13-06-2015
En las elecciones del 7 de junio el número de
votantes fue nuevamente menor al de los abstenidos. Las abstenciones, esta vez,
no superaron en porcentaje a la de otras elecciones anteriores pero siguen
expresando que la mayoría de quienes tienen derecho a voto no se sienten
convocados ni por el gobierno ni por los partidos que defienden el sistema
capitalista (o por los que quieren un “capitalismo humano”, un canibalismo
vegetariano).
Es cierto
que la gran mayoría de quienes se abstienen no repudian a nadie sino que
expresan desinterés y atraso político o no van a las urnas porque están
enfermos, ausentes o prefieren ver o practicar algún deporte. Pero, de todos
modos, la abstención es considerada siempre y en cualquier país un signo de
rechazo, pasivo si se quiere, pero rechazo al fin.
A diferencia
de lo que sucedió en elecciones anteriores la abstención fue combatida, así
como el boicot, no sólo por el gobierno con todo su aparato represivo sino
también por los medios “de información” (léase de intoxicación popular) y por
muchos académicos que sólo ven el juego institucional mediante el cual
capitalismo asegura su dominación y si en este caso no aumentó es también
porque muchos sintieron que abstenerse calladamente era un modo pasivo e inocuo
de lucha, tal como expuse reiteradamente en artículos anteriores en los que
defendí el boicot a las urnas en los estados donde los promovían movimientos
sociales amplios y reales (como la CNTE de Oaxaca o los familiares de los 43
desaparecidos de Ayotzinapa).
Quienes
llevaron a cabo ese boicot donde y como podían, con valentía y heroísmo y con
apoyo popular, no eran ni vándalos ni resentidos sino sectores en lucha que
repudian activamente al Estado asesino y sus métodos fraudulentos, su
militarización, la corrupción de las instituciones y la mentira organizada.
Ellos, a
diferencia de la mayoría de los mexicanos, comprenden ya, gracias a sus
experiencias, que los puercos no se matan a besos, que la legalidad y las
conquistas sólo se logran fatigosamente con la lucha y no únicamente con el
voto, que lo fundamental es elevar el nivel político de la gente común con la
acción y el combate. Porque la conciencia se construye en un largo y trabajoso
proceso y los que hoy son minoría podrán llegar a ser mayoría cuando los hechos
–que son rudos- superen la ignorancia y cuando poco a poco pueda generalizarse,
gracias al ejemplo de los que hoy están más avanzados y a su prédica y
explicaciones constantes, la construcción de elementos de poder popular que ya
existe en algunos puntos del país.
Las
revoluciones y los grandes cambios sociales, es cierto, no son el resultado de
la acción y la voluntad de los revolucionarios o de quienes quieren un cambio
social. Ellos se producen cuando el capitalismo pone a la mayoría de los
trabajadores y oprimidos contra la pared y no les deja otra opción que
rebelarse y conseguir con su lucha radical un cambio social porque no les queda
otro modo de preservar su modo de vida, la independencia nacional, su cultura,
su existencia misma. En esos momentos, cuando los hasta entonces sumisos
insurgen y los conservadores cambian su mentalidad y deciden jugarse es cuando
adquiere importancia vital la acción de la minoría que hoy lucha intransigentemente
contra el régimen. Porque las grandes olas sociales cambian antes que nada la
mentalidad de las grandes masas humanas que nunca se resignan a sufrir
pasivamente las catástrofes y, en éstas, se ven obligadas a transformarse y
sacan lo mejor de sí mismas.
El régimen y
el gobierno conocen bien la importancia de esas minorías, que tienen el papel
de la levadura en la masa. Por eso de inmediato se lanzaron a la represión
contra los maestros de la CNTE oaxaqueña para suprimir los focos rojos tratando
de atemorizar y aplastar a quienes pudieran seguirlos en su lucha. Por eso
también- ayudados por muchos satisfechos con sus puestitos de piojos en las
costuras del disfraz “intelectual” del capitalismo- ningunean el boicot en
Guerrero o en Oaxaca que, cualesquiera que sean sus resultados inmediatos, es
una semilla que podría germinar en el terreno fértil creado por la represión y
la constante ofensiva capitalista contra la mayoría de la población.
En México el
crecimiento demográfico es cercano al 2 por ciento anual y los pronósticos del
Banco Mundial para la economía nacional oscilan entre esa cifra y el tres por
ciento. O sea que el gobierno ni siquiera puede garantizar un empleo a los dos
millones y medio de jóvenes que se incorporan cada año al mercado de trabajo
aunque le promete a Estados Unidos que México asegurará un cero por ciento de
emigración. ¿Cómo no van a aumentar la crisis, la delincuencia, los asesinatos,
cuando las políticas del Estado promueven la desocupación y la miseria al mismo
tiempo que destrozan la educación pública, matan normalistas, persiguen
maestros, asesinan estudiantes y cierran la válvula de escape de la emigración?
Por ahora sectores muy atrasados votan por Blanco o el Bronco y hay gente
honesta y luchadora que quiere un cambio social pero cree posible que en 2018
la Justicia electoral y el gobierno, tocados por la iluminación divina,
reconozcan un triunfo de MORENA… siempre y cuando ésta logre en tres años
multiplicar por cinco sus votos que aunque muchos son inferiores a un dígito.
Pero ahora es sólo un momento fugitivo en un proceso cambiante.
Por último,
cada elección requiere un análisis y posiciones que pueden variar porque el
objetivo es organizar a los trabajadores, no contar papelitos. No puede haber
una oposición de principio a las elecciones. La única regla es el rechazo a
todo lo que consolide a los represores vendepatrias y sirva en cambio para
organizar y dar confianza en sí mismos a los únicos que pueden construir un
futuro mejor, los oprimidos.
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