CEPRID
11-09-2015
Uno de los aspectos tangenciales del acuerdo de
Viena sobre el programa nuclear con Irán, sea retificado o no por el Congreso
de EEUU, es el futuro de Siria. Este acuerdo se firmó a finales de julio y
desde entonces se han generalizado los movimientos de todos los actores,
internos y externos. Sobre todo, los externos. Rusia, Estados Unidos, Turquía,
Arabia Saudita y el propio Irán se han puesto en marcha dejando un claro rastro
de por dónde van a ir las cosas respecto al país árabe. Y se han puesto en
marcha porque hay un plazo máximo para que la balanza se decante hacia un lado
u otro: seis meses. Porque en este plazo, y en virtud del acuerdo de Viena,
Irán va a recibir una buena parte de los millones de dólares que tiene
congelados en cuentas bancarias occidentales. Son 100.000 millones en total de
los que ahora, va a recibir 29.000 y una buena parte de ellos –y se está
publicando que alrededor de 9.000 millones- va a ir a Siria con lo que, de
hecho y de derecho, se fortalecerá económica y militarmente al gobierno de
Bassar al-Assad.
Turquía y el Kurdistán (e Israel)
El recorrido de estos movimientos hay que
comenzarlo por Turquía, que ha sorprendido a propios y extraños, poco avezados
éstos en analizar los movimientos geopolíticos, con los ataques -pequeños, muy
locales y cortina de humo- contra el llamado Estado Islámico y contra los
kurdos, su verdadero objetivo. Turquía y EEUU son muy conscientes de lo que se
les avecina dentro de seis meses y lo que han hecho ha sido, el uno con la
aquiescencia del otro, prepararse para una batalla integral contra el Ejército
Árabe Sirio en este plazo. Esa, y no otra, es la razón por la que EEUU ha sido
autorizado a utilizar la base aérea turca de Incirlik.
Y para ello, lo primero que tienen que hacer es
eliminar la amenaza kurda que, en estos momentos, ya controla un territorio
entre Siria e Irak similar al de Kuwait y Qatar juntos (1). Esta amenaza no
proviene de los kurdos iraquíes, aliados de EEUU y de la propia Turquía, sino
de los kurdos sirios. Veamos. Cuando Turquía comenzó los bombardeos a gran
escala contra ciertas bases del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)
en el Kurdistán iraquí, donde siempre ha estado y a donde retiró el grueso de
sus combatientes mientras estuvo en vigor al alto el fuego con Turquía
alcanzado en 2012, los kurdos iraquíes pidieron "amablemente" al PKK
que se retirase de la zona "para evitar las víctimas civiles" que
provocaban los bombardeos turcos. Es decir, los kurdos iraquíes, que mantienen
unos excelentes vínculos políticos y económicos con Turquía (2), no pidieron a
los turcos que dejaran de bombardear, sino a sus "hermanos" kurdos
que se fueran.
El Kurdistán iraquí es desde hace un tiempo un
hervidero, donde cada vez hay un mayor enfrentamiento entre los dos clanes
tradicionales que han monopolizado el poder desde finales de la década de 1940,
los Barzani y los Talabani. El parlamento regional acaba de suspender su
reunión extraordinaria (20 de agosto) porque el Partido Democrático del
Kurdistán (PDK), del clan Barzani, boicoteó la reunión en la que se iba a
discutir sobre la reelección de su jefe, Massud Barzani, como presidente. EEUU,
Gran Bretaña y la propia ONU llevan meses insistiendo en que Barzani sea
reelegido ante "la necesidad de aplicar reformas políticas" en el
Kurdistán y porque "es el único candidato que contaría con respaldo de la
comunidad internacional" para combatir al llamado Estado Islámico (EI).
