Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
domingo, 11 de noviembre de 2012
El Congreso de PCCh ha generado mucho interés internacional.
Pero como sucede siempre, cada cual pone los ojos donde le interesa. No digo
con ello que los analistas de El País, por ejemplo, no sean objetivos en
lo que dicen, sólo digo que son interesados. No debe negársele la objetividad a
la percepción, lo que sí debe negársele es su neutralidad. Así concluiremos que
la percepción del mundo está mediada por los intereses económicos, sociales y
políticos del perceptor. Hay otro aspecto al que también me gustaría que los
lectores le prestaran atención: En la mayoría de los análisis
sobre el significado del XVIII Congreso del PCCH están ausentes los
conceptos estratégicos. Por conceptos estratégicos entiendo aquellos conceptos
que hablan de la caducidad histórica del capitalismo y del necesario
advenimiento del socialismo.
Desde 1978, año en que se inicia la reforma de la economía
china, Deng Xiaoping ya había advertido de la inviabilidad de un
socialismo pobre. Un socialismo basado en la escasez no podía tener atractivo
para las grandes mayorías sociales. Luego el socialismo debía ser rico. No
obstante, hay muchos intelectuales tanto de la derecha como de la izquierda
radical que siguen atados a los viejos conceptos, y creen que el verdadero
socialismo es el socialismo asceta. Y por causa del predominio de
estos antiguos conceptos hay analistas que erróneamente confunden altos
ingresos con capitalismo, como si los trabajadores no tuvieran derecho a
disfrutar de la riqueza que crean, como si los comunistas tuvieran que llevar
por principio una vida carente de disfrutes. El principio del socialismo es a
cada cual según su trabajo, no a cada cual según su necesidad. Luego si hay
personas que por su papel en la sociedad ganan hasta 50.000 euros mensuales, por
situar ahí el tope superior de los ingresos en concepto de trabajo, no por ello
se convierten en capitalistas. Y mucho menos esos ingresos deben ser
presentados como si fueran signos de corrupción. Porque esta es otra: desde que
estos analistas ven a una persona que militando el PCCh tiene un buen nivel de
vida, lo señalan como corrupto. Aquí no sólo hay percepción interesada, sino
también extrema superficialidad.
Tanto en el siglo XIX como hasta los años setenta del siglo
XX se pensaba que el socialismo era algo simple de construir. Se creía que
decretando la propiedad pública sobre los medios de producción y
sustituyendo las relaciones mercantiles monetarias por la planificación
económica, el socialismo sería una realidad en su pleno sentido y demostraría
su superioridad con respecto al sistema capitalista. Pero la experiencia
desmintió esta concepción: el mercado es un mecanismo económico muy superior al
plan para desarrollar las fuerzas productivas que un socialismo avanzado
necesita. Pero la cosa no quedó ahí: no sólo era necesario crear un socialismo
de mercado, sino también permitir la existencia del pequeño y mediano capital
nacional; y lo que iba a ser más decisivo: había que permitir que el gran
capital internacional se estableciera en el interior de la economía china.
Sucedió además que cuando China anexionó a Hong Kong no modificó su sistema
económico y tuvo que enarbolar la consigna “un país, dos sistemas”. Así que en
China, por una parte, predominan las relaciones mercantiles monetarias, y por otra,
las diversas formas de la economía capitalista han echado poderosas y profundas
raíces. Si ya Lenin advertía que el principio de a cada uno según su trabajo
era un principio burgués, mucho más desarrollo deben tener los derechos y
mentalidad burguesas en una economía donde predominan las relaciones
mercantiles monetarias. Esta penetración del mercantilismo y del capitalismo
es tan profunda que los dirigentes del PCCh no han tenido más remedio que
reconocer que China no se encuentra ni tan siquiera en la primera etapa del
socialismo, sino en la primera fase de la primera etapa del socialismo. Los
analistas que hacen uso de los conceptos estratégicos no deberían perder de
vista esta situación, ya que no se debe pedir de la realidad lo que no se
contiene en la realidad.
Yo voy más lejos. La izquierda radical europea no debe
esperar de China la solución socialista del mundo. El socialismo en un solo
país no es posible. Tampoco debe ser la alternativa el socialismo basado en la
escasez. Recordemos las palabras escritas por Marx y Engels en su obra La
ideología alemana: “El comunismo, empíricamente, sólo puede darse como la
acción coincidente o simultánea de los pueblos dominantes, lo que presupone el
desarrollo universal de las fuerzas productivas y el intercambio universal que
lleva aparejado”. Esto debe quedar claro: el socialismo sólo será una realidad
en el pleno sentido de la palabra cuando se dé de forma coincidente en la Unión
Europea, en EEUU y en China. No se puede seguir albergando la ilusión de que un
solo país y de forma aislada, por ejemplo Venezuela, cree un sistema socialista
superior al sistema capitalista.
Hablemos ahora de la corrupción. Todo lo que sucede se puede
decir de distintos modos. No cuestionamos la objetividad de las opiniones vertidas
en los medios de comunicación occidentales respecto de la corrupción que azota
a China, sino su pretendida neutralidad. En todos los lugares donde se produce
crecimiento económico y predominan las relaciones mercantiles monetarias y las
relaciones capitalistas de producción, la corrupción es inevitable. España con
su boom inmobiliario y su crecimiento turístico en la costa es un buen ejemplo
de esto que afirmamos. La corrupción que hay en China no es un fruto de las
relaciones socialistas de producción, sino de las relaciones capitalistas de
producción. Por otro lado, como el PCCh es el partido mayoritario y sus
principales líderes ocupan los cargos directivos del Estado, mayoritariamente
los corruptos pertenecerán a las filas del PCCh.
El modelo económico chino de los últimos treinta años se ha
basado en la mano de obra barata y en la exportación. Y justamente han sido los
bajos costos laborales lo que ha atraído masivamente al capital internacional.
No ha sido el socialismo el que ha explotado cruelmente a los trabajadores
chinos sino el gran capital proveniente fundamentalmente de Occidente. Así que
no sé a qué viene esa mirada de asombro y de preocupación de los mandatarios
occidentales cuando son los propios miembros de las clases que ellos representan
los que pueden obtener en China muchos mayores beneficios que los que pueden
obtener en sus propias naciones. Afortunadamente ese periodo ha empezado a
cambiar: los salarios de los trabajadores chinos han experimentado un
importante incremento en los últimos años. Hasta el punto que dos importantes
empresas españolas, por poner un ejemplo cercano, han vuelto a España. Los
gobernantes chinos quieren fortalecer el consumo interior, lo que implica la
necesidad del incremento de los salarios, y quieren que para 2020 China se
convierta en una sociedad modernamente acomodada. Esto además de representar
una notable mejora en el bienestar de la sociedad china, representa una
disminución de la competencia entre todos los trabajadores del mundo. Y eso es
una buena noticia. Espero que el gran capital, tanto el internacional como el
nacional, no gane más terreno dentro de la economía china, que los principios
del socialismo, aunque adaptados a los tiempos modernos, sigan primando en los
dirigentes del PCCh, y que los conceptos estratégicos de ámbito económico
social ganen terreno dentro de la dirigencia de la Unión Europea.
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