O Diario
20-07-2015
Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo
Iglesias Diéguez
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La evolución de la crisis griega manifiesta rasgos
del poder del imperialismo que tal vez en ninguna situación anterior fueron
evidentes de una forma tan flagrante. Syriza, fuerza socialdemócrata, no cuestiona
para nada el capitalismo. Pero la enorme distancia entre sus promesas
electorales y las imposiciones de la troika le obligaron a intentar obtener
algún margen de negociación. Acontece que, en nuestros días, es suficiente que
un político en el poder ose contestar, incluso tímidamente, la dictadura del
capital para que lo traten de enemigo del sistema. El imperialismo no negocia,
exige la rendición incondicional. La alternativa de los pueblos sólo existe en
la perspectiva del socialismo.
La evolución de la crisis griega encierra lecciones
muy importantes para las fuerzas progresistas que en decenas de países luchan
en contextos muy diferentes contra el imperialismo.
La principal de esas lecciones confirmó la
imposibilidad de eso que desde la socialdemocracia se llama “la reforma
humanizada del capitalismo”.
La victoria de Syriza en las elecciones griegas
sembró ilusiones. Los discursos de Tsipras durante la campaña, llenos de
promesas, contribuyeron a que los partidos socialdemócratas, en Europa y en
América Latina, definiesen a Syriza como un partido de “izquierda radical”, con
una clara vocación de realizar grandes transformaciones en la sociedad
helénica. El gobierno de Syriza-Anel recibió incluso el apoyo de algunos
partidos comunistas europeos.
No obstante, después de iniciar las negociaciones
con las instituciones europeas (nueva designación para la troika) quedó claro
que Tsipras coincidía con la mayoría de las exigencias de Bruselas.
Durante una visita de dos semanas que realicé a
Grecia comprendí que su Gobierno se proponía dar continuidad a la política de
sumisión al imperialismo desarrollada por la coalición de Nueva Democracia y
Pasok, introduciendo simplemente algunos cambios cosméticos.
Las continuas cesiones a las propuestas de los
socios de Bruselas no impidieron que estos aplazasen sucesivamente el acuerdo
que permitiría al gobierno de Atenas recibir 7.200 millones de euros (el último
tramo del segundo plan de “ayuda”), evitando el default inminente.
Días antes del final del plazo para el pago al FMI
de 1.500 millones de euros, Tsipras, en una jugada rocambolesca, anunció la
convocatoria de un referendo. El pueblo tenía que responder si aceptaba o
rechazaba la última propuesta presentada por el Eurogrupo. ¡Y en un discurso
dramático en el Parlamento pidió a los electores que votasen NO!
El electorado respondió a su llamada. El NO recibió
el 61% de los votos emitidos. El Gobierno lo interpretó como una aprobación del
memorando de Syriza. El referendo, rechazado por el Partido Comunista, fue una
maniobra teatral de Tsipras. Es significativo que al día siguiente del
referendo Syriza, Pasok y Potami publicasen, en un claro consenso de la
política de clase del gobierno, un comunicado conjunto.
Al retomar las negociaciones en Bruselas, el primer
ministro griego traicionó la confianza de los electores, pidió un nuevo rescate
de 53.000 millones de euros y presentó al Eurogrupo propuestas peores que las
últimas que había rechazado.
Rechazaron la austeridad, pero días después propusieron
una austeridad reforzada.
Al contrario de lo que muchos esperaban, la firma
del acuerdo tropezó con la tenaz oposición de Alemania, Holanda, Finlandia y
otros países. No es sólo el contenido de las propuestas de Atenas lo que se
cuestiona. El Gobierno de Tsipras se rindió completamente, confirmando las
previsiones del KKE (ver odiario.info
de 30/06/15).
El pantanoso punto muerto en que se encuentran las
negociaciones de Bruselas es el resultado de las contradicciones que dividen a
los miembros del Eurogrupo, concretamente a Alemania y Francia. El Gobierno de
Merkel pretende excluir a Grecia del euro.
Chile, Venezuela, Grecia
La consideración de que el capitalismo no encuentra
soluciones para la crisis estructural que está atravesando, contribuyó a un
aumento de la agresividad imperialista (Gascão, odiario , 3/7/15)
Esa opción es evidente en la estrategia
de EE.UU., dispuesto a recurrir a la violencia contra los pueblos cuyos
gobiernos no se sometan incondicionalmente a su proyecto de dominación
planetaria.
El bloqueo de Cuba, las guerras de agresión contra
Irak, Afganistán y Libia, la ayuda militar y política a las organizaciones
terroristas sirias, el apoyo a las agresiones del Estado fascista de Israel y
las amenazas a Irán expresan con mucha claridad esa política.
Nunca la solidaridad de las grandes potencias
imperialistas en defensa del orden capitalista fue tan evidente.
La evolución de la crisis griega confiere
actualidad a las lecciones de Chile. La respuesta a la opción socialista de la
Unidad Popular de Allende en el poder, en la que participaban un partido
socialista en ese momento marxista y el partido comunista, fue un sangriento
golpe militar.