Es una muestra más, otra de miles, de cómo a la muy
democrática "comunidad internacional" le importa muy poco la
legalidad, aunque sea la suya. Porque resulta que la legislación kurda,
aprobada y sancionada por la "comunidad internacional", establece que
no puede haber reelección del presidente. Así está establecido en la
Constitución de 2005, elaborada conjuntamente por los kurdos y asesores
estadounidenses tras la invasión y ocupación neocolonial de Irak en 2003.
Barzani fue elegido en 2009 y, violentando la Constitución, fue autorizado a
prorrogar su mandato dos años más, hasta este 2015. Pero ahora "la
comunidad internacional" quiere violentar la ley, otra vez más, y
prorrogar su mandato, otra vez más. A los amigos hay que protegerlos. Sobre
todo, porque está quitando cuota de petróleo, y territorio, al gobierno iraquí,
muy debilitado por la guerra con el llamado EI. Así ha ocurrido con la zona de
Kirkuk, donde los kurdos iraquíes se han hecho con el control de campos
petrolíferos que hasta ahora gestionaba el gobierno de Bagdad.
Este petróleo llega, en sus dos terceras partes
-incluso hay quien dice que el 75% del total-, a Israel (3) en virtud de un
acuerdo establecido el mes de mayo y que ha llegado a un total de 19 millones
de barriles. Lo curioso es que una parte importante de este comercio cubre la
ruta Kurdistán iraquí-Turquía (puerto de Ceyhan)-Israel (puerto de Ashkelon). Y
lo más curioso de todo es que este comercio se realiza a precios por debajo de
los que marca el famoso mercado del petróleo (4). El Gobierno Regional del
Kurdistán (GRK) niega una y otra vez esta realidad argumentando que los
cargamentos de petróleo "cambian varias veces de mano" antes de llegar
a su destino final, pero lo cierto es que varios petroleros que recalan en
Israel han podido ser seguidos en sus rutas por satélite y se ha podido
rastrear cuándo y dónde han realizado sus cargas y dónde las han entregado. Es
lo que se ha podido averiguar con el petrolero "Altai", de bandera
liberiana, una bandera de conveniencia, y que tiene una capacidad de carga de
un millón de barriles. No debería sorprender, por lo tanto, que el primer
ministro israelí, Benjamín Netanhayu, dijese en el verano de 2014 que apoyaba
la creación de un estado kurdo en la zona de Irak (5). Tampoco debe sorprender
que el GRK haya condenado el ataque del PKK contra el oleoducto en la zona de
Sirnak, en territorio turco pero cerca de Irak, "porque atenta contra el
medio de vida del Kurdistán" iraquí según aparece publicado en la página
oficial del GRK (6).
El descubrimiento de estos embarques ha llevado a
que el GRK y el gobierno iraquí hayan llegado a un acuerdo sobre las
exportaciones de petróleo en esta zona y hayan decidido exportar conjuntamente
el crudo a cambio de que los kurdos reciban el 17% del presupuesto nacional de
Irak por ello (7). Sin embargo, la caída de los precios del petróleo está
provocando que el dinero que reciben los kurdos sea menor de lo que esperaban,
por lo que el GRK ha vuelto a vender petróleo por su cuenta dado que "hay
que conseguir fondos para los peshmerga para combatir al DAESH [acrónimo en
árabe del llamado EI] y pagar el salario de los empleados" (8).
La famosa “comunidad internacional” tiene que
proteger a los amigos como Barzani porque enfrente tiene a un enemigo temible,
el PKK. El prestigio de esta organización es enorme dentro del mundo kurdo y,
ahora, más allá. El PKK es la única fuerza que hace sombra al GRK, sus
prácticas políticas y militares suponen un desafío radical a los partidos
tradicionales kurdo-iraquíes con una estrategia flexible e imaginativa que
combina la lucha armada con una cultura política de participación popular en
todos los aspectos de la vida política, social y económica. Si su prestigio ya
era grande, cuando en agosto de 2014 acudió en ayuda de los kurdos yazidíes que
habían sido atacados por el llamado EI, adquirió proporciones estratosféricas.
