Por Gustavo Espinoza M. (*)
Constituye casi una constante el iniciar un debate
en torno a la unidad de la izquierda en la antesala de elecciones. Hoy, a
puertas de los comicios nacionales del 2016, la discusión referida al tema se
ha reiniciado, y ha generado un conjunto de intervenciones y análisis.
La variedad de opiniones se explica porque el caso
se ha abordado desde distintas ópticas y usando diversos prismas. Unos, han
visto la unidad como una suma indispensable de fuerzas para enfrentar el
reto reaccionario y mafioso que nos amenaza; y otros, como un oportunidad para
deslindar criterios y despejar incógnitas. De modo general, sin embargo, se ha
mostrado la Unidad de las fuerzas progresistas como un requisito indispensable
para avanzar en el forjamiento de una alterativa realmente democrática y
popular.
La experiencia recogida por Izquierda Unida en sus
años de apogeo y crisis, no ha dejado de ser un referente obligado en las
distintas reflexiones; y la presentación de temas en el reciente encuentro
celebrado con motivo de los 50 años de Vanguardia Revolucionaria; han
coadyuvado a un análisis que luce indispensable en el escenario de hoy. ¿Es
posible, realmente, forjar la unidad que se plantea en esta circunstancia?
Si miramos las cosas con cierta tranquilidad,
podemos diferenciar hasta tres tipos de unidad susceptible de ser lograda por
las fuerzas empeñadas en la construcción de una nueva sociedad, más humana y
más justa. Podría hablarse, en efecto, de una unidad electoral, de una unidad
política y hasta de una unidad revolucionaria. Y aunque no es lícito
separar artificialmente la una de las otras, resulta útil haces la distinción
para efectos también didácticos.
Izquierda Unida –recordemos bien-
surgió en septiembre de 1980 como un Frente Electoral. Las fuerzas
progresistas, divididas en los comicios presidenciales celebradas ese año,
juzgaron necesario tentar un acuerdo que les permitiera mejor suerte en las
elecciones ediles de noviembre. Esa idea, fue la que alumbró el nacimiento de
Izquierda Unida.
La experiencia, fue buena y mostró una conceptuosa
recuperación en Lima; pero, sobre todo, en el interior del país. Ganamos
municipios en importantes ciudades. Cusco Puno, Arequipa y Huancayo, al tiempo
que registramos un apreciable crecimiento de votos en la ciudad capital, donde
reunimos el 27% de los sufragios.
Por voluntad ciudadana, Izquierda Unida pasó a
convertirse en una verdadera alternativa de gestión gubernativa en los más
diversos planos. Con esa idea, fuimos a los comicios de noviembre del 83, en
los que logramos arrebatar a la derecha el sitial capitalino, conservando
baluartes en varios lugares del país.
Eso permitió que IU diera un salto cualitativo, y
dejara de ser solamente un Frente Electoral para asumir la condición de un Frente
Político, de claro contenido democrático, popular y antiimperialista. Como
consecuencia de ese hecho. Sus fuerzas constitutivas pasaron a desplegar
acciones vinculadas a la defensa de intereses definidos y causas
solidarias. También a procesar eventos de debate ideológico y político, crear
escuelas, preparar estudios; y hasta dar forma a un programa común, que fue
carta para eventos posteriores.
Los comicios del 85, y más precisamente las
elecciones ediles de noviembre del 86, marcaron contrastes, que debieron ser
asimilados de manera seria y responsable.
En 1985 el pueblo le dio a IU la responsabilidad de
actuar en el Congreso de la República, los gobiernos regionales y los
municipios locales como verdadera fuerza de cambio. Eso pasaba por afirmar su
papel como un Frente Político de Masas con un mensaje
progresista, renovador pero, sobre todo, ético para enfrentar una sociedad en
crisis. Eso, no ocurrió.
Probablemente deberá pasar aún un tiempo para que
se discuta por qué. Elementos ajenos, algunos de ellos artificialmente creados
por el en enemigo -como el terrorismo y la violencia- se cruzaron en el camino
de la Izquierda y la encontraron poco preparada y aún insuficientemente
definida como para asumir deslindes. La inmadurez del movimiento, hizo el
resto.
