En este sentido, se sabe
que existen genes reguladores susceptibles de encenderse únicamente si reciben
determinadas señales medio ambientales, de tal modo que en gran medida la
generación de conexiones sinápticas y rutas neurales no se hallan previstas en
el diseño básico sino que son propias de cada individuo en relación a la
experiencia vivida.http://neurocognicionyaprendizaje.blogspot.pe/2013/08/la-importancia-del-ambiente-en-el.html
Colectivo
Sábado 26 de diciembre de 2015
Introducción
Los ideólogos y políticos conservadores han tratado
de justificar el capitalismo usando las ciencias biológicas con el objetivo de
legitimar su sistema de clases y de explotación. Según estos ideólogos, muchos
comportamientos humanos no son consecuencia directa del contexto social o
interpersonal en el que viven las personas, o de la interacción entre una base
genética que no tiene expresión si no es bajo la influencia de experiencias
sociales determinantes, sino que tienen un origen “biológico” exclusivo
derivado del funcionamiento de los genes.
Las declaraciones del origen genético de muchos
aspectos del comportamiento humano tienen una larga y desprestigiada historia
que data del movimiento de la eugenesia de principios del siglo XX, y que
actualmente están respaldadas por el desarrollo de la genética. Esta visión ha
sido claramente refutada desde la ciencia /1. Recientemente, un estudio
de Gómez-Robles y colaboradores, publicado en la revista Proceedings of the
National Academy of Sciences (PNAS)/2, ha demostrado que la
organización del cerebro de los seres humanos no está determinada genéticamente
–a diferencia de lo que observaron en chimpancés/3–, y de ahí su
flexibilidad para recibir las influencias del entorno social (ver resumen
abajo). Según explicó Aida Gómez-Robles, “la genética... no es un factor tan
importante en la organización cerebral del humano, en comparación con el
chimpancé... Hemos observado que nuestro cerebro es mucho más sensible a las
influencias ambientales, y dicha propiedad anatómica facilita la adaptación a
un ambiente en constante cambio, que incluye nuestro contexto social y cultural”.
Estos hallazgos permiten entender, por ejemplo,
cómo la pobreza impide el desarrollo intelectual también a partir de su
influencia negativa sobre el desarrollo cerebral, tal como han documentado
recientemente Nicole Hair y colaboradores en la revista médica JAMA
Pediatrics/4. José María Bermúdez de Castro, paleoantropólogo,
codirector del Proyecto Atapuerca, escribe sobre las implicaciones de estos
hallazgos.
Genes y ambiente: la construcción de nuestro
cerebro y de nuestra mente
José María Bermúdez de Castro
Desde hace mucho tiempo sabemos que todos los
caracteres observables a simple vista en cualquier especie (su fenotipo) tienen
un componente genético y un componente ambiental (externo o interno del propio organismo).
Lo mismo podemos afirmar del comportamiento. Pero, ¿podemos conocer cuánto
influyen los genes y el ambiente en la determinación de un carácter observable
y/o medible? La heredabilidad se define precisamente como la cuantificación del
genoma en la manifestación fenotípica de los caracteres. Por ejemplo, podemos
preguntarnos cuanto influyen en la estatura los genes y el medio ambiente en el
que se desarrolla un niño o una niña. Es obvio que, en condiciones favorables,
los padres de elevada estatura tendrán hijos altos. Si la calidad de vida es
buena, no aparecen enfermedades graves, etc. será difícil que los hijos de
padres altos tengan una estatura inferior a la de sus progenitores. Pero si el
desarrollo de los hijos se produce en circunstancias muy desfavorables es
seguro que no alcanzarán la estatura de sus padres. En este carácter resulta
muy evidente que la heredabilidad no es elevada.
Una vez explicada esta cuestión, que seguramente ya
será conocida por la mayoría de los lectores, contaré los resultados obtenidos
por la investigadora Aida Gómez Robles (Universidad George Washington, USA) y
otros científicos de los Estados Unidos acerca de la heredabilidad del cerebro
y de la mente humana. Esos resultados han sido publicados en la prestigiosa revista
PNAS de la Academia de Ciencia de USA. Antes de nada, quiero presumir de que
esta investigadora realizó su tesis doctoral bajo la dirección de quien escribe
y de la Dra. María Martinón (University College de Londres). Pero, sobre todo,
quiero lamentar que todo el esfuerzo realizado por sus padres, profesores y
tutores (incluido el económico) está siendo aprovechado por una universidad
norteamericana, para mayor gloria de un país que apuesta por la ciencia como
motor económico. Aquí no había oportunidades para que Aida prosiguiera con su
brillante carrera profesional. Nuestra “cultura científica” está muy lejos de
lo deseable.