Mientras que los famosos "peshmerga" del
Kurdistán iraquí se mantenían al margen de la masacre que el llamado EI llevaba
acabo en las montañas de Sinjar contra los kurdos yazidíes, el PKK y el Partido
de la Unión Democrática (PYD) kurdo-sirio, organización hermana cuasi-hija del PKK,
acudieron sin dilación y lograron derrotar a los takfiristas del llamado EI
pudiendo salvar a unos 20.000 yazidíes. Era la primera vez que lograba una
victoria sobre los takfiristas, la segunda fue en Kobani (Siria) unos meses más
tarde. Muchos jóvenes yazidíes, en agradecimiento, se enrolaron tanto en las
filas del PKK como de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), la rama
armada del PYD.
Hay quien dice que las YPG han crecido
espectacularmente desde el triunfo de Kobani. Se llega a decir que tienen 40.000
combatientes, hombres y mujeres. Y que una parte de ellos, pequeña, pero
significativa, no son kurdos sino árabes e, incluso, cristianos. Eso pone de
manifiesto que han llegado a territorios que no eran propiamente kurdos, por lo
que las YPG anuncian con orgullo que tras la derrota del llamado EI en Kobani
han logrado una espectacular expansión territorial que abarca en estos momentos
desde el Éufrates iraquí, en este, hasta Afrín y partes de Alepo sirio en el
oeste. En total, 21.000 kilómetros cuadrados que son algo más que un territorio
bajo su control: son un embrión de Estado porque ya tienen continuidad
territorial, no son cantones aislados entre sí como hasta ahora. Si a eso se
añade que el PKK ha proclamado la autonomía de una región en el Kurdistán
turco, Dersim, tenemos el cuadro completo del por qué de los ataques turcos a
los kurdos.
Esto es a lo que tiene miedo Turquía. Bajo ningún
concepto va a aceptar un embrión de Estado como el que representa la
experiencia de un Rojava ampliado (9). Lo que quiere el gobierno de Erdogan es
crear una "zona segura" de kurdos en su frontera porque, tal y como
van las cosas, apenas queda ya una franja de la frontera turca con Siria que no
esté bajo el control de los kurdos. Más o menos son unos escasos 80 kilómetros,
el único espacio que queda para que se pueda colocar a los famosos "sirios
moderados" que EEUU está entrenando tanto en Turquía como en Jordania, una
fuerza que, por el momento, ha llegado a la extraordinaria cifra de 54
reclutas, como han reconocido.
Así que tanto Turquía como EEUU son conscientes que
eso sólo es posible si destruyen definitivamente Siria. De hecho, Turquía lo ha
dejado muy claro a través de su ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, al
decir que la creación de las "zonas seguras" supondrá "enviar un
mensaje claro al presidente Bashar el Assad y ayudar a poner presión sobre su
gobierno para llegar a la mesa de negociaciones". Eso puede significar que
Turquía ya asume que la salida de Al-Assad del poder no será tan fácil, aunque
aún no ceja en su empeño. El ministro también dejó claro que los kurdos
"no van a tener ningún papel" en esas "zonas seguras". Dijo
textualmente: "preferimos que las fuerzas moderadas de la oposición
[siria] controlen realmente la zona de seguridad o la zona libre del DAESH, en
el norte de Siria, a que las controle el PYD a menos que cambie radicalmente su
política" (10).
El miedo turco es patente porque la expansión
territorial kurda ha sido posible no sólo por el ímpetu combativo de las YPG y
su rama femenina, las Unidades de Protección de la Mujer (YPJ), sino por el
apoyo del gobierno sirio. Aunque los kurdos reconocen sólo una ayuda
"puntual", como ha dicho el copresidente del PYD, Saleh Muslim, lo
cierto es que, por ejemplo, durante la batalla de Kobani las unidades kurdas
contaron con apoyo logístico, armas y municiones sobre todo -además de algunos
centenares de ataques de la aviación siria sobre el llamado EI-, y así está
reconocido incluso documentalmente por varios comandantes militares de las YPG.
