03-10-2015
Cuando Ernesto Guevara se sumó en México a los
cubanos con la intención de derrocar al ilegítimo gobierno de Fulgencio
Batista, planteó una sola cuestión al máximo dirigente del Movimiento
Revolucionario 26 de Julio: que, liberada Cuba, razones de Estado no le impidieran
ir a combatir a otras tierras del mundo. El compañero Fidel no solo le prometió
que respetaría su decisión sino que, además, llegado el momento, Cuba
revolucionaria le ayudó en su empeño.
El Che fue uno de los 82 expedicionarios del yate
Granma que, el 2 de diciembre de 1956, desembarcaron en Cuba por playa de Las
Coloradas. Casi 25 meses después, el Ejército Rebelde se hizo con el poder. A
partir de ese momento y de manera ejemplar, el Che desarrolló tareas muy
importantes. Fue presidente del Banco Nacional de Cuba y dirigió el Ministerio
de Industrias. Representó a la Revolución Cubana en la Asamblea General de la
ONU y en la Reunión en Punta del Este, Uruguay, en 1961, además de en otros
eventos internacionales.
Pero pasó el tiempo y, en 1965, el Guerrillero
Heroico decidió que ya había llegado el momento de despedirse de Cuba y, fiel a
su palabra, Fidel aceptó su partida. Ese mismo año, al frente de un
destacamento de internacionalistas cubanos, se trasladó al Congo —hoy Zaire—
para materializar la ayuda solicitada por Gastón Soumialot, del movimiento
“Patricio Lumunba”.
Fue, precisamente, antes de salir para África
cuando el Che escribió la carta de despedida. Aunque entregada a su
destinatario el 1 de abril, ésta —escrita sin fecha— se haría pública en el
momento que se considerara más oportuno.
Como todo el mundo sabe, durante su estancia en
Cuba el Che siempre fue un dirigente muy “visible”, de modo que su ausencia
pronto fue notable para los amigos y, sobre todo, para los enemigos. No pasó
mucho tiempo sin que éstos últimos comenzaran a especular sobre su suerte.
Llegaron a decir de todo —que estaba enfermo, que había muerto, incluso; que
había sido purgado por discrepancias con la dirección del proceso
revolucionario y un largo etc. de barbaridades.
Durante largo tiempo, el Gobierno cubano soportó
aquella sucesión de calumnias para no arriesgar la misión que el Che quería
cumplir en Suramérica, tras el relativo fracaso en África. Pero, lejos de
disminuir, el tamaño de la bola fue creciendo. Mientras los enemigos de la
Revolución se regocijaban por algo que no había sucedido, no pocos amigos
comenzaron a creerse las mentiras por aquellos vertidas.
Era ya muy perjudicial aquella campaña sin
respuesta o explicación alguna a la opinión internacional por parte del
Gobierno cubano. La publicación de la carta resultó inevitable.
Fue Fidel el encargado de leerla. Y lo hizo el 3 de
octubre de 1965, durante su discurso pronunciado en el acto de presentación del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba, en el Teatro Chaplin de La Habana
—hoy Karl Marx—. Se cumplen 50 años, pues, de la publicación del histórico
documento.
Blog del autor: http://baragua.wordpress.com
Carta de despedida del Che a Fidel
Habana
Año de la Agricultura
Fidel:
Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando
te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la
tensión de los preparativos.
Un día pasaron preguntando a quién se debía avisar
en caso de muerte y la posibilidad real del hecho nos golpeó a todos. Después
supimos que era cierto, que en una revolución se triunfa o se muere (si es
verdadera). Muchos compañeros quedaron a lo largo del camino hacia la victoria.
Hoy todo tiene un tono menos dramático porque somos
más maduros, pero el hecho se repite. Siento que he cumplido la parte de mi
deber que me ataba a la Revolución cubana en su territorio y me despido de ti,
de los compañeros, de tu pueblo que ya es mío.
Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección
del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi
condición de cubano. Nada legal me ata a Cuba, sólo lazos de otra clase que no
se pueden romper como los nombramientos.
Haciendo un recuento de mi vida pasada creo haber
trabajado con suficiente honradez y dedicación para consolidar el triunfo
revolucionario.
Mi única falta de alguna gravedad es no haber
confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber
comprendido con suficiente celeridad tus cualidades de conductor y de
revolucionario.
He vivido días magníficos y sentí a tu lado el
orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la
Crisis del Caribe.
Pocas veces brilló más alto un estadista que en
esos días, me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones,
identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los
principios.
Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis
modestos esfuerzos. Yo puedo hacer lo que te está negado por tu responsabilidad
al frente de Cuba y llegó la hora de separarnos.
Sépase que lo hago con una mezcla de alegría y
dolor, aquí dejo lo más puro de mis esperanzas de constructor y lo más querido
entre mis seres queridos… y dejo un pueblo que me admitió como un hijo; eso
lacera una parte de mi espíritu. En los nuevos campos de batalla llevaré la fe
que me inculcaste, el espíritu revolucionario de mi pueblo, la sensación de
cumplir con el más sagrado de los deberes; luchar contra el imperialismo
dondequiera que esté; esto reconforta y cura con creces cualquier desgarradura.
Digo una vez más que libero a Cuba de cualquier
responsabilidad, salvo la que emane de su ejemplo. Que si me llega la hora
definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y
especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo
al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos. Que he
estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo
sigo estando. Que en dondequiera que me pare sentiré la responsabilidad de ser
revolucionario cubano, y como tal actuaré. Que no dejo a mis hijos y mi mujer
nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos
pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.
Tendría muchas cosas que decirte a ti y a nuestro
pueblo, pero siento que son innecesarias, las palabras no pueden expresar lo
que yo quisiera, y no vale la pena emborronar cuartillas.
Hasta la victoria siempre, ¡Patria o Muerte!
Te abraza con todo fervor revolucionario,
Che
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