Para estimar la heredabilidad de los caracteres se
utilizan individuos que comparten los mismos genes (gemelos monocigóticos) o bien
su genoma es muy similar (gemelos no monocigóticos, hermanos, etc.). Aida y sus
colegas estudiaron el cerebro de 218 seres humanos y 206 chimpancés, de los que
obtuvieron magníficas imágenes de resonancia magnética (MRI). Este método es
inocuo. A diferencia de los Rayos X la obtención de imágenes mediante el MRI no
irradia a los pacientes. Además, las imágenes digitalizadas tienen una calidad
extraordinaria y puede estudiarse hasta el último detalle de un cerebro. Aida y
sus colegas seleccionaron diferentes caracteres del cerebro, que se pueden
cuantificar con gran precisión y los compararon mediante un procedimiento de
análisis complejo.
Esta investigación fue impulsada por el hecho de
que muchos investigadores están tratando de identificar genes particulares,
responsables de que los humanos actuales tengamos un cerebro de gran tamaño, un
neocórtex muy desarrollado, un gran número de neuronas o un increíble número de
conexiones entre todas las células del cerebro. En otras palabras, la hipótesis
que manejan muchos expertos sugiere que nuestro cerebro y su funcionamiento (lo
que podríamos llamar la mente) es altamente heredable. Para que lo entendamos
mejor, la hipótesis que propone una alta heredabilidad de los caracteres
cerebrales defendería que los padres inteligentes tendrían mucha mayor
probabilidad de tener hijos inteligentes y viceversa ¿Es esto así? Los
resultados de Aida Gómez y sus colegas indican que el ambiente juega un papel
mucho más importante de lo que podemos suponer en el desarrollo de la mente.
Los rasgos cerebrales de los chimpancés resultaron tener una heredabilidad
mayor que los de nuestro cerebro. Volvemos al ejemplo anterior: si los hijos de
padres inteligentes reciben una formación de gran calidad no cabe duda de que
triunfarán en sus respectivas profesiones. Pero si las circunstancias no lo
permiten es muy probable que esos hijos no desarrollen todo su potencial.
Nuestro cerebro está expuesto en gran medida a las influencias ambientales,
buenas o malas. Tenemos una mente sumamente flexible e influenciable, que nos
ha permitido realizar grandes logros. En muchas ocasiones he defendido que el
estrecho contacto entre los seres humanos nos ha llevado a construir una
especie de cerebro social, que tiene un potencial mucho mayor que el de mentes
brillantes, pero aisladas de su entorno. Los genes están ahí, por supuesto,
pero el ambiente puede potenciar en gran medida las capacidades cognitivas de
un individuo y del grupo.
El corolario de estas investigaciones nos lleva a
reflexionar sobre algo muy obvio. Aquellos niños y niñas que se desarrollan en
ambientes desestructurados, donde prevalece la violencia y en los que, incluso,
pueden acabar empuñando un arma en su infancia más temprana, terminarán por ser
adultos violentos, sin un ápice de compasión o solidaridad. Si el ambiente es
el opuesto, esos niños y niñas se graduarán en una buena universidad y llevarán
a cabo investigaciones tan notables como la que han realizado Aida Gómez Robles
y sus colegas. La ciencia nos está explicando cómo atajar muchos de los grandes
males que asolan a nuestra especie. Se trata de que quienes tienen la
responsabilidad no miren para otro lado.
11/12/2015
Notas:
1/ Ver los artículos de Steven Rose: "¿Hay
genio en los genes?" <http://www.vientosur.info/spip.php?...;
y "Biología y Conducta: ¿Genes criminales?" <http://anticapitalistes.net/spip.ph...;
2/ "Relaxed genetic control of cortical
organization in human brains compared with chimpanzees", Aida
Gómez-Robles y cols. PNAS 2015, 112: 14799–14804 <http://www.pnas.org/content/112/48/....