Un ejemplo de esta colaboración se está dando en la localidad de Hasaka, en el
noreste del país, y con gobernalidad compartida entre el gobierno sirio y las
YPG. En esto el PYD sigue el diseño de política exterior del PKK, totalmente
independiente y sin alineamiento alguno. Así se explica que el PYD no forme
parte de la alianza anti-Assad de la que sí forman parte otras organizaciones
kurdas sirias aunque sin el arraigo del PYD.
Así que visto lo rápido que van las cosas, tanto
Turquía como EEUU tienen que acelerar el proceso porque el tiempo para derrocar
a Bashar al-Assad se les termina. Ya sólo tienen seis meses para finalizar con
lo que empezaron hace cuatro años y no han podido hacer en este tiempo.
Pero para ello hay que comenzar por reprimir o
controlar a los kurdos. Turquía está agitando el espantajo kurdo como una forma
de eludir la presión social interna. Los ataques al PKK, la guerra total
declarada contra los kurdos tiene varias razones entre las que hay que
mencionar el ascenso político del Partido Popular Democrático (HDP) en las
pasadas elecciones y el brusco descenso de la economía y que ha llevado a la
moneda turca, la lira, a mínimos históricos frente al dólar y el euro. Una de
las razones por las que se van a volver a celebrar elecciones en Turquía,
cuando apenas han transcurrido dos meses desde las anteriores, es para evitar
que se consolide la presencia del HDP en el parlamento. Durante las
conversaciones mantenidas por el partido de Erdogan, el Partido Justicia y
Desarrollo (AKP), y el resto de fuerzas políticas en lo que se ha insistido por
parte del AKP es en esta necesidad y la ofensiva militar contra el PKK se
enmarca en la línea de descrédito de los kurdos puesto que el HDP recibió una
buena parte de votos de sectores turcos de izquierda, más o menos
"moderada" y al sobrepasar la barrera del 10% de los votos, necesaria
para entrar en el parlamento impidió que el AKP revalidase la mayoría absoluta
de que había venido disfrutando desde 2002. Dado que el HDP es un claro
mediador entre el PKK y el gobierno turco, el que este partido desaparezca del
parlamento es un objetivo inmediato de Erdogan porque su sola presencia
dificulta la estrategia genocida turca.
Por lo tanto, ni Turquía ni EEUU van a aceptar que
el PYD se consolide en las zonas liberadas al llamado Estado Islámico en el
Kurdistán sirio. EEUU está manteniendo conversaciones con el PYD para que
consienta que en esas zonas operen las "fuerzas de oposición moderadas [al
gobierno de Al-Assad]" que está formando, entrenando y armando en campamentos
de Jordania. Una vez asentados estos mercenarios en ellas, se convertirán en
"zonas seguras". Aquí Turquía y EEUU discrepan sobre lo que supondría
ser "zona segura". Para el gobierno de Erdogan, sólo puede ser
"segura" si se implanta en ella una "zona de exclusión
aérea" en la que no pueda incursionar la aviación del Ejército Árabe Sirio
del gobierno de Damasco. Y esta pretensión se enmarca en lo que el Ejército
turco llama "creación de zonas militares cerradas" - es decir, en la
práctica bajo estado de sitio en las que la población estará bajo control y en
la que se realizarán las operaciones militares contra el PKK- en el sur de
Turquía y que, curiosamente, están colindantes con las pretendidas "zonas
seguras" que se quiere implantar en el norte de Siria. En Washington hay
ahora mismo un debate sobre si conviene dar este paso, como ha sugerido de
forma abierta el general John Alen, o si eso implicaría un mayor enfrentamiento
con Rusia, el gran sostenedor del gobierno de Al-Assad.
