Investig'Action
05-10-2015
Traducido
del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
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Cualquiera
que lea un poco más allá de la retórica populista de «la necesidad de
austeridad» ve la cruda realidad: la venganza de una élite desposeída de sus
bienes tras la Segunda Guerra Mundial.
“La austeridad no es sino una guerra de
clases.” Noam Chomsky (1)
¿Cambio o estafa fiscal?
El año pasado todavía había grandes esperanzas en
Bélgica. El gobierno se había dirigido únicamente al trabajador ordinario con
la primera serie de medidas de ahorro: alargamiento de la jornada de trabajo,
aumento del índice de precios y otras medidas que habían evitado cuidadosamente
afectar a los poderosos. Pero, no nos alarmemos, el famoso cambio fiscal (tax
shift ) (2) iba a reequilibrarlo todo y por esta vez se iba a dirigir al
capital.
Pero el resultado resultaría ser muy diferente.
Como en ocasiones anteriores, el hombre de la calle es quien paga los gastos de
la boda y la factura está bien hinchada. Se carga a las familias con casi 1.000
euros al año. Los pensionistas y los enfermos también se ven afectados. En el
mejor de los casos, con el beneficio que se espera hacia 2018, los salarios más
bajos, del 5 al 25% del total, verán aumentar sus ingresos unos 40 euros netos
al mes. Mucho menos de lo que perderán debido a las demás medidas. ¿Y los
ricos? Está la tasa a la especulación, la tasa Caimán al dinero negro en el
extranjero y la lucha contra el pequeño fraude fiscal. En total supondría unos
800 millones de euros, según el gobierno. Una valoración muy optimista ya que
las previsiones más admitidas calculan que estas medidas reportarán mucho menos,
una minucia, a fin de cuentas.
En resumen, quien paga el pato es el trabajador
ordinario, el parado, el pensionista y el enfermo. Se rascarán el bolsillo para
cubrir un 83% de este «deslizamiento fiscal». El 17% restante vendrá de los
ricos, si es que se llega a este porcentaje. A la inversa, el cambio fiscal
sirve obedientemente a los intereses de esta clase superior. Con la disminución
de las cargas patronales en la seguridad social los empresarios se embolsarán
no menos de 2.000 millones de euros, que vendrán a sumarse a los muchos miles
de millones acumulados durante las anteriores reformas fiscales.
¿Cómo que no hay dinero?
Es incomprensible y absolutamente escandaloso que
hoy se ahorre a costa de los enfermos, los parados o los pensionistas. Bélgica
es uno de los países más ricos del mundo. Los ingresos medios de un hogar con
dos hijos son de casi 8.000 euros al mes.(3) No hay el menor motivo de tocar el
bienestar de la población. Nuestro país y los demás países de Europa son lo
suficientemente ricos como para garantizar a cada habitante unos ingresos
(alternativos) generosos.
Se suelta constantemente el leitmotiv de «no hay
dinero» que probablemente es la mayor mentira de la historia de la posguerra.
En todo el mundo las grandes empresas están sentadas sobre una montaña de
7.000.000 millones de dólares con los que no saben qué hacer. Es, por así
decirlo, un excedente de capital. En el caso de Bélgica este «excedente»
asciende a varias decenas de miles de millones de euros.(4) Por consiguiente,
no se trata en absoluto de una cuestión de falta de dinero. Por una parte
tenemos un excedente de capital de los grandes empresarios, mientras que por
otra tenemos una falta de dinero en el presupuesto del Estado. El colmo es que
el propio Estado entrega sus fondos a estas empresas que no saben qué hacer con
su capital y luego acuden a recuperarlos al trabajador medio y a las personas
más débiles de nuestra sociedad. El Efecto Mateo (**) ha adquirido unas
proporciones surrealistas.
Una sola cifra basta para aclarar la injusticia de
todo este sistema del cambio fiscal en Bélgica, que asciende a un montante de
3.700 millones de euros. Comparémoslo con los 4.800 millones de euros que el
año pasado se embolsaron los accionistas de la empresa InBev (una transnacional
de la cerveza con sede en Bélgica).(5) ¿Cómo que no hay dinero?
La venganza de los ricos
Para comprender lo que nos ocurre hoy en día y lo
que está en juego, tenemos que examinar el aspecto histórico. El reparto de las
riquezas es la cuestión socioeconómica fundamental para toda la sociedad. En la
época de Daens (un célebre sacerdote católico flamenco defensor de la causa
obrera), hace algo más de cien años, el abismo entre ricos y pobres era
indignante. El largo y encarnizado combate social llevado a cabo por el recién
nacido movimiento obrero debía permitir entonces una mejora progresiva de la
desigualdad extrema en el reparto de la riqueza. Esto llegó a su punto
culminante tras la Segunda Guerra Mundial. Se había vencido al fascismo, la
(extrema) derecha estaba fuertemente desacreditada y el movimiento obrero era
más fuerte que nunca. El miedo al comunismo forzó a las elites de la época a
hacer muchas concesiones. El político socialdemócrata y ministro belga Philippe
Mouraux lo expresa claramente: «¿Por que asistimos en el periodo que sigue a la
guerra a un progreso social tan importante? Porque el comunismo aterrorizaba a
la burguesía». (6) En esas condiciones nació y se desarrolló el Estado del
bienestar.