Eso fue lo que generó la crisis. Hubo quienes -en
todos sus partidos- creyeron que la tarea era dar un nuevo salto
cualitativo, abandonar la idea de construir un Frente Político y convertir a IU
en un Frente Revolucionario, es decir, plantearse ya no funciones de
gobierno, solamente, sino tareas de Poder, buscando formas armadas de lucha. Y
la situación no estaba para eso.
El debate, mal conducido y peor argumentado,
terminó escindiendo al Frente, colocando como fuerzas adversarias a sectores y
tendencias en verdad confluentes en los más diversos análisis. La división fue
artificial, y alentada por el enemigo de clase bajo el pretexto de separar a
"reformistas" de "revolucionarios", cuando lo que estaba en
la orden del día era la unidad de todos para arrebatar la conducción del
Estado a los sectores más reaccionarios fuertemente ligados al Gran
Capital.
Eso generó un marcado distanciamiento entre núcleos
más radicalizados que otros, y a una ruptura que se agravó por factores
burocráticos y defectos personales. La falta de representatividad de algunos, y
el electorerismo de otros, terminó por dar sustento a una escisión que un
proceso mas maduro, habría evitado.
En todo caso, hoy es posible visualizar por lo
menos en parte estos elementos con la idea que abrir un nuevo escenario. El
problema radica en que no se tiene aún suficiente conciencia de la historia.
Lo que las "vanguardias" –hay que
llamarlas de alguna manera- buscan hoy es repetir la historia. Es decir, forjar
un Frente con un claro contenido electoral. Si las cosas no marchan por ese
derrotero es porque las ambiciones personales o los afanes de grupo, son más
fuertes que los propósitos unitarios. Lo aconsejable, entonces, es invertir la
figura.: crear un Frente Político, que sea capaz, en su momento, de jugar un
papel electoral, sin quebrarse ni romperse.
Crear un Frente Político, no es difícil porque no
presupone renunciar a nada Lo que si ocurre, es que resulta laborioso, y
da lugar a definiciones que algunos quieren eludir. Requiere saber con
precisión cuál es el enemigo fundamental de nuestra patria y unir a las fuerzas
que quieran sumar a la lucha contra el Imperialismo y la Mafia que lo
representa.
Un Frente Político pasa por un acuerdo vinculado a
objetivos comunes. Puede ser pocos, pero deben ser capitales. Unir a las masas,
organizar a la población, elevarla conciencia política de la gente y promover y
alentarlas las luchas populares, constituye la esencia de un Frente Político. A
eso hay que añadir un plan de acción que incluya propósitos definidos:
solidaridad con las luchas de las poblaciones que se enfrenten a los proyectos
de explotación minera salvaje, defensa de los derechos laborales de los
trabajadores, respeto a las poblaciones originarias y a su patrimonio
histórico, calidad de la educación y defensa de la Universidad, atención
prioritaria a la salud, respeto pleno a los derechos de la mujer y las
poblaciones vulnerables. La solidaridad con Cuba y Venezuela, son puntos netos
de cualquier Frente Político que aspire al futuro.
Un Frente Político así constituido, tendría la
obligación y la responsabilidad de actuar, independientemente de los procesos
electorales. Alzar sus banderas, promover sus cuadros, incorporarse a las
acciones de los pueblos, vivir en las mismas condiciones que la ciudadanía.
Sólo así, podría ganarse el reconocimiento de a población, que confía en los
que luchan, y no en los que hablan.
En este contexto ¿cómo votar el 2016?. Como todo
indica que no habrá unidad electoral, de la izquierda, si alguna de sus
candidaturas "levanta" cabría optar por ella. Si así no fuera, la
opción sería otra: cerrar filas siempre contra el enemigo principal.
Actuar de ese modo sería convertir objetivamente
ese Frente-en una real fuerza de Poder Popular intimadamente ligado a
los intereses y a las necesidades de la población. Y por tanto, capaz de
representarla en los más diversos planos.
Un Frente así podría, entonces participar en
elecciones en forma directa o indirecta. Pero no debiera ni hacerse ilusiones,
ni alentar en el pueblo la idea de que por elecciones se habrán de resolver los
problemas que agobian a todos los peruanos.
Hay que volver a la vieja lección de la historia:
una elección, puede acelerar una Revolución. O puede confirmar una Revolución.
Pero nunca, podrá reemplazar, o sustituir, a una Revolución. (fin)
(*) Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera
/ http://nuestrabandera.lamula.pe
Fuente: http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/2015/06/gustavo-espinoza-peru-unidad-o-division.html
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