Así tenemos que en el mes de agosto se comenzó a
vivir una escalada de la guerra en Siria, incluyendo una intensificación de los
combates en ciudades cercanas a Damasco. Y, al mismo tiempo, una
intensificación de los contactos y esfuerzos diplomáticos para impedir esa guerra
que tanto Turquía como EEUU quieren agudizar. Son tres países quienes se han
puesto a ello: Rusia, la propia Siria e Irán, cada uno desde su propia óptica.
Rusia lo está haciendo desde el punto de vista diplomático, Siria desde el
punto de vista militar, Irán desde el más claro del apoyo público. Incluso se
podría añadir un cuarto país: Arabia Saudita.
Rusia y los países del Golfo Pérsico (incluyendo
Yemen)
En los últimos meses se está asistiendo a un
curioso giro de Arabia Saudita. De ser uno de los principales agresores de
Rusia (con el petróleo como arma, apoyando que se abaraten los precios) a ser
uno de los principales interlocutores. La historia del cambio de postura
saudita empieza en junio, en el Foro Económico Internacional de San
Petersburgo. Un foro que boicoteó Occidente argumentando las sanciones
impuestas por Ucrania y que fue rápidamente aprovechado por otros países para
ocupar el espacio vacío dejado por Occidente. Uno de ellos, Arabia Saudita. Se
inició entonces un acercamiento que está yendo cada vez a más y que comenzó con
un acuerdo de colaboración sobre la energía nuclear. Rusia tiene mucho que
aportar en ese campo y Arabia Saudita está pensando de una forma muy seria cómo
reemplazar en el medio plazo al petróleo como fuente energética. Luego llegó en
julio otra noticia de calado: Arabia Saudita invertirá 10.000 de dólares en la
economía rusa. En unos momentos en los que Occidente impulsa las sanciones
contra Rusia, el que un país aliado tradicional suyo como el árabe dé este paso
y se desmarque de las sanciones es algo más que relevante.
Lo que empezó con un acuerdo comercial se ha ido
transformando en un cuasi-acuerdo político con Siria como referente. Aunque las
diferencias aún son muchas, por ejemplo en cuanto al mantenimiento o no de
Al-Assad como presidente (11), el camino hacia el acuerdo se está haciendo cada
vez más corto. Poco después del Foro de San Petersburgo tuvo lugar en Moscú una
reunión entre el Director de la Oficina de Seguridad Nacional de Siria y el
ministro de Defensa saudita. Lo que se hablase ahí es un misterio, pero lo que
no cabe duda es que a partir de ella Arabia Saudita ha dado un giro, leve pero
giro, a su política respecto a Siria. Uno de los resultados más visibles de la
misma es que también en Moscú han tenido lugar las primeras conversaciones
directas entre el gobierno de Bashar al-Assad y la llamada Coalición Nacional
Siria. Nunca hasta ahora estos opositores, armados y financiados desde el
exterior, especialmente por Arabia Saudita, habían aceptado una invitación así
y unas conversaciones directas.
Este movimiento se puede interpretar sólo de una
manera: Rusia y Arabia Saudita se sitúan en una parte del tablero, mientras que
Turquía y EEUU están en otro. Los recientes ataques del llamado EI en Arabia
Saudita parece que están comenzando a poner de los nervios a la casa Saud, cada
vez más consciente de que ha estado alimentando un alien que ahora amenaza con
devorarla a ella (y de que este alien es una herramienta estadounidense para
debilitarla; aquí habría que añadir el enfrentamiento existente por el precio y
extracción del petróleo con la fracturación hidráulica que está haciendo de
EEUU autosuficiente y cuasi-exportador en estos momentos). Si finalmente se
produce la visita del rey saudita a Moscú, como se ha dicho que se estaría
negociando, se puede hablar ya abiertamente de que Arabia Saudita está buscando
una puerta de salida del avispero sirio.
