Nota Breve
Dedicado a un parásito que se resiste a volar con alas
propias. Volvemos a difundir un pequeño opúsculo que circuló entre pocos activistas del socialismo peruano.
T. 13 noviembre
2012
Edgar Bolaños Marín
Vivo en conversación con los difuntos/
y escucho con mis ojos a los muertos.
Así escuchamos a don Francisco Gómez de Quevedo y Villegas (1580-1645). Pero,… ¿es lógico ese modo de entender la relación
entre vivos y muertos? Ver, escuchar, conversar, esto es, leer, tiene en el príncipe
de los líricos una connotación histórico-natural. Vista, oído y lengua. Tres
sentidos que superando la limitante (tacto) fusionan el pasado con el presente.
El hombre actual conversa
(diálogo activo: preguntas y respuestas) con hombres de otras épocas. Lo aparentemente absurdo se revela como inteligible
porque señala procesos ineludibles para la supervivencia de la especie (continuidad
en la discontinuidad de la progenie).
La vida se prolonga en los muertos porque
los muertos hablan a través de sus obras. Si repasamos la historia universal,
observaremos que el éxito de la especie humana reside en que se sirve del
consejo de los muertos. Desde tiempos inmemoriales el hombre avanza conversando y escuchando[2] a las generaciones
extintas. La
lectura es un hecho activo y no pasivo. El hombre conserva y niega algo de la palabra viva de
los difuntos porque fecunda o corrige
sus
“asuntos” o problemas actuales.
Pero, como ésta no es cualquier plática ni
mucho menos cualquier oída. Entra en escena la figura literaria del parásito y
el huésped. En lo espiritual como en lo material. Todo parásito vive del
huésped en una relación unidireccional de alimentación. Pero, esta relación no
indica una prescindencia futura inevitable del parásito. La vida enseña que no
existe parásito sin huésped ni huésped sin parásito. Pues, ambos, son
absolutamente indispensables para un desarrollo social que se despliega en medio de
contradicciones y a través de
contradicciones.
Uno de los principios de la biología dice
que la evolución tiende hacia el aumento de la potencia reproductora. Hombre
que se deja matar fácilmente por bacterias o parásitos es un hombre mal
adaptado, no vive lo suficiente para reproducirse. Y una bacteria que mata a su
huésped es una bacteria mal adaptada, igualmente. Porque todo parásito que mata
a su huésped es un ser defectuoso. Cuando el huésped muere, él ha de morir
también. Los parásitos perfectos son los que pueden vivir del huésped sin
matarlo. En el mundo del capital, el burgués (parásito) vive del obrero
(huésped). Y éste parásito es imperfecto porque pretende liberarse del obrero. (La
robótica, sueño burgués para sustituir a los trabajadores. Pero, los robot no
producen plusvalía con lo que se valida un antinatural propósito burgués.) Se
puede prescindir del burgués en un sistema productivo superior. Pero, no se
puede prescindir de la figura del parásito. En el mundo hay parásitos y
parásitos.
Pero, veamos. En nuestro entorno existen
parásitos que toman estas observaciones con malos ojos. Atendamos la razón de
la sin razón. Un parásito sufre, se ofende y protesta porque otro parásito
califica de parásito al parásito de sus amores. ¿Es absurdo este modo de
proceder? ¡No! ¡Qué va! Todo lo
contrario ese proceder es hasta natural. Pero, aquí cabe hacer una distinción.
Al hombre-masa las pasiones lo
estimulan hacia construcciones del porvenir o lo atan al pasado que se niega a
morir. Al hombre solitario, enfermo
de individualismo, las pasiones lo enceguecen, le nublan el entendimiento y
tuercen la razón. Donde hay dialéctica sólo ven metafísica.
Orden capitalista. Hombres y parásitos
conviven con o sin fines de lucro. Hombres y parásitos pugnan por la hegemonía
sistémica. Hombres y parásitos se distinguen en el trabajo y por el trabajo
(unos trabajan y otros viven del trabajo ajeno). Sin embargo, en la naturaleza
como en la sociedad no todo parásito es una rémora. Por ejemplo. Si observamos
la interacción dialéctica, aprendizaje – enseñanza, todos, absolutamente todos,
en algún momento de nuestras vidas hemos sido o seguimos siendo parásitos de
uno o varios personajes que nos han antecedido en el andar. Todo parásito vive
del huésped. Los marxistas somos parásitos de los maestros de la clase obrera.
Y mientras no agarren vuelo propio no dejarán de vivir del huésped. En la
comunicación literaria o científica. El discurso del parásito hace suyas
(incorpora) las palabras (pensamiento, logros o resultados de gestión) del
huésped dentro de la arquitectura de su discurso (elimínese las referencias
bibliográficas y tendrán una alocución muy “original”).