3/ La heredabilidad de la plasticidad cerebral en los
chimpancés –usando controles humanos de comparación– es un resultado del
estudio de Aida Gómez-Robles y cols. que tiene limitaciones significativas (al
no disponer de gemelos monocigóticos requeriría haber estudiado una
variabilidad de exposiciones a factores ambientales de conocida influencia
sobre la organización cerebral). Sin embargo, lo importante del estudio son las
variaciones intraespecíficas. En su muestra de seres humanos –a diferencia de
lo que ocurría en chimpancés– se disponía de una variabilidad genética que
permite estudiar la influencia de los genes.
4/ "Association of Child Poverty, Brain
Development, and Academic Achievement". Nicole L. Hair y cols. JAMA
Pediatrics 2015, 169: 822-829. <http://archpedi.jamanetwork.com/art...;
___________
Control genético atenuado de la organización
cortical en el cerebro humano en comparación con los chimpancés
Aida-Goméz Robles - William D. Hopkins - Steven J.
Shapiro
Significado
A pesar de décadas de investigación, todavía
tenemos una comprensión muy incompleta de lo que es especial en el cerebro
humano en comparación con los cerebros de nuestros parientes fósiles y
vivientes más cercanos. Analizar la genética frente a los factores ambientales
que rigen la estructura de la corteza cerebral en los seres humanos y los
chimpancés pueden arrojar luz sobre la evolución de la flexibilidad de
comportamiento en el linaje humano. Mostramos que la morfología de la corteza
cerebral humana es significativamente menos heredable genéticamente que en los
chimpancés y por lo tanto es más sensible a ser moldeado por influencias
ambientales. Esta propiedad anatómica de una mayor plasticidad, lo que
probablemente está relacionado con el patrón humano de desarrollo, puede ser la
base de la capacidad de nuestra especie para la evolución cultural.
Resumen del estudio
El estudio de la evolución del cerebro homínido se
ha centrado en gran medida en la expansión y reorganización neocortical
experimentado por los seres humanos tal como se infiere del registro fósil
endocraneal. Las comparaciones de los cerebros humanos modernos con los de los
chimpancés proporcionan una línea adicional de pruebas para definir rasgos
neuronales clave que han surgido en la evolución humana y que subyacen a
nuestras especializaciones de comportamiento únicas. En un intento de
identificar las diferencias de desarrollo fundamentales, hemos estimado las
bases genéticas del tamaño del cerebro y de la organización cortical en los
chimpancés y los seres humanos mediante el estudio de las similitudes
fenotípicas entre individuos con relaciones de parentesco conocidos. Mostramos
que aunque la heredabilidad para el tamaño del cerebro y la organización
cortical es alta en los chimpancés, la anatomía cortical cerebral es
significativamente menos heredable genéticamente que el tamaño del cerebro en
los seres humanos, lo que indica una mayor plasticidad y el aumento de la
influencia del medio ambiente en el desarrollo neurológico en nuestra especie.
Este menor control genético en la organización cortical es especialmente
marcada en las áreas de asociación y, probablemente, está relacionada con
cambios microestructurales subyacentes en los circuitos neuronales. Un
resultado importante del aumento de la plasticidad es que el desarrollo de los
circuitos neuronales que subyacen a la conducta está determinado por el
contexto ambiental, social y cultural con mayor intensidad en los seres humanos
que en otras especies de primates, proporcionando así una base anatómica para
la evolución comportamental y cognitiva.
Traducción: VIENTO SUR
LA IMPORTANCIA DEL AMBIENTE EN EL DESARROLLO CEREBRAL
Si el estudio del
aprendizaje se detiene solamente los estudios genéticos, cabe pensar que se
nace con las estructuras cognitivas y físicas inmutables, dadas desde el
momento de la concepción, sin embargo, la genética contemporánea y los estudios sobre el genoma humano, al mismo
tiempo que aportan novedosos enfoques sobre el origen, por ejemplo de muchas
patologías, le dan cada vez más lugar a la experiencia del individuo y
arrincona a un lugar muy preciso al inicial determinismo genético que se
sostuvo hace algunos años.
Esto hace
suponer que es posible que las funciones cerebrales superiores se basan en
un sustrato biológico claramente diseñado por el genoma, pero el despliegue y
desarrollo de tales capacidades de las capacidades cognitivas necesitan de
manera imprescindible de la influencia del medio ambiente. Tan es así,
que sin este medio ambiente dichas funciones pueden quedar gravemente
truncadas.