Hay un dato, además, que ayuda a comprender este
giro saudita: Yemen. Los intereses geoestratégicos sauditas son aquí mucho más
importantes que en Siria y si en este ya se han agitado las avispas, en Yemen
lo que está ocurriendo es que el empantanamiento saudita es de tal calibre (la
aventura injerencista se inició en marzo) que está comenzando a afectar tanto a
sus arcas como a sus tropas.
Arabia Saudita está en estos momentos registrando
un déficit fiscal del 20% de su Producto Interior Bruto, según reconoce el FMI
en su último informe sobre este país (12). Hacía más de una década que no
sufría una situación parecida. La razón no son sólo los bajos precios del
petróleo, sino el coste de su aventura injerencista en Yemen. A ello hay que
añadir que el número de soldados sauditas muertos se incrementa, con ataques de
los rebeldes hutíes a puestos y bases militares sauditas -como acaba de suceder
en la provincia fronteriza de Jizán- mientras que comienza a extenderse en el
mundo, incluso en el siempre sordo y mudo Occidente, la imagen de los civiles
muertos por los bombardeos sauditas y la hambruna, reconocida por la propia
ONU, que está afectando a la población yemení. La ONU ha tenido que reconocer
que "millones de yemeníes están en necesidad urgente de suministros
básicos". Además, hay que contar con que en el Yemen rebelde la influencia
iraní es grande, incluso mayor que la del país persa en Siria.
Por eso Arabia Saudita ahora está realizando
tímidos movimientos para buscar una solución negociada en Yemen. Las reuniones
del segundo heredero de la corona saudita, y al mismo tiempo Ministro de
Defensa, Mohamed bin Salman, con diferentes interlocutores yemeníes se
multiplican (13) aunque aún no se ha reunido con los hutíes, sin los cuales no
hay acuerdo posible.
Pero Rusia no sólo ha establecido lazos con los
saudítas, sino con otro de los principales jugadores en la crisis siria: Qatar.
Este emirato viene financiando al Frente al-Nusra (de la Victoria), cada vez
más enfrentado con el llamado EI. Así que los movimientos rusos en el emirato
sólo tienen una explicación: integrar a los cataríes en el frente anti-EI que
viene impulsando Rusia desde hace un tiempo. Aunque la propuesta rusa no va a
cuajar en el corto plazo porque eso supondría para sauditas y cataríes
reconocer que han cometido un error mayúsculo apoyando el derrocamiento de
Al-Assad -dado que tendrían que trabajar estrechamente con el gobierno sirio
para combatir al EI- el paso es significativo porque cada vez se enreda más el
conflicto y los enfrentamientos ya son de todos contra todos, por lo que la
propuesta rusa es la única que hay encima de la mesa para hacer frente a esa
amenaza.
Si los rusos son los únicos que han planteado una
estrategia contra el llamado EI, Irán es uno de los últimos que han planteado
una propuesta para resolver la crisis de Siria. Pero la iniciativa de Irán ha
sido consensuada con Rusia, según ha dicho el primer ministro sirio Jaled
al-Aboud. Aún no se conocen los detalles exactos de esta propuesta, pero se
sabe que será presentada ante la ONU en breve plazo.
Unos movimientos para evitar la guerra
Estamos en el terreno de las especulaciones, pero
la impresión que dan todos los movimientos que se están haciendo es que si el
ministro sirio tiene razón, las dos iniciativas, la de Rusia y la de Irán, se
complementan. Y también, viendo cómo el Kremlin está situando a sus militares,
que si ambas iniciativas fracasan por el rechazo occidental, al menos Rusia
estará dispuesta a integrar a sus asesores militares directamente en el
conflicto sirio. El Kremlin lleva días negando que haya un plan para enviar
tropas aerotransportadas a Siria, pero hay evidencias ciertas de que al menos
los asesores militares que ya están en Siria están teniendo un papel mucho más
activo en la guerra. Así habría que interpretar los últimos acontecimientos,
como el derribo de un avión israelí F-16, de fabricación estadounidense, el
pasado 21 de agosto. No es una noticia que se haya difundido en Occidente, pero
curiosamente sí ha salido publicada tanto en Siria como en Rusia e Irán y
confirmada indirectamente por Israel.
