 1914 es evidente hasta en la elección de los términos, señalando
a continuación: "en Hegel la práctica sirve como eslabón en el análisis
del proceso del conocimiento (…) La conciencia del hombre no solo refleja el
mundo objetivo sino que lo crea (subrayado mío)"/7. Es
por eso que el filósofo húngaro, Georg Lukács verá en la actividad intelectual
de Lenin un ejemplo de "pensamiento concreto anti-esquemático,
anti-mecanicista y dirigido directamente hacia la acción transformadora"/8;
por su parte, Antonio Gramsci lo percibe como el más importante "teórico
moderno de la filosofía de la praxis"/9. Por esa razón, tras la
revolución, el dirigente de Octubre expresará sus dudas sobre la oportunidad de
hacer un compendio de sus escritos como una guía para la acción: hará observar
que las situaciones con las que "nos hemos encontrado" jamás
se reproducirán de la misma manera y los revolucionarios no podrán ahorrarse el
trabajo de considerar las especificidades de las situaciones a las que se verán
confrontados para definir sus tareas. Lo que no impedirá a sus epígonos
inventar el "leninismo" de la misma manera que embalsamaron su
cuerpo.
Es verdad que para Lenin una base teórica sólida,
un horizonte estratégico claro y una organización revolucionaria aguerrida
constituyen las condiciones necesarias para una acción consciente y eficaz.
Pero eso no es suficiente: la intervención en las luchas, el análisis de su
impacto en el tiempo real y la información que nos suministra, sólo nos ofrecen
un conocimiento bastante preciso del terreno para intentar modificar su
configuración. Por ello, en determinadas circunstancias, la política concreta
puede, aparentemente, tomarse libertades en relación a un programa o una estrategia
a largo plazo, sólo a condición de evitar hacer de la necesidad virtud y, sobre
todo, de no alimentar ilusiones sobre la posibilidad de engañarnos de forma
duradera sobre las limitaciones de la realidad objetiva.
31/08/2015
Notas
1/ Citado por Jean-Jacques Marie, Lénine. La
révolution permanente, Paris, Payot, 2011, p. 154.
2/ Por esta razón, la editorial Demopolis reeditó en
2011 La Maladie infantile du communisme (le «gauchisme») (1920), bajo
el título más explícito de Petit manuel pour rompre avec le capitalisme.
3/ Henri Lefebvre, La Somme et le reste, 2
vol., Paris, La Nef de Paris éditions, 1959, vol. 1, p. 85.
4/ Ibid., p. 493.
5/ Lenin "Las tareas inmediatas del poder
soviético (1918), en: Obras escogidas, t. 2, p. 374.
6/ En torno a este punto ver mi posfacio a la
biografia intelectual de Lenin aparecida en francés el mes pasado en la
Editorial Les Prairies ordinaires, Paris.
7/ Lenin, Cuadernos filosóficos, Editorial
Ayuso, 1974,p. 198.
8/ Lukacs, Georg, La pensée de Lénine, Paris,
Denoël/Gonthier, 1972, p. 128.
9/ Gramsci, Antonio, Cahiers de prison. Cahiers 10,
11, 12 y 13, Paris, Gallimard. 1978, p. 41.
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