“Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero”.
(Francisco de
Quevedo)
Por: Gustavo Vásquez Gaviria
Línea de Investigación Modelo Productivo
La economía neoclásica (hoy neoliberal),
si la observamos de manera reduccionista y sintética, siempre ha sostenido que
los precios existentes en el mercado dependen de los niveles de oferta y
demanda y de la masa monetaria en circulación. Su incremento o disminución los
aumenta o disminuye en proporción directa. En los comienzos de la Revolución
Industrial o a finales del siglo XVIII llegaron a comparar al dinero con la
sangre que circula en el organismo humano. Por eso, a su teoría monetaria se le
ha llamado “cuantitativista”. Al partir de esta concepción, no son los
productos los que llevan su precio sino que este se impone directamente en la
transacción.
Basadas en esta concepción, las
políticas antiinflacionarias van dirigidas a impedir el incremento de la masa
monetaria en el mercado, y por esta vía, lo que los neoliberales llaman el
gasto público. Quiere decir, entonces, que se debe evitar de un lado la
intervención del Estado para determinar el curso y desarrollo de la circulación
monetaria, por lo que los bancos centrales aparecen como órganos
independientes, manejados por tecnócratas, que deben responder ante todo a los intereses
del capital financiero y este, en especial, a las políticas de los organismos
internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
De otra parte, surge de la concepción
neoclásica que el Estado debe dejar de intervenir en el libre juego de las
fuerzas del mercado, por lo que su papel debe ser, ante todo, el de garantizar
la seguridad de los capitales y capitalistas, al mismo tiempo que evitar que
agentes extraños de toda índole impidan, ya sea por presión o por acción
directa, el libre juego de esas fuerzas del mercado (entiéndase que se debe
evitar la lucha de las/os trabajadoras/es y destruir sus organizaciones, al
tiempo que las protestas y resistencias sociales, ya que estos lo que exigen
con sus movimientos es que se aumenten sus ingresos y por ende la cantidad de
dinero en circulación; lo que lleva, por la vía de mayor masa monetaria en circulación
y demanda de productos, a la inflación).
En la otra orilla, se postula la teoría
económica marxista, que plantea que los precios llegan al mercado de antemano
con una base, la de los precios de producción, que es el resultado de los
costos de producción y el incremento que se le coloca por la tasa de ganancia media
existente en el mercado. La oferta y la demanda se encargan, posteriormente, de
hacer que sobre el precio de producción, los precios de mercado estén por encima
o por debajo. En este sentido la masa monetaria se debe a la cantidad de productos
y servicios puestos en el mercado, a las cantidades compradas y vendidas y a la
velocidad de circulación de las mismas.
Dice Marx en su obra El Capital, tomo I:
“No es el dinero el que hace que las mercancías sean conmensurables, sino al
revés: por ser todas las mercancías, consideradas como valores, trabajo humano
materializado, y por tanto conmensurables de por sí, es por lo que todos sus
valores pueden medirse en la misma mercancía específica y esta convertirse en
su medida común de valor, o sea en dinero”.
El dinero, por su parte, ya sea en su
expresión de papel moneda o de unidad de cuenta, refleja el patrón que le sirve
de respaldo y por supuesto, la cantidad de valor de producción que representa.
Es claro que si se aumenta o disminuye la cantidad de respaldo en la unidad de cuenta
o en el papel moneda como su representante, será mayor o menor, en proporción
directa, el valor de la moneda con respecto a los productos o servicios con los
que se enfrenta.
Dada la concepción anterior, ningún
capitalista estará interesado en producir si no obtiene, al menos, la tasa media
de ganancia después de realizar su producto o servicio. Mucho menos producirá
si no tiene la posibilidad de rescatar los costos de producción. La figura del
trabajador y trabajadora y de la explotación de su fuerza de trabajo, además de
ser el o la productora de valor, queda oculta en las relaciones mercantiles y
este/a aparece simplemente como un/a consumidor/a más que acude al mercado como
otro/a comprador/a cualquiera.
La teoría cuantitativista, neoclásica o
liberal y neoliberal se ha impuesto hegemónicamente en la cotidianidad y el imaginario
social. Al ocultar las relaciones y condiciones en que se desarrolla el sistema
de precios y los intercambios, asume al dinero, en todas sus expresiones, como
la fuente de la riqueza y los valores económicos en circulación. De esta manera
su objetividad tiene personalidad y señorío. Aparentemente entonces, no se vive
de vender la fuerza de trabajo como asalariados o de la obtención de ganancias
por la explotación del trabajo de los asalariados, relación vital del
capitalismo, sino del dinero que se posee en la faltriquera o en las cuentas bancarias.
Dinero
en función
Para Marx el dinero cumple cuatro
funciones: medio de circulación, de atesoramiento, de pago y dinero universal.
Como medio de circulación de las mercancías, dado que la producción se
desarrolla para el mercado y los bienes y servicios no se intercambian
directamente, se requiere de una mercancía equivalente que sirva de referente
de todas las demás, como él decía “el espejo en el que se miran todas”. Esto
quiere decir que es, en esta primera función, simplemente un intermediario
entre la compra y la venta. Para la muestra un botón, hoy se requiere menos de
los billetes emitidos por el Banco Central (en Venezuela aproximadamente solo
10% de la masa monetaria circulante corresponde a ellos), el resto se
representa en cuentas de ahorro y corrientes, en segundo nivel o en depósitos a
término y papeles de bolsa en tercer nivel. El dinero ahora es una cifra que
está inscrita en un chip que sirve para debitarla o acreditarla a la hora de
comprar o vender.
Capital
financiero, el gato que cuida el queso
A partir del manejo del dinero como
cuenta o cifra que se maneja desde los bancos, este, complementándose con sus
funciones de atesoramiento (ahorro) y medio de pago (crédito), se ha convertido
además en un arma que se maneja desde el capital financiero (bancos de todos los
tipos, aseguradoras, corredores bursátiles, bolsas, etc.). Del papel puramente
técnico que se requiere del dinero y de la función bancaria para garantizar que
las mercancías circulen y para que los capitalistas industriales y comerciales
puedan garantizar la realización de sus mercancías y el emprendimiento continuo
de sus procesos, se erige como autónoma y dominante.
Ahora, el capital financiero se sirve de
los flujos y transacciones para determinar condiciones tanto al dinero
circulante como al crédito y su tasa o valor de ganancia del capital en préstamo.
De la misma manera, su papel privilegiado de conocedor de la situación de sus
cuentahabientes le permite fijar estrategias y decidir acciones contra los otros
capitalistas y en contra del pueblo en general.
También, el capital financiero nacional
e internacional de la función del dinero como equivalente universal, con base
en las transacciones y su tasa o valoración, ha impuesto como condición
dominante al dólar, convirtiéndolo en una mercancía de precio sin techo.
En Venezuela existen, por diversas
circunstancias, ataduras casi que masoquistas con respecto a esta mercancía
dineraria. De la capacidad de desprendimiento de ella por la autonomía
económica y financiera que se logre y por la construcción de nuevas relaciones
y posibilidades, dependerá el rompimiento del embrujo frente al papel moneda
dólar, que además cada día pierde más su vigencia como equivalente universal.
-.o0o.-
CORREO DEL ORINOCO
La artillería del pensamiento
N º 2050, 7 de junio de 2015
Pág. 21 Análisis
PERSPECTIVAS Y REALIDADES
GisXXI
Grupo de Investigación Social S. XXI
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N° de publicación 187
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