Se han dado detalles técnicos que ponen de manifiesto
que sí, que se derribó ese avión. Con ser importante este hecho, aún lo es más
el cómo se le derribó. Y lo que se cuenta es la forma en que fue derribado:
primero, el Ejército Árabe Sirio lanzó dos misiles, un SA-2 y un SA-9, con la
finalidad de que fuese en ellos donde se centrasen las contramedidas
electrónicas del F-16 y entonces, unos momentos después, se lanzó un S-300 que
lo alcanzó de pleno. Esto significa dos cosas: la primera, que Siria ha
decidido responder a las constantes agresiones de la aviación israelí, que
ataca prácticamente cada mes objetivos sirios con la excusa de que son
"armas para Hizbulá", el movimiento político-militar libanés que
tiene de los nervios a Israel; la segunda, que eso sólo se ha podido realizar
con el visto bueno de Rusia, que con esta medida habría dejado muy claro que ha
levantado todo tipo de restricciones sobre el uso de armamento avanzado ruso
por el Ejército sirio.
Este hecho bélico tiene lugar justo en el medio de
dos movimientos seguidos: la visita a Moscú de altos responsables del Ejército
sirio (el 17 de agosto) y el comienzo de la llegada a Damasco de un alto número
de consejeros militares rusos (24 de agosto). A partir de aquí se ha venido
especulando que Rusia estaría preparada para enviar sus tropas aerotransportadas
a Siria si la situación se complica para el gobierno de Al-Assad, aunque eso ha
sido desmentido por el Kremlin.
Como estamos en el terreno de las especulaciones,
lo más probable es que estos movimientos de sirios y rusos tengan que ver,
además, con el hecho de que Obama ha autorizado al Pentágono a bombardear a
"cualquier entidad" que luche contra sus mercenarios de esa famosa y
fantasmagórica "oposición moderada" a quien se quiere implantar en
las "zonas seguras" que se quieren crear en el norte de Siria. Esa
denominación de "cualquier entidad" sirve para atacar al Ejército
Árabe Sirio si osase enfrentarse a los mercenarios, provocación que llevaría a
una intensificación abierta de la guerra, el bombardeo de las instalaciones
civiles y militares del gobierno de Al-Assad y el cambio de régimen, la gran
aspiración.
Es decir, Siria y Rusia están viendo cómo hacer
frente a esta amenaza e impedir un escenario tan nefasto como el de Libia. Y,
de paso, Rusia está enviando un mensaje muy claro a EEU: cuidado con lo que
estáis haciendo porque mis soldados pueden estar involucrados. En ese caso, ya
se estaría ante palabras, y actos, mayores.
El derribo del avión israelí se produce, también,
cuando tiene lugar en Rusia la feria de armas anual, Maks 2, en la que presenta
sus avances militares para la venta. Moscú está en estos momentos lleno de
delegaciones árabes, lógicamente junto a las de otros países. Pero más allá de
las delegaciones en busca de armas, lo que se está moviendo en paralelo es otra
cosa: Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita están
gestionando visitas a Moscú y entrevistas personales con Putin. El presidente
egipcio, Abdel Fatah al-Sisi, ya lo ha hecho. Tal movimiento de dirigentes
árabes es absolutamente inusual, máxime si tenemos en cuenta que desde
Occidente se lleva un año largo demonizando a Rusia y a Putin en particular.
Ni qué decir tiene que lo que se va a discutir en
estos encuentros es la propuesta rusa de "gran coalición" contra el
llamado EI. Casi hay que atreverse a decir que, de todas ellas, la más
importante es la del presidente egipcio. Las relaciones entre Egipto y Rusia
han visto un rápido fortalecimiento en el último año y medio incluyendo una
colaboración económica que casi vuelve a los niveles que tuvo en las décadas
1960-1970 durante la presidencia del mítico Gamal Abdel Nasser. Y eso, en unos
momentos en que los movimientos geopolíticos están en pleno auge en Oriente
Próximo, sobre todo en torno a Siria, adquiere una nueva dimensión. Sin perder
de vista el nuevo papel de Irán tras el acuerdo de Viena sobre su programa
nuclear.