En este sentido,
se sabe que existen genes reguladores susceptibles de encenderse únicamente si
reciben determinadas señales medio ambientales, de tal modo que en gran medida
la generación de conexiones sinápticas y rutas neurales no se hallan previstas
en el diseño básico sino que son propias de cada individuo en relación a la
experiencia vivida.
Pero, ¿cómo se
relaciona esto con el cerebro?, bueno, como ya se ha mencionado, el sistema
nervioso humano percibe, procesa, almacena y ejecuta conductas en
respuesta a la información que recibe del medioambiente interno y externo con
el fin primordial de asegurar la conservación de la especie, por eso el
aprendizaje es tan importante como medio de estabilidad, ya que las capacidades
claves del cerebro se avocan a desarrollar habilidades para la supervivencia
individual (Avaria, 2005).
Al final, si bien es el sistema nervioso el soporte material para
el conocimiento, la afectividad y la conducta, conjuntamente con la genética,
serán las habilidades que se desarrollan para la adaptación en el medio las que
nos harán más o menos aptos para responder a las necesidades del entorno.
Aunque es cierto que no es posible olvidar la suma genética de ambos
padres tiene un papel en todo esto, ya que existe algo llamado impronta
genética que es un fenómeno por el que ciertos
genes son expresados de un modo específico, por ejemplo, si un padre hereda más
genes con ciertas características que el otro, se pone en riesgo el cerebro y
la conducta de los niños, resultando en varios posibles síndromes.
Es así que se ha encontrado que la expresión
genética juega un papel importante en el desarrollo cerebral, de modo tal que
ciertas regiones del cerebro son casi enteramente controladas por los genes de
la madre y otras regiones, por las del padre (Wenner, 2009).
Pero una vez que el ambiente entra en escena el desarrollo secuencial y ordenado del sistema nervioso da origen a un concepto fundamental, conocido como períodos críticos o bien períodos
sensibles.
Este concepto se refiere a
la existencia momentos determinados en la maduración del sistema nervioso en
que se establecen las condiciones para lograr una determinada función, lo
realmente importante de este aspecto es que si las estructuras relacionadas a
una función se mantienen privadas de las influencias ambientales necesarias
para su desarrollo, ésta no se desarrollará de forma adecuada, incluso si estas
influencias logran ejercer su acción en un período posterior.
Este conocimiento surgió
gracias a estudios clásicos que demostraron que si se tapaba un ojo de un
gatito durante sus primeras semanas de vida, se provocaba la pérdida
irreversible de la visión de ese ojo debido a la disminución de entradas
sinápticas a las neuronas corticales desde el tálamo (Hubel & Wiesel,
1970).
Estos estudios llevaron a pensar que la niñez era
el único momento critico de desarrollo, pero investigaciones posteriores,
particularmente los realizados a través de neuroimágenes, por ejemplo algunos
llevados a cabo en la Universidad de California en los Ángeles y en el Instituto Nacional de Salud Mental en
Maryland, permitieron observar un segundo momento de crecimiento de la materia
gris justo antes de la pubertad, durante la cual el cerebro se desarrolla en
formas diferentes a la adultez temprana. Los análisis muestran que la madurez
de la materia gris, no es señal del final de cambios mentales, sino que la
habilidad para re acomodarse y reorganizarse a si misma y que ésta se presenta
durante la adultez como señal de que el cerebro continua su desarrollo durante
varios años, siendo un reflejo de la interacción ambiental (Shreeve,
2005).
Este tema ha recibido gran atención, no sólo de la
comunidad científica, sino también de parte de los medios y la comunidad en
general, desarrollando el término relacionado de ventanas de oportunidad, con importantes implicancias desde el
punto de vista educativo, especialmente preescolar.
Un aspecto bien estudiado en este sentido se
relaciona a la adquisición del lenguaje, ya que se piensa que el aprendizaje de
un idioma extranjero es posible sólo hasta antes de la pubertad. Sin embargo,
estudios realizados con poblaciones bilingües han demostrado que el aprendizaje
es posible, pero se adquieren errores gramaticales y es notoria la
presencia de dificultad en la
estructuración de frases, asi como un marcado acento.
