Entrevista a Roberto Patiño, Canciller de Ecuador
9-11-2012
Nacido en Guayaquil, en 1954, el
economista Ricardo Patiño es uno de los hombres fuertes del Gobierno
ecuatoriano que preside Rafael Correa. En 2007, tras ganar las elecciones, le
acompañó como ministro de Economía, convirtiéndose en uno de los impulsores de
la renegociación de la deuda. Ahora, se encarga de las relaciones exteriores
del país latinoamericano.
Tras participar en la Cumbre
Iberoamericana celebrada el fin de semana en Cádiz, Ricardo Patiño acompañó
ayer a Rafael Correa en un acto con emigrantes ecuatorianos celebrado en
Madrid. El canciller se muestra cauto y respetuoso con la cortesía diplomática
a la hora de «dar consejos». Sin embargo, no oculta su satisfacción por los
resultados de una política económica que ha logrado grandes avances partiendo
de una auditoría sobre su deuda externa.
En un contexto de crisis internacional, la
economía ecuatoriana crece al 8% mientras pone en práctica políticas basadas en
la redistribución de las riquezas. ¿Se han convertido en la alternativa a un
modelo caduco?
Las políticas neoliberales fueron un rotundo
fracaso en América Latina. Ese rotundo fracaso nos despertó. Este es el siglo
del despertar de América Latina después de habernos hecho tanto daño. No solo
eran las políticas, sino también sus representantes, que eran fundamentalmente
el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Hemos encontrado otra
salida en el camino inverso, basado en la definición de políticas públicas, la
recuperación del rol del Estado, la acción colectiva y la comprensión de que el
mercado no puede ser amo de la sociedad.
Las recetas de austeridad y dominio de los
mercados están siendo aplicadas a rajatabla en Europa. Sin embargo, ustedes
rompieron con el FMI y el Banco Mundial.
El mercado es una realidad, nadie lo
niega, pero no puede ser el que manda sobre la sociedad. Es la sociedad la que
debe regularlo. Esta es la comprensión distinta del funcionamiento de la
sociedad y del rol del Estado que estamos aplicando en América Latina con tanto
éxito. Una de las más importantes decisiones que tomamos para lograr el crecimiento
económico y la justicia social en la que estamos avanzando, fue desprendernos
de la acción y la influencia absolutamente desastrosa del FMI y el Banco
Mundial. Yo era ministro de Economía y, antes de comenzar incluso a gobernar,
vinieron a buscarme. Después de los chantajes terribles que ya me esperaba les
dije «váyanse por esa puerta, que no queremos hablar con ustedes». Les debíamos
15 millones de dólares y se los prepagamos para no tener que verlos siquiera. Y
el FMI nunca más volvió a nuestro país. No se imaginan qué libres somos ahora.
Posteriormente, el presidente expulsó al representante del Banco Mundial. No sé
pueden imaginar cuánto bien nos ha producido el hecho de que ellos ya no estén
perjudicándonos e interfiriendo en la definición de nuestras políticas
económicas. Hemos recuperado el control de los recursos naturales, renegociado
una parte muy importante de la deuda externa, estamos optimizando los recursos
de los que sí que disponíamos, pese a que nos queríamos convencer de que no los
teníamos y que se necesitaba deuda e inversión extranjera de cualquier tipo.
Cobramos nuestros impuestos, porque ya no es la oligarquía la que manda, sino
representantes del pueblo. No tenemos ningún banquero manejando la ruta
monetaria o el banco central. Esa libertad con la que funcionamos nos ha
permitido inversión pública. Y la hemos dedicado a la infraestructura, a la
obra social, a las políticas de inclusión. También eso ha permitido que
tengamos una economía en crecimiento. Todavía es frágil, todavía no está
suficientemente consolidada, pero está en rumbo del crecimiento, tanto en el
punto de vista cuantitativo como al reducir los pésimos indicadores sociales
que teníamos.
Ha mencionado la cuestión de la deuda.
Actualmente, se trata de un elemento que está ahogando la economía del Estado
español. ¿Ha podido aprovechar la cumbre para dar algún consejo a Madrid?
No podemos dar consejos, pero sí que hemos
comentado lo que hacemos, porque puede ser que esa experiencia le sirva a
cualquier otro gobierno. Nosotros realizamos una auditoría de la deuda externa.
Porque el endeudamiento, al menos en el caso de América Latina, era
absolutamente ilegítimo. Y tampoco era visible, porque los contratos eran
secretos. Existe un terror hacia el sistema financiero internacional, y tenemos
que liberarnos. Nosotros, país pequeño pero digno, hicimos la auditoría.
Teníamos sospechas, y se confirmaron. Comprobamos qué barbaridades se habían
hecho, tanto para la contratación como para la renegociación de la deuda, en
beneficio del capital financiero. El país quedó espantado. Esto ocurriría con
todos los países del mundo.
¿Cuál fue la respuesta de los bancos? En
Europa se ha extendido la idea de que no existe salida al margen de las
obligaciones de la deuda y de las políticas de austeridad.