Se ha publicado que el presidente egipcio se reunió
con el representante saudita en esa feria de armas de Moscú (14) y que según la
versión ofrecida por el portavoz de la presidencia egipcia “ambos revisaron los
últimos acontecimientos que tienen lugar en varios países de la región…
haciendo hincapié en la necesidad de iniciar una acción rápida para hacer
frente a los peligros que amenazan la seguridad nacional árabe, así como la paz
y seguridad internacionales, especialmente a la luz de la cada vez mayor
propagación del terrorismo”.
Es decir, el plan ruso está comenzando a andar en
el mundo árabe y Egipto se convierte en uno de sus principales valedores. Si
ello supone un aval a la postura rusa sobre Al-Assad o no aún es pronto para
decirlo –aunque en la rueda de prensa conjunta con Putin dijo Al-Sisi que “el
único camino para Siria es la solución política”-, pero lo que sí es evidente
es que Egipto comparte la premisa rusa de que la prioridad es derrotar al
llamado EI y en esa derrota tiene que tener un papel Al-Assad, guste o no.
Otro país que puede jugar un papel importante es
Jordania. La visita del rey Abdulá II a Moscú va a tener como objetivo no sólo
un acercamiento a Rusia sino el ser considerado el mediador, junto con Egipto,
con los países del Golfo Pérsico para que ablanden sus posiciones respecto a
Siria y las endurezcan sobre el llamado EI.
Estamos asistiendo, y esto ya no es especulación,
al reconocimiento árabe del error comedido hace cuatro años cuando dieron por
buena la estrategia para derrocar a Al-Assad sin tener en cuenta los intereses
rusos en ese país. Ahora tienen que rectificar y reconocer que Rusia es un
actor importante no sólo en Siria, sino en todo Oriente Próximo, una zona que
está ahora mismo en ebullición y en la que se están produciendo movimientos
geopolíticos claros para evitar que esa ebullición llegue hasta el punto de
estallido.
Cada vez está más claro en el mundo árabe que no se
quiere otro caos como el de Libia, por lo que quienes abogan por el
derrocamiento de Al-Assad son ahora muchos menos que hace un tiempo. Por eso
estos seis meses que quedan para que Irán reciba parte de sus fondos congelados
van a ser cruciales: mientras unos quieren el estallido, otros están haciendo
todo lo posible por evitarlo.
Notas:
(1) Reuters, 16 de agosto de 2015.
(2) Alberto Cruz: "La potencialidad
transformadora de la resistencia kurda en Kobani”, http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1916
(3) Financial Times, 24 de agosto de 2015, y
As-Safir (Líbano), 25 de agosto de 2015, es quien habla del 75%.
(4) Ibid.
(5) Middle East Eye, 24 de agosto de 2015.
(6) Middle East Online, 1 de agosto de 2015.
(7) As-Safir, 25 de agosto de 2015.
(8) Ibid.
(9) Alberto Cruz, Ibid.
(10) Reuters, 25 de agosto de 2015.
(11) France Press, 13 de agosto de 2015.
(12) As-Safir, 26 de agosto de 2015.
(13) Saudi Press Agency, 26 de agosto de 2015.
(14) As-Safir. 26 de agosto de 2015.
Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor.
Su nuevo libro es “Las brujas de la noche. El 46 Regimiento “Taman” de
aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial”, editado por La Caída con la
colaboración del CEPRID.
Los pedidos se pueden hacer a
libros.lacaida@gmail.com o bien a ceprid@nodo50.org También se le puede
encontrar en librerías.
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