Las exploraciones con tomografía de emisión de positrones (PET) han demostrado que si un
niño crece aprendiendo dos idiomas, toda la actividad lingüística se ubica en
la misma área del cerebro, mientras que los niños que aprenden un segundo
idioma más tardíamente muestran dos focos de actividad. Algunos estudios en
este sentido han encontrado que en personas de habla inglesa los sonidos R y L
se decodifican en partes separadas del cerebro, pero estos sonidos se procesan
en la misma parte del cerebro en aquellos en cuya lengua materna es asiática ya
que estos idiomas no distinguen entre estos fonemas (Kim, Relkin, Lee. et al., 1997; Chugani, Phelp &
Mazziotta, 1987).
En este sentido, la posibilidad de inducir un mayor
número de conexiones y sinapsis a través de técnicas de estimulación ha sido
objeto de un amplio debate.
Uno de los intentos que ha recibido mayor atención
es un programa que tiene como punto central el escuchar música, específicamente
de Mozart, aduciendo efectos positivos en las habilidades cognitivas y por lo
tanto, un mejor desempeño general del individuo frente a múltiples tareas.
Sin embargo, una revisión reciente concluye que
existe una mejoría específica en el desempeño de habilidades visoespaciales
después de escuchar algunas piezas de Mozart,
pero dicho efecto tiene una corta duración, no más de 10 a 15 minutos,
lo cual minimiza el manejo comercial que
promueve el rápido logro de una inteligencia superior en los niños (Avaría,
2005; Rauscher & Shaw, 1995; Chanda, Levitin, 2013).
Otros estudios obre la influencia del ambiente se han centrado por ejemplo,
en el desarrollo de
la motricidad gruesa, y lo que se ha encontrado es que ésta no requiere tanta
estimulación del ambiente, por lo que su retraso se debe habitualmente a causas
biológicas, lo cuál lo convierte en la excepción a la idea de la estimulación
ambiental.
Si bien existe variación normal en la adquisición
de los hitos del desarrollo, en el desarrollo motor grueso, como en la
adquisición de la marcha, esta variación es menor que en otras áreas. Así quedó
demostrado en un estudio en 404 niños con retraso de la marcha, a los 18 meses,
un tercio de ellos niños no había logrado dar 5 pasos en forma independiente, y
eventualmente presentaron alguna patología (Avaria, 2005).
Estudios realizados a niños con parálisis cerebral,
han permitido observar el retraso motor en cualquiera de sus formas, sin que
los infantes muestren retraso cognitivo, en este sentido se ha comprobado que
con un desarrollo motor grueso dentro de lo esperado no es garantía del
desarrollo cognitivo normal a futuro.
En contra parte, los niños con retardo mental, en
general adquieren la marcha de manera independiente a edades más tardías que
los niños con inteligencia normal, pero dentro de cada nivel de retraso mental
existen niños que caminan a edades comparables a los normales. En este sentido, se ha reportado que sólo el
62,2 % de los niños con retraso mental grave y 38 % de quienes presentan
deficiencia moderada, caminan después de los 12 meses, lo que demuestra que el
desarrollo motor puede ser aparentemente normal el primer año de vida, pero el
retraso cognitivo será significativo posteriormente en esta población (Avaria,
2005).
En este sentido, distintas conductas motoras
permiten relacionar la maduración de proceso cognitivos y las conexiones
cerebrales producto de la interacción ambiental, por ejemplo el uso que hace el
niño de sus manos en relación a la exploración del ambiente.
Los análisis que se hacen sobre la desaparición de
los reflejos primitivos y la maduración de la función visual, cuando lo cercano
puede ser enfocado y se logra recibir información simultánea de la vista y el
tacto, lo cual establece la base de las futuras habilidades visomotoras lo cual
da oportunidad de que el lactante use sus manos alrededor de los tres meses
coordinadamente. Es así que a partir de los 3 a los 6 meses el bebé
progresivamente logra la prensión voluntaria y visualmente guiada, primero en
el plano lateral y luego en la línea media.
La adquisición de esta habilidad, permite el
estudio de la dominancia interhemisférica (ser diestro o zurdo) la cual, no se
desarrolla hasta después del primer año, y se define hasta después de los 2
años.
Es por eso que la manipulación de objetos refleja
la progresiva comprensión del mundo que rodea al infante. A los 9 meses el niño
examina los objetos en forma sistemática, gracias a la capacidad de procesar
información en forma simultánea y no secuencial como lo hacía antes del
desarrollo de esta habilidad.