Tomar esta medida exigía también valentía.
Porque si descubres algo, tienes que actuar, tal y como hizo Correa, que
anunció que no seguiría pagando. Después de analizar las circunstancias dijo
«estoy dispuesto a recomprar esos papeles ilegítimos hasta en un 35%. Los que
me vendan estos papeles por debajo del 35% los compro». No podemos dejar de
reconocer que también el país tenía cierta responsabilidad. En muy poco tiempo,
todos esos banqueros llegaron con sus papelitos. Ahora estamos liberados, nuestra
deuda es insignificante, el 14% del PIB, algo manejable. Por poner cifras
redondas, antes utilizábamos 3.000 millones de dólares en servicio de la deuda
y 1.000 millones en salud, educación, inclusión o vivienda. A los pocos años,
3.000 a lo social y 1.000 a la deuda.
Muchos de sus compatriotas que llegaron al
Estado español a buscar trabajo se ven ahora atrapados por los desahucios y las
hipotecas. ¿Cómo valora la reforma del Gobierno español?
Tenemos que respetar la libre
determinación del Gobierno español y reconocemos que es un paso positivo,
aunque no sea suficiente. Las decisiones que hemos tomado en nuestro país ponen
por encima al ser humano con respecto al capital. En Ecuador la ley también
decía que si la garantía (la vivienda) no cubriera el valor del préstamo, el
ecuatoriano debía de seguir pagando. Cambiamos la ley. La gente debe de poder
seguir viviendo en sus casas. No fue culpable de perder el empleo ni de la
crisis financiera ni de la burbuja inmobiliaria. No deberían de pagar las
consecuencias. Si en algún momento el capital tiene que pagar algún efecto de
la crisis, que lo haga.
En febrero celebran elecciones
presidenciales. ¿Qué efectos tendrán en el futuro político del país y en el
proceso de integración de América Latina?
La integración latinoamericana va por buen
camino. No digo que sea fácil. Hay todavía mucho colonialismo ideológico, mucho
vasallaje intelectual. Aunque también se ve con mucho potencial. Hemos
entendido que debe ir por encima de las diferencias políticas, que las hay. No
obstante, el hecho de que haya muchos gobiernos progresistas favorece, ya que
estos tienen mayor voluntad de integración. Sobre nuestras elecciones, el
pueblo ecuatoriano tiene en su mano decidir si seguimos con el proceso de
transformación revolucionaria o si vamos por otro camino. Si el pueblo decide
volver a votar por el presidente Correa, seguramente vamos a radicalizar el
proceso, porque todavía no hemos dado todos los pasos para conseguir una
sociedad de justicia y de progreso, además de seguir fortaleciendo el proceso
de integración.
«Assange lleva cinco meses en condiciones
infrahumanas»
La decisión del Gobierno de Ecuador de
otorgar el asilo al fundador de Wikileaks, Julian Assange, ha motivado los
desencuentros con Gran Bretaña, que se niega a dar el salvoconducto para que
este abandone la embajada de Londres. ¿Siguen negociando? ¿En qué punto se
encuentra el conflicto?
Seguimos dialogando. En septiembre tuvimos
una reunión con el canciller británico en Nueva York en la que nos entregaron
su respuesta a nuestra solicitud de salvoconducto. Esta respuesta, por
supuesto, no nos satisfizo, por lo que nosotros hemos contestado jurídicamente,
justificando plenamente los fundamentos de nuestra decisión y planteando que no
solo hay razones basadas en el derecho y las convenciones internacionales para
el asilo, sino también humanitarias. Cuando se elaboró la declaración de los
derechos humanos, el Gobierno británico es el que insistió en la fórmula «todo
ser humano tiene derecho a solicitar y disfrutar del asilo». Y vencieron.
Ahora, que lo cumplan.
¿Cómo se encuentra actualmente Assange? Ya
han pasado cinco meses desde que fue acogido en la embajada.
El señor Assange está sufriendo el asilo y
lamentamos que así sea. Ya lleva cinco meses viviendo en condiciones
absolutamente infrahumanas. Eso es una tortura. Y no está demostrado que
cometiera ningún delito. Porque otra cosa sería que hubiese delinquido, pero lo
único que hay contra él es el inicio de un juicio, que todavía no comienza. Su
derecho a una vida digna, al asilo, a vivir con su familia, está siendo
conjurado por la decisión lamentable del gobierno británico de no conceder el
salvoconducto. Esta situación es muy grave, y cuanto más tiempo pase, más grave
puede ser. Los derechos humanos están siendo conculcados y no es justo ni
legal. A través del embajador británico, que recientemete retiró sus
credenciales, he vuelto a pedir una reunión con William Hague para volver a
hablar del tema. La situación se puede agravar en cualquier momento. ¿Qué vamos
a hacer entonces? Por eso, quiero insistir, cordial pero firmemente, al
Gobierno británico, sobre que es necesario que reconsideren su posición.
Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20121119/373415/es/Es-sociedad-que-debe-regular-mercado-no-reves/
http://www.rebelion.org/
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