Una guía de lectura que es mucho
más que una guía de lectura
El Viejo Topo
09-06-2015
David Harvey, Guía de El Capital de Marx.
Libro primero, Akal. Cuestiones de antagonismo, Madrid, 2014 (traducción de
Juanmari Madariaga), 334 páginas.
Lo esencial:
si pueden -¡inténtelo!- no se lo pierdan. No dejen de leer, comentar,
estudiar... ¡y disfrutar! esta excelente guía de lectura del primer libro de El
Capital. El traductor ha tomado como referencia la traducción castellana
para Akal de 2012 de Vicente Romano, un amigo y compañero de Manuel Sacristán
en Münster, también traductor como se recuerda del gran texto clásico del gran
clásico. El ensayo toma pie en cursos impartidos por uno de los grandes
marxistas y marxólogos contemporáneos en estos últimos 40 años. El autor lo
explica así: “Cuando se supo que las lecciones que doy anualmente sobre el
libro primero de El Capital de Marx iban a aparecer en internet como una
serie de vídeos, la editorial Verso se puso en contacto conmigo y me preguntó
si estaría interesado en preparar una versión crítica. Por varias razones
estuve de acuerdo con la idea”.
La guía, sin
ninguna duda, hubiera hecho las delicias de Manuel Sacristán, Francisco
Fernández Buey, Maria Rosa Borràs, Pere de la Fuente y de muchos de sus
compañeras y amigos. Con seguridad. Transcurre por la misma senda que otras
grandes aportaciones del autor: El enigma del capital y las crisis del
capitalismo, El nuevo imperialismo, Espacios del capital, Ciudades rebeldes.
Del derecho de la ciudad a la revolución urbana o Breve historia del
neoliberalismo.
Ninguna reseña breve, ha señalado Michael Perelman en Choice,
puede hacer justicia a esta formidable obra, esencial en su opinión. Comparto
el comentario y también la dificultad… no para la lectura sino para una breve
aproximación.
Algunas
observaciones críticas sin importancia alguna. Se señala en la contraportada
del volumen que “este libro pretende servir de guía introductoria y acercar la
obra y el pensamiento de Marx a un público más amplio, acompañando a los
primeros lectores de El Capital por los vericuetos de un texto
fascinante y, a menudo, desconocido”. El libro acompaña a los primeros,
segundos y terceros lectores de El Capital, incluso a los que han
releído la obra (o partes de ella) del compañero de Jenny Marx numerosas veces.
No es sólo, siendo importante, una guía introductoria a un clásico fascinante
que sigue siendo más que desconocido (aun siendo ahora un libro ampliamente
citado y mucho más conocido: ¡existe una excelente versión en manga que no nos
debemos perder!). Es más que eso: es también él mismo un libro fascinante que
no merece, que no debe ser desconocido. Un clásico sobre un clásico.
La pega,
estábamos en eso, es que tan interesante lo dicho y argumentando por DH, es tan
admirable su estilo, que cuesta mucho avanzar, pasar páginas. Ocurre como en la
lectura de los grandes poemarios. Leemos, avanzamos, leemos otro poema, y
volvemos a retomar, releer y pensar el poema ya leído. Y así de nuevo al cabo
de cuatro o cinco páginas Ocurre algo similar en este caso. Leemos, aprendemos,
meditamos, avanzamos, y volvemos atrás para releer y volver a pensar. Con
nuestra propia cabeza, como le gustaba a Guevara y, desde luego, al propio
Harvey. Cuesta avanzar, nos cuesta dejar páginas atrás. Hasta que las hemos
hecho muy, muy nuestras, hasta que hemos interiorizados conceptos y
perspectiva.
Hay, además,
otra dificultad. Es imposible leer el libro sin tomarlo por lo que es: una guía
para leer el primer libro de El Capital. De forma tal que, página tras
página, apartado tras apartado, el lector/a tiene la necesidad de consultar el
clásico, de leer o releer El Capital. No es una lectura bidimensional,
como las que criticaba Quine en aquellos libros con citas inacabables a pie de
página (aunque El Capital, con perdón y sin exagerar en demasía, tiene
citas muy extensas, más incluso que algunos capítulos!). Es un libro el de
Harvey que nos obliga a leer dos grandes libros al mismo tiempo, con paciencia
y tenacidad, y con éxito asegurado. Mejor imposible, otra de sus grandes
virtudes. Para eso es una guía.