Manifestaciones importantes de este desarrollo
cognitivo son la aparición alrededor de los 9 meses del sentido de permanencia
de los objetos que demuestra la representación simbólica de los objetos y la
relación de causalidad desde el punto de vista piagetiano, pero confirma la
consolidación de conexiones cerebrales que permiten dicho procesamiento
(Avaría, 2005; Bloom, Beal & Kupfer, 2006).
En lo que respecta al
desarrollo de la comunicación y el lenguaje,
esta área es donde el debate sobre la importancia relativa de mecanismos
biológicos y ambientales en su desarrollo ha recibido mayor atención. La
pregunta es ¿en que medida habilidades cognitivas como el lenguaje son el
resultado de estructuras y predisposiciones específicas y genéticamente
codificadas?.
Es así que las capacidades que van adquiriendo los
niños durante el desarrollo no son producto solamente de la maduración a nivel
neurológico, sino que en gran medida son el resultado de la interacción con el
medio. Cuanto mayor sea la estimulación que recibe, más completa será la
organización neurológica y mejores serán las expectativas para las habilidades
cognitivas. En ese sentido, cobra importancia la estimulación precoz en la
primera infancia (Ginarte, 2007).
Aunque quienes defienden la
postura genética suman un aspecto más a la discusión y es el papel de la
influencia genética, particularmente los estudios sobre la impronta genética,
ya que estos estudios encuentran que la
influencia de la genética paterna juega un mayor papel en conductas instintivas
como alimentarse o busca pareja, mientras que los genes maternos se concentran
en el desarrollo de procesos cognitivos de orden mayor como el lenguaje y las
conductas sociales (Wenner, 2009).
Se ha planteado en este
sentido, que si los cerebros de los
niños están predispuestos en forma innata a aprender el lenguaje, con la
exposición adecuada todos los niños con cerebros normales deben, sin
instrucción, aprender la lengua de una manera relativamente uniforme.
Si esta hipótesis es correcta, la capacidad de
adquirir lenguaje debe ser autónoma tanto funcional como anatómica de otras
capacidades, y las lesiones del desarrollo o adquiridas pueden deteriorar, pero
no detener el proceso de adquisición, por el contrario preservar
específicamente la capacidad de aprender lenguaje.
Si se acepta la postura de que la capacidad de
aprendizaje del lenguaje no es innata, la instrucción debe ser necesaria para
aprenderlo, el curso de la adquisición debiera variar considerablemente en cada
persona (quizás en función de la calidad de la instrucción), y por ende, no
debiera haber período crítico para la adquisición, ni para la especificidad
funcional o anatómica del lenguaje (Stromswold, 1995).
En
este punto, no puedo evitar mencionar un estudio clásico de la decada de 1960
en Diamond llevó a cabo un experimento que consistía en buscar cambios en la
estructura de las células nerviosas en la corteza cerebral de ratas cuando
éstas son expuestas a lo que ella llama un ambiente
enriquecido o a un ambiente
empobrecido.
Rosenzweig (citado en Aguilar, 2003) realizó estudios experimentales en
animales, con la perspectiva de posibles aplicaciones en la
rehabilitación humana. Propuso que los ambientes enriquecidos en un modelo con
ratas, jaulas con cierto número de juguetes y otros estímulos inducen cambios
morfológicos, fisiológicos, neuroquímicos y conductuales.
Se denominó como ambiente
enriquecido si la rata tenia una jaula grande y acceso a objetos con que jugar
y explorar y además socializar con otras 12 ratas. Los objetos tenían que ser
cambiados periódicamente para que el desafío fuera mayor. El ambiente
empobrecido era una jaula pequeña con una sola rata, sin amigos ni juguetes
(Diamond, 2001).
Lo
que se descubrió con este experimento es
que los animales expuestos al ambiente enriquecido habían desarrollado una
corteza cerebral más gruesa que las ratas que estaban en el ambiente
empobrecido. Las ramificaciones dendríticas en
corteza cerebral habían crecido como resultado de interactuar con otras
ratas y de explorar y de jugar con los objetos, los cambios se observaron
primordialmente en las áreas visuales, motoras y el área frontal asociada con
la socialización. También se encontraron bajos niveles de neuroquímicos
asociados con el stress.
