22-09-2015
Alexis Tsipras ganó las elecciones griegas con el
mismo porcentaje que en los comicios de enero, pero con 300 mil votos menos,
más una abstención del 46.7 dada la decepción que le causó a sus electores la
aceptación total de las exigencias de la Troika cuando el referendo había
arrojado una mayoría del 61 por ciento por el NO. Sobre todo, las ganó con una
política totalmente opuesta a la de hace ocho meses pues ahora aparece como el
mejor ejecutor de las políticas dictadas por la Troika y Angela Merkel y el
garante ante Bruselas de que frenará la protesta de los trabajadores y de
quienes rechazan la colonización de Grecia.
Por eso las Bolsas europeas reaccionaron
favorablemente ante su triunfo (que es el de la derecha que mejor preserva al
capital) y también ante el truco infame de Tsipras que dio menos de 20 días a
la izquierda para hacer campaña por una alternativa y, así, la sacó del
Parlamento donde habría sido una acusadora constante.
El éxito de Tsipras se debe en buena medida a la
desesperación de los desocupados que explica también el crecimiento de los
neonazis de Alba Dorada. Ante la ausencia de movilizaciones sociales de repudio
a la aceptación total por Tsipras del memorando de la Troika y ante la tardía y
escasa reacción de la izquierda que formó Unidad Popular sólo a fines de agosto
y, además, no tiene posiciones comunes, Tsipras pudo presentarse como el “menor
peor” dado que su oponente con más posibilidades era la derecha clásica,
corrupta y antinacional, de Nea Democratia, causante de la terrible deuda
griega.
Tsipras dice que combatirá la corrupción - aunque
su política la promueve- y que defenderá a los trabajadores, aunque agravará la
desocupación y la caída de los ingresos. Será el “gobernador nativo” del gran
capital extranjero y de la Troika, que son dueños de Grecia. Ellos lo usarán
mientras les sirva para desorganizar y frenar las protestas que son
inevitables, y retardar la organización de una izquierda anticapitalista de
masas (Unidad Popular obtuvo el 2.80 por ciento de los votos y por sólo 10 mil
votos no pudo pasar el límite del 3 por ciento y entrar en el Parlamento
teniendo así derecho a que la TV pública la mencione).
Si el PASOK y Nea Democratia, con una deuda enorme,
pero menor a la actual y con los ingresos de las empresas nacionales que
Tsipras ha privatizado provocaron la crisis griega, Tsipras no sólo no la
resolverá sino que la agravará. La privatización de puertos, aeropuertos,
energía, comunicaciones y la venta de islas y bienes del Estado forma en efecto
un Fideicomiso de 50 mil millones de euros que está administrado por la Troika
para garantizar el pago y Grecia mantiene una deuda que el FMI declara
“impagable” que supera el 175 por ciento de su Producto Interno Bruto.
¿Qué queda entonces después de Tsipras y su próximo
fracaso? ¿Un gobierno militar (ya los gobiernos de la derecha, temiéndolo,
cambiaron los mandos del ejército hace pocos años cuando la situación era menos
grave) con el apoyo de Amanecer Dorado, el tercer partido en número de
votantes, que tiene fuertes lazos en las Fuerzas Armadas y la policía? ¿O una
insurrección popular, improbable en lo inmediato dada la desmoralización
popular y la escasa organización de la izquierda anticapitalista?
Los líderes irresponsables, superficiales e
impresionistas que creen en la reforma del capitalismo desde las instituciones,
como Pablo Iglesias del español Podemos, o los dirigentes de Rifondazione
Comunista de Italia, festejan hoy con cánticos revolucionarios la reelección de
Tsipras pero debería dedicarse en cambio a ver la política de éste y sus
posibles consecuencias nefastas.
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