Cabe aquí
tan sólo señalar algunas cuestiones marginales, para abonar la recomendación e
ir sin más preámbulos a la lectura de esta excelente guía que, como
señalábamos, es más, mucho más que una guía de lectura.
Harvey
señala un nudo que este reseñador comparte totalmente. Las feroces, y más que
feroces, divergencias e innumerables, y más que innumerables, cismas en el
movimiento marxista durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo
pasado, “que afectaron no sólo a la práctica política sino también a la
orientación teórica” se han atenuado notablemente y lo mismo ha sucedido con el
puro academicismo sin práctica política anexa, “que si bien contribuyó a
mantener vivo el interés por Marx en tiempos difíciles, por otro dio lugar a
debates arcanos y reflexiones a menudo demasiado abstractas”. En opinión de
Harvey que es fácil y afable compartir, quienes deseen leer actualmente a Marx
están mucho más interesados “en compromisos prácticos, lo que no quiere decir
que teman las abstracciones, sino más bien que encuentran aburridas e
irrelevantes esas controversias académicas”. Son más sabios, mucho más sabios
que nosotros. “Hay muchos interesados y activistas que buscan desesperadamente
una base teórica sólida que les permita captar mejor las interrelaciones entre
distintos temas, así como resituar y contextualizar sus propios intereses
particulares y su trabajo político práctico” (p. 6). Harvey sugiere que la
presentación que hace en el libro de las bases de la teoría marxiana les
ayudará, nos ayudará por supuesto, a hacerlo. Está garantizado; la práctica
habla por sí misma en ocasiones.
Algunas
sorpresas que vale la pena destacar, apuntan a lugares insospechados. Un
ejemplo
Un año,
cuenta DH (y lo cuenta muy bien), trató de leer El Capital con un grupo
de programa de lenguas romances de la Johns Hopkins, el centro universitario en
el que se doctoró el gran científico social barcelonés Joan Benach. Para su
frustración, ¡pasaron todo el primer semestre en el primer capítulo! Unas 40
páginas en la traducción castellana de Crítica-Grijalbo. DH les decía una y
otra vez: “Miren, tenemos que avanzar y llegar al menos al apartado dedicada a
la jornada laboral, el capítulo VIII”. Los estudiantes le respondían: “No, no,
no, tenemos que aclarar esto a fondo. ¿Qué es el valor? ¿Qué quería decir Marx
al entender el dinero como una mercancía”.
Más, mucho
más: “la mercancía es un fetiche, de acuerdo, hablamos, la tesis de la
fetichización de la mercancía es muy importante, de acuerdo también. Pero, ¿qué
es realmente un fetiche?” DH recuerda que trajeron incluso una edición alemana
de Das Kapital para cotejar las traducciones. DH, desesperado, supo
finalmente que todos los asistentes estaban relacionados con la escuela de
alguien de quien él no había oído hablar en aquel entonces, alguien que a él
“le parecía idiota (política, no intelectualmente) por defender aquel enfoque”.
Reflexionando
sobre aquella experiencia, DH se dio cuenta después de que “aquel grupo me
había enseñado la vital importancia de dedicar una atención cuidadosa al
lenguaje de Marx, a lo que dice, cómo lo dice y también a lo que da por sentado”
(hay muestras numerosas de ello en el libro), solo con pasar un peine tan fino
como el del “maestro” de aquel grupo de estudiantes por el primer capítulo.
¿Y de quién
está hablando DH? Pues nada menos que de un filósofo francés que pasó un tiempo
en la Johns Hopkins University a finales de los años sesenta y principios de la
década de 1970, alguien que escribiría más tarde, cuando apenas nadie pensaba y
escribía sobre el compañero y amigo de Engels, Los espectros de Marx.
Efectivamente: Jacques Derrida. Ni Marx ni menos.
La
exposición de los tres grandes marcos conceptuales que confluyen en El
Capital es otra prueba de la grandeza intelectual y filosófica de DH. Lean
las páginas 13-14. Excelentes. “Esas son las tres principales fibras
conceptuales a partir de la que se teje El Capital. El propósito de Marx
era convertir el proyecto político radical de un socialista utópico que juzgaba
bastante frívolo en un comunismo científico pero para ello no le bastaba
confrontar simplemente el pensamiento utópico con la economía política: tenía
que recrear y reconfigurar todo el método del socialismo científico”.