La
conclusión de este estudio es que cuando las células nerviosas son estimuladas
por nuevas experiencias y por la exposición a la información entrante de los
sentidos, crecen las ramificaciones dendríticas. Con el uso, las ramificaciones
crecen y esto crea mayor aprendizaje, mientras que en un ambiente empobrecido,
a diferencia, se pierden esas ramificaciones debido a la poda neuronal.
Pero
vale la pena agregar otro hallazgo que no era parte del estudio original,
Diamond (2001) descubrió también que esas mismas ratas, cuando eran acariciadas
mostraban un número aún mayor de conexiones neuronales en el área del sistema
límbico, el cual está asociado a las emociones, pero también, a la
memoria.
Son este tipo de situaciones las que hacen pensar si
la genética es tan importante al momento de analizar un problema de
aprendizaje, ¿cuál debería ser la posición ante un niño con Síndrome de Down o
un niño con autismo cuando tienen un problema de aprendizaje?, ¿debe aceptarse
la genética tal cual es y permitir que ella decida?. ¿Debe uno aludir a la
teoría del ambiente enriquecido y decir que la genética no importa?. La función de la experiencia sería, en suma, la de alterar de forma local y
selectiva el patrón de expresión génica encargado de la organización y del
funcionamiento de una determinada región cerebral (Benítez – Burraco, 2006)
Hace algunos años aprendí a
encontrar el justo medio de este dilema. Alguien preguntó en una conferencia:
¿cuál es la diferencia entre una y otra postura a nivel social?.
La respuesta es que si aceptamos la genética,
y creo la mayoría de las veces la aceptamos agregando un pobrecito, mira tiene
síndrome de Down, por que vemos lo
que el individuo es, en lugar de ver cómo esta persona puede llegar a ser, es así que aceptamos la influencia genética
como importante.
Pero el aceptar que tiene Síndrome
de Down pero que además tiene capacidades que pueden
llegar a ser explotadas, es aceptar la postura del ambiente enriquecido.
Mi pregunta suele ser: ¿cómo puedo
saber si tengo aptitudes para ser pianista de alto nivel si nunca he tendido la
oportunidad de estar cerca de un piano?.
Es preguntar: ¿qué se puede hacer por este niño? En lugar de preguntar:
¿qué puede hacer este niño?. Es ver a los infantes como lo que pueden lograr y
no caer en el protocolo de aplicación de pruebas para comprobar de manera científica que los niños tienen un
problema de lenguaje, o que no son aptos para las matemáticas o para las artes.
Por ello la visión de la postura
neurocientifica es apelar al cerebro y a su capacidad de lograr conexiones
neuronales, basándose en las habilidades que ya se poseen para con ello
resolver las que cuestan trabajo o ni siquiera se sueña con tener. ¿Quién no se
encontró con un buen maestro de matemáticas que logró, que por un momento,
pensara en que eran sencillas, hasta para
mi?. La neurociencia apela al principio de flexibilidad al que se le
denomina plasticidad, para
desarrollar habilidades a partir de estrategias que le permitan a cada
individuo comprender de mejor manera la realidad.
Cada cerebro se desarrolla, crece,
aprende, observa, entiende de manera diferente. Algunos se basan en claves
visuales, otros son excelentes para comprender el mundo de manera lógico matemática.
Algunos son buenos para ubicarse geográficamente, mientras que otros, tenemos
el GPS descompuesto. Esto es lo que hace maravilloso al cerebro, se puede
moldear y además disfruta de ese aprendizaje, y aprende de muchas formas. Los
niños no solo aprenden repitiendo, aprenden jugando una y otra vez con un juego
de Nintendo. Nos guste o no a los adultos, los cerebros infantiles generan
redes neuronales más rápido que los adultos, aprovechar esa ventana de
oportunidad es la diferencia entre sufrir en la escuela y disfrutar de la escuela.
Algunos aprendizajes requieren de la
repetición, otros requieren de la comprensión de su utilidad, mientras que
otros se basan en la experimentación directa. Reconocer las necesidades meta
cognitivas de las tareas y aplicar las estrategias necesarias es quizá la
diferencias entre este niño no puede
aprender y este niño aprende de modo
diferente.
Referencias:
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Fuente: http://neurocognicionyaprendizaje.blogspot.pe/2013/08/la-importancia-del-ambiente-en-el.html
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