Publicado por Francisco Umpiérrez Sánchez
jueves, 17 de diciembre de 2015
En mi último trabajo
titulado Memoria, percepción y
pensamiento conceptual, hice la siguiente afirmación: “Como las
imágenes que nos ofrecen los medios audiovisuales están acompañadas por
descripciones y valoraciones verbales, nuestras percepciones en segunda persona
se constituyen como percepciones mentales”. Ramón Galán, miembro del Cekam, no
ve claro este concepto. Le comenté a Ramón que sobre este concepto ya había
realizado una primera elaboración en mi blog bajo el título Percepción sensible, percepción mental e
ideología. Pedro, que asistía por primera vez a una reunión del Cekam,
comentó si no sería más adecuado hablar de representación. Dadas las dudas y
dificultades inherentes al concepto de percepción mental, me veo en la
obligación de fundamentar de un modo más detallado dicho concepto.
Los conceptos no deben ser considerados como productos mentales acabados
de una vez para siempre. Deben tener la suficiente plasticidad para adaptarse a
los cambios en la realidad y a los cambios que se producen en los conocimientos
adyacentes. El estudio de las funciones psicológicas superiores tiene cierta
complejidad. Partimos de dos ideas básicas: una, en la percepción debemos
suponer la participación mancomunada de todos los sentidos, y dos, todas las
funciones psicológicas superiores –la percepción, la atención, la memoria, el
pensamiento y el lenguaje– se median las unas a las otras. Al igual que
afirmamos que la percepción está mediada por la memoria y por los conceptos,
del mismo modo debemos afirmar que los conceptos están mediados por las
percepciones y por las representaciones. Advirtiendo que la mediación no
significa negación. Esto es, el hecho de que los conceptos medien la percepción
no supone la negación de la esencia de la percepción, al igual que la mediación
de la percepción en la función conceptual no supone la negación de la esencia
de los conceptos.
Hablemos de la esencia de la percepción y de la esencia de la
representación. En la percepción el objeto viene dado y el sujeto no puede
modificarlo. Si quiere modificarlo, tiene que recurrir a las manos y a los
instrumentos adecuados a un fin. Mientras que en la representación el objeto lo
pone el sujeto y puede modificarlo. La representación puede entenderse en
principio como una rememoración de la percepción. Son los escritores y
directores de cine los más proclives a modificar el objeto y se mueven en lo
fundamental en el campo de la representación. El escritor tiene conocimiento de
un hecho acaecido en un determinado pueblo y recopila materiales escritos que
hablen de dicho suceso y realiza entrevistas a personas que tengan conocimiento
del mismo. Pero no deja las cosas tal y como han sucedido en la realidad;
buscando aumentar la tensión y la dramatización a la que están sometidos los
personajes, no duda en modificar los hechos acaecidos. No en vano, en el cine
estadounidense es muy habitual que antes de iniciarse la película nos adviertan
que cualquier parecido de la película
con la realidad es pura coincidencia, esto es, se remarca el carácter
representacional del film frente a la percepción, que deja el objeto o
situación objetiva tal y como viene dada.
En España el número de parados asciende a más de cuatro millones de
personas. Es un drama. Una persona que viva en Gran Canaria, una parte ínfima
del territorio nacional, tiene conocimiento directo de personas que están en el
paro: jóvenes que han terminado su carrera universitaria y no encuentran
trabajo y tienen que emigrar, parejas que al quedar en paro pierden sus
viviendas hipotecadas, y pensionistas que tienen que mantener con sus bajas
pensiones a sus hijos en paro y a sus nietos. Esto es un hecho perceptivo que
vive cualquier persona en España. Pero esta experiencia que vive la persona que
reside en Canarias es un hecho universal: lo que él percibe en su franja
territorial también se da en el resto del territorio nacional. De manera que no
solo tiene la percepción del paro al que alcanzan sus ojos, sino del paro que
no alcanzan sus ojos y que se extiende por todo el territorio nacional.
Pensemos en dos círculos concéntricos: uno muy pequeño, donde la persona
residente en Gran Canaria tiene una percepción directa del paro, y otro mucho
más grande donde la persona residente en Gran Canaria tiene una percepción
mental del paro que se da en todo el territorio español. Surge la primera
pregunta: ¿Por qué llamo percepción a la percepción del paro de todo el
territorio nacional y que la persona de Gran Canaria no tiene visión directa?
Por la esencia de la percepción: el paro en España viene dado y el sujeto
perceptor no puede modificarlo. Y ¿por qué la llamo mental? Por dos razones:
por una parte, porque aquello de lo que tiene un conocimiento directo es un
hecho universal, esto es, no se da solo en Gran Canaria sino en todo el
territorio nacional, y dos, porque aunque se conserva la esencia de la
percepción, la situación objetiva viene dada y no puede ser modificada por el
sujeto, éste no tiene visión directa del mismo. ¿Cómo o por qué medio el sujeto
alcanza a tener visión del paro que se da en el círculo más grande y externo?
Por medio de la percepción en segunda persona o de imágenes televisivas
acompañadas de descripciones y valoraciones verbales.
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