Cuando la piñata favorita
era objeto de un vendaval de libelos de los pro activos de la desactivación. Aparece
inesperadamente en el ciberespacio un ilustre desconocido. El hombre irrumpe un
veinte de setiembre ¡cuál Pegaso sobre un aprisco atiborrado de carneros! Y los
carneros desconcertados, no saben cómo proceder. ¿Quién o qué extraña
encarnación era el insólito personaje? ¿Qué hacer? ¿A dónde ir o simplemente
hacerse el longui? Instintivamente los topes, manotazos y patadas no tardaron
en salir a relucir pero sin orden ni dirección. Borreguilmente acostumbrados a
tomar como blanco de sus embestidas la biografía de sus “enemigos” no
encontraron, finalmente, más argumento que colgarle el sambenito de
¡revisionista!
Pero, veamos una pequeña
muestra de los interminables ríos de bits (lea el buen entendedor: excreciones
de hígado de una parte y ecuanimidad de la otra), que proliferan en el
ciberespacio.
Batalla de ideas o ataque a personas
Santiago Ibarra: «Señor Leyva, ya se lo han dicho: si usted no
da su verdadera identidad quedará como un pobre mentiroso y un triste cobarde.»
Un tal Raúl Ticona lo
secunda: «Una cosa me llama poderosamente la
atención, me sorprende altamente, me deja estupefacto. Pese a los constantes
pedidos de los compañeros Daniel Chumpitaz, Jaime Lastra y Santiago Ibarra que
el señor Eusebio Leyva diga cuál es su verdadera identidad. Haga el favor de dar su verdadera identidad señor Leyva, por respeto a los
foristas. Ya se lo han pedido (aunque sea indirectamente) en varias
oportunidades. De otra manera usted quedará como un pobre mentiroso y
un triste cobarde.»
Algo después el mismo Ticona reitera: «Mi
interpelación a usted, es que de una vez por todas, y sin piruetas, revele su identidad al movimiento. Haga todo lo que sea necesario y
suficiente para que en el movimiento se sepa bien quién es usted.»
Santiago Ibarra vuelve a lo mismo como disco rayado: «yo
le dije a Leyva: "Yo no soy ningún miedoso señor Leyva. Pero, usted sí:
nadie lo conoce en el movimiento, y desde que iniciara sus infecundas
intervenciones, en fecha 20.09.12, es decir, hace 36 días, no ha revelado su
identidad, a pesar de la interpelación que en este sentido ha sido objeto en
más de una oportunidad." Ya han transcurrido 38 días, y Leyva sigue sin
dar su identidad. ¿Quién es el miedoso entonces?»
Eusebio Leyva no
se calla: «Oiga señor Raúl Ticona, así como usted no me conoce, yo a usted tampoco lo
conozco, como se dice en criollo, "ni en matanza de perros", así que
para qué tanto brinco si el suelo está parejo. ¿Nunca escuchó el nombre
Eusebio? ¿Nunca oyó mentar el apellido Leyva? ¿Qué de raro hay en el nombre Eusebio
Leyva que tanto escozor le causa?... tal vez, la impotencia que siente al
asociarlo con el penoso papel, papelón diría, que están escenificando
los "agonistas del socialismo".»
Finalmente, Eusebio
Leyva, responde al interrogatorio de tontos
de capirote porque ni siquiera llegan a bedel de algún servicio de
“inteligencia”: «qué cosa quiere el señorito Ibarra para satisfacer su curiosidad
revolucionaria: ¿una fotografía mía CALATO??? o se contentaría con una copia
del DNI, legalizada y autentificada por notario?»
Y para terminar de amolar a los Caballeros de la
Santa Cruzada Anti revisionista, interviene otra persona, a la cuál seguramente
también acusaran como mínimo de parcializada.
Juvenal
Luna: «Si el señor Leyva o como se llame no desea dar a conocer su
verdadera identidad, es un problema solo de él. No tienen que obligarlo. Si no
lo quieren leer lo saludable sería ignorarlo o marcar como correo no deseado y
listo. En muchos casos de los agregados a este foro, que no deseo leerlos
simplemente los marco como no deseados y listo. Déjense de "estar haciendo
hígado" y punto. Salvo mejor opinión.»
A todo esto que nos
dice Gustavo Pérez, un revisionista, como pocos. Revisionista porque estudia la
experiencia de las generaciones pasadas para
encontrar respuestas a los problemas del presente. El escribe, los Caballeros
de la Santa Cruzada, que no se amarran la lengua, ahora dirán como buenos
cruzados:
Llegaron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son mas que los buenos.
Una apostilla mínima
Los Caballeros de la Santa Cruzada son de
los que dicen nosotros somos los buenos;
nosotros ni más ni menos. A propósito de este tipo de gente, Lenin solía comentar, que la
historia gusta de la ironía, que la vida se complace en hacer bromas a la
gente, que uno va a una habitación y se encuentra en otra. “En la historia
–dice- esto les ocurre sin cesar a los hombres, grupos y tendencias que no han
entendido, que no han comprendido cuál es su verdadera esencia, es decir, hacia
qué clase tienden en realidad (y no como ellos se imaginan).”