Pero esto no agradaba a la clase dominante, que
veía disminuir sensiblemente su riqueza (cfr. gráfico). Meditaba su revancha.
Los ricos del planeta comprendían que de lo que había que apropiarse era del
propio espíritu de la gente. Iban a invertir decenas de millones de dólares en
el laboratorio de ideas más de derecha que tenía la tarea elaborar una
ideología convincente como alternativa al Estado del bienestar.
Exactamente de la misma manera que los sabios más
eminentes se habían reunido en la década de 1940 para desarrollar la bomba
atómica, se había rogado a las cabezas pensantes más eminentes que pusieran a
punto una especie de arma nuclear ideológica. (7)
Más adelante se denominaría neoliberalismo a esta
ideología. Se trataba de una política socioeconómica caracterizada por una
disminución del impuesto sobre el capital, el ahorro en gastos sociales, la
disminución de los gastos del Estado, las privatizaciones y los intercambios
comerciales libres.
Es esencial señalar aquí que, según los fundadores
del neoliberalismo, la condición sine qua non para que funcione su modo
de gobernanza era la neutralización del perro guardián del Estado del
bienestar: los sindicatos. Así es como esta ideología socioeconómica se armó de
un componente antidemocrático.
El empujoncito de la crisis
Era una ideología poderosa, pero en los años
posteriores a la guerra la relación de fuerzas era desfavorable a su arraigo.
Esto iba a cambiar durante la crisis económica de 1973. El fuerte paro provocó
un debilitamiento importante de los sindicatos. Las ideas neoliberales, que
tras la Segunda Guerra Mundial habían sido marginales, fueron lanzadas con
fuerza y esta vez con éxito ya que la caída del Muro de Berlín en 1989 dio aún
más impulso a esta ofensiva. Las ideas altamente asociales del neoliberalismo
iban arraigando muy lentamente y se iban haciendo un hueco en la opinión
pública, mientras que el movimiento obrero se ponía cada vez más a la
defensiva.
En este contexto es donde hay que situar el cambio
fiscal y el desmembramiento del Estado del bienestar. Hay que verlo en el marco
de una ofensiva lanzada en todos los países desarrollados. Se trata de un
intento de las elites (bien camuflado, es cierto) por reconquistar su «reino
perdido». Además, los populistas de derecha resultan ser cada vez más hábiles
en este arte del camuflaje. Actúan de manera astuta basándose en las
incertidumbres y angustias de la población, y desvían la atención hacia otras
cuestiones: las amenazas terroristas (que se exageran), una crisis de la
emigración (autoorganizada), etc. Su ofensiva antisocial, conforme en todo a
las teorías neoliberales, va acompañada de ataques a los sindicatos y de poner
fuera de juego al ámbito de lo social.
No se engañen, la bulimia del capitalismo está
lejos de estar saciada. El gráfico anterior muestra que las elites solo han
recuperado una parte de su reino. Dependerá de las relaciones de fuerzas (es
decir, de usted y de mí), y de la medida en la que puedan debilitar aún más a
los sindicatos, de ver si pueden o no hacerse con más riqueza y bienestar.
Cuanto más débil sea nuestra respuesta a la ofensiva antisocial, más fuerte
golpearán la próxima vez. La consigna es, más que nunca, “¡manos a la obra!”.
Notas:
(2) La explicación oficial del cambio fiscal (tax
shift) es un conjunto de medidas con el propósito para disminuir el
impuesto sobre el trabajo.
(3) El cálculo para una familia media parte de la
hipótesis de que los ingresos disponibles de la familia representan el 66% del
PIB. En algunos países es más elevado, en otros menos. Las cifras tienen en
cuenta las diferencias de precio entre países para los mismos productos o
servicios, y expresan el poder adquisitivo real. PNB de Bélgica : http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/File:GDP_at_current_market_prices,_2003%E2%80%9304_and_2012%E2%80%9314_YB15.png
. La mediana es mucho más baja que la media, precisamente porque el 10 % de
rico se apropia de una parte escandalosamente impirtante de los ingresos.
(4) http://www.telegraph.co.uk/finance/11038180/Global-firms-sitting-on-7-trillion-war-chest.html
. Si las empresas belgas se encuentra con un excedente más o menos
comparable, entonces debe corresponder a 100.000 millones de euros.
* El Efecto Mateo (Matthew Effect) es un término
acuñado por el sociólogo estadounidense Robert K. Merton que designa los
mecanismos por los cuales los más favorecidos tienden a aumentar su ventaja
sobre los demás. Hace referencia al versículo 29 de la Parábola de los talentos
del Evangelio según San Mateo (Mt, cap. 25, vers. 14-30): “Al que más tiene más
se le dará y al que menos tiene, se le quitará para dárselo al que más tiene.”
(N. de la T.)
(5) Knack, 17 de octubre de 2007, p. 48.
Este artículo es una adaptación hecha por el autor
del artículo publicado en Investig'Action http://www.michelcollon.info/Le-7-octobre-et-la-vengeance-des.html?lang=fr
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