Al comenzar el siglo. Las pasiones salen a
relucir entre parásitos; pero, uno no es un vulgar piojo y el otro nada tiene
que ver con una molestosa ladilla. Pues, hay parásitos y parásitos. Unos, son indispensables para la vida
y salud del huésped. Verbigracia, Lenin y JCM fueron parásitos de Marx como
Einstein de Newton. Otros, en
cambio, son rémoras (carroñeros) que absorben la energía del huésped y, por
tanto, son desechables. Pero, ¡cuidado!, el parásito escolástico (Magíster Dixi) que se corresponde con el parásito intolerante
(los que reaccionan “con exceso contra
los que no se deciden a seguir, sin reservas, la misma vía”.[3])
son productivos no sólo como reactivos. Son productivos porque, como todo,
evolucionan (crecimiento intelectual). Y mientras éste crecimiento no se
transforme en involución seguirán siendo factor de desarrollo. Sólo así se
puede entender la actuación de Martínez de la Torre como Eudocio Ravines en los
años aurolares de socialismo peruano.
Ahora bien. El tránsito de parásito a huésped es un asunto
de crecimiento intelectual. El parásito durante un largo período, cuál crisálida,
se va transformando en huésped; pero, el potencial huésped, hasta el fin de sus
días, seguirá sirviéndose de las fuentes (como punto de apoyo) a las cuales
debe su inspiración[4]. En este
proceso como el pensamiento tiene una necesidad estricta de rumbo y objeto. Y pensar
bien es, en gran parte, una cuestión de dirección o de órbita.[5] Sin
embargo, el libre pensador cree en su autonomía conceptual. Pero, contrariamente
a lo que él piensa, parece ser gobernado por una ley natural. En la relación
entre voluntad y determinismo. El desarrollo del pensamiento, en última
instancia, se reduce a un problema de fe. Por eso, José Carlos recuerda las
palabras de Bernard Shaw: “Karl Marx hizo de mí un hombre; el socialismo hizo
de mí un hombre”.
La maestría de la pluma del cholo Vallejo relaciona ciencia,
sentido común y fe:
Confianza en el anteojo, nó en el ojo;
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el ala, nó en el ave
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
en la escalera, nunca en el peldaño;
en el ala, nó en el ave
y en ti sólo, en ti sólo, en ti sólo.
Un barrista que le entra a comentarista con
todo derecho dice: “Es
francamente una verdadera bajeza el comentario que reproduzco abajo: su autor,
fingiendo equilibrismo, suelta un insulto al camarada Ibarra, a quien,
repitiendo los insultos de García, llama "parásito". Verdaderamente
asqueante, absolutamente repudiable.” Pero… el ojo no siempre tiene la razón. El ojo engaña,
observa lo que desea observar. El anteojo define, aclara, lo que el ojo no
logra precisar. El anteojo es al marxismo, a la dialéctica como método. El ojo
es al sentido común, a la metafísica como procedimiento.
Ser marxista es el que sigue el punto de
vista, método y posición de los fundadores del socialismo proletario. Ni más ni
menos. Y, ser marxista en el Perú es continuar la sinfonía inconclusa de José
Carlos Mariátegui. Sólo la dialéctica de la ortodoxia dentro de la heterodoxia puede
llevarnos a nuevas cumbres en el desarrollo del marxismo (superación que
conserva lo negado). ¡ Ita est !
“¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo, y
Perú al pie del orbe;
yo
me adhiero!”
01-04 / Enero / 2008
Edgar Bolaños Marín
[1] En octubre de 1991 un hato de estreñidos escribanos
estrenan Parásito & Huésped,
Revista de Cultura, Tacna – Perú. En su Editorial estampan éstas premonitorias
palabras: “pujamos entre los libros y sus fantasmas”. En aquél entonces, su
inspirador de rancio abolengo y lanar estirpe, don Segundo Urbano Cancino de
Ticona y Morales, apenas balbuceaba y en su “media lengua no se manifestaban
los sonidos”. Compensando las carencias garabateaba unas cuartillas, con la
metafísica en la diestra. Y, ¿en la siniestra? Ese es el cuento. Eyectaba,
depositaba, evacuaba, su histriónico Editorial. Acontecimiento que damos cuenta
en esta breve nota y que a la letra corrige: “LECTOR, tú eres un incorregible
huésped: ¡Bebe! ¡Lee! ¡Goza!” De tal modo, nuestro didáctico parásito muta su
composición químicamente pura en huésped y de huésped pasa a parásito y así
hasta el fin de los tiempos.
[2] Se conversa
y escucha con los ojos desde la invención de la escritura. Antes
de esto el oído cumplía un rol muchísimo más importante.
[3] JCM, Amauta
Nº 20, Enero 1929, Necrología, Julio
Antonio Mella.
[4] En el verano de 1976 la salud de Mao Zedong se fue
deteriorando progresivamente. Los últimos meses de vida los pasó en cama y
rodeado de libros de marxismo en los cuales buscaba respuestas para los
problemas del socialismo en China.
[5] JCM, Defensa del
Marxismo, Tomo V, Pág. 105
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