Pues sí, así es la vida (y lo decía
Lenin que jamás perdió el tiempo, en discusiones desvinculadas de la lucha de
masas y menos por una coma o un guión). Una cosa es lo que las personas piensan
de sí mismas y otra lo que su actuación dice. El ilustre desconocido tiene el mérito de haber
obligado, tal vez sin quererlo, que “unas preguntas de lo más elementales” desaten
una guerrita electrónica. Y en el curso de la batalla, heridos los Caballeros de la Santa Cruzada, muestran lo que
realmente representa su doctrinarismo libresco: un obstáculo, una traba, un
estorbo, para la organización de las fuerzas sociales.
El lector podrá observar la caballerosidad con que se tratan los
personajes de esta intríngulis: señor para acá, señor para allá. Eusebio Leyva
pese a ser calificado pobre, triste,
mentiroso y cobarde no pierde la compostura ni la cortesía con el hijo de
su padre. A sabiendas que del
buen trato muchas veces nace el ingrato. El mozo imberbe
insiste e insiste, exigiendo que se desbautice, declarando que no es quien es
sino quien él desea que sea. Sabemos que la paranoia está a un paso de la
locura pero también es resultado de una enfermedad en política. Al doctrinario,
al dogmático, al fanático, al sectario, al fundamentalista, no le cabe en la
cabeza que los personajes o las cosas no sean como ellos lo imaginan. Por
tanto, tienen que demostrar COMO SEA que es como ellos lo creen. Allí está la
razón de tanta insistencia, de tanta machaconería, en que el adversario no es
quien es, como si importara mucho QUIEN ES en un debate de IDEAS. Y allí está
la raíz de su ideismo como filosofía y la metafísica como método de análisis.
Un debate de ideas, para marxistas y
leninistas de todas las latitudes, tiene como centro los problemas y soluciones
a la organización de la resistencia al capitalismo. En modo alguno, la biografía
de los adversarios ni las flatulencias de tal o cual personaje. El élan vital
de los socialistas es la organización de la lucha de clase; es decir, la organización
de los de abajo para combatir el orden
social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes.
En cambio, la concepción individualista pone el acento
en el sujeto de la historia. Por eso, los fariseos del socialismo, miran la historia con la lupa del yo-yo como
si la historia la hicieran los individuos a lo Plejánov. Incapaces de
elevarse una pulgada, repiten y repiten lo dicho por las generaciones pasadas,
y pretenden alzarse sobre los desechos y la ruina de los demás. Obsesivamente
persiguen a sus adversarios como si la vida se les fuera en ello. Y es que para
ellos los soldados, y no las organizaciones, son los culpables de todos los
males sociales. Para estos organizar la
resistencia al capitalismo NO es primordial; importante, en cambio, SI es atacar
a los ex compañeros de viaje, escudriñando obsesivamente los errores o en todo
caso inventándolos. Así vemos a los Caballeros
de la Santa Cruzada hablar a nombre del
colectivismo, de la idea socialista; pero, sus hechos prueban lo contrario,
actúan como vulgares individualistas, adoradores del yo-yo. El sello de clase
emerge por todos los poros de estos despistados que creen ir a la
habitación socialista; pero, en realidad se encuentran en otra, la habitación
de los liberales. “Lo importante –concluye
Lenin el razonamiento mencionado líneas arriba– es cómo la historia y la
política desenmascaran a los grupos y
tendencias y revelan el carácter burgués oculto detrás de sus frases
«seudosocialistas» o «seudomarxistas».”[1]
La obra de Lenin se
defiende sola. No necesita abogados de medio pelo. La vitalidad del leninismo
es la vitalidad del marxismo. Mariátegui señaló en su tiempo que Lenin es el restaurador más enérgico y
fecundo del pensamiento marxista. Para Lenin no había
metas imposibles, sólo hombres incapaces. Hoy, en plena crisis terminal del capitalismo,
emulemos su ejemplo y pongamos en tensión todas nuestras fuerzas Tejiendo
la Red con sus urdimbres y tramas. Y dejemos a
los incapaces con sus murmuraciones e intrigas.
En el trabajo
político tenemos que seguir a José Carlos Mariátegui y César Vallejo. Este
último decía: Confianza en muchos, pero
ya no en uno; en el cauce, jamás en la corriente… y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo. Ese es
el punto: confianza en muchos, porque de ellos saldrán los nuevos José Carlos;
y, confianza en ti sólo, porque una partícula puede atraer y poner en
movimiento a muchas partículas. La partícula aislada es incapaz de hacer historia. Así se
reinventan los organismos en la naturaleza y en la vida social. Las partículas
afines, en el gran caos de la naturaleza y la sociedad, se aproximan para dar
vida a formas superiores de organización. Es decir, sólo en el trabajo de masas
(en el caos de los mercados) se podrá encontrar a los próximos, aquéllos
elementos afines, que pueden constituir la base de una organización superior.
Y
es que el trabajo político va de lo simple o singular a lo complejo o general
porque se trata de articular las partículas dispersas en la gran red del
socialismo peruano. De otro modo, cómo podría construirse el hormiguero sin las
hormigas representativas de cada sector productivo – social – poblacional. Sólo
así podremos construir una red que sea termómetro del estado de ánimo de la
población en sus diferentes estamentos y, a la vez, vanguardia de la clase
trabajadora. Entonces, ¡Preparar la organización es la voz de orden
del presente!
Tacna, 01 Noviembre 2012
Edgar Bolaños Marín
[1] Lenin, Los métodos de la intelectualidad burguesa
en su lucha contra los obreros, Ob. Completas, tomo XXI, junio 1914, Pág.
378
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