A grandes
rasgos, prosigue DH, este nuevo método científico (Harvey que pide
atención a las palabras de Marx entenderá que remarque lo de “nuevo método
científico”) se basa en la crítica de la tradición principalmente británica de
la economía política clásica mediante los instrumentos de la tradición
principalmente alemana de la filosofía critica, aplicando todo ello a guiar el
impulso utópico principalmente francés a fin de responder a las siguientes
preguntas: ¿qué es el comunismo, y cómo deben pensar los comunistas?, ¿cómo
podemos a la vez entender y criticar científicamente el capitalismo a
fin de trazar con mayor eficacia el camino hacia la revolución comunista? En su
opinión, compartible sin duda, El Capital dice mucho sobre la
comprensión científica del capitalismo “pero no tanto sobre cómo realizar una
revolución comunista, ni sobre el aspecto que tendría una sociedad comunista.”
Y hablando
de método, ¿qué opina DH de la dialéctica? ¿Un trasto inútil, una rémora menor
del hegelismo? ¿un procedimiento sin sentido?, ¿un canto desfasado de
ensoñaciones teóricas? Nada de eso. Después de recordar que DH cree que las
dificultades de lectura de los primeros capítulos de El Capital están
relacionadas con la forma particular en la que Marx organizó su gran proyecto
y, precisamente, en el método. Veamos algunas de sus aproximaciones:
1. El método
de investigación de Marx [miM] comienza con todo lo que existe, con la realidad
tal como es experimentada y con las descripciones disponibles de ella que
llevan la firma de economistas, políticos, poetas, novelistas, filósofos, etc.
2. Este
material lo somete a una crítica rigurosa.
3. Pretende
con ello descubrir conceptos simples “pero robusto que iluminen cómo funciona
la realidad”.
4. Es el
método del descenso: procedamos desde la realidad inmediata que nos rodea,
“buscando cada vez más profundamente los conceptos fundamentales de esa
realidad”.
5. Equipados
con esos conceptos fundamentales podemos comenzar a esforzarnos por volver a la
superficie, “el método de ascenso”, y descubrir lo engañoso que puede ser el
mundo de las apariencias (DH insistirá en ello a lo largo y ancho de la guía).
6. Desde esa
atalaya estaremos en condiciones de interpretar, de ver el mundo en términos
radicalmente diferentes.
7.
Normalmente Marx comienza con la apariencia superficial para ir a partir de ahí
en busca de conceptos más profundos; “en El Capital, en cambio, comienza
presentando los conceptos fundamentales como conclusiones que ya ha obtenido
empleando su método de investigación” (expone esos conceptos en los primeros
capítulos, de una forma que los hace aparecer como construcciones a priori,
incluso arbitrarias).
8. ¿Por qué
los usa tal como lo hace? Muchas veces, apunta DH, no se tiene ni idea de lo
que está hablando, “pero al avanzar el libro queda claro que esos conceptos
iluminan efectivamente nuestro mundo. Avanzando un poco, conceptos como los de
valor y fetichismo cobran pleno significado”. Aun así no entendemos plenamente
cómo funcionan esos conceptos hasta el final del libro. El procedimiento de
Marx es una estrategia poco habitual, incluso peculiar. “El auténtico poder de
su argumentación solo queda claro cuando, tras regresar al terreno de la
experiencia, nos encontramos equipados con un marco enteramente nuevo de
conocimiento para entenderla e interpretarla”.
David Harvey
revolucionó su campo de estudio, ha señalado Naomi Klein, “y ha inspirado a una
generación de intelectuales radicales”. Klein entre ellos probablemente. Si
“radicales” significa aquí, como es pertinente, ir a la raíz, al meollo, al
rovell de l’ou, a la esencia de los asuntos, el comentario de Klein es más que
verdadero: tiene el atributo de la certeza. Esta Guía de El Capital
de Marx. Libro primero se ubica en un lugar destacado de esa finalidad.
Por lo
demás, pensando en colectivos sociales, en organizaciones políticas y afines,
no veo que haya muchos mejores libros para organizar un seminario que tenga el
gran clásico de la tradición en estanterías muy próximas.
Un consejo:
si combinamos, como hay que combinar los contextos de descubrimiento y los
contextos de justificación, no dejen de leer el libro de Harvey en compañía de
tres grandes libros: Amor y Capital, de Mary Gabriel; Marx (sin ismos),
de Francisco Fernández Buey y Escritos sobre el Capital (y textos afines),
de Manuel Sacristán.
Los tres han
sido editados por El Viejo Topo. ¿Simple casualidad? No es esta la mejor
conjetura, la más explicativa.
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