Transcurridos más de 40 años y tras la desaparición
de la URSS, el mundo, hegemonizado por el capitalismo, es muy diferente.
Hoy es suficiente con que un político en el poder
ose contestar, aunque sea tímidamente, a la dictadura del capital para que lo
traten de enemigo del sistema.
En Honduras Manuel Zelaya, el presidente
constitucional, fue separado del poder por un golpe militar organizado en la
embajada de los EE.UU. En Paraguay depusieron a un presidente que defendía unas
tímidas reformas que no eran del agrado de Washington.
En Ecuador, Obama desearía sustituir a Rafael
Correa, un reformista neokeynesiano, por un oligarca neoliberal sumiso a la
Casa Blanca. Los EE.UU., además, apoyaron tentativas golpistas contra el
presidente Correa.
En Venezuela, Bush y Obama montaron y financiaron,
sin éxito, sucesivas conspiraciones para destituir a Hugo Chávez, a pesar de
que las estructuras del capitalismo permanecen casi intactas en ese país.
Fallecido Chávez, una campaña mediática demoledora satanizó al inofensivo
“Socialismo del Siglo XXI” y el presidente Obama afirmó haber identificado en
el Gobierno de Maduro una intolerable “amenaza a la seguridad de los EE UU”.
Y en Bolivia, los tímidos matices socializantes del
gobierno de Evo Morales incomodaron tanto a Washington que el embajador
estadounidense en ese país organizó una conspiración fallida cuyo desenlace
final terminó con su expulsión de La Paz.
La alternativa es la revolución
En la actual confusión ideológica, estimulada por
un sistema mediático manipulador, la sumisión total de Grecia a los sacerdotes
del capital vino a confirmar –insisto– la imposibilidad de la transformación
profunda de las sociedades capitalistas en el ámbito del sistema, es decir, por
la vía institucional.
Ahora bien, ¿se han disipado las ilusiones
sembradas por Syriza y los demagogos populistas Tsipras y Varufakis?
No. En Europa las fuerzas políticas
progresistas y algunos partidos comunistas, cocretamente los del Partido de la
Izquierda Europea, a pesar de tener el socialismo como objetivo final, actúan
en el sistema como si algún día fuese posible llegar al gobierno por la vía
electoral.
Obviamente, en el actual contexto europeo, la
conquista del poder a través de una revolución es una imposibilidad a corto
plazo, ya que si bien es cierto que en algunos países de la Unión Europea
existen condiciones objetivas para rupturas revolucionarias, faltan las
condiciones subjetivas.
Pero no por eso dejan de ser realistas los
programas, a veces muy ambiciosos, concebidos para una transición en el marco
de una revolución democrática y nacional.
En condiciones mucho más favorables de las
actualmente vigentes la revolución democrática y nacional portuguesa, inspirada
en los valores de Abril, fue brutalmente interrumpida por un golpe militar
promovido por la burguesía con el apoyo del imperialismo.
Además hoy, desaparecida la Unión Soviética, las
grandes potencias de la Unión Europea recurrirían a la violencia, si fuese
necesario, contra cualquier país miembro que osase cuestionar el orden
capitalista en el ámbito de una revolución democrática y nacional.
Entonces, ¿qué hacer?
Las revoluciones no están programadas para una
fecha.
Casi siempre estallaron en situaciones inesperadas,
en contra de la propia lógica de la historia. Eso fue lo que pasó con la
revolución francesa de 1789, la rusa de 1917, la china y la cubana.
El Partido Comunista Griego nos muestra el ejemplo
de una organización revolucionaria que a pesar de que es consciente de que no
va a conquistar el poder en su país próximamente, aliado con otras fuerzas
progresistas lucha con firmeza y coraje a favor de la destrucción del sistema
capitalista en su país. Se puede estar en desacuerdo puntualmente con algunos
aspectos de su estrategia y de su discurso, pero por su coherencia y tenacidad
en el combate inspira en todo el mundo respeto y admiración entre los
comunistas.
Las revoluciones –repito– no tienen fecha en el
calendario.
Es mi convicción inquebrantable que el capitalismo
no tiene soluciones para su crisis estructural. Entró en una lenta agonía que
puede durar muchos años.
El polo hegemónico del sistema, los EE.UU.,
mantienen con sus aliados una enorme capacidad de desencadenar guerras
imperialistas. Son actos a la desesperada. Son guerras monstruosas que
tropiezan con una resistencia creciente de los pueblos víctimas de ese
terrorismo de Estado.
La simultaneidad y la convergencia de esas luchas y
de la lucha de masas en muchos países pueden ser decisivas para la
desintegración del sistema, minado por contradicciones internas, y pueden
provocar su derrota final. En ese combate veo insustituible la participación de
los partidos comunistas revolucionarios.
La alternativa será la construcción del socialismo
después de una fase de transición dolorosa, prolongada y diferente en cada
país.
Una certeza: la vía institucional para el
socialismo es una imposibilidad histórica.
Fuente original: www.odiario.info/?p=3705
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