25-09-2015
La reunión en tierras cubanas entre el presidente
de Colombia, Juan Manuel Santos y el comandante Timoleón Jiménez, jefe de las
FARC, es la mejor prueba de que “el cambio de época”, como lo llama Rafael
Correa, no se ha agotado y continúa vivo en América Latina y el Caribe (ALC)
pues el impulso que ha dado este encuentro al proceso de paz coadyuva como
pocas cosas al rumbo nuestroamericano.
Igualmente lo es la iniciativa del propio
presidente ecuatoriano y de su par uruguayo Tabaré Vázquez, de convocar a sus
homólogos Santos y Maduro para acordar y acompañar medidas que conduzcan a la
solución del conflicto en la frontera colombo-venezolana, las que ya se están
implementando con el regreso de los embajadores de Venezuela y Colombia a
Bogotá y Caracas y la reunión ministerial binacional celebrada el miércoles 23.
Al promover este proceso, Correa y Vázquez actúan como presidentes pro
témpore de la CELAC y la UNASUR respectivamente, organismos que ni siquiera
existían antes del giro iniciado en la región con la llegada de Hugo Chávez
(1999) y, posteriormente otros líderes, al gobierno de sus países, en la cresta
de la gran ola de luchas populares latino-caribeñas contra el neoliberalismo.
La OEA, símbolo e instrumento de la época anterior
en que predominaba el monroísmo, carece de autoridad y de la confianza de los
gobiernos, necesaria para iniciar procesos de esa envergadura, y ha quedado
como un relicto del servilismo ante Washington.
La inédita elección de un pontífice latinoamericano
cercano a los anhelos de los pueblos de nuestra América como es el Papa
Francisco, y su fructífera visita a Cuba, no puede desligarse de los profundos
cambios ocurridos en ALC desde 1999. Ese es el contexto histórico de la censura
del jefe de la iglesia Católica al sistema actual de explotación, ligada a su
concepción integral sobre la defensa de la naturaleza y los seres vivos de la
extinción con que los amenaza el culto al dios dinero, el consumismo y el
derroche. También el apoyo resuelto que ha reiterado a la negociación de la paz
en Colombia, que desde 2012 se lleva a cabo en La Habana y su decidida
intercesión en el logro y desarrollo de las relaciones diplomáticas entre Cuba
y Estados Unidos. Hechos que abonan a la declaración de América Latina y el
Caribe como zona de paz, proclamada en la Cumbre de la Celac también celebrada
en la capital de Cuba.
Sintetizo ideas de algunos de los ya numerosos
autores que han rechazado el vaticinio falaz del “fin del ciclo progresista”
(FCP). Emir Sader nos dice que la misma ultraizquierda que calificaba a los
gobiernos de Chávez, Lula, los Kirchner, del Frente Amplio de Uruguay, de Evo y
Correa, como continuadores de los gobiernos conservadores anteriores, ahora
“descubre” afligida el FCP. Razona que lo que llegó a su fin en esos países fue
el ciclo neoliberal, aunque tengan que enfrentarse a dificultades relacionadas
con la crisis del capitalismo y, puntualiza, además, otras que, como la
reprimarización o la desindustrialización, son herencia directa de las
políticas neoliberales; o incluso, la hegemonía que conservan el capital
especulativo y el neoliberalismo en la economía capitalista mundial. Sader solo
ve dos alternativas posibles en las sociedades “posneoliberales”: o un regreso
al neoliberalismo o avanzar hacia una sociedad poscapitalista. Añade otras
dificultades que algunos de esos gobiernos no han sabido superar hasta ahora
como el peso de los monopolios privados de los medios de comunicación, el rol
del dinero en las campañas electorales y el estilo de vida y de consumo
norteamericanos. Afirma que lo que finaliza es una primera etapa del ciclo
“posneoliberal” y sugiere tareas de la próxima etapa. Aparte de aliarse con la
derecha –dice-, la ultraizquierda no tiene realizaciones ni proyecto.
Por su parte, Aaron Aaronian califica de
“diagnosticadores de la capitulación” a los heraldos del FCP y plantea que
desde la derecha y sectores de la izquierda pretenden imponer esta idea en el
imaginario colectivo aprovechando los obstáculos que tanto él, como Sader, el
autor de esta líneas y otros hemos enumerado en trabajos recientes. La derecha
–añade-, que algunos pensaron derrotada y otros dormida, comenzó a construir un
discurso que intenta deslegitimar la década ganada para las mayorías sociales y
populares, con la construcción de nuevas democracias –cada país con su modelo
propio–, muchísimo más equitativas, justas, donde el ciudadano pasó a ser
sujeto de políticas y no mero objeto de las mismas. Señala que en varios sectores
de la llamada izquierda se viene construyendo la tesis del fin del ciclo que
tiende a complementar el discurso de la derecha contra los gobiernos de
izquierda, progresistas y nacional-populares.
Alfredo Serrano Mancilla afirma que lo que se
atisba es el intento desesperado de algunos sectores de acabar con aquello que
se iniciara con el siglo XXI a lo largo y ancho de la región. Añade que con
gran voluntad, estos actores se empeñan en ir reduciendo paulatinamente el
universo de las esperanzas e ilusiones fraguadas precisamente en este cambio de
época. La estrategia (de la derecha y el imperialismo) –afirma- no está en
discutir hacia atrás. Lo hecho, hecho está, y por mucho que no les guste es incuestionable
el resultado objetivo y subjetivo a favor de las mayorías. Más bien, de lo que
se trata es de acabar con la idea de que todavía resta mucho por lograr, por
mejorar. Alrededor de este propósito, reside hoy en día el verdadero tira y
afloja de la geopolítica latinoamericana. La nueva derecha regional, aquella
que ya es mayor de edad, ha aprendido que no se puede ganar con titulares de
prensa alejados de la realidad que vive actualmente la mayoría latinoamericana,
mucho más incluida, con más derechos sociales, con niveles de consumo más
democratizados.
Katu Arkonada propone 7 tesis para abordar lo que
Sader y Serrano consideran nueva etapa de los procesos de cambio:
1) la crisis del capitalismo ha venido para
quedarse y es necesario avanzar hacia un nuevo modelo productivo que abata la
pobreza, sea amable con la madre naturaleza y se esfuerce por alcanzar una
nueva matriz energética, dejando progresivamente atrás el extractivismo;
2) el mundo multipolar ya está aquí y es necesario
reforzar nuestra participación en él;
3) es una necesidad imperiosa profundizar la
integración latino-caribeña y
4) desactivar los instrumentos para su
desintegración;
5) enfrentar la derecha recargada o “nueva derecha”
y elaborar un proyecto político que seduzca de los jóvenes;
6) ante la necesidad transitoria de liderazgos
brillantes e históricos, es indispensable formar cuadros nuevos que nutrirán
las direcciones eminentemente colectivas del futuro;
7) hay que ganar las batallas electorales como
condición de la irreversibilidad de los procesos de cambio y ello requiere de
estilos de trabajo y métodos novedosos de educación popular.
Recientes trabajos de Roger Landa y el intelectual
quechua Itzamná Ollantay, también refutan a los agoreros del FCP. Volveré sobre
el tema. Creo que, entre otros conceptos, es necesario esclarecer con más
precisión el significado, el alcance y la manera de encarar los flujos y los
reflujos en los procesos sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario